Leszek Kolakowski (1927 – 2009)

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Lamentamos el fallecimiento de Leszek Kolakowski, uno de los pensadores sobre política, filosofía y religión más relevantes del siglo XX, colaborador y amigo de la revista. A continuación rescatamos unos cuantos de los numerosos textos que publicó en las páginas de Letras Libres y de Vuelta.

En febrero de 2009, Kolakowski concedió a Letras Libres una de sus últimas entrevistas. En julio de 2008 publicó una conferencia sobre el carisma y la figura del líder político. La muerte fue una de sus preocupaciones filosóficas y en abril de 2001 publicó un ensayo sobre los rituales alrededor de esta. En octubre de 1997, en la revista Vuelta, Christopher Domínguez Michael publicó una reseña sobre el libro Dios no nos debe nada. Y en junio de ese mismo año analizó la idea del progreso y los cambios en nuestro estilo de vida moderno.

Además, en el blog de Jesús Silva-Herzog Márquez hay una lista bastante amplia de textos de y sobre Kolakowski.

– La redacción

In memoriam: Leszek Kolakowski, una isla dentro de las islas

Es un ejercicio curioso preguntarse qué pensarán el próximo mes de noviembre ─en el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín─ o para el caso, en un par de décadas más, quienes analicen por vez primera el fenómeno comunista que ensombreció buena parte del Siglo XX y obtuvo el apoyo de millones de personas, incluyendo no pocos de los intelectuales más connotados del momento. Si fuera posible conversar con estos observadores futuros al inicio de sus pesquisas lo primero que les sugeriría es leer, si cuentan con tiempo suficiente, Las principales corrientes del marxismo del filósofo polaco Leszek Kolakowski. En esta obra publicada en 1976 en tres tomos, el profesor de All Souls –el prestigiado college sin estudiantes de la Universidad de Oxford— rastreó con detenimiento la historia de la doctrina marxista para concluir que su atractivo se basó en gran parte en su capacidad para unir, de manera ciertamente original, la ilusión romántica con el determinismo histórico, al tiempo que apeló a los perenes impulsos utópicos de la humanidad. De manera paralela, la doctrina cautivó muchas mentes por su aparente sencillez capaz de “explicar toda la historia y la economía sin necesidad de estudiar seriamente ninguna de las dos disciplinas”. Algo que le generó no pocos detractores a Kolakowski entre la izquierda más doctrinaria fue su afirmación de que existió una liga directa entre la teoría de Marx y su aplicación práctica que cristalizó en “la más grande fantasía de la historia”. Empero, hubiera sido muy interesante conocer en estos días su opinión sobre la explosión reciente de ventas de El Capital a raíz de la crisis económica global o el gran número de fans que Marx tiene en Facebook. Ni para qué especular lo que habría pensado Kolakowski al visitar el Zócalo de la Ciudad de México en día de plantón, cuando todavía en ocasiones recientes se vieron ondear imágenes de Marx y Stalin.

Así pues, este autor es referencia obligada para la comprensión del marxismo. Sin embargo, algo que frecuentemente se olvida es que el estudio de esta doctrina ocupó sólo una parte de su obra. Ello puede parecer sorpresivo si se leen la mayoría de las semblanzas que sobre él se han escrito en los últimos tiempos, las cuales se centran en su interés en el marxismo y su oposición, tanto en libros como en su vida personal, al totalitarismo. En mi opinión tal énfasis corre el riesgo de descuidar el importante trabajo que realizó para analizar la relación entre religión y filosofía −un área de estudio poco atractiva para los académicos contemporáneos−, así como los retos de las democracias liberales.

En efecto, varios de sus textos −tales como los incluidos en la excelente compilación La modernidad siempre a prueba (México, Vuelta, 1990)− se abocaron a llamar la atención sobre los peligros que acechan a la sociedad abierta por el posible exceso de confianza en la razón ilustrada y la noción de progreso y, en paralelo, por un rechazo acrítico de la tradición y los tabúes, todos los cuales por definición son “irracionales” pero cuya desaparición podría potencialmente ser desastrosa (menciona como ejemplos la familia monogámica y la prohibición del incesto). Bajo esta óptica, que le generó varias críticas entre la intelectualidad posmoderna y segmentos del mundo liberal por su aparente conservadurismo, apeló a las democracias a defender los valores absolutos que están en su origen y rechazar posturas relativistas que debiliten la definición de estándares claros en los ámbitos éticos y estéticos. En este sentido, subrayó siempre su admiración por Kant y el intento del filósofo alemán por fundamentar racionalmente los derechos humanos y los valores universales. Es de esperar que Kolakowski también recibiera con extrañeza el discurso liberal del “Fin de la Historia”, que esconde un nuevo determinismo histórico similar al marxista y vuelve a reflejar impulsos prometeicos de confianza irreflexiva en el progreso continuo de las sociedades humanas. En general pienso que Kolakowski vio claramente los peligros anunciados en Animal Farm de Orwell, pero temió con igual inquietud la pesadilla dibujada por Huxley en Brave New World.

Un punto fundamental en la base del original pensamiento de este escritor que se reconocía de confesión católica es el esfuerzo por conciliar conceptos aparentemente auto excluyentes. Al respecto, el mejor ejemplo es su afirmación de que se puede ser “conservador-liberal-socialista” sin ninguna contradicción. Así, estoy convencido de que en retrospectiva uno de sus grandes legados será no sólo haber desenmascarado al marxismo, sino también urgir a la modernidad, y al mismo liberalismo, a no adormilarse y rehuir la introspección y la crítica que están en su esencia, aun a riesgo confrontar los dictados implacables de la corrección política. Bien nos advierte Kolakowski que hasta la sociedad abierta puede exigir uniformidad de pensamiento, con el riesgo de minar sus propios fundamentos.

Y en esta línea no puedo dejar de pensar en la famosa afirmación del filósofo polaco: “Inglaterra es una isla en Europa, Oxford es una isla en Inglaterra, All Souls es una isla en Oxford, y yo soy una isla en All Souls”. Dice mucho esta frase: en la confrontación con las ideas dominantes del momento siempre tuvo algo de insular este humanista valiente, Leszek Kolakowski, quien falleció a los 81 años en Oxford, en proximidad de su querido college ─cuyo nombre oficial es All Souls of the Faithful Departed─ el pasado 17 de julio.

– Alejandro Aurrecoechea

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(Ciudad de México, 1972) es poeta, analista político y traductor. Sus ensayos y poemas han aparecido en diversos medios de México, Estados Unidos y América Latina.


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