Son las dos de la tarde del tantas veces cantado sábado en el Distrito Federal. Sábado de puente, para ser precisos. Con 219 vehículos saliendo cada minuto de la ciudad, las calles lucen tranquilas, pero un porcentaje nada despreciable de capitalinos parece encontrarse bajo tierra. A poco de llegar a la estación del metro Balderas, donde empezaré mi recorrido por la línea 1, el tipo que está detrás de mí me pregunta: “¿bajas en la que sigue, amigo?”. Casi confundo su curiosidad con genuino interés. Lo que quiere saber es si voy a estorbarle cuando se abran las puertas del vagón, pero cuando ese momento llega, demuestro que, además de turista, soy un pasajero eficiente: bajo del tren abriéndome paso entre una masa compacta que, sin demasiada fricción, aborda el tren al mismo tiempo que otros descendemos.
En el pasillo que lleva a los andenes de la línea rosa paso junto a una estatua de Rockdrigo González que fue recientemente develada. Colocada junto a una pared, sin un pedestal (faltaría más) o barrera física que la separe de la muchedumbre, la estatua de sólido metal es lo único que no se mueve, lo cual no deja ser curioso, tomando en cuenta que el tema con el que Rockdrigo y el Metro Balderas se inmortalizaron mutuamente habla, justamente, del comprensible temor de perder a la novia arrastrada por una ola de gente.
http://www.youtube.com/watch?v=sZR1ipsiIBo
En todo caso, resulta apropiado que sea él quien flanquee la entrada a lo que pretende ser una expedición más bien musical.
Balderas-Observatorio
Aunque mi intención original es dirigirme a Pantitlán y luego transitar la línea completa hasta Observatorio, la visión de los vagones retacados me convence de que lo mismo puedo transitarla en sentido opuesto.
A pesar de que en el tren que va a Observatorio viajamos unas 60 personas, el ambiente es silencioso. No es que estemos en silencio: se escucha el zumbido de los ventiladores, el frotamiento de las llantas con las vías, el viento que se desplaza al paso del tren. Todo ese ruido ahoga el de las pláticas que algunos pasajeros entablan. En la estación Cuauhtémoc sube el primero de muchos vendedores por venir, que ofrece “el libro Los Mejores Chistes que le incluye chistes como por qué se fueron los cochinitos de su casa porque su mamá era una cochina”. Recita una docena de chistes sin detenerse a respirar ni variar apenas el volumen o la inflexión de su voz.
En Insurgentes sube un ciego, que canta la letra de la canción que suena en su mochila-bocina (en adelante bochila, para abreviar). Me es imposible distinguir lo que canta, y formulo provisionalmente que la ley del más fuerte entre quienes viven del comercio o el entretenimiento en el Metro pasa necesariamente por hacerse escuchar. Así lo demuestra una larga sucesión de postulantes: el que ofrece “alicates para esas uñas enterradaaas” en Sevilla; el que promueve “el libro de rezos que le contiene más de cien rezos y oraciones” (y que es el producto más exitoso en el recorrido); el de los “rompecabezas de colores y letraaas para que el niño aprendaaa jugando con el abecedario” en Juanacatlán, o el del helicóptero de juguete “que se eleva a una altura de más de diez metros” en Tacubaya. O esa media docena de vendedores que se pelean por destacar en los pasillos de la estación Observatorio.
En el andén, antes de subir al tren, ahora rumbo a Pantitlán, veo un poster. La delegación Iztapalapa promueve un intento por romper el récord Guiness de la mayor cantidad de gente bailando zumba al mismo tiempo. Se trata, quiero pensar, de una torpe señal del destino, diciéndome que pronto encontraré algo de música.
Observatorio-Pantitlán
La línea 1 del Metro recorre 18 kilómetros y 828 metros en dirección Este-Oeste. En su recorrido, pasa por debajo de amables colonias clasemedieras (Tacubaya, San Miguel Chapultepec, Cuauhtémoc), por zonas de antigua raigambre popular (La Merced, la Candelaria de los Patos), por nidos de criminales (San Lázaro) y por las ciudades dormitorio aledañas al aeropuerto (Balbuena, Zaragoza, Pantitlán). De los vagones de un tren de la línea 1 podría extraerse una muestra bastante representativa de la población del D.F., pero, al parecer, no de su música. Sigue la prodigiosa voz de los vendedores: “Juego de marcadores para todo tipo de superficies madera metal cerámica plástico cristal” (Pino Suárez); “Huevecillo de dinosaurio que crece mágicamente en el agua” (Candelaria).
En La Merced, por fin, aparece un vendedor con bochila, que durante cuatro o cinco minutos nos receta uno de esos larguísimos chistes de Polo Polo en el que un hombre le ve las chichis a una secretaria mientras su esposa lo ve a él. Me pierdo el final cuando el vendedor se zambulle en el otro lado del vagón. Sé, sin embargo, que baja en San Lázaro, porque ahí entra en acción el disco de música relajante de quena y flauta con los mayores éxitos como “El león duerme esta noche”, “Melodía desencadenada”, “No te cases con un ferrocarrilero”, “Polvo en el viento”… Casi de inmediato saco los diez pesos de rigor y le compro uno, sin que nadie, hasta donde alcanzo a ver, siga mi ejemplo. La relajación andina nos acompaña hasta Balbuena, cuando se cambia de vagón. En su lugar irrumpe la inconfundible cortinilla de producción Shark (“Creando perfección en la industria de la piratería. En mp3”), seguida por las notas nostálgicas y sentidas de “El hombre que más te amó”. Se trata de un combinado irresistible de José Alfredo Jiménez y Vicente Fernández, que compramos yo y un tipo que en lo sucesivo se dedica a leerle a su novia las canciones que vienen en el disco: “Amanecí en tus brazos”, “Amor del alma”, “Alma de acero”.
Pantitlán – Balderas
Una pareja habla de cambiar la cocina por una de otro color. Frente a mí está sentado un viejo sin dientes, que lleva en las piernas un ejemplar de La Jornada, el libro de los Salmos en edición de Porrúa, y un cuaderno de forma italiana, y que me parece digno de registrar en estas notas.
La oferta comercial está compuesta por la “lámpara con luz de halógeno para esos apagones inesperados en la casa el taller la oficina” y la “revista Sopa de Letras y una pluma por cinco pesos”.
En Boulevard Puerto Aéreo aborda “una producción original Bob Esponja”: la discografía completa de los Tigres del Norte. “Sala de espera” es la encargada de abrir el sampler (la pista inicial de algunos discos piratas, en la cual se enuncia el nombre del pirata que produjo el disco, y porciones de los principales temas, para interesar al público), que también contiene “Mi curiosidad”, “El poste”, y esa que dice
Si la perra está amarrada
Aunque ladre todo el día
No la deben de soltar
Mi abuelito me decía
Que podrían arrepentirse
Los que no lo conocían
En Candelaria, el soundtrack exprés de la mexicanidad se completa con el volumen “Trilogía show”, que incluye cumbias de Internacional Carro Show , Campeche Show y El Súper Show de Los Vaskez, de cuyo “Amor de primavera” escucho esas líneas fatídicas:
Se fue
Me rompió el corazón
Se llevó con su amor
Mis esperanzas y mis sueños
http://www.youtube.com/watch?v=QtRyJqww64Q
que resuenan en mi cabeza al llegar a Balderas, esa estación nostálgica y rebosante donde termino mi recorrido. Ahí sigue la estatua de Rockdrigo, esperando que una ola de gente le devuelva a su amor.
…
La novena edición de esta Feria Internacional de Arte Contemporáneo, se realizará en la Ciudad de México del 18 al 22 de abril en el Centro Banamex.
Otros museos y centros culturales en la ciudad de México.
Las estaciones del Metro más cercanas a la Zona Maco 2012:
- Cuatro Caminos, línea 2
- Panteones, línea 2
- Polanco, línea 7
- Auditorio, línea 7
es editor digital de Letras Libres.