para Jolaine
allá, cascabeleando
en sus brillantes andrajos de plástico: semblanza
en tanto semblanza, las
últimas lámparas
de la tierra.
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o de hilos, colgando de cañas, manojos
diminutos de
oropel.
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sólo lo mudo es
translúcido (nos jala a través
de esos blancos arlequines perezosos,
los rumbos ascendentes,
destartalados de su corriente).
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no fue nadie (tan
cerca); un golpe de vasijas de plástico contra su montura.
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luego un espantapájaros
que no lo era: rígida, minúscula, encima de la superficie
espumosa del grano, trasquilada por la brisa, la
devinaira, lectora de
residuos y de
vapor.
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entre las mangas lavadas,
color blanco humo, de un hombre muerto, silba…
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o a través de una gasa pálida, la
de las cebollas germinadas, este ángel de las semillas, hundido
hasta el sombrero, ahogado en un nimbo de flores.
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rosa
camarón las bufandas las faldas se abren sobre los
andamios
provisionales, mientras los
ojos, tus ojos en el reflejo (madona
d’ombra) se entrecierran
dorados. –
