Fotografรญa: Martina Bastos

Los melocotones y los ciegos

En un pueblo de la serranรญa peruana, los hombres heredan parcelas de melocotรณn. Algunos, ademรกs, una ceguera irreversible. Amador, Lorenzo, Mauro e Ignacio son cuatro hermanos ciegos: los primeros ciegos de Parรกn. ยฟSe puede cultivar a tientas los mejores melocotones de Perรบ?
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Tengo los ojos en el extremo de los dedos.

–Evgen Bavcar (fotรณgrafo ciego)

Mi anfitriรณn se llama Lorenzo, pero todos le llaman huachua: ave de la puna, de las cordilleras mรกs altas. Vive quinientos metros mรกs arriba que todos sus vecinos. Solo. A tres metros de un abismo. Un detalle menor: el hombre con las mejores vistas del valle es ciego.

Lorenzo es un soplido. Un viento espigado y largo, erguido como un galรกn antiguo. La รบltima vez que un espejo le devolviรณ su cara tenรญa 47 aรฑos. Ahora tiene 68 y tres hermanos en la misma condiciรณn. Moreno de veras. En los pies diez garras negras todas muertas. En la risa siete dientes todos inferiores. Y sus ojos un palo de guarango que le avisa del vacรญo.

–El palito es la รบltima palabra –dice.

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Martina Bastos

Abre paso por un matorral de pasto alto que le llega a la cintura. Escucha el roce del cuerpo entre la hierba crecida, el zumbido de las moscas. Le cuenta las curvas a la carretera y nunca olvida en cuรกl se encuentra. De dรญa o de noche atraviesa cerros por caminos de herradura. El dรญa y la noche son ruido y silencio, calor y frรญo. Un rostro es tacto y aliento, una voz.

Lorenzo ve un pรกjaro porque suenan sus alas. Sabe que es tarde cuando tiene hambre. Cultiva su chacra: “mis habitas, mis papitas, mi maรญz”.

–De memoria la hago producir; el terreno no cambia de fisonomรญa.

La casa, cuatro muros en penumbra: una olla de barro, un balde de agua, los restos de un fuego. El suelo todo papas y una piel de carnero, cinco frazadas estiradas “pa’ cuando llega el sueรฑo”. Una radio: la hora, la mรบsica, las noticias; el otro mundo. Sacos de grano, cestas de mimbre, una pala. La enredadera que entra por el agujero del techo. Y afuera, un eucalipto regio que da sombra, aroma y ramas para la candela.

Y ahora, junto al eucalipto, una desconocida ha llegado hasta su casa.

Pero antes –mucho antes– habรญa llegado a Parรกn.

En la carretera rocas, burros, cactus. Un taxi, el รบnico. Su interior todo tierra y pocas palabras.

–¿Cuรกntos kilรณmetros desde Lima?

–No sรฉ, tres horas.

–¿Y hasta Parรกn?

–No sรฉ, dos horas.

–¿Y cรณmo se llaman esos cerros?

–No sรฉ, cerros.

Rubรฉn calla y conduce por la ruta Sayรกn-Churรญn, provincia de Huaura. En los รบltimos meses, a su taxi ha subido mucha gente extraรฑa: retinรณlogos, genetistas, psicรณlogos y periodistas varios camino a Parรกn. Allรญ, el transporte pรบblico solo llega dos veces por semana.

El paisaje, la tierra que se parece a la tierra y se mete por los ojos. Un desierto yermo.

Y de pronto, un desvรญo.

Quiรฉn va a creer que hay un valle asรญ. Parece que no hubiera nada. Pero un giro, una loma y la carretera rasguรฑa un valle manso, cerrado, caliente. Nadie lo dirรญa. En la Biblia, Parรกn es uno de los desiertos que atravesรณ el pueblo de Israel para entrar a la tierra prometida. Aquรญ, es un desmadre de melocotoneros reventando en flor y en fruta. Un festรญn violรกceo a mil cien metros de altura. Unas cinco familias lo poblaron hacia 1900. Hoy, casi ochocientas cincuenta personas cultivan 120 mil plantas de melocotรณn.

En Parรกn hay un hotel, un par de restaurantes, alguna tienda de abarrotes. Pero nada se parece a un hotel, un restaurante, una tienda. No hay carteles, ni plazas, ni olor a cafรฉ ni panaderรญa. Hasta hace cinco meses tampoco habรญa luz. El รบnico baรฑo estรก cerrado y nadie sabe dรณnde estรก la llave. Dibujos de tiza en paredes de adobe, techos bajos de chapa, bidones vacรญos. Una carretilla boca abajo. En la esquina un tendal de ropa, un zapato roto, los restos de una escoba: no se barre tierra sobre tierra. Un perro cojo, una gallina, una corriente de aire. La posta mรฉdica. Y todas las cajas del mundo. Cajas –infinitas– apiladas como esculturas abstractas. En las cajas –claro– melocotones.

En septiembre de 2011, la organizaciรณn no gubernamental Fadre (Facilitadores de Desarrollo Regional) trabajaba en un estudio de aguas en la zona. Al doctor Marco Valverde le hablaron entonces de varios adultos ciegos y niรฑos con problemas de visiรณn nocturna. La ceguera por cataratas en Perรบ, debido al sol y al polvo de la sierra, es frecuente en adultos mayores.

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–Pero cuando me dijeron niรฑos –dice–, supe que habรญa algo mรกs.

En una particular cruzada, el doctor Valverde armรณ un equipo integral de especialistas con destino a Parรกn. Enero de 2012, dos dรญas, 33 profesionales: oftalmรณlogos del Instituto Nacional de Oftalmologรญa, genetistas de la Universidad San Martรญn de Porres, personal del Centro de Rehabilitaciรณn de Ciegos de Lima y medios de comunicaciรณn. Iban a encontrar una enfermedad hereditaria y degenerativa que transmiten las mujeres y se manifiesta en los hombres.

No se sabe cรณmo apareciรณ –las mutaciones genรฉticas suelen ser espontรกneas– pero sรญ se sabe cuรกndo. Es lo que en genรฉtica se conoce como “efecto fundador”: una de las pioneras que llegรณ a Parรกn hace mรกs de cien aรฑos portaba la mutaciรณn. Se llamaba Dolores. Se casรณ con un hombre sano y tuvo cuatro hijas. Sus nietos fueron la primera generaciรณn afectada. Amador fue el primogรฉnito. Ahora tiene 71 aรฑos y es el primer ciego de Parรกn.

“Se me ha metido por los ojos adentro un mar de leche”, se lee en Ensayo sobre la ceguera.

–Puro blanco veo. Dรญa y noche veo blanco.

Amador usa un bastรณn que le llega casi al cuello. ร‰l siembra, poda, fumiga. Palpa la hierba, la arranca, y algunas pocas veces se equivoca y saca un maรญz. Tambiรฉn sabe cuรกndo cosechar. Se apoya en el bastรณn, las manos en cruz una sobre otra, y dice:

–El melocotรณn huele cuando estรก maduro. Cuando florece es un olor bonito.

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A veces la noche lo sorprende entre sus plantas. Amador no la ve, pero la adivina “porque ya no cantan los pรกjaros”.

Vive, como todos, de la fruta sagrada.

El drama en Parรกn no es la ceguera, sino la falta de agua. No hay desagรผe ni riego tecnificado; el agua que captan de manantial les da justo para el melocotรณn. Planta por planta y bien contada, “a la voladita nomรกs”. Si se riega demasiado, la fruta crece pero sin gusto. Por eso, el melocotรณn de Parรกn es muy cotizado por su sabor y durabilidad.

Amador tiene cuatro hijas portadoras y sus nietos ya no ven al anochecer. No juegan canicas por la tarde: siempre pierden. Es viudo y pasa las tardes con su hermano Mauro: 53 aรฑos, nueve hijos. A los menores nunca les ha visto la cara. Algunas veces le pregunta a Marรญa a quiรฉn se parecen, otras solo pregunta si estรก bien peinado. Marรญa es su mujer y borda un mantel a la puerta de su casa. Su vestido mucho color, mucho volante, mucho vuelo. Y un sombrero de flores. Marรญa lleva la primavera en la cabeza.

Los hermanos sentados en un tronco conversan como ciegos de guiรณn de Maeterlinck:

–Yo algunas veces sueรฑo que veo.

–Yo, solo veo cuando sueรฑo.

Ambos heredaron la misma enfermedad.

Y ambos, a la enfermedad, le olvidaron el nombre.

–¿Cรณmo dicen que se llama?

Retinitis pigmentosa.

El diagnรณstico fue rotundo. La retinitis pigmentosa afecta en el mundo a una de cada cuatro mil personas. En Parรกn, la relaciรณn es de una por cada quince.

La ceguera avanza despacio.

La retina es como una diana circular: en los extremos estรกn los bastones –quรฉ ironรญa–, cรฉlulas que permiten distinguir la luz de la penumbra; en la parte interna se encuentran los conos, cรฉlulas que detectan los colores. La retinitis destruye ambos fotorreceptores. Empieza atacando los bastones y avanza progresivamente hacia el interior.

Aparece en la infancia (seis, siete aรฑos) con la pรฉrdida de la visiรณn nocturna. El siguiente paso es la visiรณn en tรบnel: de manera gradual, el adulto va perdiendo visibilidad perifรฉrica (debe girar la cabeza para ver a su alrededor) hasta derivar en ceguera total en torno a los cincuenta aรฑos.

La causante es la mutaciรณn de un gen que estรก en el cromosoma X. Por eso, la enfermedad salta de abuelos a nietos varones a travรฉs de hijas aparentemente sanas.

Las portadoras son mujeres (XX) que tienen un cromosoma bueno y otro daรฑado. El hombre (XY) tiene un รบnico cromosoma X. Si hereda de su madre el bueno, tendrรก una visiรณn normal, y si hereda el daรฑado, se quedarรก ciego: una ruleta rusa de dos tiros, una moneda a cara o cruz.

En las mujeres, sin embargo, un cromosoma sano inactiva el afectado por compensaciรณn genรฉtica. En las cรฉlulas femeninas, uno de los cromosomas X siempre se encuentra inactivo, y aunque esa inactivaciรณn se supone que es al azar, la naturaleza suele descartar el defectuoso. Asรญ, una mujer solo desarrollarรญa la enfermedad si sus dos cromosomas X estuvieran daรฑados.

Para estudiar su origen y evoluciรณn, el doctor Valverde tenรญa que encontrar un genetista. Genetistas, de dรณnde saco yo un genetista, se preguntaba. Y sucediรณ algo curioso.

–Mi hijo estudia medicina en la Universidad San Martรญn, y le veo un encarte que dice: “Centro de Genรฉtica y Biologรญa Molecular” (cgbm), el nombre de un doctor y un telรฉfono.

Y lo llamรณ, sin imaginar que estaba contactando a un experto en el tema.

–Doctor Fujita, soy Marco Valverde. Hemos descubierto una poblaciรณn afectada de retinitis pigmentosa y quisiรฉramos saber si usted podrรญa colaborar con nosotros en los estudios genรฉticos. Todo lo estamos haciendo de forma voluntaria, doctor, porque no tenemos fondos mรกs allรก de la alimentaciรณn, el transporte y el hospedaje.

El doctor no solo acepta, sino que le envรญa un correo donde seรฑala los cinco estudios de retinitis pigmentosa ligada al cromosoma X que รฉl mismo habรญa realizado en la Universidad de Michigan. Habรญa hecho un posdoctorado sobre ella y ahora, veinte aรฑos despuรฉs, encontraba esa enfermedad en su paรญs.

El doctor Ricardo Fujita y su equipo del cgbm reconstruyeron el รกrbol genealรณgico de las familias de Parรกn. En sus laboratorios de la capital peruana, Verรณnica Mendoza, una jovencรญsima ingeniera biotecnรณloga, desdobla sobre la mesa casi dos metros de documento. Una ristra de folios ensamblados a mano que contienen el esquema de las familias, el heredograma. Para elaborarlo, el equipo entrevistรณ a fondo a los habitantes de Parรกn, quienes pasaron de mesa en mesa durante dos dรญas.

Las mesas eran tres.

En la primera, un grupo de oftalmรณlogos les medรญa la visiรณn y hacรญa un primer diagnรณstico. En la segunda, los genetistas recolectaban la informaciรณn de aquellos que habรญan sido diagnosticados con retinitis: quiรฉn fue su abuela, su madre, quiรฉnes son sus hermanos. Para el anรกlisis de adn, ademรกs, tomaron muestras de sangre y de mucosa bucal. Al principio fue difรญcil obtener los datos porque mucha gente se resistรญa.

–Para muchos รฉramos los primeros mรฉdicos que habรญan visto en su vida –recuerda Verรณnica–. Fue muy chocante para ellos decirles “abre la boca”, decirles “te voy a sacar sangre”. Hay personas que no se dejan.

Por รบltimo, pasaban a la mesa del Cercil, Centro de Rehabilitaciรณn de Ciegos de Lima. El personal del Cercil les orientaba en su manejo diario y preparaba, sobre todo a los niรฑos, para la ceguera que enfrentarรญan en algรบn momento.

Distribuidos entre Parรกn y anexos, el mapa genรฉtico revelรณ unos cincuenta afectados en diferentes fases. A la cabeza estรก Dolores Conchucos, casada con Enrique Pacheco y origen de la cadena de afectados. A partir de ahรญ, son cuatro o cinco los apellidos que se repiten. Cada nuevo afectado que se detecta se aรฑade al pedigrรญ, cubierto de anotaciones a lรกpiz y puntos verdes y negros que Verรณnica ha ido pegando poco a poco. Los primeros marcan a los futuros ciegos, los segundos a las mujeres portadoras.

La situaciรณn geogrรกfica provocรณ el efecto acumulador. Hasta el aรฑo 1984 Parรกn no tenรญa carretera. Hasta hace unos cinco aรฑos, casi nadie tenรญa auto. Su poblaciรณn nunca ha salido de allรญ. El aislamiento propiciรณ matrimonios consanguรญneos y evitรณ la dispersiรณn de una comunidad encapsulada.

La investigadora Marรญa Luisa Guevara es parte del equipo que realizรณ las pruebas de adn, y debido a la complicada geografรญa del Perรบ no descarta que existan otros rincones con afectados de los que no se tenga noticia.

–¿Pero tรบ has visto nuestra geografรญa? –y un sube y baja de su mano dibuja la irrupciรณn abrupta de la cordillera andina–. Si naces ahรญ, ahรญ te quedas.

Cuando a Parรกn llegaron las cรกmaras de televisiรณn por primera vez, los entrevistaron, los filmaron, les tomaron fotos. Despuรฉs titularon: “Parรกn, un pueblo de ciegos”, “Parรกn, sentenciado a no ver mรกs”. Y Parรกn se ofendiรณ ante esa imagen manipulada de ceguera masiva.

La noche en que llamรฉ a la puerta de Agapito Mateo –el pastor evangรฉlico, 55 aรฑos– contestรณ su esposa. Nunca lleguรฉ a verlo. Solo escuchรฉ a la mujer a oscuras en el quicio de la puerta.

–Estรก descansando. Lleva todo el dรญa trabajando y ahora descansa. ร‰l trabaja como todos.

Su familia lo esconde como una forma de protecciรณn. No quieren que nadie le vuelva a tomar una foto, que nadie le vuelva a hacer una pregunta.

–Han venido muchos, muchos han venido, y han estado en mi chacra y han tomado fotos. Han dejado mal al pueblo. No querรญan venir a comprarnos fruta pensando que es un virus que contagia a la gente.

–Confรญe en mรญ –le digo.

–¿Y yo por quรฉ voy a confiar en usted? Yo solo confรญo en Dios.

Cerrรณ la puerta. Y me fui a tientas por la calle negra.

Despuรฉs supe que Agapito empezรณ a perder la vista a los ocho aรฑos. Que de su madre heredรณ la ceguera y una parcela de aguacates que mantiene a la familia. Que da sermones con la mano en una Biblia que no puede leer. Que es risueรฑo y hablador. Que habla –dicen sus vecinos– como si hubiera ido a la universidad.

Para el doctor Valverde, la fe evangรฉlica de la mayorรญa de la comunidad, el convencimiento de una vida diferente despuรฉs de esta vida, quizรกs tenga algo que ver con esa manera de aceptar la enfermedad, con su resignaciรณn, su no quejarse.

Una maรฑana, los vecinos comรญan melocotones y se pisaban al hablar:

–No estamos todos ciegos. Eso es una difamaciรณn.

–Y todos trabajamos. Aquรญ no hay ningรบn ciego que mendigue.

–No han enseรฑado el hotel, ni una casa de ladrillo, ni una mata de melocotรณn. Han sacado moscas y chozas nomรกs.

Dicen que dicen.

–Dijeron que no tenรญamos ni bendiciรณn de Dios. ¿Quรฉ persona puede vivir sin bendiciรณn de Dios?

Su orgullo. Tan humilde, tan herido.

–Han dicho que aquรญ no hay nada y aquรญ hay de todo.

Y me llenaron las manos de melocotones. Otra vez.

Borges, que llegรณ a decir que la ceguera puede ser un don, fue el mรกs cรฉlebre paciente de retinitis pigmentosa. La definiรณ asรญ:

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aรบn la tiniebla.

Esta penumbra es lenta y no duele;

fluye por un manso declive

y se parece a la eternidad.

Y dijo tambiรฉn: “Me duele una mujer en todo el cuerpo.”

–¿Nunca se casรณ, Lorenzo?

A ella la encontrรณ allรก. Cuando rondaba los veinte y aรบn veรญa de dรญa. Cuando รฉl dejรณ su pueblo y ella el suyo y fueron a conocerse allรก.

–Allรก tenรญa mi casa, mi chacra, allรก vivimos juntos tres aรฑos.

Allรก es Pucallpa, en la selva, donde Lorenzo comprรณ un terreno, cultivรณ arroz, crio vacas y, entremedias, se enamorรณ.

–Muchรญsimo –dice–. Me querรญa, yo tambiรฉn a ella. Me comprendรญa, yo tambiรฉn a ella; nunca discutรญamos. De noche yo ya no veรญa, pero ella me agarraba y decรญa “vamos a pasear”. Tenรญa una paciencia รบnica.

Un dรญa quisieron casarse. La llevรณ al pueblo para pedir consentimiento, pero las cosas no salieron bien.

–No fue asรญ. No fue asรญ. Pensรฉ asรญ pero no fue asรญ.

Cuando supieron que sufrรญa problemas de visiรณn, sus suegros lo rechazaron. Los separaron. Otros tres aรฑos esperรณ “para que me perdonaran” –dice, y utiliza el verbo perdonar–. Pero nunca lo aceptaron: era “corto de vista”.

“Ya no serรก, ya no.” El nudo en la garganta.

–¿Y nunca volviรณ a Pucallpa?

–Dejรฉ el terreno, la casa, las cosas; todo quedรณ allรก. Ya no quise volver. No estaba ella. Y no volvรญ mรกs.

De esto hace ya 45 aรฑos. Y sin embargo.

–Estuve aรฑos en la tristeza, como si hubiera perdido algรบn miembro. A veces suceden cosas; cuando perdemos asรญ, podemos tomar una decisiรณn fatal. Pero menos mal que yo me he contenido. Poquito a poco, sufriendo, sufriendo, me fui olvidando.

Asiente con la cabeza como sabiรฉndose afortunado. Como el superviviente de un cataclismo que vive para contarlo. Para contรกrselo a una desconocida a la cual no puede ver pero que ha subido hasta su casa y “quรฉ sacrificio, seรฑorita, que haya usted llegado hasta aquรญ nomรกs para hablar conmigo”.

–El golpe nos enseรฑa a vivir, seรฑorita.

Se le quiebra la voz.

Desde entonces ha tenido sus novias, “pasajeras nomรกs”. Pero no ha vuelto a vivir con nadie. A Lorenzo le queda la memoria. La lucidez de un hombre que perdiรณ la vista cuando ya habรญa perdido lo mรกs importante. Esa fue su verdadera pรฉrdida. A su lado, la ceguera es sencillamente irrelevante.

De momento no tiene cura.

Aunque se han ensayado diferentes tratamientos, realmente no se cuenta con nada concreto. Hay mucha esperanza, pero tambiรฉn falsa informaciรณn. El implante de chips se estรก trabajando en Francia y Alemania, y con cรฉlulas madre se estรก experimentando en Cuba. Inicialmente, se barajรณ la posibilidad de llevar a los pacientes a la isla para probar trasplantes de cรฉlulas madre. Sin embargo, la idea fue desechada porque ningรบn estudio habรญa arrojado resultados contundentes.

–En Cuba hay mucho ruido, pero no hay un tratamiento efectivo –reconoce el doctor Valverde–. Nosotros como mรฉdicos nos basamos en evidencias; si no hay evidencias no podemos incentivar ilusiones de ningรบn tipo. Personalmente, creemos que la cura va a estar dada por la terapia gรฉnica, que es donde mรกs hemos avanzado, sobre todo para este tipo de retinitis.

Y los avances son estos:

La Universidad de Pensilvania ha encontrado la terapia gรฉnica que cura, en perros, la retinitis pigmentosa ligada al cromosoma X. El doctor Valverde no podรญa creer la casualidad providencial:

–Nuestra campaรฑa fue un 29 de enero y en febrero se publica el artรญculo, justo, sobre la misma retinitis que tiene Parรกn. Ademรกs, la semejanza entre el ojo canino y el ojo humano es muy alta.

El estudio, publicado en la revista cientรญfica Proceedings of the National Academy of Sciences, demuestra que la terapia gรฉnica previene la enfermedad en un modelo experimental canino. Y el investigador Gustavo Aguirre, que ademรกs de profesor de genรฉtica y oftalmologรญa fue veterinario, confirma que las enfermedades en la retina de los perros son casi iguales a las de los humanos.

Dentro del cromosoma X, hay tres posibles genes responsables de retinitis. Esta terapia encontrรณ cura para el gen afectado mรกs comรบn: el gen 12. En el cgbm de Lima se centran ahora en esa bรบsqueda: identificar, mediante las pruebas de adn realizadas a la poblaciรณn, el gen que causa la enfermedad en Parรกn. Si el gen afectado fuese el mismo, habrรญa motivos para ser optimistas.

La dupla Valverde-Fujita ya ha contactado a los investigadores norteamericanos, que estรกn interesados en ir a Parรกn y pasar a la fase experimental en humanos. Ese es el sueรฑo del doctor Fujita: exponer Parรกn al mundo cientรญfico, decir “aquรญ hay una comunidad grande que espera, que confรญa”.

–Si todo va bien, en unos cinco aรฑos deberรญamos tener las vacunas gรฉnicas para este tipo de retinitis –continรบa el doctor Valverde–. Como la enfermedad estรก en el adn, nosotros podemos saber ya quรฉ niรฑos van a tener el mal y quรฉ niรฑas van a ser las portadoras.

En un futuro, se harรญan pruebas genรฉticas a los hijos de madres portadoras, y de resultar afectados, serรญan vacunados inmediatamente, de ser posible antes de manifestar los primeros sรญntomas. La vacuna frena la enfermedad e impide el avance. La mutaciรณn no desaparece, pero puede ser bloqueada.

Por el momento, lo รบnico que los mรฉdicos pueden ofrecer a los habitantes de Parรกn es el diagnรณstico, confirmarles la enfermedad y brindarles, sobre todo a ellas, consejerรญa genรฉtica. Con el Ministerio de Educaciรณn, se planean acciones simples pero concretas: pintar de blanco las aulas oscuras, mejorar la iluminaciรณn o apoyarles con รบtiles escolares. Tambiรฉn optรณmetras les han entregado lentes personalizadas. Y es que hay otro componente asociado a la ceguera que es la pobreza.

Ignacio es el menor de los cuatro hermanos ciegos, tiene cincuenta aรฑos. Es tambiรฉn el mรกs frรกgil. Su hija Urbana es una de las escasas mujeres que padecerรก la enfermedad. La esposa de Ignacio tambiรฉn llevaba el gen y falleciรณ al parir a su quinto hijo. Urbana acompaรฑa a su padre hasta su chacra, lo deja trabajando y luego lo recoge. Todavรญa no se atreve solo.

En Parรกn, la riqueza se mide en parcelas de cultivo. Algunos tienen tres o cuatro mil plantas. Las familias de los ciegos son, precisamente, los รบltimos de la fila. Ignacio cosecha veinte plantas de melocotรณn y tres de aguacate. Es todo lo que tiene. El doctor Valverde ha calculado que su ingreso familiar no alcanza los 2 mil soles anuales, unos 700 dรณlares.

Y explica:

–Mientras estรฉ en fase de investigaciรณn, una terapia no cuesta dinero. Pero una vez probada, ¿te imaginas cuรกnto costarรก una vacuna? Yo calculo unos 10 mil dรณlares. Y eso, ¿quiรฉn lo podrรก pagar?

Parรกn podrรญa ser el lugar donde se prueben los medicamentos. Una esperanza tangible para las futuras generaciones.

Demรณcrito se arrancรณ los ojos para entender el mundo. El ciego de Puiseaux distinguรญa una calle de un callejรณn sin salida y Mรฉlanie de Salignac, el canto de las voces morenas y el de las voces rubias. La tradiciรณn imagina a Homero como el poeta ciego que escribiรณ la Odisea.

Sophie Calle preguntรณ a ciegos de nacimiento quรฉ era para ellos la belleza. El primero respondiรณ: “La belleza es el mar hasta perderse de vista.” Y siguieron otros: una colina en la que se pisan flores, los peces silenciosos de una pecera, Alain Delon. Un niรฑo dijo: “Lo verde es bonito, porque cada vez que algo me gusta, me dicen que es verde.”

–¿Cuรกndo volverรก, seรฑorita?

Lorenzo expresa en los ojos casi una disculpa:

–Cuando vuelva ya tendrรฉ algo pa’ que lleve, alguito como fruta.

Y mira al valle como si lo viera.

La cosecha acaba de comenzar. ~

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