Medio siglo de La ciudad y los perros

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I

Un libro es muchos libros. Es un objeto, es una metรกfora, es un mundo finito (el nรบmero de sus pรกginas) y es un mundo infinito (la literatura que se prolonga y nunca se acaba). En el caso de La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, que en este 2012 cumple cincuenta aรฑos de existencia –motivo de una ediciรณn conmemorativa reciรฉn lanzada por la Real Academia Espaรฑola, la Asociaciรณn de Academias de la Lengua Espaรฑola y Alfaguara–, ese libro, que estaba llamado a adueรฑarse de una trayectoria excepcional, fue tambiรฉn muchos libros. En principio, y como lo ha aclarado su propio autor, se comenzรณ a escribir en el otoรฑo de 1958, en Madrid, en una tasca de Menรฉndez y Pelayo llamada El Jute, que miraba al parque del Retiro, y se terminรณ en el invierno de 1961, en una buhardilla de Parรญs.

El manuscrito –seรฑala Vargas Llosa– estuvo rodando como alma en pena de editorial en editorial hasta llegar, gracias a mi amigo el hispanista francรฉs Claude Couffon, a las manos barcelonesas de Carlos Barral, que dirigรญa Seix Barral. ร‰l lo hizo premiar con el Biblioteca Breve, conspirรณ para que la novela sorteara la censura franquista, la promoviรณ y consiguiรณ que se tradujera a muchas lenguas.

Estas informaciones estรกn cargadas, todas ellas, de significaciรณn. Mรกs allรก del hecho, bastante mรกs comรบn de lo que serรญa deseable en el desarrollo de la literatura, de que el original de la novela fuera rechazado por varios editores, su proceso de escritura, su descubrimiento y su apariciรณn configuran un trรกnsito que obedece, en cada una de sus etapas, a una รฉpoca especรญfica, a un cuadro histรณrico circunscripto y reconocible. Es el cuadro de los primeros sesenta en Amรฉrica Latina y Espaรฑa, un cuadro en el que el entonces joven de 27 aรฑos Vargas Llosa se inserta y, por extensiรณn, inserta a La ciudad y los perros, que mientras aguardaba a quien osara publicarla no se titulaba asรญ sino Los impostores. De ahรญ que la novela estuviera destinada a convertirse –como se intentarรก demostrar en estas lรญneas– a la vez en el punto de partida y en el epรญtome literario de una รฉpoca. En este final de pรกrrafo se hace necesario insistir: un libro es uchos libros.

 

II

Amรฉrica Latina se adentra, por esas fechas, en una crisis muy marcada por la tensiรณn bipolar que genera en el continente la Guerra Frรญa, por la onda expansiva que provoca la Revoluciรณn cubana, por el agotamiento y el intento regenerador de las versiones de los populismos, por unas economรญas que comienzan a asistir a la merma del enriquecimiento que generaran las guerras europeas. Tales hechos se acompaรฑan de un fenรณmeno colectivo que ocurre con mucha frecuencia en el continente. Por un lado, se (re)vive un optimismo que enciende sus energรญas creadoras –y que en el Brasil, por caso, encuentra su expresiรณn mรกs empinada en la edificaciรณn de Brasilia–, y, por otro, (re)aparece el pesimismo acerca de las propias potencialidades –que en Argentina, por caso, acabarรก por enterrar los vestigios liberales en una sociedad de clases medias–. Alternados y cรญclicos, uno y otro impulso se dan la mano hasta desembocar, a poco andar, en la rueda del militarismo, las guerrillas, las dictaduras y la radicalizaciรณn de las ideologรญas. En ese caldo de cultivo, y en una fecha imprecisa que podrรญa situarse en algรบn punto de la dรฉcada de los sesenta, se perfilarรก la generaciรณn de escritores que se conocerรก como la del boomliterario latinoamericano. Y, en ese clima, muchos de esos escritores partirรกn al exilio, forzado o voluntario. Entre ellos, uno de nombre Mario Vargas Llosa: abandonarรญa su Perรบ natal en 1958 y no regresarรญa hasta 1974, cargado con la fama que le llegรณ desde una edad temprana. Una vez mรกs, en esa vuelta de esquina, aunque con distintos ropajes, se (re)plantearรญa la tensiรณn entre cosmopolitismo y americanismo, orรญgenes europeos y orรญgenes transplantados, que con frecuencia incentivara las relaciones entre las literaturas iberoamericanas.

Espaรฑa, por su parte, vivรญa los tiempos del “tardofranquismo” y se aproximaba a cancelar una etapa oscura de su historia. Allรญ destacaba, en Barcelona (ciudad que se volverรญa un centro cultural irradiador por su cercanรญa europea y por servir de cobijo para intelectuales y escritores), el sello editorial Seix Barral y el nombre de Carlos Barral, su director. Barral fue una figura fundamental en la Espaรฑa de esos aรฑos, al comandar una casa que ayudรณ a que las vanguardias europeas circularan en el paรญs, que renovรณ allรญ el paisaje de las ideas y que apostรณ por acentuar el vรญnculo entre las literaturas latinoamericanas y la espaรฑola. Fue Barral, precisamente, y como lo reconoce el propio Vargas Llosa en las declaraciones suyas citadas mรกs arriba, quien rescatรณ el manuscrito de lo que todavรญa se titulaba Los impostores, logrรณ que en 1962 ganara el Premio Biblioteca Breve que otorgaba la misma Seix Barral y lo publicรณ en 1963 ya como La ciudad y los perros. Ese era, y lo continuarรญa siendo por algรบn tiempo, el mรกs codiciado de los galardones literarios en lengua espaรฑola. Tiempo despuรฉs, en las pรกginas de sus continuados volรบmenes autobiogrรกficos, Barral recordarรญa con cariรฑo la irrupciรณn del jovencรญsimo Vargas Llosa en su entorno personal y profesional y se referirรญa a su disciplina escritural como la de un “trabajo monรกstico”. Por cierto, Barral tambiรฉn darรก explicaciones sobre lo que de verdad aconteciรณ con el original de otro manuscrito famoso, el de Cien aรฑos de soledad, de Gabriel Garcรญa Mรกrquez, que supuestamente รฉl no aceptรณ.

El otro galardรณn importante era, por ese entonces, y con el patrocinio compartido por varias editoriales europeas, el Premio Formentor (en el que Barral jugaba un papel principal como inspirador y agitador), que en 1961 habรญa premiado de forma conjunta a Jorge Luis Borges y Samuel Beckett. Asรญ las cosas, y en ese escenario, y mรกs allรก del interรฉs econรณmico que comenzaba a imponerse como objetivo mayor en el ramo de la industria editorial (que acabarรญa por llevar al propio Barral a un callejรณn sin salida), o de cuestiones coyunturales como el empuje de la Revoluciรณn cubana (que enredarรญa y confundirรญa a varios protagonistas del boom), o de asuntos de alcances universales, como el inminente estallido del 68 como impositivo annus mirabili  dinamizador, el movimiento reuniรณ a los escritores de uno y otro lado del Atlรกntico. En un espacio estรฉtico comรบn, los presentรณ unidos a la sorpresa del mundo lector y ayudรณ a que la literatura espaรฑola se ventilara y a que la latinoamericana se expandiera. Cรณmodos en (y con) la madre literatura, carnales en el uso que hacen de ella, felices con la corriente elรฉctrica que les transmite, aplican –tรกcita o explรญcitamente– su economรญa de reflexiรณn en unos libros que comentan al mundo y, ademรกs, se comentan a sรญ mismos. Cabe recordar que la traducciรณn espaรฑola de Grande Sertรฃo: veredas  apareciรณ en Seix Barral, que mรกs tarde publicarรญa tambiรฉn el volumen de cuentos Primeras historias, y que a partir de allรญ Guimarรฃes Rosa (un adelantado del boom  por la รญndole emancipadora de su gran novela) entrรณ derechamente en el canon de las letras iberoamericanas, dando un lugar al Brasil en ese proceso intercontinental. Desde las รฉpocas de Rubรฉn Darรญo y el modernismo catalizador no ocurrรญa algo semejante. Si La ciudad y los perros  no abriรณ las compuertas de tal proceso, fue sin duda una de las obras que mรกs las empujรณ. En efecto, un libro es muchos libros.

 

III

Toda obra de arte es una revancha de la voluntad contra la fatalidad. La ciudad y los perros, como libro que es muchos libros, participa de esa sentencia. En principio, esa historia que narra una intensรญsima tranche de vie  de cuatro muchachos peruanos alumnos del colegio militar limeรฑo Leoncio Prado (el mismo en el que Vargas Llosa estudiรณ) encierra, en sรญ misma, una reflexiรณn acerca de la palpitaciรณn inconsciente y el papel determinante de la fatalidad en el humano acontecer. Las vueltas atrรกs en el curso de las narrativas, los encadenamientos subterrรกneos que las entretejen y los monรณlogos directos o indirectos de Alberto y del Jaguar, del serrano Cava y del Esclavo, que alimentan y organizan el material y su entramado, con su maniรกtica concentraciรณn interior, y sus graves cadencias de elegรญa de unas conciencias puestas a revelarse en sus intrincadas transiciones, asรญ lo testifican. De ahรญ que los protagonistas no sean exactamente protagonistas sino agonistas, antihรฉroes: parecen cargar con unos destinos ya trazados y que ellos intentarรกn desviar o enmendar o corregir o aceptar. Tan es asรญ, que una de las razones por las cuales el lector cumple su deseo de vivir en la novela, y con ello satisfacer su ansia de transformar y acaso anular temporariamente la insuficiencia de su propia vida, radica en la manera en que siente el peso de humanidad que la permea y recorre. El mal que el autor insufla en la fatalidad de los hechos que encadena y el sordo rumor con que logra sostener cada pรกgina hacen que el lector descubra que en la novela sea tan importante lo que se dice cuanto lo que no se dice. Los temas recurrentes del fanatismo y la intolerancia, por su lado, al estimular una atmรณsfera de sospecha, venganza y castigo interligados, atizan una tensiรณn que no hace mรกs que crecer y avanzar, implacable.

Hay un hecho que contribuye mucho a enriquecer la dimensiรณn humana que ayuda al establecimiento del pacto entre el lector y la obra. La novela cuenta, antes de nada y sobre todo, un rito iniciรกtico. Se trata, en efecto, del pasaje arquetรญpico de la adolescencia a la juventud o, en otras palabras, de la inocencia a la corrupciรณn. La verdad de su asunto, entonces, es una verdad compartida por todos nosotros, lectores: el trรกnsito mรญtico de una a otra de nuestras etapas vitales con sus expiaciones y sus reconciliaciones, sus terrores y sus laberintos. Por algo el momento mรกs dramรกtico se alcanza en la convergencia de todos los momentos que componen la novela como un sistema de “vasos comunicantes”, para emplear una expresiรณn acuรฑada por el propio autor. Mรกs aรบn: Vargas Llosa descubre en cada uno de su cuarteto de peruanos al hombre, y en cada hombre al testigo y la vรญctima. Es como si el escritor, desde el influjo que sobre รฉl ejercen las sombras faulknerianas (el repiqueteo รฉpico de la conciencia), malrauxianas (las ambigรผedades morales que atraviesan las decisiones personales) y sartreanas (el discurso literario como denuncia y liberaciรณn) que por entonces lo acosan, oyera la respiraciรณn del universo y, segรบn el clรกsico, la tradujera en palabras, palabras y mรกs palabras. Palabras que tienen una doble realidad: una fรญsica, material, y otra metafรญsica, inconsรบtil. La inteligencia de Vargas Llosa se hace evidente cuando se repara en la ambiciรณn literaria que sirve de enviรณn al proyecto, en el denuedo con que pone en prรกctica la idea norteamericana de la novela como tรฉcnica y dominio y maestrรญa, en la capacidad crรญtica para mirar de reojo lo que narra y en ese mirar comentar y sopesar y valorizar sus materiales, retorciรฉndolos y engrandeciรฉndolos. Bautizarse escritor implicaba, para Vargas Llosa, tener  algo que decir y saber  cรณmo decirlo. La literatura era para รฉl, y desde fecha tan temprana como 1962, esencialmente problemรกtica. Vargas Llosa debiรณ ser, de niรฑo, y como รฉl mismo lo ha expresado, algo de Alberto y el Jaguar, del serrano Cava y del Esclavo; pero esos personajes pertenecen por entero a la madre literatura: no se salen de un libro que es muchos libros.

 

IV

Un libro es, sรญ, muchos libros: leemos de manera distinta un mismo libro en cada รฉpoca de nuestra vida. Alojada, como todo gran libro, en las profundidades de la conciencia personal, vuelta experiencia que hemos hecho propia, La ciudad y los perros  resiste airosa el paso del tiempo y se apodera, hoy como ayer, de su lector por su รกspera convicciรณn estรฉtica y moral y por su รญntimo poder de convicciรณn emocional. Vargas Llosa acertรณ al elegir el que quizรกs sea el axioma rector de su novela: nos entendemos mejor (Alberto y el Jaguar, el serrano Cava y el Esclavo se entienden mejor) en la medida en que aprendemos, si es que logramos aprender, a comprender nuestra historia.

 

V

Vuelta a lo mismo: un libro es muchos libros. Escribo este artรญculo en Sรฃo Paulo, Brasil, y descubro que una primera traducciรณn al portuguรฉs de La ciudad y los perros  (publicada por la editorial Objetiva, y de la que consulto la quinta ediciรณn, de 1991) hecha por Milton Persson, osรณ titularse Batismo de fogo  y convirtiรณ sin mรกs trรกmites a Alberto en el Poeta y al serrano Cava en Triplรฉ. En 2007, Alfaguara dio a conocer otra traducciรณn al portuguรฉs de Brasil, que es la que circula ahora en el paรญs, que sensatamente se titula A cidade e os cachorros  y que, firmada por Samuel Titan Jr., es sin duda otro libro, un libro autรณnomo, un libro con fuerza propia: su sabidurรญa y su sensibilidad al volcar el texto originalasรญ lo atestiguan. ~

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(Rocha, Uruguay, 1947) es escritor y fue redactor de Plural. En 2007 publicรณ la antologรญa Octavio Paz en Espaรฑa, 1937 (FCE).


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