El empresario
Sócrates fue un prominente empresario de la vida nocturna en Neza. Pero desde hace tiempo vive lejos, por seguridad. En Neza existen tres centros nocturnos, bares, cantinas y cervecerías –con y sin registro– por cada escuela pública. Y todos tienen una clientela asidua. Por este motivo, dice Sócrates, muchos se niegan a cerrar sus negocios a pesar de vivir bajo el yugo de dos mafias: la policía y el crimen organizado.
Sócrates es joven pero ha encanecido rápidamente. Dice que las preocupaciones no lo dejan dormir tranquilo, que lo han amargado. Advierte que la zona norte del municipio no es un lugar seguro para él, pero asegura que no le importa: necesita hablar. Me pide que no lo interrumpa porque solo tenemos treinta minutos. Cierra los ojos, buscando el principio de la historia, la misma que han vivido decenas de comerciantes y empresarios en Nezahualcóyotl.
El de Sócrates es un diagnóstico abrumador: “La policía te amenaza con hacerte un operativo, como los del año pasado, cuando cerraron como 77 antros en varios municipios conurbados del Estado de México. Te exigen una cuota mensual de alrededor de treinta mil pesos para no sembrarte droga, menores de edad o prostitución. Lo paradójico es que estos salen de tu negocio y al poco tiempo entran otros: los supuestos integrantes de la Familia Michoacana, y estos son peores: te convierten en delincuente porque te obligan a permitir la venta de droga en tu negocio. Y si uno quiere mantenerlo abierto, nada más te queda agachar la cabeza y ser cómplice, porque si les niegas el pago… ellos no amenazan. Ahí no acaba el asunto. Si por azares del destino en un operativo se descubre la venta de drogas en tu bar, estás acabado, porque además de que seguirá un proceso legal en tu contra, como dueño del local, el crimen organizado te penaliza con cantidades superiores a los doscientos mil pesos porque ellos pierden una fuente de ingreso.”
“¿Sorprendida?”, me pregunta. Ríe mientras asegura que no es paranoico, “sino lo que le sigue”. Un rechinar de llantas lo ha puesto nervioso. Bebe agua e indica que partirá antes de lo previsto: no se siente seguro. “¿Qué clase de víctimas del crimen somos si los empresarios, para no perder también, nos convertimos en delincuentes?” Esta premisa lo orilló a dejar el negocio de la noche. Porque nada garantiza la seguridad, ni siquiera una denuncia ante las autoridades: todos desconfían de ellas. El presidente municipal de Nezahualcóyotl, Edgar Navarro Sánchez, reconoce que comerciantes de la localidad han tenido que cerrar sus negocios porque son extorsionados por integrantes del crimen organizado, que les piden dinero a cambio de protección. Sin embargo, señala, “no se sabe con certeza cuántos establecimientos mercantiles han pasado por esto porque los afectados no presentan denuncias por ese delito”.
En abril de 2010, el director de Desarrollo Económico de Nezahualcóyotl, Antonio Bribiesca, declaraba ante la prensa que las amenazas hacia los comerciantes y empresarios provenían de gente que se identificaba como la Familia Michoacana y los Zetas, que al principio solo los dueños de los llamados “giros rojos” eran extorsionados, pero que desde hacía unos meses “todos los establecimientos que funcionan en el municipio tienen que pagar cuota a los miembros del crimen organizado”.
Sócrates, que aún tiene relación con el sector económico del municipio, se atreve a asegurar: “Noventa por ciento de los giros rojos pagan cuotas tanto a policías como a miembros del crimen organizado.” Además, algunos dueños de establecimientos mercantiles ubicados entre las avenidas Pantitlán y Texcoco, sobre la avenida López Mateos, aseguran que prácticamente todos pagan cuota mensual a la Familia Michoacana.
Sócrates lo vivió en carne propia. Solo un par de minutos después, abandona la mesa y me invita a acompañarlo hasta su automóvil, donde finaliza el encuentro describiendo el modus operandi de este tipo de extorsiones: “Un día cualquiera un par de sujetos bien vestidos llegan a tu negocio o tu casa, te hablan amablemente y te enseñan un puñado de fotografías de todos los miembros de tu familia con un listado de horarios de escuela, trabajo y actividades. Después se acaba la amabilidad y viene la amenaza. Te dan 72 horas para juntar montos superiores a los cien mil pesos, para no matarte o secuestrar a tus seres queridos. No te privan de la libertad físicamente, pero sí secuestran tu vida. Pagas, pero la amenaza no cesa: te advierten que volverán pronto por más.”
DJ
“La vida es bien cabrona.
De noche soy el rey de la fiesta, el perrón de los antros reguetoneros, pero de día me pierdo. Soy un méndigo, como todos.” dj es reguetonero, muy popular entre lo que él llama “la raza chiquita”, jóvenes de entre doce y veinte años que han adoptado la moda tepiteña que invadió la “tierra de coyotes hambrientos” desde hace ocho años aproximadamente. dj no se anda con rodeos: se describe como un descarado, unvalemadres. Aun así, se dice preocupado por lo que pasa en las calles de Neza, donde creció. Entre rola y rola, en una fiesta callejera, me invita a prestarle atención sin desviar la mirada del candente baile reguetonero al que llaman “perreo”, en el que las jóvenes restriegan rítmicamente sus nalgas contra el pene de sus compañeros de baile.
De jueves a domingo va de antro en antro llevándose una buena paga, bebiendo gratis y acostándose con adolescentes. Pero de lunes a miércoles, el alma le pesa: “Me parece que cabrones como yo, y otros más maleados, nos estamos aprovechando de un puñado de chavitos ávidos de experiencias al límite –como todos fuimos alguna vez–; lo canijo es que estamos patrocinando su muerte temprana.”
En los últimos años, dj ha observado cómo la transformación de los cholos, raperos y hiphoperos enreguetoneros elevó el monto del dinero invertido por los jóvenes en su atuendo y cuidado personal. Las marcas caras de línea internacional –ya sean originales o imitaciones–, los cortes de cabello y la depilación de cejas cuestan un dinero que no está al alcance de un adolescente de Nezahualcóyotl. dj ofrece un ejemplo. Se trata de un niño de no más de doce años que entra en ese momento a la fiesta callejera. dj calcula que el muchacho lleva encima dos mil pesos solamente en ropa. “Qué bueno por él”, dice escéptico: “¿dónde consigue la lana para seguir el ritmo de esa moda? Porque además de buenos trapos, estos escuincles traen motoneta, carros –si no del año, sí bien adornados y modificados– y billetes en la cartera para disparar chelas, el activo o la mota, lo típico que se consume en los antros y en las tardeadas dereguetón.”
No todos los reguetoneros siguen esos pasos, dice, pero no puede negar haber visto la metamorfosis de los que pasaron de fumar tabaco made in China a fumar mariguana. Y de beber micheladas de sabores a inhalar estopas con activo rociadas con jarabes de vainilla, chocolate o mango. Y del activo que se compra por litro en las tlapalerías, pasan a la piedra, la coca o las metanfetaminas. Le consta que esa dinámica ha orillado a muchos a robar, a servir de espía a los narcomenudistas de la zona, a vender droga y a extorsionar. Una vida que los transforma en jóvenes violentos. Apuesta que el festejo callejero va a terminar mal porque no hay noche de reguetón que no empiece o termine con una riña y, por ende, con heridos o por lo menos con un muerto. Pero ni siquiera eso es igual: antes se peleaba con los puños, navajas, pistolas hechizas y cadenas; ahora, los jóvenes traen armas nueve milímetros, cuernos de chivo y hasta granadas. La noche es joven, pero dj ya anticipa el desenlace de la fiesta en Neza: “Ya sabemos cómo terminan esas dinámicas. Es como si una película musical se desarrollara en el antro. Y yo gano porque si prendo a la banda fomento el consumo. Ser djme abrió las puertas del infierno.”
El procurador
La extorsión de autoridades policíacas municipales y estatales a giros rojos es reconocida por el procurador de Justicia del Estado de México, Alfredo Castillo. No le sorprende. Dice que ningún policía por sí solo está facultado para determinar qué lugares serán objeto de operativo o inspección, y mucho menos puede cerrar un bar. También sabe de la “otra” extorsión, la de los criminales. Por desgracia, al no existir denuncias formales es imposible intervenir y proteger a las víctimas. Pero la investigación, en el fondo, importa poco. En Neza, todos son unánimes sobre quién está detrás de las extorsiones: la Familia Michoacana. Sus calles, sus negocios y su gente se han convertido en un gran monedero, una fuente inagotable de dinero. El procurador del Estado de México corrobora que en el municipio se tiene identificada, principalmente, la operación de células ligadas con la Familia Michoacana y, en menor medida, con los Zetas. La presencia de la Familia tiene sustento en la aprehensión, el 23 de diciembre de 2010, de Alejandro Yáñez, alias “el Incorregible” o “el Fantasma”, quien según declaraciones ministeriales desertó de las filas de la organización michoacana para formar su propia banda criminal y controlar la venta de droga en los municipios de Los ReyesLa Paz y Neza.
A él se le atribuye haber sido autor material de al menos doce homicidios, en los que degolló a sus víctimas, y de ser el cerebro de gran parte de las extorsiones y secuestros que se registraron durante el 2010 en ambos municipios. Además, el 9 de marzo la procuraduría mexiquense anunciaba la aprehensión de Juan Carlos Vasconcelos, “el Canas”, quien según las investigaciones actuaba como jefe de sicarios de una célula de la Familia Michoacana y a quien se le imputan tres homicidios múltiples entre los meses de enero y febrero de este año en Nezahualcóyotl y la delegación Iztapalapa, en los cuales murieron en total veintitrés jóvenes menores de treinta años. A estos hechos se suma la detención, también en marzo, del asesor y secretario técnico del municipio, Jorge Cisneros. En la averiguación previa pgr/mex/neza-i/1182-a/2011 se especifican delitos contra la salud y portación de arma de uso exclusivo del ejército y se le acusa de estar vinculado con la delincuencia organizada que opera en la zona oriente del Estado de México, específicamente con la Familia Michoacana, y en actos de extorsión a la población del municipio. La noticia corroboraba los rumores entre los nezahualcoyotlenses: el crimen había infiltrado a las autoridades; únicamente así se podía entender tanta impunidad.
Las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico han diversificado su modus operandi, ampliando su espectrode financiamiento, reconoce el procurador Alfredo Castillo, de ahí que la trata de personas, el secuestro y la extorsión sean delitos cada vez más comunes en las zonas donde se asientan los narcos.
En Neza, por ejemplo, existen 68 mercados públicos peleando por sobrevivir. El mercado Maravillas, que lleva el nombre de la colonia que lo vio nacer hace más de 35 años, es el mejor ejemplo: si uno vive en Neza, no tiene de otra: coopera porque coopera.
Maravillas es más que un mercado popular: es la tradición misma del barrio. Todavía sobrevive la carbonería que durante décadas ha expendido el combustible para los anafres, y la pequeña sastrería repleta de trabajo pendiente lidia con el humo de los comales de gorditas y quesadillas. Hay tiendas de abarrotes pequeñas pero bien surtidas, comida casera. Por los estrechos pasillos se ve desfilar a cientos de amas de casa, siempre con prisa pero deteniéndose de vez en cuando para contestar el saludo de los locatarios. Los murmullos de la cotidianidad del mercado abren un paréntesis cuando la bocina de una grabadora vieja se niega a transmitir con claridad la frecuencia que un viejo intenta sintonizar dando golpes al gancho que funciona como antena.
Es difícil saber, a simple vista, cuán presionados viven los locatarios del mercado. Parece que ahí no pasa nada, cuando desde febrero pasa de todo. Un grupo que se identifica como parte del cártel de la Familia Michoacana decidió irrumpir en la larga historia del mercado al cobrar una cuota a cada vendedor. Una “mochada” a cambio de no atentar contra ellos o sus familias y dejarlos trabajar.
Todos conocen la amenaza, pero pocos hablan del asunto. Muchos han optado por el anonimato de internet, donde cientos de denuncias se reproducen semanalmente. El 2 de marzo el cibernauta acamposg escribió: “Buenas tardes. Por medio de la presente quiero denunciar que la colonia Maravillas se está convirtiendo en una zona muy peligrosa, porque hay una red de extorsionadores. Tan solo en mi calle en menos de un mes ha habido diez robos, extorsiones a los comerciantes del mercado Maravillas. Pedimos colaboración de la policía municipal y de migración.” Lo más probable es que, por comprensible temor al contubernio entre extorsionadores y autoridades,acamposg nunca se atreva a denunciar lo que ve y sufre.
La mayoría de los comerciantes enfrentan un dilemaimposible: cerrar la cortina o pagar hasta perder el local y la dignidad. Así fue para un hombre al que llamaremos “Tres Santos”. Protegido por el anonimato se atreve a asegurar que los comerciantes de Maravillas están sufriendo una extorsión masiva y no pueden siquiera negarse o tratar de bajar el monto porque ya les dieron un escarmiento. Lo cuenta despacio. A principios de febrero de 2011, cuando comenzaron a circular los mensajes amenazantes, alguien decidió colgar una manta que decía “no a la extorsión”. Al día siguiente el secretario del mercado fue secuestrado y asesinado; su cuerpo apareció en Chalco. Para dejar aún más claras sus intenciones, los extorsionadores se presentaron en la celebración de la misa de cuerpo presente.
“La amenaza es real, y ¿quién no ama la vida?”, suspira Tres Santos. Resignado, asegura que los quinientos, seiscientos o mil pesos que tienen que pagar a los criminales como cuota no representan un gran sacrificio, porque es a cambio de su seguridad y la de su familia.
“Son las reglas del juego y hay que acatarlas.” No es un cobarde, dice, pero tampoco un ingenuo. Alguien, en algún momento, denunció los hechos. Las consecuencias, el homicidio del secretario del mercado Maravillas, no dejaron lugar a dudas: “las corporaciones policíacas están infiltradas por el crimen”.
Expandillero
Manuel es expandillero. Hace años dejó la banda para trabajar en un taxi pirata. Siente melancolía al recordar cómo era la vida en su barrio, cuando hasta los perros callejeros identificaban a los más bragados de Neza. A su juicio, las armas de gran calibre están extinguiendo al pandillero. El territorio ya no se defiende ni se controla desde la idea de “la banda”, que entre otras cosas significaba construir una identidad en el barrio, compartir el botín del atraco, solidarizarse en las buenas y en las malas, tomar decisiones entre los miembros de la pandilla. No ser un individuo, en definitiva, sino parte de un clan. Esa dinámica ha cambiando, explica: “Hay puras traiciones entre los chavos del barrio. Familias enteras dedicadas al crimen –al narcomenudeo, al robo y a la producción de piratería al mayoreo. Expandilleros como yo ya nada más vemos cómo los jóvenes están siendo reclutados por el crimen organizado. Les garantizan un salario semanal y los proveen de armas de fuego de alto poder para que además ellos puedan ganarse su lana como quieran por su lado, siempre y cuando no les den problemas. Y cuando cometen errores o quieren independizarse, les mandan a otros chavitos igual que ellos para ajustar cuentas.”
No se atreve a mencionar el nombre de la organización criminal que está detrás de esto, porque ha identificado imitadores que dicen “soy de la Familia Michoacana o los Zetas” para aterrorizar a los habitantes de las colonias. Pero lo que sí se atreve a declarar, porque lo vivió de cerca, es que ahora algunos jóvenes son llevados a los estados norteños a trabajar para el narco: “Se los llevan donde necesitan matones a sueldo, carne de cañón, criminales desechables. Que un joven entre a una banda de esas que están dominando Neza es muy fácil. No los coopta un desconocido en la calle, ¡ni madres! Siempre es un carnal, primo o padre quien los acerca. Pura recomendación directa. Yo al principio les daba consejos para que no se clavaran en ese mundo, les decía ‘véanse en este espejo’, pero más tardaba en abordarlos y empezar el rollo que ellos en mentarme la madre, y algunos hasta amenazarme de muerte. Están migrando para ganar lana y vivir como reguetoneros puertorriqueños. Se van en busca del sueño mexicano: nacidos para morir jodidos. La verdad yo no sé por qué se van tan lejos si aquí igual se pueden morir, aunque lentamente.”
Las dos sudaderas
El lunes 7 de marzo, alrededor de las 9:30 de la noche, los tres encargados de la patrulla 037 de Nezahualcóyotl vieron a dos menores de edad que caminaban solos sobre la avenida Carmelo Pérez. Les resultaron sospechosos. Los detuvieron.
Mientras los cateaban, los uniformados comenzaron un breve interrogatorio: “¿De dónde vienen?” Dijeron ser hermanos y llamarse Alexis y Brian. Iban a comprar perfumes a la casa de su tía. Los muchachos no podían ocultar los nervios. No era para menos. En Neza se sabe que los patrulleros también abusan: la anécdota de que hasta un funcionario de derechos humanos africano, en el mes de febrero, fue mantenido en cautiverio durante tres días por dos policías municipales, para extorsionarlo, aún está fresca, y se comenta para ejemplificar que nadie está exento de los abusos de autoridad.
–¿Dónde viven? –prosiguieron los oficiales.
–En la Perla –respondieron casi al mismo tiempo.
–¿A qué se dedican?
–Somos comerciantes, vendemos verdura en los tianguis.
–¿Por qué se visten así?
–Porque nos gusta la…
Antes de terminar, los oficiales los subieron a empujones a la parte trasera de la patrulla.
Entre golpes, los llevaron rumbo al Bordo de Xochiaca. Alexis, el mayor, memorizó el número de la patrulla. Quería levantar la cabeza para pedir ayuda: sabía muy bien que las posibilidades de salir ilesos del Bordo eran casi nulas.
El Bordo tiene su fama y un buen nezahualcoyotlense la conoce de sobra. Son aproximadamente siete kilómetros en los que impera la desolación, la escasa iluminación y los basureros. Desde los ochenta la zona se volvió una especie de cementerio clandestino de la policía. Golpeadores, violadores y asesinos buscaban cobijo en el Bordo. Ahí no hay testigos.
Alexis estaba nervioso. Dice que su prioridad era proteger a Brian, su hermano menor. Ideó mil y una maneras para defenderlo cuando llegara el momento. Pero no pudo. Hoy Alexis busca ayuda: delgado y de ojos negros, con el cabello a rape, transpira impotencia: “¿Por qué nos hicieron esto?” Dos días después del atraco policíaco, aún trae en la espalda las marcas de las botas de sus agresores. Alexis tiene la certeza de que sus agresores eran policías, no vio al chofer pero los que los sometieron a él y a su hermano portaban uniforme –en medio de la desesperación observó que uno de ellos vestía todo de azul y otro traía un pantalón con “manchitas como de vaca”. En el Bordo continuó la golpiza y al final vaciaron sobre las cabezas de los hermanos botellas de activo que traían en la troca. Eso les quemó la piel y la esperanza de sobrevivir.
Alexis continúa: “Y todavía nos robaron; a mí me sacaron la cartera con ciento cincuenta pesos y a mi carnal le quitaron trescientos cincuenta pesos y su celular Nokia. Pero lo que realmente querían esos malandros era nuestras sudaderas. Sabían que eran de marca: la mía era unagoga & co y la de mi carnalito una Hollister. Las compramos bien caras, en ochocientos pesos, en Tepito.” Alexis dice indignado que les partieron el alma por su ropa. Pero también está consciente de que pudo haber sido peor. Caminaron un trecho y un patrullero de la policía estatal que pasaba por el Bordo de Xochiaca los auxilió.
De inmediato acudieron al ministerio público de la Perla para levantar el acta, pero les dijeron que no podían ayudarlos porque estaba fuera de sus facultades, que era un asunto de policías, por lo tanto les sugirieron que se trasladaran a las oficinas de la policía en el palacio municipal y buscaran al comandante en turno que coordina los sectores policíacos. Así empezaba su peregrinar en busca de justicia y nacía el odio de Alexis hacia la autoridad: “Nos recibió un comandante, que de cierto modo fue amable, pero porque un vecino nos echó la mano y movió un conecte en la presidencia municipal.” El comandante, que no dijo su nombre a los denunciantes, ordenó traer la patrulla 037 y vía radio explicó a los patrulleros que estaban siendo acusados de robo y lesiones. Mientras esperaban su llegada, señaló que probablemente no encontrarían a sus agresores porque es práctica común que los policías delincan cambiando los números de las patrullas: mandan hacer cartulinas con números falsos y las pegan en las puertas con imanes, y así cometen asaltos fuera de los sectores que les son asignados.
Esta explicación tuvo el mismo efecto en Alexis que el activo que les ronda los pulmones: “El jefe sabe cómo se mueve la mafia de uniformados y no hace nada. Cuando vimos llegar la patrulla 037, nos sorprendimos al ver que venían seis policías y no tres, como los que nos asaltaron. Se bajaron y nos pidieron reconocerlos. Mi carnalito dudó con uno y le pidió que se pusiera lentes oscuros porque así andaba el que lo golpeó y dijo: ‘¡Ese sí es! No lo reconocía sin lentes, ¡pero sí es!’” El comandante preguntó si estaban seguros porque no se valía acusar sin pruebas, y, si el de los lentes resultaba inocente, el asunto podría revertirse. Esto los hizo sentirse intimidados y prefirieron desistir de cualquier acusación. No serían los primeros ni lo últimos: en su calle, les ha sucedido lo mismo a tres jóvenes más y hasta ahora ninguno ha levantado un acta.
Alexis recuerda que hacía dos meses le habían quitado otra sudadera, pero esa vez fueron policías estatales. “Lo único que queremos es recuperar nuestras sudaderas. Trabajamos todos los días en el tianguis para comprarnos nuestros gustos y vestir bien, a la moda reguetonera, con marcas originales. Es lo que nos late. Pero ahora resulta que ni eso podemos hacer en Neza. Mira, no me drogo, ni ando de pandillero, y me duele que mi carnal haya pasado por esto.” ~