Después del accidente en la central de Fukushima han aparecido diferentes opiniones en pro y en contra del uso de la energía nuclear para generar electricidad; comentarios respetables que son juzgados por los lectores a partir de los argumentos esgrimidos y la formación de los proponentes. Mi propósito no es defender la nucleoelectricidad a partir de la descalificación de aseveraciones en contra, sino señalar algunas características que la hacen viable para substituir la generación energética a base de petróleo y carbón, a pesar del lamentable accidente en la central japonesa. Antes, hago algunas precisiones sobre el accidente per se que traen como corolario acciones en torno al mismo, que ya se desarrollan ahora y se efectuarán en el mediano plazo.
Las explosiones que se suscitaron en tres unidades después del terremoto y el tsunami fueron de carácter químico con los reactores apagados, es decir, cuando ya no se producían reacciones de fisión en sus núcleos. Sin embargo había y hay todavía radiaciones y calor almacenados en los elementos combustibles que hay que remover mediante el suministro constante de agua; se inyecta también nitrógeno para prevenir explosiones similares a las ocurridas. El proceso de remoción de “calor-radiación” es continuo y constituye uno de los tres aspectos de seguridad nuclear que se atienden de manera especial en la central Fukushima. En segundo término, y como consecuencia de lo anterior, se vigila la prevención y mitigación de descargas de radiación que contienen los fluidos refrigerantes al exterior. El tercer proceso es la prevención del “encendido” de los núcleos que generasen nuevas reacciones de fisión. Es pertinente señalar que el diseño de los reactores impide que sus núcleos exploten de manera súbita, pues no tienen una masa crítica para hacerlo.
Independientemente del accidente en Fukushima, las centrales nucleoeléctricas en el mundo siguen brindando energía limpia que contrasta con la que se produce en plantas que consumen combustibles fósiles, muy particularmente derivados del petróleo y carbón. Llaman la atención las implicaciones que tiene el uso de este último a corto plazo, pues además de ser el mayor contribuyente al calentamiento global, la combustión de carbón produce emanaciones de azufre y mercurio que causan miles de muertes prematuras anuales.
Las repercusiones negativas del uso de esas fuentes de energía en el cambio climático están fuera de discusión y existe un consenso generalizado de disminuirlo substituyéndolas por las llamadas fuentes renovables de energía, FRE. No obstante la disposición general y las fuertes inversiones gubernamentales y particulares para lograr ese objetivo, la contribución energética actual de dichas fuentes, salvo la hidroeléctrica, es todavía marginal y no es posible considerarlas en el corto plazo como la alternativa de generación eléctrica “verde”, a la que todos aspiramos, no lo son dado su bajo rendimiento energético y su poca rentabilidad económica. Lo anterior con independencia de las implicaciones de cada caso, pues toda aplicación tecnológica tiene un riesgo y repercute en el medio ambiente.
Ante tal panorama y en tanto no se desarrollan esas FRE y se amplíe la contribución de las hidroeléctricas, la generación de electricidad mediante la energía nuclear sigue siendo una opción válida no sólo para seguir aportando el actual 6% de electricidad en el mundo, sino para substituir la generación con hidrocarburos y carbón. Lo anterior es respaldado por el historial de millones de horas de operación de reactores comerciales en todo el orbe, que ponen de manifiesto su limpieza de producción y su seguridad intrínseca en comparación con las correspondientes a generadores eléctricos con combustibles fósiles.
Como consecuencia del accidente han resurgido preocupaciones reales inherentes a las plantas nucleares, como la disposición final de residuos radiactivos. En la actualidad los combustibles agotados provenientes de las centrales se almacenan en sitios específicos para alcanzar su enfriamiento y decaimiento radiactivo, y posteriormente ser enviados a plantas de reprocesamiento y obtener nuevos combustibles. Es indudable que se requiere mayor investigación en el tema de almacenamiento de desechos, pero también en lo concerniente a reactores más avanzados que generarían su propio combustible, disminuyendo con esto los volúmenes de residuos. Como corolario del suceso en el Japón, se discute ampliamente a nivel internacional la obsolescencia de la tecnología nuclear, pues los diseños datan de los años sesenta, por lo que es urgente invertir también en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías de generación y seguridad nucleares, incluyendo la simulación de eventos como macro sismos y sus efectos.
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Físico nuclear egresado de la facultad de Ciencias de la UNAM. Realizó estudios de posgrado en Austria, Francia, Alemania y Estados Unidos. Ex miembro del OIEA y consultor tecnológico independiente e