Sr. director:
Las modestas palabras que envío tienen como finalidad felicitarme por haber descubierto una publicación con decidida voluntad democrática y autocrítica que se me antoja el eslabón perdido entre literatura y vida, oscilando en admirable equilibrio entre una y otra. Porque en un momento en que parecen tambalearse los más básicos pilares de la convivencia, el surgimiento de una herramienta cimentada en la palabra, que intenta aportar la reflexión serena necesaria, no puede ser otra cosa que un regalo de caprichosos hados, de esos que no juegan a los dados.
Se advierte en estas páginas una vocación de apertura al otro, empleando una lengua que a todos nos sigue seduciendo. Los que amamos la literatura e inevitablemente vemos en las artes la senda más directa que nos puede conducir a lo que nos trasciende como especie y como individuos, disfrutaremos agradecidos con estos signos impresos, unas veces asintiendo ante opiniones nacidas en la voluntad del otro y otras reafirmando las nuestras en oposición a las expresadas, pero siempre con ese afán de comunicación serena y respetuosa, que es el único motor de un progreso perdurable.
Si es verdad que somos fruto del azar y la necesidad, al menos la palabra compartida, para debatir o reflexionar, reír o llorar, hará de nuestra casual existencia, quizá, una existencia llena de dignidad. –