La melancolía que imprimió tonos oscuros en la cultura de Estados Unidos en el siglo XIX y comienzos del XX fue una inquietante mezcla de pragmatismo y religiosidad. Quiero usar el ejemplo de William James para ilustrar esta idea. Es sintomático el hecho de que James haya sido, al mismo tiempo, un gran pragmático y una persona perseguida por la melancolía. El pragmatismo lo convirtió en un gran científico y la melancolía le indujo un fuerte sentimiento religioso. Para James el pragmatismo fue una especie de equivalente de la reforma protestante. En su libro Las variedades de la experiencia religiosa insertó un caso de miedo pánico, que consideró la peor clase de melancolía. Se trataba de un ejemplo de melancolía religiosa que, en realidad, fue el recuerdo autobiográfico disfrazado de una condición mórbida en la que había caído hacia 1870.
Cuenta que en medio de un “estado de pesimismo filosófico y de depresión general” se le ocurrió entrar en una habitación oscura; allí, súbitamente y sin previo aviso, “como si surgiera de la oscuridad, me invadió un horrible miedo de mi propia existencia”. En medio de la oscuridad se acordóde un epiléptico que había visto en un manicomio, sumido en la estupidez y rígido como si fuera una momia egipcia o peruana. Esta imagen se mezcló con sus terrores, y sintió como si él mismo fuese esa figura encerrada en un manicomio. “Desde entonces –escribió– el universo cambió totalmente para mí; día tras día despertaba con un horrible temor en la boca del estómago y con una sensación de inseguridad en la vida que nunca había conocido y que no he vuelto a sentir.” Su conclusión fue que la experiencia de su melancolía había tenido un sentido religioso. “Fue como una revelación, y aunque estos sentimientos inmediatos desaparecieron, la experiencia me hizo tener desde entonces simpatía por los sentimientos mórbidos de otros.”
En la raíz de su angustia se encontraba un problema que lo obsesionó durante toda su vida: la contradicción entre la experiencia de vivir en un mundo inseguro y la necesidad pragmática de actuar como si no lo fuese. “Recuerdo –escribe– que me extrañaba cómo otra gente podía vivir, cómo yo mismo había vivido, en la inconciencia del abismo de inseguridad que había bajo la superficie de la vida.” Esta era la fuente de las experiencias religiosas.
James atribuye estas reflexiones a un “paciente francés” suyo. Pero cuando el traductor al francés de su libro le pidió en 1904 el original del texto, le confesó que se trataba de “mi propio caso, un ataque agudo de neurastenia con fobia; ¡naturalmente disfracé su origen! Así que puede usted traducirlo libremente”. En realidad es muy posible que el propio James hubiese sido internado de joven en un manicomio (el McLean Asylum for the Insane, cerca de Boston), aunque ello no se puede confirmar debido a que este hospital ha negado acceso a sus archivos. Como quiera que sea, es seguro que James sufrió no solo de crisis depresivas, sino que vivió durante toda su vida bajo la sombra de la melancolía. Así lo reconoció desde joven en un autorretrato donde se dibujó sumido en la tristeza, usando una expresión del King John de Shakespeare (“Here I and sorrow sit”).
La confluencia de la melancolía y el pragmatismo es uno de los rasgos característicos de la cultura moderna en Estados Unidos. De esta concurrencia surge esa peculiar mezcla de religiosidad mística y puritana con la inclinación a instrumentalizar y adaptar el pensamiento a la realidad, propia del pragmatismo. Tenía razón Graham Greene cuando definió a la melancolía como “la creencia lógica en un futuro sin esperanza”. ~
Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.