Que la escuela no sea escuela

Que el Estado convirtiera en ley la โ€œeducaciรณn socialistaโ€ como medio para alcanzar la โ€œsociedad humana justaโ€ buscaba, segรบn sus crรญticos, que la escuela fuera mรกs un partido polรญtico.
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Entre la cacofonรญa sentimental y la barahรบnda ideolรณgica se escucha a quienes reivindican la “educaciรณn socialista” como una orden vigente de Lรกzaro Cรกrdenas, una orden que se impone acatar para oponerla a “la reforma educativa neoliberal y el asedio gubernamental para desaparecer las normales rurales”.

A raรญz de los conflictos educativos y su exacerbaciรณn entre los sindicatos magisteriales y las normales rurales, los ideรณlogos ya arraigan su voluntarismo en aquella difunta redacciรณn del artรญculo tercero, y enderezan el Frankenstein contra el Instituto Politรฉcnico y otras instituciones de educaciรณn superior, como la UNAM que —a juicio de un gran timonel exrector de la UACM— “navega sin rumbo” (es decir: no se pone en huelga).

Decretar la “educaciรณn socialista” fue un disparate que Narciso Bassols urdiรณ en 1933 como secretario de Educaciรณn y que se convirtiรณ en ley en 1934, cuando Cรกrdenas acababa de tomar posesiรณn como “Seรฑor del Gran Poder” (como le dice don Luis Gonzรกlez y Gonzรกlez):

La educaciรณn que imparta el Estado serรก socialista, y ademรกs de excluir toda doctrina religiosa, combatirรก el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizarรก sus enseรฑanzas y actividades en forma que permita en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.

Era curioso que el Legislativo, que le dio por su lado y modificรณ la Constituciรณn, un Legislativo al servicio del Partido Nacional Revolucionario, practicase un antifanatismo que apreciaba la eugenesia, consideraba razas inferiores a chinos y judรญos, juzgaba “degenerada” la homosexualidad y encontraba recomendable que el Estado encarcelase a quienes cometiesen el horrible delito de “impureza ideolรณgica”.

Aquella redacciรณn del tercero constitucional se borrรณ en 1946: la educaciรณn ya no serรญa “socialista” sino “humanista, integral, laica, nacional y democrรกtica”; formarรญa mexicanos conscientes de los problemas y aspiraciones de la patria; fomentarรญa el respeto a la independencia, la convivencia, el respeto a la dignidad de las personas, la igualdad, la fraternidad y los derechos de todos. Esa redacciรณn (que hizo Jaime Torres Bodet) se trasladarรญa en 1948 a la Declaraciรณn Universal de los Derechos Humanos.

En varios escritos, desde 1933, Jorge Cuesta criticรณ con osadรญa (y lo pagรณ caro, como lo cuento en Malas palabras. Jorge Cuesta y la revista Examen, publicado por Siglo XXI Editores, Mรฉxico, 2011) que el Estado convirtiera en ley la “educaciรณn socialista” como medio para alcanzar la “sociedad humana justa” que repartirรญa los bienes de la patria entre los trabajadores. El C. Secretario y la SEP —escribiรณ Cuesta— “se adhieren a la idea de que la finalidad de la escuela no estรก en que sea escuela, sino en que sirva para lograr la transformaciรณn polรญtica del paรญs, es decir, que la escuela sea un partido polรญtico”. El C. Secretario (que aspiraba a la Presidencia) quiere “apoderarse de la conciencia polรญtica por medio de la escuela”, quiere comprometer “a la escuela en la adopciรณn oficial de una fe polรญtico-religiosa, la comunista”.

Bassols se empeรฑรณ en su actitud y decretรณ que la educaciรณn debe “rectificar la injusta diferenciaciรณn entre explotadores y explotados”. Cuesta contestรณ que, como el resto de la Constituciรณn permite esa diferenciada injusticia, lo que logrรณ Bassols fue poner al sistema educativo en contra de la ley. Si se tratase de terminar con explotadores y explotados, argumentรณ, el camino mรกs econรณmico y mรกs lรณgico es que el Congreso reforme los artรญculos constitucionales sobre la propiedad y la producciรณn en vez de autorizar que se conspire en las escuelas, dentro de la ley, contra la ley expresada en aquellos artรญculos.

Lo que logrรณ Bassols, le parece a Cuesta, fue convertir al proyecto educativo en un instrumento de “oposiciรณn al Estado” y meter en una Constituciรณn liberal la ideologรญa marxista, contradictoria con la libertad que esa misma Constituciรณn proclama. Hacerlo, concluyรณ Cuesta, no es sino una forma de autoritarismo, “un nuevo porfirismo del espรญritu, perfectamente reaccionario”.

Porque puede haber quienes (como yo) aspiran a un estado superior de civilizaciรณn que, para ser superior, tendrรญa en efecto que ser socialista. Decretar que un segmento del Estado ya es socialista puede ser muy emocionante, pero poco productivo ante la obstinada realidad. Un buen partido polรญtico socialista es necesario y recomendable; convertir a las escuelas en su suplente, no.

Las normales rurales se ufanan de ser las รบnicas instituciones educativas que se conservan en Mรฉxico fieles a la “educaciรณn socialista” (es decir, al uso polรญtico de la escolaridad). Para sus ideรณlogos, conservarse fieles a la difunta redacciรณn de un artรญculo constitucional de 1934 es revolucionario y (gulp) de avanzada. Todo los demรกs, el resto de la Constituciรณn y, desde luego, la realidad, “navegan sin rumbo”.

 

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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