El 10 de diciembre de 2011, la ciudad de México se sacudió con un sismo de 6.5 grados. Marcelo Ebrard, entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hizo efectivo uso de su celular para tuitear lo evidente: que acababa de temblar, y después lo importante: que no había habido ningún daño en la ciudad.
Con otro leve temblor en la ciudad el 15 de noviembre de 2012, Ebrard tuiteó tenemossismo (sic.), solo tres minutos después de que se sintiera el temblor: más rápido que cualquier tuit del Servicio Sismológico Nacional.
A partir de esto, la cuenta de Twitter de Marcelo Ebrard se convirtió en el sistema de alerta sísmica más confiable e inmediato para los capitalinos, con el ahora clásico #tenemossismo.
Japón cuenta con un sistema más efectivo que la cuenta de Twitter de un antiguo alcalde. Este país, especialmente vulnerable a terremotos y tsunamis, controla un avanzado sistema de prevención de desastres en el caso de un terremoto. Cuando las olas de movimiento se desplazan después de un sismo, unos 60 segundos antes de que comience a temblar la tierra, se desactivan automáticamente trenes y plantas de energía, se abren puertas de elevadores y alerta a los hospitales para estar preparados. Japón es el único país en el mundo que cuenta con este sistema.
Toda proporción guardada, México hizo su respectivo esfuerzo. Recientemente, el Gobierno del DF instaló 8,200 pequeños altavoces arriba de las cámaras de videovigilancia que nos observan en las 16 delegaciones de la ciudad. Estos altavoces se detonan unos 20 segundos antes de que comience a temblar.
Con motivo del 30 aniversario del terremoto del ’85, los altavoces hicieron su debut con un simulacro, repitiendo las palabras “alerta sísmica” en un tono particular, alargado y agudo, que bien pudo haber grabado una versión femenina del perro Bermúdez. A mí me tocó escuchar los altavoces dentro de una librería en la colonia Condesa. Al sonar la alerta, de manera obediente, los clientes de la librería salimos a la calle, nos hicimos güeyes un rato y volvimos a entrar. A las 23:45 del 29 del mismo mes, se volvió a activar la alerta en las calles del DF después de detectar un casi imperceptible sismo de 4.6 grados. Salí asustado de casa de un amigo en la colonia Juárez, cuyos daños fueron devastadores en el ‘85 y me encontré con varios conciudadanos que me habían ganado en la evacuación.
A la mañana siguiente se repitió la ecuación. Un temblor de 5.5 grados (que sí se sintió) activó la alarma a la 1 de la tarde. La alerta sísmica cumplió su propósito: la mayoría de la población evacuó edificios de manera ordenada y eficaz.
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La mayor parte de los terremotos del mundo suceden en una amplia región llamada El Cinturón de Fuego del Pacífico (gran nombre), que recorre el norte de Nueva Zelanda, pasa por las Islas del Pacífico Sur hasta Japón y da la vuelta hacia Alaska, recorriendo todo el continente americano hacia el sur, alcanzando Chile.
Todos estos países, en mayor o menor medida, cuentan con sistemas de evacuación en caso de sismo. El Sistema de Alerta Sísmica (SAS) que actualmente opera en México, se destaca como uno de los más avanzados de América Latina. Chile y Perú, que también sufren de constantes terremotos, no cuentan con ningún sistema de prevención o alerta similar. Estos dos países, en cambio, sí forman parte de una red internacional para alertar oportunamente los desastres que en el pasado les han resultado catastróficos: los tsunamis.
Este servicio de alerta es controlado por Estados Unidos desde el archipiélago de Hawái y apoya en alertar oportunamente de tsunamis a aquellos centros nacionales que puedan estar menos desarrollados.
El sistema cuenta con una red de boyas por todo el océano Pacífico que detectan movimientos sísmicos en el fondo del mar, alertan automáticamente a estaciones satelitales, que a su vez alertan a los centros nacionales de aquellos países que puedan ser golpeados por olas de gran tamaño. El sistema apoya a prácticamente todos los centros nacionales de los países que están ubicados en el Cinturón de Fuego del Pacífico.
Así como Marcelo Ebrard hizo en 2012, las grandes compañías de Silicon Valley también han aprovechado la tecnología para apoyar en un desastre sísmico. A raíz de los terremotos en Nepal, en abril de este año, Facebook dio un giro más serio en su red social para poner en práctica su herramienta Safety Check. Con un clic, este sistema permitía avisar a toda tu red de amigos si la persona estaba en zona de peligro o si estaba bien. Asimismo, Google activó una herramienta de búsqueda especial para rastrear nombres y saber si estaban en listas de fallecidos, heridos o si se encontraban a salvo.
Por su parte, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) se alió con Twitter para ampliar su red de cobertura de alerta sísmica. La gente suele tuitear palabras cortas justo después de sentir un temblor; de esta manera, USGS analiza tuits provenientes de zonas donde no tiene cobertura de alerta sísmica y aprovecha este mecanismo para dar a conocer de manera mucho más eficiente si hubo o no un terremoto. Así, solamente tomó 20 segundos y 14 tuits para que USGS informara sobre un temblor en Chile.
Los científicos han detectado que existe una presión latente en las placas tectónicas que provocan temblores en las costas de Guerrero y Michoacán, lo que inevitablemente provocará un sismo de alta magnitud. Hasta ahora, llegará de manera sorpresiva, ya que es imposible pronosticar cuándo. La sismología es una ciencia avanzada y sofisticada. No obstante, los resultados más atinados solamente pueden pronosticar que un gran terremoto sucederá entre el día de hoy y los siguientes cien años.
Revisando los sistemas de alerta sísmica que existen (o no existen) en el mundo, me doy cuenta que, entre la cuenta de Twitter de Marcelo Ebrard y la nueva red de alerta, en México no estamos tan mal parados.
Nuestra alerta debe de aplaudirse como un esfuerzo para aumentar la conciencia pública sobre un peligro latente que nos acecha por la región en la que se asienta la ciudad. También es cierto que se debe de adecuar el calibre de los sismógrafos para no detonar la alerta ante los muy frecuentes sismos que no se llegan a percibir, como el del 29 de septiembre. Sencillamente tengamos en cuenta que es indispensable estar a las vivas y obedecer el protocolo de emergencia.
Transplante de la Ciudad de México a Texas. Estudiante de maestría en periodismo y estudios latinoamericanos por la Universidad de Texas en Austin. Ha publicado trabajos sobre migración, cultura y asuntos internacionales en VICE, The Texas Observer, entre otros.