Mi primera impresión, pensando que se trataba de un atentado de ETA, fue creer que con esa matanza la banda se mataba a sí misma. De esa carnicería insoportable vendría a deducirse la monstruosidad del terrorismo y también, pensaba, ingenuamente, la malvada perversión nacionalista. A costa de esas pobres personas destrozadas por las bombas iba a ponerse en claro la desproporción de unas reivindicaciones en beneficio de los líderes políticos nacionalistas y la preservación de la vida humana. La serie de coacciones a la libertad en el País Vasco y no sólo en el País Vasco contra quienes no han comulgado en las religiones patrióticas alcanzaba su manifestación extrema en esta orgía del terror. ¿No escarmentarían los profetas del plan Ibarretxe, los botarates a lo Carod Rovira, los iluminados de similar condición? Desgraciadamente no había seguridad de que su locura los acabara pero, al menos, podía desacreditarse un discurso que llevaba a estos desenlaces.
¿Por qué negarlo además? Dentro del nacionalismo catalán, pese a su rostro ecuánime, se ha sido implícitamente permisivo con ETA y el viaje de Carod Rovira no fue sino el final de un itinerario hasta la fuente que ha dado de beber a todos los movimientos españoles de mayor o menos grado de secesión. Otegi, sin embargo, dijo enseguida que no era ETA sino Al Qaeda. ¿Cómo lo supo tan prontamente y con tan indiscutible seguridad? Sin duda que los terroristas no pierden de ojo a sus congéneres y su violencia de género les presta una consecuente solidaridad. Jon Juaristi ha ilustrado las conexiones entre ETA y Al Qaeda en una proporción suficiente para imaginarse más. Posiblemente, cuando el gobierno no soltaba el bocado a la vía etarra, se hallaba en la esperanza de hallar al menos una trama que diera en una indirecta imputación de la banda. Que haya sido Al Qaeda la autora de los asesinatos de obreros españoles todavía parece increíble. Muchos españoles del franquismo nunca llegaremos a hacernos cargo de que España posea el don de la visibilidad internacional. ¿España objeto de un atentado de significación planetaria? Es lo último que cabía pensar, pero este rango superior es el que pretendía alcanzar la política exterior de Aznar en un ejercicio de megalomanía que, al final, ha explotado como una sangrienta locura sin más beneficio que la proliferación del mal. ~
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Vicente Verdú