Responso ante el cadáver de mi madre

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A este cadáver le falta alegría.
     Qué culpa tan inmensa
     cuando a un cadáver le falta alegría.
     Uno quiere traerle algo radiante o gustoso (yo recuerdo
     su felicidad de anciana comiendo un bife tierno),
     pero Dora aún no regresa del mercado.

A este cadáver le falta alegría,
     ¿alguna alegría aún puede entrar en su alma
     que está tendida sobre sus órganos de polvo?

Qué inútiles somos
     ante un cadáver que se va tan desolado.
     Ya no podemos enmendar nada. ¿Alguien guarda todavía
     esas diminutas manzanas de pobre
     que ella confitaba y en sus manos obsequiosas
     parecían venidas de un árbol espléndido?

Ya se está yendo con su anillo de viuda.

Ya se está yendo, y no le prometas nada:
     le provocarás una frase sarcástica
     y lapidaria que, como siempre, te dejará hecho un idiota.

Ya se está yendo con su costumbre de ir bailando
     por el camino
     para mecer al hijo que llevaba a la espalda.
     Once hijos, Señora Coneja, y ninguno sabe qué diablos hacer
     para que su cadáver tenga alegría. –

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