Retiemble en Santiago

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Que se reacomoda cada tanto la Tierra, eso ya lo sabemos. Que sepamos reacomodarnos con ella, eso estรก por verse.

El de Chile fue un temblor de 8.8 grados: ยฟquรฉ significa un nรบmero asรญ para medir cada segundo de incertidumbre, de desesperaciรณn, de terror, de intranquilidad futura? Aunque el del 85 no lo sentรญ (ese dรญa estaba en Tabasco), los otros sismos que me han tocado no tienen comparaciรณn con รฉste que me despertรณ hacia las tres y media de la madrugada: como comparar un tiovivo con una montaรฑa rusa.

Me encontraba en Santiago para participar en el primer Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil, previo al Congreso de la Lengua que se llevarรญa a cabo en Valparaรญso. Unas 400 personas participaban en รฉl, entre promotores de la lectura, acadรฉmicos, editores, bibliotecarios, escritores, ilustradores e interesados en el tema. Tres dรญas de actividades maรฑana y tarde. El viernes por la noche lo habรญamos cerrado tres autores: Liliana Bodoc, Jorge Eslava y yo, entrevistados por la periodista Vivian Lavรญn, en el Museo Histรณrico Nacional. El รกnimo era festivo. Luna llena.

A pesar de despertar el sรกbado de un sueรฑo profundo gracias a una brusca sacudida, desde el principio supe de quรฉ se trataba: nadie me mecรญa ni estaba en una hamaca: la tierra se estremecรญa. La primera duda: ยฟhace cuรกnto empezรณ esto? La segunda: ยฟcuรกnto falta para que termine? Pasaban los segundos lentamente y el bamboleo no paraba. ยฟEl marco de una puerta? ยฟDebajo de una mesa? Agua, hay que tener agua para sobrevivir.

Tratรฉ de ponerme en pie. Como no lograba mantener la vertical, lo hice a travรฉs de los bordes de la cama. Busquรฉ mis anteojos: como si ellos pudieran desmentir la realidad. Al vaivรฉn le siguieron los ruidos: algo caรญa con estruendo en el piso de arriba, en el baรฑo, en el cuarto. Un grito de quiรฉn. Ya habรญa pasado mรกs de un minuto y la sacudida no paraba. De algo estaba seguro: el edificio no podrรญa soportar unos segundos mรกs antes de venirse abajo. ยฟQuรฉ estructura serรญa capaz de aguantar tan prolongado castigo?

Al fin todo se detuvo. Por unos instantes se fue la energรญa elรฉctrica. Alcancรฉ a ver el cuarto gracias a la luz de la luna: una botella de vino se habรญa estrellado contra el piso, al igual que un vaso; la maleta y los libros que tenรญa sobre el escritorio estaban en el suelo. Unos instantes de silencio. Abrรญ la puerta y vi a varios de mis colegas y compaรฑeros de congreso, entre una nube de polvo, correr hacia las escaleras. Dos rostros transfigurados por el pรกnico.

Fuera del hotel, todos o casi todos los huรฉspedes nos veรญamos mรกs con cara de asombro que de desvelo. Unos vestidos (hubo quien tomรณ un baรฑo y se pintรณ la cara para no salir en fachas a la calle), otros en piyama, muchos descalzos, uno en calzoncillos. Al principio, sรณlo silencio: con vernos a los ojos sabรญamos lo que pasaba por las cabezas. Luego empezaron a fluir, titubeantes, las palabras. Todos necesitรกbamos oรญr a los demรกs y a la vez contar nuestra propia historia del temblor. No menos consternados estaban los invitados a una boda que se celebraba en el propio hotel. Con vestidos propios de la ocasiรณn y sombreritos festivos, entraban y salรญan sin saber si era el fin de la fiesta o parte de ella. En esos primeros momentos era posible hacer llamadas a travรฉs de los celulares. Algunos despertaron a sus familias, que entonces no sabรญan nada acerca de un sismo en Chile.

Aunque la estructura del hotel habรญa resistido, asรญ como los edificios que podรญamos ver desde la calle, la visiรณn de algunos era apocalรญptica: de seguro medio Santiago se encontraba en ruinas y los muertos se contarรญan en miles. Sin embargo habรญa seรฑales que contradecรญan ese escenario: habรญa luz (a pesar de que eventualmente se quedaban zonas a oscuras) y no era tan frecuente escuchar las sirenas de las ambulancias, los bomberos y la policรญa. Pasaba gente. Mucha venรญa del โ€œcarreteโ€ โ€“expresiรณn local que significa reventรณn, noche de juerga. Transcurrieron al menos un par de horas antes de que alguien se animara a regresar a su cuarto (por los zapatos, el suรฉter, el celular). Yo lo hice para dormir un rato mรกs, seguro de que ya todo habรญa pasado. Por si las dudas dejรฉ listo lo que necesitaba para huir: zapatos, saco con pasaporte y laptop. A la hora me despertรณ una rรฉplica, breve pero intensa. De regreso a la calle.

La vida no estaba detenida y el sol habรญa salido. El personal del hotel se habรญa reorganizado y el restaurante ofrecรญa desayunos. Los sillones del lobby estaban ocupados por aquellos que no se animaban a subir a sus cuartos (algunos durmieron allรญ al menos dos noches). Empezรณ a fluir la informaciรณn. El terremoto habรญa castigado mรกs a Concepciรณn, Maule y Bรญo Bรญo que a la capital. La presidenta Michelle Bachelet hablaba de cinco muertos y confirmaba las dimensiones del sismo: 8.8 en la escala de Richter.

Las calles estaban semidesiertas y no habรญa ningรบn comercio abierto. Salรญ a caminar. Habรญa escombro y vidrios rotos por todas partes, pero nada en apariencia que hablara de que un movimiento telรบrico de tal magnitud hubiera sacudido esa ciudad. Despuรฉs, con los relatos de algunos chilenos conocidos, supe que los efectos del temblor se notaban mรกs hacia el interior de los edificios y las casas: vajillas rotas, libreros caรญdos, fugas de gas, falta de energรญa elรฉctrica, cuarteaduras en las paredes. El mayor destrozo lo vi en la Academia de Bellas Artes, que acoge al Museo de Arte Contemporรกneo y sede, el dรญa anterior, del CILELIJ: se cayรณ parte de la fachada.

Un colega espaรฑol, no acostumbrado como los mexicanos o los chilenos a que se le mueva el tapete en un noveno piso, se trasladรณ a mi cuarto, en el quinto: yo tenรญa tres camas y dos estaban desocupadas. Al dรญa siguiente conseguรญ en la administraciรณn que le dieran una habitaciรณn en el cuarto piso. Me dijo โ€œยฟPara quรฉ? Me voy maรฑana.โ€ Supongo que es distinto morir en compaรฑรญa que solo o que dos cabezas reaccionan mรกs rรกpido que una sola.

Otra noticia que nos pegรณ en el รกnimo a quienes participรกbamos en el Congreso fue que el aeropuerto estaba cerrado y reanudarรญa operaciones 72 horas despuรฉs. Aunque las pistas no estaban daรฑadas, el edificio de la terminal quedรณ inhabilitado, lo que significaba que todas las operaciones de registro, aduana, migraciรณn y policรญa no podรญan llevarse a cabo. Mรกs tarde llegรณ otro comunicado por parte de las autoridades aeroportuarias: la reparaciรณn tardarรญa mucho mรกs: al menos una semana.

Nos citamos con el embajador de Mรฉxico. Nos dijo que habรญa hecho las gestiones necesarias para que un aviรณn saliera con el fin de repatriarnos. Esa misma noche estarรญamos volando. Estaba habilitado el aeropuerto militar y habรญa otras opciones para lograr aterrizajes. Una buena seรฑal para quienes mรกs necesitaban estar de vuelta. Ya otros compaรฑeros y colegas habรญan partido con la ayuda de sus respectivos paรญses: Colombia, Brasil y Perรบ enviaron aviones para trasladar a sus ciudadanos. Los argentinos lo hicieron por tierra hasta Mendoza y de allรญ volaron a Buenos Aires. A los espaรฑoles los ayudรณ su embajada.

El aviรณn nunca despegรณ de Mรฉxico. Lo que sรญ saliรณ en los periรณdicos fue la noticia de que el gobierno habรญa respondido a tiempo y nos llevarรญa de vuelta a casa. Por mรกs que hemos tratado de desmentirlo, la noticia penetrรณ y ahora, al parecer, sรณlo nos falta dar las gracias por recibir falsas promesas. En ningรบn momento quisimos un trato distinto al que suele darse en estas circunstancias. Partimos al fin en un vuelo comercial de Aeromรฉxico (que por cierto tenรญa muchos lugares vacรญos), gracias a que la editorial SM, organizadora del Congreso, algunos amigos chilenos y la embajada lograron que LAN Chile endosara los boletos. Los demรกs fueron comprados por la editorial, que en ningรบn momento negรณ su ayuda. Siguen llegando mexicanos y otros continรบan esperando a que la suerte los ayude.

โ€“ Francisco Hinojosa

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