Hoy, jueves 18 de abril, cierra la convocatoria del Fonca para letras. Eso significa que numerosos escritores jóvenes –o menores de 34 años, según lo que entendamos por joven– estarán en alguna hora del día redactando un proyecto, reuniendo documentación y llenando una solicitud en línea. Esta beca, que es apenas uno de los 20 programas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, nunca ha estado exenta de polémica, no solo por los resultados –que siempre arrojan a muchos artistas inconformes– sino por el acto que representa recibir una subvención estatal en un país de millones de pobres. ¿Se trata de un derecho, una dádiva, una forma de cooptación?
Para nuestro número de mayo, Antonio Ortuño ha trazado un panorama para entender por qué existe esta controversia. “Fonca: mecenas rico de pueblo pobre” no solo reúne opiniones de diversos escritores –necesarias para ampliar el debate sobre el mecenazgo del Estado en México– sino que aporta datos sobre el dinero que se maneja en apoyo a los artistas. Eso permite a Ortuño centrarse en una pregunta de urgente discusión: estímulos para qué.
“Fonca: mecenas rico de pueblo pobre” es nuestro reportaje de Letras Libres de mayo. Este es un fragmento:
Las diferentes convocatorias que emite el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), mecanismo que forma parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), suelen ser motivo de controversia en el medio intelectual mexicano. Las opiniones que se vierten sobre su existencia y los pormenores de su operación suelen estar tajantemente enfrentadas. Para algunos, los apoyos del Fonca son directamente un esquema de cooptación a los intelectuales. Después de todo, los episodios de cooperación y sometimiento ante el Estado por parte de no pocos integrantes de la intelectualidad en México cuentan con robustos antecedentes desde tiempos de la Guerra de Reforma, a lo largo del Porfiriato y el proceso revolucionario y durante los decenios de presidencias priistas en el siglo xx y panistas del xxi. Con respecto a la cultura, el Estado en México jamás dejó de jugar, para muchos, el rol del “ogro filantrópico” paciano. En palabras del escritor Paco Ignacio Taibo II: “La lógica del Estado mexicano es ofrecer para cooptar. El Estado tiene esa lógica castradora, todo lo que da lo cobra en favores.”[1]
Para otros, la iniciativa de apoyar con dinero federal a los creadores es apropiada pero queda sujeta a favoritismos que la desdibujan (y que suelen concentrar las polémicas específicas sobre el tema: se acusa a A o B, funcionarios o integrantes de los comités de selección, de favorecer a C o D, aspirantes, debido a que son sus amigos o sus pupilos o porque se les supone recomendados por personajes destacados de los “poderes fácticos”). Como reconoce el novelista Fernando del Paso, quien formó parte del Consejo Directivo de la institución: “Es inevitable que algunas personas que no lo merecen sean favorecidas.”[2]O como establece el narrador Alberto Chimal, con humor, en su blog: “Hay numerosas historias de aspirantes y jueces corruptos, de apoyos que se dan a quienes no lo merecen, y muchas son, incluso, ciertas. Pero no recomiendo intentar sobornos, cohechos ni nada parecido: siempre existe la posibilidad de que el jurado que va a leer el proyecto de uno sea honesto…”[3]