Saldos de Sarkozy

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Perdón que regrese al tema, pero no hay vuelta de hoja. Si un lector cualquiera se diera una vuelta por la prensa nacional en los días que siguieron a la visita de Nicolas Sarkozy, la conclusión inevitable sería que la jornada del presidente francés en México fue un fracaso épico para el gobierno de Felipe Calderón. “Sarkozy jugó de local”, leí por allá. “México salió perdiendo”, leí por acá. En todos lados, la sentencia fue prácticamente unánime: desde ya, la de Sarkozy merece un lugar en los anales de las visitas ignominiosas de jefes de Estado a México; digna, incluso, de compararse con el “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro. ¿Cuáles son los argumentos detrás de la sentencia mediática? Empecemos por el caso Cassez.

Durante y después de la visita, nada pareció importar más que el chisme diplomático de la presunta secuestradora. Esa fue “la nota”. Por supuesto, el gobierno mexicano tiene parte de la culpa. ¿A quién se le ocurre pedirle prudencia a Nicolas Sarkozy? Sugerirle discreción al presidente de Francia equivale a pedirle lucidez a George W. Bush. Cualquiera con dos dedos de frente –una lectura ocasional de Le Monde– sabe que a Sarkozy no hay nada que le guste más que los reflectores. Las cámaras le han fascinado al menos desde 1993, cuando, valiente, entró a un jardín de niños para negociar personalmente con un hombre que mantenía como rehenes a un grupo de pequeños. Las imágenes de Sarkozy emergiendo triunfador de aquel kínder hablan de un hombre con auténtico valor, pero también de un político que no puede evitar buscar el relumbrón de los flashes. Caray, bastaba una vueltecita por YouTube para aprender un poco sobre Nicolas Sarkozy. Pero no. El presidente del Senado, el panista Gustavo Madero, prefirió “sugerirle” al embajador de Francia en México que Sarkozy se abstuviera de referirse a Florence Cassez durante su estancia en el país. El resultado fue el previsible. Sarkozy no sólo no eligió la prudencia sino que expuso la torpeza de Madero con lujo de detalle y en plena tribuna.

De ahí, la visita de Sarkozy se redujo al cansado asunto de la señora Cassez. En las primeras 48 horas se dijeron un número histórico de tonterías. Sin siquiera conocer los detalles del tratado de Estrasburgo, decenas de mis colegas periodistas y un número aún mayor de nuestros políticos ya habían incurrido en esa tradición tan mexicana: la “declaracionitis”. “Calderón será un cobarde si cede”, leí por allá. “Vergüenza nacional”, leí por acá (en una editorial de un periódico que se destaca por su imparcialidad absoluta). A la histeria periodística hay que sumar otro fenómeno que, no por haber sido también predecible, resulta menos triste: la obsesión cegadora con Carla Bruni. Al día siguiente de la visita de los Sarkozy, prácticamente todos nuestros diarios llevaron en portada una foto enorme de la señora Bruni. Para colmo de males, la imagen incluía al secretario Carstens embelesado (seamos magnánimos con él) con la belleza de la primera dama de Francia. Es para ponerse a llorar.

Todo esto no es más que una nueva muestra de cómo hemos perdido la brújula informativa. A diferencia de otras cumbres, la visita de Sarkozy incluyó una serie de acuerdos de inversión que merecían destacarse. Entre estridencias por Florence Cassez y desfiles de pasarela de Carla Bruni, Francia comprometió una serie de inversiones cercana a los mil millones de dólares en nuestro país. Quizá la más notable será la planta de Eurocopter, filial del gigante aeronáutico Airbus. La empresa invertirá 550 millones de dólares en una planta en Querétaro para componentes y fuselajes. Las cifras de intercambio económico entre ambos países son, también, una buena noticia: hubo un incremento cercano a 140 %. ¿Qué lugar mereció en la mayoría de los diarios nacionales el encuentro entre empresarios de ambos países donde se dio la firma del acuerdo de inversión? En el mejor de los casos, la sección de finanzas.

Así ocurrió también con los otros temas de la visita que, desde el punto de vista del chisme “calientito” periodístico, no merecieron ninguna atención. El ejemplo perfecto es la provocación –brillante, inesperada– que hiciera Sarkozy sobre la participación mexicana en operaciones de mantenimiento de paz de la ONU. A los franceses (y a todos los demás países miembros del Consejo de Seguridad) les sorprende y preocupa nuestra incongruencia: exigimos las prerrogativas de nuestro protagonismo en el escenario internacional pero no aceptamos las responsabilidades. Es un asunto de urgente discusión: con otros actores nacionales –como Brasil, para poner sólo el ejemplo más inmediato– tomando con absoluta seriedad su participación en la escena global, México debe discutir ya la naturaleza de su papel en la ONU y otros organismos internacionales. Aunque lo hizo con histrionismo excesivo, Sarkozy hizo bien en poner el tema sobre la mesa y la prensa mexicana hubiera hecho bien en retomarlo. Pero el asunto aburre, “da flojera”. ¿Cuál fue el destino de la declaración de Sarkozy al día siguiente? Uno que otro “trascendido”, una que otra nota perdida en la sección principal. Esa, y no otra, es la auténtica vergüenza nacional.

– León Krauze

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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