PRESENTACIÓN DE LIBRO
1. Algo que sucede una vez al día, todos los días
2. Actividad a la que los escritores invitan
3. Cambiar el “vino de honor” por “mezcal de honor” es lo que se hace
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Hasta hace muy poco tiempo, unos seis o siete años, las presentaciones de libros necesitaban de la asistencia de un grupo de personas para tener sentido. Ese grupo de personas, el público, hacía posible que esa nueva novela, o una nueva colección de cuentos, o un nuevo poemario comenzara a formar parte de lo público, lo expuesto, lo que circula, lo que está allí al alcance de todos los que puedan pagarlo o conseguirlo. Existía, en esos tiempos, una obvia relación entre los participantes: la persona que había escrito el libro deseaba que llegara la mayor cantidad de gente posible porque, además de potenciales compradores, en ese momento su texto entraba a la conversación y a la circulación pública.
Esta obviedad, vista desde hoy, puede resultar extraña: cuando un escritor invita a la gente a la presentación de su libro, ¿en verdad quiere que vayan? ¿Es necesario hoy como lo era hace años? Ahora que el terreno de lo público se ha ampliado con las redes sociales y las nuevas tecnologías, la invitación a las presentaciones de libros tienen la misma forma que antes –y, para esto, la misma forma de siempre:
“Los invito este sábado al Centro Cultural del Barrio de Moda para la presentación de mi nueva novela, publicada por Editorial Independiente”.
Pero también incluye cada vez con más frecuencia mensajes en redes sociales parecidos a:
“Para los que estén esta noche en las Islas Tuvalu, estaré presentando mi nueva novela como parte del IV Foro Internacional de Escritores Contra el Calentamiento Global. ¡Allí los espero!”
Lo mismo sucede con cualquier tipo de presentaciones públicas en donde participan escritores. Se trata, al parecer, de un mensaje que con el simple hecho de existir cumple con la función de la actividad que anuncia, la suplanta. Es difícil imaginar al escritor en cuestión esperando realmente a que la gente llegue a su presentación en las Islas Tuvalu, porque lo importante no es que alguien aparezca, sino en publicar cuándo y dónde sucederá la presentación.
Con eso basta. Por eso, por ejemplo, no importa cuántas veces se presente un libro: siempre será el mismo y siempre será nuevo.
Esta sutil diferencia hace aún más importante el papel del escritor como promotor de su trabajo porque le da a la autopromoción un fin en sí misma. Para ser escritor en la era de las redes sociales no hace falta haber escrito un libro, basta con publicar que uno está escribiendo uno. Lo mismo sucede con las presentaciones públicas del escritor: avisar de una conferencia o una presentación es tan importante como dar la conferencia o participar en la presentación, a veces incluso más. Este fenómeno es el pretexto de todas las ideas conservadoras sobre la era de las redes sociales, pero también puede pensarse desde otros puntos de vista, como se ve en las ideas de Boris Groys sobre el proyecto como literatura, según las explica Roberto Cruz Arzabal en su blog.
¿Qué hacer con esta contradicción? Es fácil juzgar el estado de una literatura según las normas o prácticas del campo literario. Como ejemplo baste cualquier opinión negativa sobre la literatura en relación con las redes sociales: vacía, fugaz, artificial, banal, y un largo etcétera. Esto es normal sobre todo en momentos en que el paradigma cambia, o en que la percepción del cambio es más fuerte. Al hablar sobre la moda, por ejemplo, el mismo Boris Groys resalta la diferencia de percepción que hay entre el público –si es que eso existe todavía– y los participantes del campo cultural:
“El hecho, sin embargo, es que la banalidad es el estado normal de la existencia humana, mientras que la originalidad cultural es el producto de esfuerzos especiales cuya intención o significado no son obvios inmediatamente para quienes no trabajan profesionalmente dentro del campo cultural”.
Esto lo dice Groys en un libro que se acaba de traducir al inglés llamado On The New
La moda, con su naturaleza cambiante, puede interpretarse según él como la nueva tradición, y la oposición que trae consigo es una muestra de que el futuro es algo que jamás podremos dominar. Que actualmente sea posible organizar cien presentaciones de libros con una sola novela es algo que sucede. La interpretación que le damos a esto depende no sólo de nuestra concepción de la novedad, de lo nuevo y del papel del escritor con respecto al público, sino de los recursos que tenemos para aferrarnos al pasado o para expandir nuestras ideas sobre el presente.
En la práctica, sin embargo, hoy alguien está presentado su libro en las isas Tuvalu.
Estamos todos invitados.
Mañana también.
Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.