Ilustraciรณn: Marรญa Titos

Se requiere experiencia

ยฟEs la experiencia el conocimiento que obtenemos automรกticamente con los aรฑos? Este ensayo sigue de cerca a Montaigne y muestra que โ€œganar experienciaโ€ es una labor mรกs compleja de lo que parece.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Nada es tan hermoso y legรญtimo como hacer bien de hombre, y tal como es debido.

Ni hay ciencia tan ardua como saber vivir bien esta vida.

Y, entre nuestras enfermedades,

la mรกs salvaje es despreciar nuestro ser.

Montaigne, “La experiencia” *

1.

“La experiencia” es el รบltimo y, quiero insistir, el mejor ensayo de Montaigne. Nos inspira por su equilibrio y sabidurรญa. Al igual que Goethe, Montaigne tenรญa el don –hay quienes dirรกn el mal gusto– de beneficiarse de su experiencia en todas las etapas de la vida y, con la edad, alcanzรณ una perspectiva benigna y apacible. Algo que yo no parezco lograr del todo. He cumplido ya setenta aรฑos: tres veintenas mรกs diez, la edad de una supuesta plenitud y la comprensiรณn de toda una vida. Pero no dejo de estar inquieto, de sentirme perplejo. Al hacer un recuento de todo lo que me ha ocurrido, parece que no fue nada. Para citar el รบltimo verso del poema que Borges escribiรณ sobre Emerson: “no he vivido. Quisiera ser otro hombre”.

2.

Ademรกs, solo quiero ser yo. Creo que sรฉ cรณmo soy, me siento cรณmodo con esa persona, puedo distinguir la buena escritura de la mala y a un ser humano decente de un patรกn. Siento cada vez menos la necesidad de justificar mis conclusiones. En pรบblico me conduzco con una confianza inmune. (Mi vida privada es otra historia.) Mis alumnos acuden a mรญ en busca de respuestas y yo improviso: les digo algo que parezca adecuado. La mayor parte de los dilemas que afectan a estos jรณvenes, sus dudas existenciales, religiosas o romรกnticas, sus perspectivas profesionales a futuro, su preocupaciรณn de caerle mal a alguien, se me escapan. Quizรก sea porque simplemente estoy bloqueado, incapaz de reunir la urgencia que hay detrรกs de lo que para ellos constituye una crisis. La mรญa es la cuestionable sabidurรญa de la pasividad. No me molesto ya en permitir que me altere aquello que no puedo cambiar. Aun el disparate polรญtico del dรญa me produce apenas un contrariado encogimiento de hombros. Me perturba mรกs que mi equipo favorito pierda un partido, pero entonces recuerdo que, tรฉcnicamente, no fue culpa mรญa que no ganara, porque no tengo los poderes mรกgicos necesarios para alterar el resultado.

3.

“¿Tienes experiencia?”, preguntรณ Jimi Hendrix en son de burla. Se refiere a: ¿me he acostado con cincuenta groupies?; ¿he fornicado con una guitarra en el escenario ante miles de personas que me idolatran?; ¿he consumido tal cantidad de drogas que he estado a punto de morir por una sobredosis? No. En ese sentido, no tengo experiencia.

4.

¿Tienes otro tipo de experiencia? Vaya si la tengo. Conozco la jugada. No nacรญ ayer. No me cuezo al primer hervor. Puedo decirles dรณnde es arriba y dรณnde abajo. No pueden verme la cara de tonto. No pueden engaรฑarme como a un niรฑo. Soy de Misuri; aquรญ estoy para lo que se ofrezca. Algo sรฉ. Sรฉ de quรฉ lado el pan tiene la mantequilla. Estoy enteradรญsimo. Me siento mรกs triste pero soy mรกs sabio. No soy ningรบn idiota. Tengo ojos en la nuca. Sรฉ distinguir derecha de izquierda. Sรฉ distinguir mi trasero de mi codo. Puedo ver en quรฉ direcciรณn sopla el viento. Tengo una idea bastante clara de lo que ocurre. Tengo mucha experiencia. Le he dado la vuelta al mundo en aviรณn. Lo he visto todo. Ahora ya lo he visto todo.

5.

“El desapego […] es una de las formas que puede tomar el compromiso con la experiencia: las cosas se ven a la distancia, parecen extraรฑas y por lo mismo se ven con mayor claridad”, escribe la historiadora del arte Svetlana Alpers. Tener experiencia puede significar adentrarse en peligrosas zonas de guerra o ser testigo de tragedias en medio de un tiroteo, como George Orwell en el frente espaรฑol o Susan Sontag en Bosnia, o puede significar quedarse en los mรกrgenes, ejerciendo una atenta cautela. Luego estรก la experiencia del quehacer diario, eso que Virginia Woolf llama el “algodรณn en rama de la vida cotidiana”: esos momentos de “no ser”. ¡Vamos! Como dirรญa Bartleby, prefiero no vivir en la nota mรกs aguda. Siempre he admirado el distanciamiento perplejo. Me siento apegado a la idea del desapego. Acepto la culpa por mi desapego, si es que el desapego conlleva culpa alguna.

6.

Como mencionรฉ, “La experiencia” es el รบltimo ensayo que escribiรณ Montaigne. Me pregunto si este serรก el mรญo, mi รบltimo ensayo. Me voy quedando sin quรฉ decir. Es mรกs, siento que ya cumplรญ como escritor. No tengo nada mรกs que demostrar. Resulta extraรฑo haber llegado a semejante puerto y estar rodeado de amigos y colegas que siguen empujando, con esa incertidumbre de si les alcanzarรก el tiempo para completar el destino que les ha tocado. Alcancรฉ un modesto destino. He hecho lo que me propuse y ahora me quedo mรกs allรก del deber. Todavรญa voy a museos; todavรญa me deleita una pelรญcula nueva o un libro viejo. Todavรญa disfruto caminar por partes de la ciudad que no conozco; participar en el placer, la locura y las tristezas de la vida en familia; dar clases a los jรณvenes y no callarme en una mesa redonda de la Association of Writers and Writing Programs, pero ya no quiero trabajar de manera tan ardua en la escritura. Es como si me atacara alguna forma de estrรฉs postraumรกtico que –despuรฉs de tantos aรฑos de enfrentar el reto de escribir bien– me ha dejado temblando, con un deseo de paz y quietud.

7.

Hay una enorme cantidad de cosas que ya no puedo hacer, y que probablemente jamรกs volverรฉ a hacer. No podrรญa cambiar un neumรกtico ni aunque se me fuera la vida en ello (aunque si de verdad fuera asunto de vida o muerte tal vez podrรญa hacerlo). No sรฉ leer una partitura ni tocar el piano. Antes podรญa leer en hebreo pero ahora no, al menos no sin cometer muchรญsimos errores. No nado bien y apenas sobrevivo en el agua. No corro maratones, no porque no pueda –desde el punto de vista fรญsico–, sino porque no logro obligarme a correr un maratรณn. Lo que no puedo hacer y lo que no me apetece hacer estรกn unidos por el hueso. No sรฉ latรญn. No distingo un รกrbol o un matorral en flor de otro. Soy incapaz de identificar las estrellas. De hecho, mis conocimientos de astronomรญa son tan escasos que, junto con Charles Lamb, podrรญa decir: “Sospecho de Venus solo por su brillo y si el sol, en alguna maรฑana portentosa, hiciera su primera apariciรณn en el oeste, de verdad creo que, mientras todo el mundo murmurara sus temores a mi alrededor, yo podrรญa mantenerme sin ningรบn miedo, con absoluta falta de curiosidad y deseo de observaciรณn.” Mi comprensiรณn de cรณmo funcionan las cosas, incluidas las leyes de la fรญsica, es tan patรฉtica que me pregunto cรณmo he logrado navegar por el mundo. Me especializo en la ignorancia. “¿Quรฉ sรฉ yo?”, como dirรญa Michel. Por lo que se ve, parece que no voy a tener relaciones sexuales con otro hombre en esta vida. La experiencia me ha enseรฑado a honrar tanto mi indiferencia como mi cobardรญa. Hay que verlo de este modo: a fin de cuentas, la experiencia ha demostrado ser la escuela que me enseรฑa a limitar lo que me preocupa y a tolerar mis limitaciones.

8.

Uno de los privilegios de envejecer es que no estรกs obligado a adaptarte a lo nuevo, o tener siquiera que hablar con entusiasmo al respecto. Sigo siendo un hombre del siglo xx. Arrastrado con renuencia hacia el nuevo milenio, permanezco leal al anterior, labrando patrones que establecรญ entonces. Por ejemplo, todavรญa leo periรณdicos y revistas impresos y me visto bien para tomar un vuelo. Evito pensar en Facebook, Twitter, el texting, o en cualquiera de esas innovaciones: no es que las deplore –no tengo ninguna objeciรณn arrogante hacia las nuevas tecnologรญas–, simplemente me niego a involucrar mi mente en ellas. Cuando echo un vistazo a los artรญculos de opiniรณn que hablan acerca del peligro evolutivo que significan estas nuevas formas de comunicaciรณn para los valores humanistas, abandono la lectura de inmediato. No quiero que esos fenรณmenos me importen lo suficiente como para sentirme alarmado. Me niego a ser alguien de actualidad. De esta manera evito desperdiciar mucho esfuerzo en tratar de escribir ingeniosas reflexiones acerca de la รบltima novedad o el artilugio mรกs reciente.

La experiencia tambiรฉn me ha enseรฑado a reconocer que mucho de lo que pasa por innovador no es mรกs que bombo y platillo, producto de las relaciones pรบblicas y de una memoria corta. En la cultura popular, asรญ como en la alta cultura, lo que se considera atrevido suele ser el reciclaje de un tropo agotado. Pensemos por ejemplo en la androginia: Marlene Dietrich usaba su esmoquin y besรณ a una mujer en los labios. Ahora Madonna o Lady Gaga hacen lo mismo. Igual pasa con el sadomasoquismo y el cuero negro, el fragmentarismo, la renuncia a narrar, el desorden temporal, los bucles autorreflexivos, el ritual escรฉnico a lo Artaud, las sรญlabas sin sentido a lo Jlรฉbnikov, el antiarte neodadaรญsta, los efectos de distanciamiento brechtiano-marxistas, y la toma de conciencia polรญticamente correcta de todos los colores.

En mi juventud leรญa las secciones de Arte y Entretenimiento (entonces se llamaban de otra manera, pero eso no importa) de The New York Times con รกvida credulidad, pensando que tenรญa que hacer el esfuerzo de conocer a este o aquel cineasta, pintor, director de orquesta y productor teatral. Ahora miro por encima el nombre de los periodistas de cultura que firman las notas y, puesto que conozco a la mayorรญa de ellos y no confรญo particularmente en su opiniรณn ni tampoco valoro su estilo prosรญstico –por muy trabajadores que sean–, paso mรกs tiempo cavilando sobre cรณmo consiguieron que les asignaran el tema que leyendo sus artรญculos. ¿Suena solo arrogante o cuenta como signo de experiencia?

9.

Tengo suficiente experiencia con el extraรฑo comportamiento de las personas como para no sorprenderme ante sus repentinos brotes de gentileza, brutalidad, ternura, traiciรณn, inconsistencia, vanidad, rigidez, schadenfreude y sus opuestos. Lo que sรญ me asombra son los acontecimientos actuales. Cuando se produjo el 11-S, quedรฉ atรณnito ante una cosa tan monstruosa. (Me pareciรณ que no fue accidental que ocurriera al otro lado del milenio, en 2001. Pensรฉ: nada bueno puede venir del siglo xxi. Aunque tampoco es que el xx haya carecido de su cuota de sorpresas desagradables.) Me sigue asombrando la aparente disposiciรณn de los republicanos a preferir el cierre de la administraciรณn federal y el impago de la deuda por parte de Estados Unidos antes que negociar con el presidente. Ya no entiendo a mi paรญs: cรณmo es que –tras un siglo de programas federales como el New Deal, la seguridad social, la regulaciรณn bancaria, las viviendas pรบblicas y los cupones para alimentos– una enorme franja de la poblaciรณn todavรญa puede sentirse agraviada ante el mรกs mรญnimo esfuerzo gubernamental para proteger a los pobres y a los dรฉbiles, o ante cualquier otro tipo de injerencia que no sea el de mantener a las fuerzas armadas. Nada de lo vivido anteriormente me habรญa preparado para este aterrador viraje. Crecรญ en la atmรณsfera de la posguerra de un Estado de bienestar modestamente progresista, donde se esperaba que problemas como la segregaciรณn racial y la pobreza fueran atendidos a nivel gubernamental. Con ingenuidad asumรญ que en el mejor de los casos marchรกbamos, o en el peor nos arrastrรกbamos, hacia una sociedad mรกs justa. Lo que pensรฉ que era una evoluciรณn histรณrica inevitable resultรณ ser solo un incidente pasajero. Habrรญa sido mejor recurrir a la teorรญa del eterno retorno de Nietzsche. Hoy tengo menos experiencia, menos capacidad de adaptarme a este severo ambiente de egoรญsmo que el joven promedio de veinte aรฑos, que ha crecido sin mi conjunto de expectativas de la “Gran Sociedad” y el New Deal.

10.

Alguna vez los periรณdicos tuvieron una importancia capital, ya no. Soy un ser que pertenece a la cultura de los periรณdicos; por lo tanto, ya no importo. Soy superfluo. Debo aprender a aceptar mi redundancia, como el hombre superfluo de Turguรฉnev. Por fortuna, he tenido muchรญsima prรกctica. Siempre pensรฉ que algรบn dรญa serรญa superfluo, un atavismo cultural, motivo por el que me preparรฉ sumergiรฉndome en volรบmenes de anticuario de รฉpocas pasadas, cuyos autores, sospecho, no significarรญan nada, o casi nada, a las futuras generaciones. Cuando mis amigos de la universidad leรญan a Beckett, Burroughs y Pynchon, yo leรญa atentamente a Fielding, Machado de Assis y la Dama Murasaki. Luego, cuando descubrรญ los placeres del ensayo personal, me aferrรฉ a los encantos de fustรกn de Lamb, Hazlitt, Stevenson y Beerbohm, con apenas un vistazo a Sedaris, Wallace y Vowell. Felizmente me he transformado en un tipo cuya idea de una pelรญcula entretenida, tal y como me recuerda mi hija adolescente con desdรฉn, es un filme mudo, en blanco y negro, restaurado.

¿Entonces de quรฉ sirve la experiencia si la experiencia que he logrado adquirir ya no se aplica a los retos de la nueva era, excepto como el recalcitrante anquilosamiento de mi terquedad ante lo novedoso, y mi adopciรณn de lo viejo y lo enrarecido?

11.

Emerson me reprende: “Pero el hombre y la mujer de setenta aรฑos asumen que lo saben todo, han vivido mรกs de lo que esperaban, renuncian a la aspiraciรณn, aceptan lo real como necesario y hablan con condescendencia a los jรณvenes. Dejemos, entonces, que se conviertan en รณrganos del Espรญritu Santo; dejemos que sean amantes; dejemos que contemplen la verdad, y sus ojos vuelvan a mirar hacia arriba, sus arrugas se suavicen, estรฉn de nuevo perfumados con esperanza y poder. La vejez no deberรญa tomar desprevenida a la mente humana. En la naturaleza todo momento es nuevo; el pasado siempre es engullido y olvidado; solo lo que estรก por venir es sagrado. Nada es seguro sino la vida, la transiciรณn, el espรญritu que da energรญa […] La gente desea establecerse; solo en la medida en que estรฉ inestable existe alguna esperanza para ella.”

Sรญ, sรญ, claro. Si tรบ lo dices, Emerson. Yo sรญ quiero establecerme; quizรกs haya sobrevivido a mi esperanza. Cuando Emerson escribiรณ este pasaje seguramente sonaba fresco, rebelde, positivamente elรฉctrico. Ahora suena viejo. Me doy cuenta de que, incluso al elegir que Ralph Waldo Emerson me reprenda, me abandono a una aรฑoranza antigua.

12.

Estos son los รบltimos seis versos del hermoso poema de Borges sobre Emerson:

Piensa: Leรญ los libros esenciales

y otros compuse que el oscuro olvido

no ha de borrar. Un dios me ha concedido

lo que es dado saber a los mortales.

Por todo el continente anda mi nombre;

no he vivido. Quisiera ser otro hombre.

Bueno, mi nombre no anda por el continente entero, pero… soy respetado. He leรญdo no pocos libros esenciales (ay, olvidando lo que habรญa en ellos, de modo que debo volver a leerlos desde el principio), y soy autor de mรกs de una docena de tรญtulos que –si bien no hay garantรญa de que logren escapar al olvido– han brindado cierto placer a algunos lectores. Mรกs allรก de esto no puedo, no debo pedir mรกs: la ingratitud enfurece a los dioses. No soy grandioso, como lo son Emerson o Borges, para considerar siquiera que tengo derecho a querer ser alguien mรกs. (Esto me recuerda un viejo chiste judรญo: El rabino y los peces gordos de la sinagoga se golpean el pecho en Yom Kipur, Dรญa de la Expiaciรณn, y gritan: “¡Soy un gusano, no soy nada, no soy nadie!” Al conserje, un gentil, le parece buena idea y comienza a golpearse el pecho gritando: “¡No soy nadie! ¡No soy nadie!” Los otros lo miran con alarmado desprecio, hasta que uno de ellos dice: “¡Miren quiรฉn piensa que no es nadie!”) ¿Es falsamente ingenuo y presuntuoso por mi parte considerarme un don nadie, un punto diminuto bajo las estrellas, o acaso la amplia perspectiva geolรณgica de la inminente catรกstrofe ambiental es la รบnica adecuada y responsable?

13.

¿Cuรกl es la naturaleza de la experiencia? ¿Cuรกl es la conexiรณn, si es que existe, entre experiencia y conocimiento? ¿Cuรกl es la relaciรณn entre conocimiento y sabidurรญa? ¿La sabidurรญa puede adquirirse de forma pasiva? ¿Uno puede vivir y no adquirir experiencia? ¿La experiencia solo es “experiencia” si la convertimos en pensamiento autoconsciente, o debemos incluir lo inconsciente en nuestro inventario de experiencia? Por ejemplo, nuestros sueรฑos: ¿no forman parte de nuestra experiencia? Por cierto, ¿en realidad existe eso que se llama inconsciente? ¿La sabidurรญa es fundamentalmente una propiedad intelectual o emocional? ¿La sabidurรญa puede saltarse el corazรณn y albergarse solo en el cerebro? ¿Alguna vez funciona a la inversa? ¿Cuรกl es la diferencia de valor entre una experiencia turbia vivida conscientemente y una evitada con prudencia? ¿La prudencia –en su significado de sabia evasiรณn de ciertos caminos apenas esbozados– resulta en un alma menos profunda o mรกs profunda? ¿Existe eso que se llama alma? Si no existe, ¿quรฉ sentido tiene adquirir experiencia?

14.

“Somos grandes insensatos: ‘Ha pasado su vida en el ocio’, decimos; ‘hoy no he hecho nada’. ‘¡Cรณmo!, ¿no has vivido? Esta es no solo la fundamental, sino la mรกs ilustre de tus ocupaciones.’ ‘Si me hubiesen dado la oportunidad de manejar grandes asuntos, habrรญa mostrado de quรฉ era capaz.’ ‘¿Has sido capaz de meditar y de regir tu vida?: has realizado la tarea mรกs grande de todas.’ […] ¿Has sabido componer tu comportamiento?: has hecho mucho mรกs que el que ha compuesto libros. ¿Has sabido reposar?: has hecho mรกs que quien ha conquistado imperios y ciudades. La grande y gloriosa obra maestra del hombre es vivir de modo conveniente.”

Esto lo escribiรณ Montaigne, en “La experiencia”, a los 56 aรฑos. Muriรณ a los 59. Digamos sesenta, para redondear. Ya que los setenta son los nuevos sesenta, yo deberรญa estar llegando a ese punto de sabidurรญa plena que Montaigne obtuvo al final de su vida, ¿cierto? Pero, como el joven promedio de hoy ha prolongado la adolescencia, comparado con un joven del siglo xvi en Francia (vรฉase Centuries of childhood, de Philippe Ariรจs, donde demuestra que a los niรฑos se les trataba como pequeรฑos adultos y se esperaba que empezaran a trabajar desde los siete aรฑos), tendrรญamos que restar otros veinte aรฑos a mi รญndice de madurez, dejรกndome en cuarenta aรฑos. Despuรฉs, restemos otros diez por ese sรญndrome que Hemingway denominรณ desdeรฑosamente “del hombre-niรฑo norteamericano”, refiriรฉndose a que habรญa algo excepcionalmente atrofiado en los hombres de esta tierra en particular, lo que reducirรญa mi edad emocional todavรญa mรกs, asรญ que quizรก deberรญa ser considerado como el equivalente a un treintaรฑero. Con razรณn no dejo de parpadear como un pollito reciรฉn salido del cascarรณn, preguntรกndome quรฉ es esto, quรฉ es aquello.

15.

El problema del solipsismo: no creer que los otros son tan reales como tรบ parece detener la adquisiciรณn de sabidurรญa. Por otro lado, tal vez todos somos narcisistas y, si el narcisismo es una ley universal, tenemos que volver a examinar todos los magnรกnimos vituperios que hay contra el narcisismo y preguntarnos si se trata de una forma hipรณcrita de chantaje social. ¿Por quรฉ habrรญamos de sentirnos culpables de algo que no podemos evitar?

No me considero un narcisista de primer orden. A diferencia de Montaigne, ni siquiera siento un interรฉs profundo en mรญ. Cuando estoy solo en mi estudio o caminando por la calle, por lo general no voy pensando en mรญ sino en otros, en un intento por comprenderlos, aunque eso podrรญa ser solo otra forma de autoprotecciรณn narcisista: tratar de anticipar quรฉ harรกn, para eludirlo con efectividad cuando la situaciรณn se presente. En todo caso, cuando de la realidad se trata, tiendo a entenderla de manera literal. Doy por hecho que la gente que me rodea es real, que el รกrbol que estรก al otro lado de la ventana es real, etcรฉtera. Jamรกs he logrado comprender la idea propuesta por Jean Baudrillard o David Shields, segรบn la cual cada vez sentimos que nuestra vida es menos real, que los simulacros que los medios de comunicaciรณn producen incesantemente nos han robado el sentido de nuestra propia autenticidad, y que por lo tanto aรฑoramos lo real. Yo no aรฑoro lo real. No tengo ni la mรกs remota idea de quรฉ significa eso. Solo quiero arreglรกrmelas, solo quiero disfrutar los aรฑos que me queden en esta tierra, y, sobre todo, quiero ver a mi hija Lily convertirse en la maravillosa adulta en la que estรก ya transformรกndose con rapidez; quiero verla aprovechar todo su potencial y su destino. Me inquieta que se preocupe tanto. Amor fati, quiero decirle. Ama tu destino, algo que tambiรฉn me repito constantemente, por todo lo bueno que produce.

16.

Cada maรฑana me despierto entre las seis y las seis treinta porque necesito orinar. Mis gatos lo saben y comienzan a acercarse a la cama a esa hora, para asegurarse de que me levante a darles de comer. Lo primero y lo รบltimo que hago todos los dรญas es ponerme gotas en los ojos para controlar el glaucoma. No tengo problemas de sueรฑo, pero me despierto con mรกs frecuencia que antes, a veces por el ruido que hace algรบn vecino, por los ronquidos (mรญos o de mi esposa), porque me despierta un sueรฑo o por ningรบn motivo en especial. Me despierto y comienzo a hurgarme la nariz para destapar los ductos respiratorios. Esto es particularmente cierto en invierno, cuando la calefacciรณn se enciende de noche y reseca el aire del cuarto. Como no duermo lo suficiente, en la tarde los ojos se me cierran cuando leo y a menudo, cuando estoy en el cine o escucho una รณpera, empiezo a cabecear. Es indignante pagar una fortuna por un boleto para ir a la รณpera y quedarse dormido, pero no lo puedo evitar. A veces, solo para mantenerme despierto, me froto el cuero cabelludo a la altura de la frente, donde antes tenรญa cabello, y encuentro protuberancias que intento alisar arrancรกndome la piel suelta. Cuando estoy en un lugar pรบblico, como el metro o el cine, invariablemente me preocupa que se me suban las chinches, debido a que hace algunos aรฑos tuvimos una plaga de chinches y nos vimos obligados a tomar medidas extremas para exterminarlas: llevamos toda nuestra ropa a la tintorerรญa y envolvimos los libros. Cada vez que tengo comezรณn pienso que son las chinches que regresan.

17.

Detesto mentir. Harรฉ casi cualquier cosa para evitarlo, incluso si eso significa escabullirme de una lectura poรฉtica en el instante en que termina o –si se me aborda de manera directa– soltar alguna frase poco diplomรกtica que ofenda a alguien. Esta resistencia a mentir tiene su origen no tanto en un principio รฉtico como en un temor supersticioso, como si, en caso de que alguna vez empezara a mentir con soltura, mi esencia se disolviera y me convirtiera en una criatura de personalidad mรบltiple. Cuando uno miente se divide en dos seres, y entonces un tercero tiene que vigilar y ejercer las funciones de juez entre los otros dos. De aquรญ que el adulterio nunca haya sido una gran opciรณn para mรญ. Claro que he mentido, en algunas ocasiones, pero no voy a decirles dรณnde ni cuรกndo. Mi experiencia llega a eso. La mayor parte de mis mentiras son pecados de omisiรณn, como cerrar la boca cuando podrรญa meterme en problemas si digo lo que opino de verdad. Si alguien me cuenta que le fascinรณ una pelรญcula que a mรญ me pareciรณ pรฉsima, sonrรญo y asiento con entusiasmo, aunque con cierta contracciรณn de la cabeza de modo que si Dios estรก observando ร‰l entenderรก y perdonarรก mi falsedad. Aunque, ¿por quรฉ habrรญamos de ser transparentes? ¿El arte es transparente? Es mejor respetar los misterios. En vista de todas las cosas que jamรกs lograremos comprender, no necesitamos salir a buscar un misterio: el misterio vendrรก a nosotros sin importar quรฉ hagamos o no hagamos.

18. Coda

Al responder al gran ensayo final de Montaigne, intentรฉ reunir mis propias nociones e intuiciones sobre la experiencia. Empecรฉ a escribir antes de releerlo, diciรฉndome que de esa forma tendrรญa una ventaja inicial; pero al final no pude leer su texto de nuevo con detenimiento –aunque echรฉ un vistazo a los pasajes que ya tenรญa subrayados–, porque era demasiado deprimente. No me sentรญ a la altura de su estilo audaz y vitalista. ร‰l es el maestro, รฉl es el Padre, y yo no podรญa entablar una lucha edรญpica, porque a รฉl se lo debo todo como ensayista, y lo sรฉ. Lo mรกs que pude hacer para resistirme a su dominio fue evitar la relectura de su ensayo mientras yo escribรญa el mรญo. Eso sรญ, he leรญdo “La experiencia” por lo menos quince veces, y lo he explicado a menudo en clase a lo largo de los aรฑos. Fue durante una de esas lecturas que lleguรฉ a la conclusiรณn definitiva de que este era el mejor de sus ensayos; tanto asรญ que dudรฉ de mรญ mismo por haber incluido “Sobre unos versos de Virgilio” –su meditaciรณn sexual que yo esperaba que resultara de interรฉs para los jรณvenes– en mi antologรญa The art of the personal essay, en vez de incluir este, sobre la experiencia, que es mucho mรกs concluyente.

Este era mi tercer intento de emplear a Montaigne como influencia consciente. Tratรฉ de apropiarme de su estilo aforรญstico en mi ensayo Contra la alegrรญa de vivir, y de su enumeraciรณn de subterfugios anatรณmicos en Retrato de mi cuerpo. Pero cuando llegรณ el momento de aproximarme a su enรฉrgico compendio sobre la experiencia de vida, no pude hacerlo. Me pareciรณ mucho mรกs tentadora mi propia facultad de comprender la experiencia. Y aquรญ llegamos a mis recelos acerca del ser unitario. Desde hace algรบn tiempo sostengo que quienes escriben ensayos personales reafirman un ser conectado lรณgicamente y, con respecto a esto, son mรกs tradicionales que los posmodernistas o los teรณricos franceses que cuestionan la idea del yo individual. Ahora, el hecho es que ignoro si mi yo es unitario, cohesivo, o si existe incluso: solo sรฉ que cuando escribo ensayos me conviene proceder asumiendo que lo es. Finjo que poseo un yo unitario y eso me es suficiente para empezar a escribir. Aunque pregona sobre la duda y lo eternamente cambiante, me parece que Montaigne tiene un yo รบnico, pletรณrico de confianza en sรญ mismo y a prueba de toda fractura. O quizรกs sea su voz la que me parece tan unitaria. ร‰l logra sostener ese yo, esa voz secamente meliflua, a travรฉs de extensos ensayos que divagan y regresan al tema principal una y otra vez. Yo, en cambio, apenas fui capaz de sostener un ensayo sobre la experiencia que con trabajo llegรณ a las veinte cuartillas, y eso dividiรฉndolo en diecisiete mรญseros apartados. Apliquรฉ aquรญ aquello de los mosaicos de texto; escribรญ en fragmentos, con espacios entre cada pieza discontinua, que no es la forma en que habitualmente escribo ensayos. Por lo general acopio fuerzas y sigo hasta acabar. Pero me hallรฉ fragmentando ante la certeza abismal del gascรณn. De hecho, lo que lo llevรณ a su estoica y noble conciencia de que “debemos aprender a soportar aquello que no podemos evitar”, y lo que sirviรณ para unir ese รบltimo ensayo, fueron las piedras que tenรญa en el riรฑรณn. Esa enfermedad fue la principal maestra de sus aรฑos finales: “¿Hay algo que pueda compararse en dulzura a ese cambio sรบbito, cuando paso de un dolor extremo, al evacuar la piedra, a recobrar como si se produjera un relรกmpago la hermosa luz de la salud, tan libre y tan plena, como sucede en nuestros cรณlicos repentinos y mรกs violentos?” No, gracias. Prefiero mi prolongada e irresuelta inmadurez a su iluminaciรณn adquirida por medio de piedras en el riรฑรณn. ~

__________

Traducciรณn del inglรฉs

de Laura Emilia Pacheco.

 

 

 

 

* Michel de Montaigne, Los ensayos (segรบn la ediciรณn de 1595 de Marie de Gournay), prรณlogo de Antoine Compagnon, ediciรณn y traducciรณn de J. Bayod Brau, Barcelona, Acantilado, 2007, 1736 pp.

+ posts

(Brooklyn, Nueva York, 1943) es esritor, crรญtico cinematogrรกfico, ensayista y profesor. Libros del asteroide ha publicado sus novelas El mercader de alfombras (2007) y Segundo matrimonio (2009)...


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: