Hay aquรญ apetito de superioridad o poder: el dueรฑo del secreto estรก un peldaรฑo arriba del que lo ignora, pero si tu ventaja estรก en lo que guardas, ¿cรณmo exhibes esa superioridad si no es divulgando el secreto? Guardar un secreto no es sencillo porque siempre es arduo renunciar a una demostraciรณn de la superioridad.
Y a eso aรฑรกdase el mero afรกn inofensivo, consustancial al humano, de ventilarlo todo para mejor entenderlo (el chisme es una forma, muy intelectual, de investigaciรณn).
Pero si soltamos algo que debimos haber callado, sentimos vergรผenza. Nos espera la cuarentena social. La falta de control de nosotros mismos, en el trato social, se ve con malos ojos. La condena estรก en ese ostracismo ligero que se llama reserva: en adelante, la gente se cuidarรก al hablar delante de nosotros, eso nos aรญsla y duele. Schopenhauer, siempre penetrante, observa: si lo sabes guardar, tรบ eres amo del secreto, pero si lo divulgas, pasas a ser su esclavo.
Solemos elucidar la idea de secreto con algo oculto, escondido. Esta caracterizaciรณn es insuficiente. Cualquier cosa, la mรกs banal, puede esconderse, y ciertamente no puedes calificar de secreto cualquier cosa. Sรฉ, por ejemplo, que en la Italia del siglo xviii las horas empezaban a contarse con la campana del รngelus, que sonaba a la puesta del sol. Asรญ pues, si la cuenta empezaba a las siete de la tarde, las quince horas serรญan las diez de la maรฑana. Pero eso no es ni puede ser secreto, aunque decida ocultarlo. Entonces, ¿cรณmo podemos definir lo secreto?
Un secreto es como una semilla: cuando lo divulgas, algo, muchas veces imprevisible, crece de รฉl. Si no, no es propiamente un secreto. Generalicemos: secreto es verdad, no a la vista, no patente, pero con poder explicativo. Esto es, plena de consecuencias. (Digo verdad porque obviamente una mentira, o falsedad, no puede alcanzar la dignidad de un secreto.) El secreto es esa pieza chiquita que falta en una mรกquina para echarla a andar. La pieza es mรญnima, pero con ella camina el mecanismo, que es grande: y aquรญ aparece otra vez la idea de secreto como semilla. En sus Memorias Giacomo Casanova cuenta que cierto signor Bragadin le preguntรณ un dรญa que cรณmo era posible que un muchacho tan joven como รฉl manejara tantos conocimientos, que si no disponรญa de un medio sobrenatural para lograrlo (en sus Memorias Casanova es todo menos modesto). Y Casanova, claro, le dice que dispone de un procedimiento numรฉrico secreto para responder todas las preguntas. “La llave de Salomรณn, la Cรกbala”, exclama, extasiado, el signor Bragadin. “Eso –dice Casanova–, la fรณrmula me la enseรฑรณ un ermitaรฑo que vivรญa en el Monte Carpegna cuando estaba yo bajo arresto en el ejรฉrcito espaรฑol.” Pero se apresura a aรฑadir que las respuestas que arrojan los cรกlculos numรฉricos son tan oscuras que รฉl, disgustado, ya no hace ninguna pregunta.
El procedimiento cabalรญstico serรญa modelo de secreto posible si Casanova se esforzara, aunque sea un poco, por recatarlo y no divulgarlo, pero, al hablar de eso con la ligereza con que se habla, no ya de una receta de cocina (donde hay muchos secretos bien guardados), sino de la direcciรณn de su sastre o su peluquero, contradice su condiciรณn de secreto. Y no podemos entender que el signor Bragadin, aficionado a la ciencia, le haya creรญdo ni media palabra de lo dicho, como รฉl pretende.
Para que algo sea secreto debe tambiรฉn parecerlo. Los secretos tienen tambiรฉn su retรณrica: sigilo, ceremonia de iniciaciรณn (el “no sรฉ si deba decirte esto”) y luego acercarte, bajar la voz y demรกs rituales. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.