Sobre Redentores

El viernes 15 de junio, Enrique Krauze presentรณ "Redentores. Ideas y poder en Amรฉrica Latina", en la librerรญa universitaria del Complejo Cultural Universitario de la BUAP. En la presentaciรณn participaron Julio Glockner y Juan Carlos Canales.
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El viernes 15 de junio, Enrique Krauze presentรณ "Redentores. Ideas y poder en Amรฉrica Latina", en la librerรญa universitaria del Complejo Cultural Universitario de la Benemรฉrita Universidad Autรณnoma de Puebla (BUAP). En la presentaciรณn participaron Julio Glockner y Juan Carlos Canales.

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Redentores es un libro indispensable para quien se proponga reflexionar sobre el pensamiento y la actividad polรญtica en Amรฉrica Latina, un libro en el que Enrique Krauze explora, con aguda inteligencia y escritura transparente, la lรณgica y las interconexiones del pensamiento reformista y revolucionario en la regiรณn, de la segunda mitad del siglo XIX a la primera dรฉcadas del siglo XXI.

Lo hace escudriรฑando la vida individual y familiar de figuras emblemรกticas y descubriendo los vรญnculos que sus historias personales tienen con las ideas y el ejercicio del poder de su tiempo. El resultado es, entonces, un fino entramado en el que cuenta tanto la sensibilidad de los actores como sus afinidades ideolรณgicas,  su formaciรณn teรณrico-polรญtica como sus rasgos psicolรณgicos, que van de la abnegaciรณn y el auto sacrificio de un Josรฉ Martรญ, a la megalomanรญa grandilocuente de un Hugo Chรกvez.  En medio de ellos, que abren y cierran el libro, van apareciendo, o mejor dicho, compareciendo ante el lector, convocados por una trama de historia polรญtica que se deja leer como si fuese una novela, Josรฉ Enrique Rodรณ, Vasconcelos, Mariรกtegui, Octavio Paz, Eva Perรณn, el Che Guevara, Gabriel Garcรญa Mรกrquez, Mario Vargas Llosa, Samuel Ruiz y el subcomandante Marcos.  Doce personajes de una gran significaciรณn intelectual y polรญtica entre los que se extraรฑa una figura clave, la de Fidel Castro, que de una u otra forma tiene que ver con todos ellos.

A lo largo de estas pรกginas Krauze hace visible un hilo que atraviesa la vida tan disรญmil de estos personajes, un hilo que resultarรก inadmisible para algunos, que no sรฉ si llamar pensadores revolucionarios, estudiosos revolucionarios o simplemente revolucionarios, aunque no me queda claro quรฉ es exactamente lo que han revolucionado, ese hilo inadmisible es la idea de redenciรณn. Una vieja idea que en la tradiciรณn occidental proviene del pensamiento judeo-cristiano.

Hace ya algunas dรฉcadas que George Steiner escribiรณ un pequeรฑo y valioso libro, Nostalgia del absoluto, en el que esboza la silueta de los mesรญas seculares. En ese texto, Steiner dice algo que me parece fundamental para comprender el sentido del trabajo de Enrique Krause: La muerte de Dios –dice- dejรณ un inmenso vacรญo en la existencia intelectual y moral de Occidente. Dejรณ en blanco las percepciones esenciales de la justicia social, del sentido de la historia humana, de las relaciones entre la mente y el cuerpo y del lugar del conocimiento en nuestra conducta moral. La historia polรญtica y filosรณfica de Occidente en los รบltimos 150 aรฑos –concluye Steiner- se ha encausado a llenar ese vacรญo central dejado por la erosiรณn de la teologรญa. En ese esfuerzo por proporcionar una explicaciรณn totalizadora han surgido el estructuralismo, el psicoanรกlisis y, lo que aquรญ me interesa subrayar, el marxismo.

No la teorรญa de Marx, sino ese gigantesco corpus que llamamos marxismo-leninismo, una de cuyas formas fue el materialismo dialรฉctico, asumido por la entonces Academia de Ciencias de la URSS como: La-Explicaciรณn-Materialista-Objetiva-y-Cientรญfica-de-La-Realidad, que circulรณ por el mundo entero en millones de manuales que proclamaban La Buena Nueva: el descubrimiento –por el materialismo histรณrico- de ciertas leyes del desarrollo social que permitรญan predecir, con precisiรณn cientรญfica, el sentido del desarrollo histรณrico. Esa teleologรญa esperanzadora anunciaba que despuรฉs de un doloroso y violento enfrentamiento entre las clases sociales, se arribarรญa finalmente a una sociedad de transiciรณn en la que las clases y el Estado instrumentado por ellas desaparecerรญa, para que la humanidad entera se instalara finalmente en una sociedad igualitaria, libre y fraterna que operarรญa bajo un armonioso lema: “De cada quien segรบn sus capacidades, y a cada cual  segรบn sus necesidades.”

En nombre de una verdad objetiva la ideologรญa marxista-leninista pronto tuvo un profeta y la promesa de un paraรญso terrenal; eligiรณ un texto sagrado, El Capital, e infinidad de escritos se derivaron de รฉl, provocando discusiones talmรบdicas en todos los idiomas; varios grupos de apรณstoles propagaron la idea de un hombre nuevo e innumerables discรญpulos y fieles interpretaron, discutieron y pelearon entre sรญ, fundaron iglesias y practicaron con mayor o menor fortuna la doctrina, de donde surgieron distintas ortodoxias con sus correspondientes herejรญas,  tribunales condenatorios, miles de mรกrtires y millones de sacrificados en nombre de la fe en la revoluciรณn. Este fue el trasfondo ideolรณgico que se alzรณ en el siglo XX despuรฉs de la revoluciรณn rusa y hasta la caรญda del muro de Berlรญn, trasfondo que a pesar de haberse desvanecido a fuerza de las monstruosas evidencias y del persistente ejercicio de la crรญtica, aun dispone de artificios mรญticos que fascinan a quienes continรบan viendo en el horizonte posibles redenciones.

El libro de Krauze circula a contracorriente de este gran mito aquรญ apenas esbozado, llevando a cabo, justamente, una tarea desmitificadora que consiste en contraponer a la imagen mรญtica del redentor, su propia biografรญa, muchas veces relatada por รฉl mismo o por gente cercana que compartiรณ sus experiencias.

Esta confrontaciรณn entre lรณgica mรญtica y razรณn histรณrica no persigue el propรณsito de postular una “verdad”, sino mรกs bien la construcciรณn de una interpretaciรณn distinta a aquella que del mito se puede derivar. La intenciรณn no es convencer al lector de una verdad desconocida, sino proporcionarle informaciรณn que le permita enriquecer el juego de lecturas e interpretaciones de acontecimientos que en realidad tienen mรบltiples sentidos.

No quisiera dejar de mencionar que el capรญtulo sobre Octavio Paz ocupa un lugar especial: es prรกcticamente un libro, bellamente escrito, dentro de otro libro. Es especial porque el mito de Paz es de signo distinto a los demรกs, es el mito del escritor derechista que ha inventado un sector de la izquierda que simple y sencillamente no lo ha leรญdo. Un mito alimentado de prejuicios y banalidades intolerantes. Ese sector tampoco se atreverรก a leer el libro de Krauze (su religiรณn no se los permite), si algunos lo hicieran, un jรณvenes sobre todo, quizรก se darรญan cuenta de que se ha construido un fantasma inexistente y, en cambio, se ha perdido la posibilidad de dialogar con un interlocutor inteligente. 

Dos grandes mitos han predominado en la historia moderna: el mito del progreso y el mito de la redenciรณn. El primero, vinculado mรกs al pensamiento liberal y al desarrollo del capitalismo a partir de la revoluciรณn industrial; el segundo, mรกs al pensamiento socialista que se propuso redimir a esas multitudes, que se cuentan por millones, de desheredados, marginales y explotados por el desarrollo mismo del capitalismo. El despliegue de estos grandes mitos en la historia no ha sido mutuamente excluyente, sino mรกs bien combinatorio, y sus variadas formas han tenido como consecuencia crear espejismos de bienestar que han culminado en el ahondamiento de la desigualdad y la injusticia social, o en la instauraciรณn de estados totalitarios.

El lector queda situado al final del libro ante una disyuntiva: fortalecer la democracia liberal o atender a las propuestas redentoras. Democracia o Redenciรณn, es el dilema que nos plantea Enrique Krauze. No estoy tan seguro de que las opciones estรฉn asรญ de extrapoladas en Mรฉxico, teniendo a la vista el prรณximo proceso electoral, en el que Andrรฉ Manuel Lรณpez Obrador podrรญa compartir algunos rasgos de la figura del redentor, pero tambiรฉn de la del demรณcrata. (Mientras que los otros dos candidatos no atan ni desatan).

Para terminar quisiera referirme muy brevemente al intercambio de ideas que Krauze tuvo con Javier Sicilia en las revistas Proceso yLetras Libres, diรกlogo que es ya un complemento del libro. Una polรฉmica interrumpida que debiรณ continuar pues pocas veces se tiene en Mรฉxico discusiones tan sustanciosas y serenas como รฉsta. En ese diรกlogo Sicilia colocรณ en el centro de sus argumentos un aspecto que Krauze admitiรณ haber soslayado por la amplitud del tema, pero sobre el cual serรญa muy interesante que volvieran en algรบn momento, me refiero al problema de la tรฉcnica en general y especรญficamente a lo que Sicilia llamรณ la “sociedad de sistemas digitales”, en la que advierte una nueva forma de totalitarismo en las modernas democracias. 

El tema de la tรฉcnica es ineludible porque permea todas las opciones que la humanidad tiene, ya no sรณlo para organizarse socialmente, sino como especie, como los simples seres vivos que somos.

Si pensamos el momento actual como un parteaguas civilizatorio, el desarrollo tรฉcnico-cientรญfico es un asunto de primera importancia para dilucidar si en su profundizaciรณn hay alguna soluciรณn, o si, como plantean Ivรกn Illich y otros, la salida estรก en la bรบsqueda de alternativas energรฉticas que no propicien lo que Heidegger llamaba el develar provocante de la tรฉcnica moderna.  

Julio Glockner

 

 

                                                 Pedir a los pueblos actuales sacrificar, como los de antaรฑo, la

                                                 totalidad de su  libertad individual  a su libertad polรญtica, es el 

                                                 medio seguro de separarles  de una de ellas; y cuanto eso se

                                                 haya conseguido, no se tardarรก en arrebatarles la otra.

                                                                                                                 B. Constant

 

                                               Si se cree que la historia es puramente descriptiva  y estรก por 

                                               completo despersonalizada, seguirรก siendo lo que siempre ha

                                               sido: una ficciรณn de la teorรญa abstracta y una reacciรณn

                                               violentamente exagerada  contra la charlatanerรญa y vanidad de 

                                               las generaciones anteriores.

                                                                                                                I. Berlin

I

Buenas tardes a todos; gracias a Julio Glockner por haberme hecho partรญcipe de  este evento que sin duda alguna provocarรก, entre muchos de ustedes, encono, en algunos mรกs, una ciega adhesiรณn y, en la inmensa minorรญa- esa inmensa minorรญa a la que se referรญa Juan Ramรณn Jimรฉnez- un ejercicio de lectura crรญtico y mesurado; ejercicio que no excluye, claro, el debate, la polรฉmica, en el sentido que le dieron los griegos al polemos, como el combate que permite que las cosas lleguen a ser, aparezcan, a decir de Heidegger, se desoculten.

Celebro que gracias o pese a las diferencias que suscite la lectura de Redentores de Enrique Krauze, podamos sentarnos a debatir como iguales,concernidos sรณlo por la palabra, sobre un tema que constituye una de las claves mรกs siniestras de nuestra historia y, como tal, en la idea freudiana del unheimilich, lo mรกs prรณximo a nosotros: la tentaciรณn autoritaria, entronizada por la herencia patrimonialista y carismรกtica del ejercicio del poder en nuestro continente  y  que una y otra vez- el retorno de lo reprimido- vuelve en la figura de un padre sin falla, sin tacha, omnipotente, supuesto sujeto del saber, supuesto garantedel retorno a las mรกs variadas formas del paraรญso y del goce. No importa el costo que haya que pagar por ellos, incluso si es  el de un  devoramiento, el de un sacrificio.

Pese al proceso de secularizaciรณn de la sociedad moderna, la polรญtica, en la tradiciรณn judeo-cristiana, aรบn estรก marcada por las huellas de un universo religioso, cuya cifra es la lealtad al patriarca y por las huellas de una infancia nunca consumada completamente. En oposiciรณn a esa tradiciรณn de raigambre eminentemente oriental, los  griegos, cuyo horizonte de sentido fue el naturalismo y la voluntad de claridad, no sรณlo pensaron el universo sujeto a un orden superior a los hombres y a los dioses; tambiรฉn, comprendieron ese universo como el conjunto de fuerzas plurales, animado por el espรญritu agonal. Quizรก por ello, fueron los primeros en quebrantar esa figura mรญtica del padre, desde la mitologรญa hasta la invenciรณn de la democracia, y a partir de allรญ, comprendieron el orden especรญfico de la polis, confrontado al orden familiar, y como asunto eminentemente humano, en el que  los hombres son iguales y la รบnica relaciรณn entre ellos la otorga la palabra, no la guerra. Cierto, la lecciรณn democrรกtica de los griegos, poco tiene que ver con la de los modernos, a decir de Constant, pero las bases que ellos sentaron son todavรญa vigentes. No es gratuito que muchos siglos despuรฉs que los griegos, pero reconociรฉndose en esa tradiciรณn racionalista, Kant haya entendido la Ilustraciรณn como un proceso paralelo de maduraciรณn y libertad humanas, que permite la salida de nuestra inmadurez- unmรผndigkeit– en la que, como niรฑos, los hombres nos arrojamos a los brazos de un padre con poderes sobrenaturales, dueรฑo del pasado y del futuro histรณricos, negรกndonos la posibilidad de pensar por nosotros mismos. De suerte, entonces, que la aventura del saber polรญtico, desde  Grecia hasta nuestros dรญas, tenga mucho que ver con el reconocimiento y la respuesta que demos a esa falla en relaciรณn a los otros en el espacio pรบblico. Retomando un libro de H. Arendt, habrรญa que preguntarnos ¿cuรกl, o cuรกles son  las promesas de la polรญtica? Una puede ser la de intentar anular por completo esa falla, negรกndola o pretendiendo sellarla definitivamente; otra, habรฉrselas con ella y, desde el reconocimiento del frรกgil equilibrio que implica la esfera pรบblica reinventarnos dรญa a dรญa, asumiendo los  riesgos que implica la apariciรณn de lo nuevo en el espacio plural de los hombres; subrayo, de los hombres, no del hombre. El perdรณn y la promesa constituyen dos de los articuladores mรกs importantes de la polis en relaciรณn al tiempo; el perdรณn nos retrotae a un momento anterior a la ofensa que los hombres se infligen; la promesa- el sacramento del lenguaje, dirรญa Agamben- disminuye la incertidumbre que la apariciรณn de lo nuevo provoca, pero a condiciรณn de  no arrasar con รฉl.

No es poco celebrar, repito, una reuniรณn a la que nos convoca el diรกlogo, la pluralidad y el reconocimiento de nuestras diferencias, de cara a un momento histรณrico caracterizado no sรณlo por un notable desinterรฉs y pauperizaciรณn del debate polรญtico, sino por algo peor: por su nihilizaciรณn; tambiรฉn, porque en otros momentos de nuestra vida universitaria- momentos no tan lejanos-, este diรกlogo  hubiera sido imposible: en Puebla han repicado,  a lo largo del tiempo y de distinta forma, los ecos de una tradiciรณn autoritaria que se cuela hasta nuestros dรญas de distintas formas, sea bajo el manto explรญcito de una ideologรญa, abiertamente excluyente, o bajo esa otra figura ideolรณgica encubierta, que es la tรฉcnica o el mito del progreso.

II

Sin dejar de reconocer la singularidad de cada momento histรณrico y  su irreductibilidad a las ideas que lo interpretan en un momento posterior, siempre he creรญdo que el pasado cobra sentido desde el punto de capitรณn del presente. La historia es algo mรกs que un diรกlogo con los muertos, como creyรณ Michelet; en รบltimo caso, y  en ello va mucho de  Rulfo, la historia es un diรกlogo con los fantasmas de los muertos que se entremezclan con los vivos. En el aquรญ y el ahora  pulsa el pasado. Pulsa, aclaro, en doble sentido, como metรกfora musical y- vuelvo a Freud- como una fuerza que busca ser representada permanentemente

III

Seamos claros, ni las supuestas leyes del desarrollo histรณrico, ni los hechos por sรญ mismos, pueden fundar la objetividad del saber; tanto en las matemรกticas, como en la fรญsica o en las ciencias sociales, la objetividad depende de la coherencia de un paradigma que hace inteligibles los hechos, a travรฉs de un ordenamiento, contrastaciรณn y clasificaciรณn especรญficos. El significado de  verdad es siempre aproximativo, parcial. Desde hace mucho ha quedado abjurada de nuestro horizonte de saber la voluntad totalizadora, de clara raigambre hegeliana, y encuentra en Lucacks su mรกs alta expresiรณn ideolรณgica.                    

IV

No es fรกcil participar en la presentaciรณn de un libro de Enrique Krauze. Al entusiasmo que me provocรณ la invitaciรณn de Julio Glockner para participar en el evento, vino la suspicacia. Sobre el autor de Redentores pesan un sinfรญn de calificativos que, en el mejor de los casos, desdibujan su obra y, en el peor, prohรญben su lectura desde algรบn tribunal inquistorial. Cierto, los prejuicios, decรญa H. Arendt, nos ayudan a orientarnos ante la emergencia de lo nuevo, de lo que nace, pero conformarnos con ellos inhibe tanto el reconocimiento de lo novedoso como de su singularidad. Entonces, a contrapelo, de esa actitud, les propongo algo mucho mรกs simple y mรกs saludable, pero tambiรฉn mรกs peligroso: leer Redentores. Se preguntarรกn por quรฉ peligroso: la lectura de cualquier libro es una aventura, en el sentido que dio Simmel a este concepto, como todo aquello que interrumpe nuestros hรกbitos, tira por la borda nuestros saberes y reblandece nuestras ideas fijas; aventura que, ademรกs, implica, de nuestro lado, algo que suele pasar desapercibido: nuestra propia responsabilidad delectores frente al reclamo que todo libro demanda, y,a su vez,exige el reconocimiento de su irrepetibilidad, de su aura.

V

Acostumbrados a  interpretar los fenรณmenos histรณricos desde grandes categorรญas metafรญsicas, como razรณn, espรญritu, progreso, lucha de clases, etc., el punto de partida de Enrique Krauze puede resultar sospechoso de falta de rigor cientรญfico al centrar su interรฉs en el individuo y sus ideas. Nada de eso. Argumento, brevemente de la mano de ese extraordinario pensador Isaiah Berlรญn, retomando, en particular, dos de sus artรญculos mรกs importantes:Las ideas polรญticas en el siglo XX y La inevitabilidad histรณrica, respectivamente.

Es imposible subsumir el saber histรณrico a las condiciones que nos ofrecen las ciencias naturales; no podemos negar, categรณricamente, la existencia de leyes histรณricas inexorables pero, en tรฉrminos empรญricos, tampoco podemos probarlas. Incluso, aรฑado yo, para un saber tan cercano al saber histรณrico como lo es el Psicoanรกlisis, nunca hay una relaciรณn mecรกnica- ni unรญvoca- entre la causa y el sรญntoma.

 El interรฉs que se pone en un elemento particular de todo fenรณmeno histรณrico obedece a los desplazamientos propios de una รฉpoca y al conjunto de saberes que ciรฑen o limitan el propio saber histรณrico, tesis que no es equivalente ni a una defensa del relativismo, ni  a una reivindicaciรณn de la fatalidad posmoderna. Por lo menos para mรญ es obvio que, ante la crisis de lo que se ha denominado los metarrelatos modernos, el acento histรณrico vuelva a ponerse en el individuo y sus ideas, sin embargo, en el caso de Redentores, ese individuo estรก muy lejos de ser visto como una mรณnada o ipseidad, al margen del conjunto de tensiones que lo envuelven; no creo que Krauze niegue, y mucho menos desconozca, la importancia de las instituciones o de las fuerzas econรณmicas que inciden en cualquier fenรณmeno histรณrico.En รบltimo caso, a lo que intenta sustraerse Enrique Krauze es a cualquier forma de determinismo, sea el de la estructura econรณmica o la del espรญritu.

VI

Hasta aquรญ, un breve prefacio elaborado con la intenciรณn de introducir, elรญpticamente, algunos temas que supone el libro, y para hacerme cรณmplice, por otras vรญas y con otro talante de lo que creo constituye la factura singular del libro: el ensayo, en la mejor tradiciรณn que va de Montaigne a Benjamin, de Hume a Rossi, de Ortega a Paz.¿ Y por quรฉ no, la de Berlin, figura tutelar del propio Krauze, quien por un camino distinto al de H.Arendt y W. Benjamin, puso en el centro de su obra el reconocimiento de la singularidad del acontecimiento histรณrico y la importancia de la experiencia como patrรณn de comprensiรณn del mismo. Pero sobre todo, y esto lo quiero subrayar, Berlin introduce lo que a mi parecer deberรญa ser el centro de la discusiรณn histรณrica, como ya nos lo habรญa sugerido el mundo clรกsico: el de la responsabilidad moral del individuo y sus acciones ¿O no es la Historia para Berlin una rama de la filosofรญa moral?

Algo mรกs que me parece permea el libro de Enrique Krauze y no es ajeno a los pensadores mencionados: volver al sentido comรบn como fuente de conocimiento histรณrico, ¿o es que alguna teorรญa puede justificar los 20 millones de muertos durante el stalinismo, o los 7 millones de judรญos masacrados por los nazis?

VII

Quizรก, todo el recorrido que hace Enrique Krauze en el libro no sea otra cosa que un pretexto para hablar de sรญ, de los testamentos en los que se reconoce y de los demonios que intenta exorcizar.

A caballo entre la historia, la literatura y la filosofรญa, Krauze nos muestra, apenas, los nudos que atan los hilos de la obra, de modo, que el lector puede deslizarse por Redentores como por una superficie sin obstรกculos, pero no exenta de  sorpresas, veredas paralelas, puentes y hasta algunas sendas perdidas, claros del bosque y rรญos subterrรกneos.

Estoy seguro que los mejores momentos del libro son aquรฉllos en los que Krauze nos muestra, no nos demuestra, y con la inteligencia de Lytton Strachey, se sitรบa al hombro de sus personajes, no por encima, ni por abajo de ellos, tampoco, dos pasos adelante. Desde la antigรผedad, el gรฉnero biogrรกfico ha sido un gรฉnero eminentemente moral, y como trabajo biogrรกfico, Redentores estรก atravesado por el juicio histรณrico que le permiten los parรกmetros de las tradiciones liberales, pero con una particularidad: el intento de Krauze por adscribirse tanto a un ejercicio comprensivo de la acciรณn humana (en el sentido weberiano del tรฉrmino),  como  a lo que el propio Berlin entendiรณ por historia de las ideas:  las ideas no son mรณnadas, no nacen del vacรญo, estรกn relacionadas con otras ideas, con creencias, formas de vida perspectivas; las perspectivas o puntos de vista sobre el mundo, Weltanschauungen, fluyen unas a partir de otras, son parte del llamado “clima intelectual” y moldean a la gente y sus actos tanto como los factores materiales y la transformaciรณn histรณrica.

Quizรก se trate de una asociaciรณn peligrosa, pero no excesiva, dada la condiciรณn plรกstica que reclama para sรญ Redentores: al terminar la primera lectura del libro, el  referente al que de inmediato me lanzรณ fue a Werner Herzog: en casi todos los capรญtulos, Krauze comparte la misma mezcla de admiraciรณn y distancia crรญtica con la que el cineasta alemรกn construye prรกcticamente toda su obra, no importa que sea la de ficciรณn o la documental. Si no estuviera tan desprestigiada la palabra, me gustarรญa decir, la misma compasiรณn.

 Por el contrario, cuando Krauze pareciera que intenta comprobar, cuando pareciera que intenta acomodar las piezas de la investigaciรณn para que coincidan con el mapa que ha diseรฑado de la misma, el libro pierde frescura y, a la postre, suple la discusiรณn polรญtica e histรณrica, e incluso, el juicio  y la responsabilidad de un acontecimiento, por algo que parece un anรกlisis  puramente psicologista. Y que conste, no estoy sugiriendo una oposiciรณn a la mirada de Krauze; me estoy refiriendo al modo como esa mirada se sostiene en ciertos momentos de Redentores; uno de ellos, el de Garcรญa Mรกrquez, el otro y en otro extremo, el de Octavio Paz. No creo que le haga falta al libro- ni a nosotros como lectores- , remitirse a los mรกs oscuros vericuetos edรญpicos del colombiano para cuestionar su silencio respecto a Cuba, ni tampoco, hacer de Octavio Paz un visionario para reconocer la grandeza de su obra. En cambio, sus mejores momentos son aquรฉllos en los que Krauze parece someterse a la condiciรณn de  compaรฑero de viaje de sus personajes, haciรฉndonos cรณmplices  de ese mismo viaje, como en el caso de los textos sobre Mariรกtegui,  Samuel Ruiz y el Subcomandante Marcos; los mejores momentos del libro son aquรฉllos en los que, como en la referencia de Heidegger al cuadro de Van Gogh, desde un detalle, podemos reconstruir o participar de la vida entera de un hombre. En fin, cuando Krauze deja abiertos espacios para que nosotros podamos transitar libremente por el libro, y mantener, imaginariamente, un intercambio de ideas con el autor.

VIII

Por รบltimo: no voy a repetir aquรญ el debate entre Javier Sicilia y Enrique Krauze en torno a Redentores, pero me parece importante retomar algunas de sus consideraciones para ahondar en las raรญces del propio libro. Tiene razรณn Krauze al distinguir entre liberalismo polรญtico y liberalismo econรณmico; Sin embargo, la clara demarcaciรณn hecha por รฉl sรณlo puede funcionar en tรฉrminos ideales; en la realidad histรณrica, el liberalismo polรญtico y el  liberalismo econรณmico no marchan como dos lรญneas paralelas que jamรกs llegan a tocarse. Por el contrario, sus imbricaciones son complejas, al grado de confundirse entre ellos y desfigurarse. Hay que reconocerlo, en tรฉrminos histรณricos, el liberalismo econรณmico ha terminado por devorar al liberalismo polรญtico, dejando ver, por un lado, el peor rostro del primero y, por otro, la fragilidad del segundo. Entonces, la pregunta que hay que hacernos es la de si es inherente o no al liberalismo polรญtico la semilla de su propia destrucciรณn. Sicilia afirma que si, concentrรกndose en seรฑalar las condiciones del mercado capitalista y sus consecuencias para la condiciรณn humana. A la tesis de Sicilia sobre la relaciรณn entre liberalismo y totalitarismo, yo aรฑadirรญa que el puente entre uno y otro no  es sรณlo el mercado sino, y fundamentalmente, el  de los mecanismos  disciplinarios que atraviesan el desarrollo del propioliberalismo en Occidente, desde aquรฉllos dirigidos al individuo- la escuela, la cรกrcel y el manicomio-, hasta la polรญtica de poblaciones y la consolidaciรณn del biopoder. Una sociedad libre, pensaron los  liberales, estรก amenazada por doquier, paradรณjicamente, los instrumentos que la aseguran acaban por destruirla:Pienso, tambiรฉn, en la teorรญa de la historia como confabulaciรณn que se desarrolla desde mediados del siglo XVIII y alcanza su mรกxima expresiรณn en Marx, y que de ningรบn modo es ajena al propio liberalismo; toda la teorizaciรณn sobre el enemigo externo y el enemigo interno, que a la postre definirรก uno de los principios ideolรณgicos mรกs importantes del nazismo, se desarrolla en el รกmbito del pensamiento liberal.. No es gratuito que haya sido Bentham uno de los principales animadores del liberalismo, al tiempo que el artรญfice del panรณptico; tampoco podemos pasar por alto, o considerarlo una mera inversiรณn de los tรฉrminos, el ideal hobbesiano de liberalismo econรณmico y el Leviatan polรญtico.

 Por otra parte, es cierto, la democracia modernaes, desde muchos aspectos consecuencia del liberalismo, bajo una condiciรณn, dice Bobbio, en ese ya clรกsico del pensamiento polรญtico, Liberalismo y democracia: que se tome el tรฉrmino “democracia” en su sentido jurรญdico-institucional y no en su significado รฉtico, o sea, en un sentido mรกs procesal que sustancial. A mi modo de ver, es precisamente esa condiciรณn que marca el liberalismo a la democracia su mayor  amenaza: al vaciarla de contenidos รฉticos concretos, la democracia se ha convertido en tierra fรฉrtil tanto de la degradaciรณn de la vida humana, como de el crecimiento de las mรกs variadas formas de autoritarismo. Por eso, a diferencia de lo que cree Enrique Krauze, y aunque entiendo el contexto en el que se produjo el libro y el destinatario del mismo, a la democracia hay que ceรฑirla con algunos adjetivos y pugnar por disminuir la fractura entre libertad e igualdad, aunque el intento mismo implique riesgos, tantos como los que implica mantener esa fractura. Al respecto, el propio I. Berlรญn, en esa extraordinaria entrevista con Ramin Jahanbegloo, afirma: En ocasiones, dice Berlin, la democracia puede ser opresiva con las minorรญas y con los individuos. La democracia no necesariamente es pluralista; puede ser monista: la mayorรญa hace lo que quiere, por cruel, injusto e irracional que sea. En una democracia que admite la oposiciรณn uno tiene siempre esperanzas de convertirse en mayorรญa. Pero puede haber democracias intolerantes. La democracia no es pluralista ipso facto.Tampoco creo que el liberalismo sea garante de la pluralidad, aunque es cierto, puede que sea el sistema de ideas que mejor pueda sostenerla: en la construcciรณn de una determinada forma de sujeto y ciudadanรญa, el liberalismo ha avasallado otras formas de subjetividad y de organizaciรณn social, como ha sido el caso de Mรฉxico a lo largo de los siglos XIX y XX, en los que, precisamente, han sido los proyectos liberales los que han anulado o minado nuestra condiciรณn plural. De ahรญ que creo importante que Krauze especifique, mucho mรกs, lo que algunos de sus personajes entendรญan por liberalismo, a quรฉ corriente liberal se adscribรญan- mรกxime, cuando lo sabemos todos, no hay un liberalismo: hay liberalismos. Quiรฉn era, para uno u otro de esos personajes que atraviesan la obra de Krauze, el sujeto polรญtico; quรฉ lugar ocupa el problema de la representaciรณn y la soberanรญa, cuรกles son los lรญmites del Estado, en relaciรณn al mercado o la vida privada; etc.tambiรฉn, creo importante demandar esa especificidad a la que he aludido, en el caso mexicano, entre liberales y conservadores,dada la imposibilidad de sostener una maniquea  polaridad entre unos y otros, cuando sabemos que el espectro polรญtico fue  mรกs complejo y que  los puntos de contacto entre los bandos rivales fueron muchos, o bien, las diferencias hacia el interior de un mismo grupo marcaron mรบltiples desplazamientos.Por supuesto, no pretendo que Redentores cambie su faz por la de un denso y atropellado libro acadรฉmico. Si algo hay que agradecerle a Enrique Krauze es la fluidez de su escritura.

IX

Por รบltimo, podemos  acotar nuestra crรญtica a problemas singulares de Redentores; incluso, a la falta de  una posiciรณn mรกs contundente frente a la realidad histรณrica del liberalismo y la democracia  en Amรฉrica Latina, en general y, particularmente, en Mรฉxico, pero como objeto integral, hay que reconocerlo, Redentores es un libro que fascina por su discreta erudiciรณn, por el entramado que consigue, por su extraordinaria capacidad narrativa.

Muchas gracias

Juan Carlos Canales F.

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