Leo el ensayo de Gabriel Zaid “Claridad en los premios” y se me ocurre que, para empezar hay demasiados premios.
Hasta donde revela un veloz paseo por la internet, en Mรฉxico, ademรกs del Premio Villaurrutia, se entregan tambiรฉn el “Internacional Alfonso Reyes”, el “Octavio Paz”, el “Nacional de Ciencias y Artes” y los de la Feria del Libro de Guadalajara: el FIL (antes “Juan Rulfo”), el “Juan de Mairena” y el “Sor Juana”.
Ademรกs del “Aguascalientes de Poesรญa” y el “Mazatlรกn de Literatura”, el Instituto Nacional de Bellas Artes entrega por lo menos los premios “Josรฉ Rubรฉn Romero de Novela”, “Juan Rulfo Para Primera Novela”, “Malcolm Lowry de Ensayo Literario”, “Josรฉ Revueltas de Ensayo Literario”, “Premio Obra de Teatro para Niรฑos”, “Carlos Montemayor de Testimonio”, “Narrativa Colima para Obra Publicada”, “Premio de Cuento San Luis Potosรญ”, “Cuento Infantil Juan de la Cabada”, “Cardoza y Aragรณn para Crรญtica de Artes Plรกsticas”, “Mexicali de Dramaturgia” y el “Iberoamericano de Poesรญa Carlos Pellicer Para Obra Publicada”.
A ellos se suman aquellos para menores de 34 aรฑos que administra el Programa Cultural Tierra Adentro de la Direcciรณn de Publicaciones del CONACULTA: el “Premio Binacional de Novela Frontera de Palabras / Border of Words”; “Premio Nacional de Cuento Comala”, “Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri”; “Premio Nacional de Poesรญa Joven Elรญas Nandino”; “Premio Nacional de Poseรญa Joven Francisco Cervantes”; “Premio de Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo”; “Premio Nacional de Ensayo Joven Josรฉ Vasconcelos”… Y desde luego, no son pocos los estados de la federaciรณn que tienen sus propios cuatro o cinco premios nacionales y/o regionales y/o municipales.
Todo parecerรญa indicar que en Mรฉxico puede acontecer la graciosa maroma lรณgica que permitirรก que, por el mero hecho de serlo (o de anunciarse como tal), no habrรก escritor que no sea justamente premiado por lo menos una ocasiรณn en su vida.
Todos los premios incluyen estรญmulo en efectivo, claro estรก. Los grandes pueden tener hasta 150 mil dรณlares, y los chicos van de los 50 mil a los 100 mil pesos, aportados por el gobierno federal y/o los estatales y/o los municipales y/o diversas universidades, sociedades, patronatos, casas de la cultura, etcรฉtera. Todos (¿podrรญa ser de otro modo?) son intensamente debatidos por jurados “de reconocido prestigio”. Todos los premios suponen traslados y viรกticos para premiados y jurados, diplomas, estatuitas o, por lo menos, pluma fuente.
La cantidad de premios guarda, naturalmente, una proporciรณn inversamente proporcional a la cantidad de lectores, que cada dรญa son menos (los รบnicos lectores que quedan en Mรฉxico, a fe mรญa, son los jurados de reconocido prestigio, si es que leen lo que premian). Paradรณjicamente, en cambio, los escritores son mรกs. Como son mรกs tambiรฉn las instituciones y gobiernos que han decidido premiar escritores. En Zacatlaca puede no haber una sola librerรญa, y la biblioteca puede ser una fรกbrica de polilla, pero de que hay premio hay premio. A cambio de 50 mil pesos, gobiernos e instituciones se decoran de humanistas, salen en la prensa, y le dan a las esposas algo en quรฉ distraerse un rato. Bueno, bonito, barato.
Esto ha generado una poblaciรณn flotante de escritores que va de feria en feria, y de premio en premio, con viรกticos, engordando agendas, trabajando futuros jurados, otorgando certificados de licitud cultural a diestra y siniestra, y rotando sus servicios como jurados o premiados o ambas cosas a la vez. Todo a cambio de apariciones ante tรญmidos pรบblicos que tuitean mientras los laureles y los adjetivos rimbombantes descienden directamente de la lira de Orfeo. Al despedirse en los aeropuertos prometen verse de nuevo, la semana que viene, en Chontalpatepec o en Tlacoquepac. Los rectores o polรญticos peroran sobre la importancia de la lectura. Los escritores encomian la “claridad de la expresiรณn” del laureado. El pueblo mira la tele.
Todos contentos.
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.