Fotografía de Hiroshi Sugimoto

Tomás

A la memoria de Tomás Segovia.
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Para María Luisa, Inés, Ana, Pancho, Rafa y Chema.

 

Ayer por la tarde, sin saber de su tránsito, le envié a Tomás el último e-mail. (Él decía enviar un “emilio” y yo argumentaba que era mejor “ismael”.

–“Emilio” es demasiado Rousseau.

–“Ismael” es demasiado Melville.

–Pues por eso es mejor “ismael”.

–“Emilio” es más visual.

–“Ismael” es más fonético.

–Bueno, yo enviaré “emilios” y tú “ismaeles”.)

 

Quise mucho a Tomás, a lo largo de muchos años. Cuando fui su alumno por primera vez, en El Colegio de México –en un “seminario de mi ronco pecho”, como le gustaba llamar a esas sesiones infinitas y luminosas–, yo tenía 22 años y él 45. Caramba. Aprendí mucho de él, leí (y leo) su poesía y sus ensayos y traducciones; nos reímos y alegamos y a veces, inevitablemente, reñimos. Pero sus emilios siempre comenzaban “Lieber Wilhelm”, “Dear Willy” o “Caro Guglielmo”, y a veces terminaban: “Te ruego encarecidamente que seas feliz”.

Nos encontramos hace tres semanas en Monterrey, en la feria del libro. Yo no sabía que iban a estar ahí, él y María Luisa Capella, su divina esposa. Charlamos largo y sabroso, como lo hicimos tantas veces en clase, en la calle, en sus cafés, el Moheli de Coyoacán o el Comercial de Madrid. Me alegra haberle dicho, al despedirme, que lo quería mucho.

En Monterrey platicamos de todo, de Shakespeare, de su decisión de traducir “To be or no to be, that is the question” como “Ser o no ser, de eso se trata” y de otros asuntos shakespereanos y bloomianos. Y luego platicamos de Gilberto Owen, pasión que compartimos hace décadas. Le conté que el hijo de Owen, Guillermo, está traduciendo al inglés, con pericia, los poemas de su padre. Tomás comentó que su propia poesía no se ha traducido mucho a ese idioma…

Había estado repartiendo ejemplares de un poema reciente que Juan Pascoe imprimió a mano en su Taller Martín Pescador:

 

Adiós al mar

 

Y qué va a hacer sin mí mañana

El mar dormido

A quién va a susurrar sin que nadie se entere

Sus vanos devaneos soñolientos

Para esperar a quién

Se querrá levantar temprano ahora

Ah por nada del mundo yo quisiera

Dejarle allí esperándome

No merece quedarse así tan solo

Sin meta sin razón sin cumplimiento

No puede ser que se quede frustrado

Algo que es tan visible

Que tiene que existir en este mundo

No puede ser que yo no vuelva

Como si al mar le hiciera tanta falta

Y yo le hubiera dado mi palabra.

 

Al regresar a casa decidí cambiarle a Tomás esa despedida por una nueva salutación, así que me puse a traducir el poema y enviarle la sorpresa, o el susto. Y ayer en la tarde le envié un ismael con tres versiones. Quizás le habrían interesado y las habríamos discutido y por supuesto él las habría mejorado…

Nunca es tarde.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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