Bona llegó a Nueva Delhi al terminar enero de 1963. En las semanas previas, las cartas de Paz hierven con una pasión similar a las de 1958, cuando preparaban su vida conyugal en París. El dolor de la decepción parece de hecho inflamarlas aún más. Esta visita, escribe Paz, decidirá “si cobraré cuerpo o me disolveré”.
No deja de recapacitar sobre la parte que le toca del desencuentro. Juzga que “pequé contra el amor”; que lo descuidó “por el mezquino juego de la literatura y la política” y, peor aún, siente que “me dejé llevar por la vanidad del que ya obtuvo lo que deseaba”. Ella prefiere esquivar los actos de contrición y propone que sean sus cuerpos los que se encarguen de purificarlos. Paz cierra los ojos y, cuando los abre, ya está de nuevo en los ojos de su amante.
Planea cuidadosamente la visita: pasarán febrero en Nueva Delhi, irán luego a Colombo para que presente credenciales. Ha ahorrado vacaciones para viajar a Angkor en Cambodia, irán de Bombay, en el oeste, a Puri, en el este, a los templos eróticos, a Nepal y a Cachemira… Él llevará un diario y ella podría ilustrarlo. Esos viajes llenan el itinerario de Ladera este y nutren la escritura en prosa sobre la India.
Luego de cuatro meses, Paz la despide en Kabul. De regreso, cruza el desierto sin idea fija, llega a Herat y realiza una “cura de silencio”. Mira obsesivamente los mismos rostros que se desmoronan y sin embargo experimenta un éxtasis de dicha ante los cielos y los árboles afganos.
Al llegar a su hotel en Delhi escribe la primera versión de “El balcón”, primer poema de Ladera este: Bona / Dos sílabas altas / rodeadas de arena e insomnio. Se lo envía con un mensaje que lo apena: “¡tu imagen y tu persona se han vuelto inseparables de mí!” La visita no ha borrado la amargura. Si ella no se conoce a sí misma, ¿cómo podría conocer a otro? Solo puede actuar: “eres una persona que tú creaste para mi placer y, luego, para mi desengaño” y le reclama nunca haber hecho “un acto de contrición”. Escribe: te faltó cortesía (en el viejo sentido amatorio: “aristocracia del corazón”, dice La llama doble); fuiste incapaz de compasión. Para ayudarse a olvidar sin olvidar escribe poemas, como “Solo a dos voces”, y ensayos para ayudarse a entender, como “El camino de la pasión”…
Y sin embargo, cuando en octubre la embajada se muda a la casa del jardín, invita a Bona a inaugurarla: “¿Volveremos a vernos, a vivir juntos hasta la muerte?” Relacionar a Eros con Tanatos es cada vez más frecuente: tengo hambre de vida y también de morir, escribe. Soñaba con la suerte de Filemón y Baucis, los amantes que trascienden la muerte convertidos en árboles. Pero Bona no fue el filodendro, el árbol del amor, sino su nombre científico: monstera deliciosa, “planta parásita anudada a mi alma” (dice la versión íntima de “Perpetua encarnada”). Bona no fue Baucis, sino la Cintia de Propercio, tanto así que Paz busca en Delhi un orfebre para encargarle un anillo en forma de salamandra. La mejor síntesis de su tribulación encuentra su modelo en la pasión de Swann por Odette:
Ella lo fascina porque es inaccesible, no su cuerpo, su conciencia… Es infiel y miente sin cesar, pero si fuera sincera y fiel también sería inaccesible… ¿Odette existe realmente o es una ficción de su amante? Sí, es una presencia, un rostro, un cuerpo, un olor y un pasado que nunca serán suyos. La presencia es real e impenetrable: ¿qué hay detrás de esos ojos, esa boca, esos senos? Swann nunca lo sabrá. Tal vez ni la misma Odette lo sabe; no solo miente a su amante: se miente a ella misma.
Contra esa mentira nada se puede: la ama, pero “si volviese a ti terminaría por odiarte”. Bona quiere volver a la India, pero esta vez Paz resiste. En abril de 1964 tenía que recoger un premio en Bélgica y luego estaría en París: “en Europa decidiremos de una buena vez, frente a frente”. Al llegar a París en mayo, supo que Bona se iba a Venecia con Pieyre de Mandiargues. Y una mañana –“azar, destino, afinidades electivas”– se cruzó en la calle con Marie-José Tramini, a quien había conocido en Delhi años atrás y cuyo rastro había perdido. Era el 21 de junio, primer día del verano: la tomé de la mano… y volvimos al día del comienzo / el presente es perpetuo: en agosto anunciaron que se casarían y se fueron a Delhi.
En noviembre de 1965, Bona se fue a Juchitán con Francisco Toledo y un mes más tarde logró escaparse y volver a París. Al desempacar su vestido de tehuana vio las manchas de sangre y se puso a escribir La Cafarde (1967): “la violencia y ferocidad” de su amante culminaron un día aciago en el que “luego de cubrirme de insultos y golpes, cogió un cuchillo y se lanzó contra mí”…
Marie-José y Paz se casaron en enero de 1966.
Bona y Pieyre de Mandiargues volvieron a casarse en París y, en julio de 1967, tuvieron a su hija, Sibylle André Bona.
Paz terminó de escribir La llama doble en 1993: el amor, concluye, “es la suprema ventura y la desdicha suprema”. ~
(Síntesis del capítulo de un libro que aparecerá en 2015.)
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.