V de Vendetta

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En los últimos 25 años han sido muy numerosas las adaptaciones cinematográficas de cómics. Dick Tracy, Batman, Superman, Conan, Sin City o incluso Daniel el Travieso son algunos ejemplos, que tienen un antecedente más lejano en la Jane Fonda de Barbarella. La última adaptación, V de Vendetta, dirigida por James McTeigue y producida por Joel Silver y los hermanos Wachowski es especialmente controvertida por los temas que toca: ¿es lícito el terrorismo como forma de sacudirse la tiranía de encima? ¿Puede ser un terrorista un héroe? La polémica seguramente ha
ayudado comercialmente al film. Ha habido grupos anarquistas que han aprovechado para hacer propaganda ante los cines, otros reniegan de ella, para algunos es una glorificación del terrorismo, hay quienes consideran que rompe una lanza en favor de los homosexuales, a ciertos izquierdistas no les ha gustado que la “revolución” tenga un líder y no surja del pueblo…

El cómic del guionista Alan Moore y el dibujante David Lloyd, creado en los años 80 (y al que algunos llaman “novela gráfica” para elevarlo por encima del cómic, flaco favor para este último), transcurre en 1997, en un Londres gobernado por un líder fascista, que ha llegado al poder tras unos misteriosos atentados terroristas, con el apoyo de grandes corporaciones. El personaje principal, V, pretende derribar la tiranía, a la vez que realizar su particular venganza personal, doble vertiente que le hace más interesante. Lleva una máscara de Guy Fawkes, quien el 5 de noviembre de 1605 intentó volar el parlamento de Londres como protesta contra las leyes anticatólicas de Jacobo i. V tiene el mismo propósito, con la idea de despertar así al pueblo dormido. Las influencias son muchas, desde El Conde de Montecristo a El fantasma de la ópera, si nos fijamos en los dos personajes principales y su relación, o 1984 y Fahrenheit 451, por el mundo en el que se desarrolla la acción, o El Zorro, si nos quedamos en lo externo: vestido de negro, enmascarado, la espada, el símbolo, una V en lugar de una Z…

Como película de aventuras V de Vendetta vale la pena. Tiene algunas escenas hermosas, como la de las fichas de dominó; las de acción están perfectamente resueltas –no se podía pedir menos a los productores de Matrix– y, en conjunto, la ambigüedad de los protagonistas y el misterio sobre la personalidad de V funcionan muy bien. Pero no sólo V (Hugo Weaving) y Evey (Natalie Portman), sino también los secundarios, son ambivalentes, dudan, cambian, tienen remordimientos, incluso pueden desear su propia muerte para expiar sus pecados, y aunque hay algunos malos cortados de una sola pieza –Creedy o el líder, Sutler–, no hay buenos (V, desde luego, no lo es), y el único denominador común es la soledad. Si a lo dicho añadimos el tirón de Natalie Portman y la publicidad obtenida por su corte de pelo, el éxito de taquilla es explicable, pasando por encima de alguna escena que roza el ridículo (el programa satírico de Stephen Fry, Natalie Portman vestida de colegiala para llegar hasta el vicioso obispo, o, más grave, la presentación de V, con una verborrea que luego no se repite, y que sólo sirve para despistar: ¿es Guy Fawkes cuatrocientos años después?), o de algunas incongruencias difíciles de digerir: por ejemplo, ¿cómo se va a emitir en la poderosa cadena televisiva BTN un programa que ridiculiza al tirano sin que nadie lo interrumpa? Y además, pregrabado… También colocaría en el debe el lugar común de caricaturizar a los dignatarios cristianos –¡qué socorrido es eso del obispo pedófilo, pero qué poco original, y sobre todo, qué poco arriesgado, en 1982 o en 2006!–, y presentar al Islam como una víctima (¡ay, ese Corán prohibido por los fascistas, y cuya posesión puede llevar a la muerte!)…

Este éxito de taquilla se ha conseguido, a juicio del guionista de la “novela gráfica”, Alan Moore, después de edulcorar su crítica política y rebajar sus tesis anarquistas. Alan Moore ha calificado la cinta de “porquería”, y ha retirado su nombre de los títulos de crédito. Escribió el cómic (perdón, la “novela gráfica”) en los años 80. Algo delirante, pensaba que Margaret Thatcher era fascista, y que en un futuro muy próximo –V de Vendetta transcurría en 1997– Inglaterra se convertiría en un estado totalitario. Edulcorada o no, la versión cinematográfica de V de Vendetta tiene un punto incómodo, al que nos referíamos al principio, y ésta es una de sus máximas virtudes. “¿Querías matarme? Bajo esta capa no hay carne ni huesos que matar. Sólo hay una idea. Las ideas son a prueba de balas”. Esta es una de las frases de V, aparentemente muy edificante. El problema es que los hombres no son a prueba de balas, y la cuestión es si por las ideas se puede matar. La eterna duda de si el fin justifica los medios. La experiencia de nuestra especie debería conducirnos a la conclusión de que, en el plano de las ideas, puede ser que la respuesta sea afirmativa, pero el mundo no es una idea, y hay demasiados ejemplos en la Historia como para desconfiar de la famosa frase maquiavélica. Dónde trazar la línea, y quién la traza, ésa es la cuestión que hace muy peligroso aceptar los medios violentos. Es fácil entender que un asesino de niños merezca la muerte. Pero, si se le condena a la pena máxima, si se abre esa puerta, ¿qué otras puertas hay que abrir? La imposibilidad de contestar esa pregunta hace que muchos se opongan a la pena capital o al terrorismo en cualquier circunstancia. El debate no es nuevo, pero sigue vigente y V de Vendetta nos lo pone ante los ojos.

Stephen Rea sabe dar a Finch, el policía que ha de prender a V, un aire de duda y humanidad que hacen más profundo y cercano a su personaje. La actuación de Hugo Weaving, que, con el rostro siempre tapado por una máscara, sólo cuenta con su voz y su expresión corporal, hace doblemente recomendable no verla doblada. En cuanto a la diminuta Natalie Portman, su fuerza parece inversamente proporcional a su tamaño. Como tantos de mi generación, me enamoré de ella –con sentimiento de culpa, por su corta edad– en El profesional y Beautiful Girls. Pasados los años, creo que nos libramos de una buena: sólo de pensar en cómo será ante el divorcio alguien que transmite tanta energía, se me ponen los pelos de punta.

Hace muchos años no salía de mi asombro viendo en el jefe de los rebeldes de Desafío total (1990) el vivo retrato de Jordi Pujol. Viendo V de Vendetta, he descubierto el enorme parecido entre John Hurt (con barba, y en esos primeros planos con la parte superior de la cabeza cortada) y Rubalcaba, y me pregunto si ese parecido es real o si la paranoia de las conspiraciones es terriblemente contagiosa. V de Vendetta es una película que pretende plantear interrogantes a la vez que entretener y, pese a sus defectos, consigue ambos objetivos. Entre sus mensajes hay uno, en tiempos de terrorismo o de tentaciones de abuso del poder, que tampoco es nuevo, pero que no está de más repetirlo: la libertad no es un regalo. Hay que luchar para mantenerla, y eso es una responsabilidad individual de todos aquellos que la disfrutan. Que una película de superhéroe atormentado, de aventuras, de ciencia ficción y de alguna otra cosa se acerque a estos temas, merece ser destacado. ~

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