Tengo una carpeta que se llama “Las caderonas de Rembrandt”, llena de aguafuertes, pinturas al รณleo y dibujos en lรกpiz rojo y tinta negra, que fueron el dolor de cabeza de los contemporรกneos del pintor. No nos precipitemos: El arte de Rembrandt no estaba atravesado por la preocupaciรณn democrรกtica de incluir cuerpos disidentes y diversos; el pintormรกs bien tenรญa ganas de superar los modelos de la Antigรผedad clรกsica. Por ello, en vez de inventar cuerpos perfectos, dibujรณ a sus mujeres caderonas y ventrudas, de pantorillas cortas y espaldas chicas, aunque varios las encontraran francamente desagradables.[1]
Es el caso de Susana y los viejos(1647). Esa Susana huesuda, de bracitos y piernas escuรกlidas jamรกs podrรญa oponerse a la fuerza del par de viejos que la acosan. Su cuerpo anguloso y dรฉbil hace creรญble la expresiรณn temerosa de su rostro. Y sabemos que la verosimilitud de las emociones era una de las mayores preocupaciones de Rembrandt. No por nada pasรณ sus primeros aรฑos dibujando caras. A eso se dedicรณ cuando no era mรกs que un muchachito provinciano criado en Leiden –lejos de la cosmopolita Amsterdam–, cuando nadie habrรญa pensado en รฉl como la nueva promesa de la pintura.
Al respecto, se ha dicho que Rembrandt se autorretratรณ mรกs que cualquier otro pintor de la historia. Sin embargo, en algunos casos –mรกs que afirmar su identidad o querer presentarse al mundo–, Rembrandt estaba estudiando, esmeradamente, la relaciรณn entre las emociones y los mรบsculos de la cara. Decidiรณ que su trabajo serรญa atrapar a las pasiones del alma en los gestos del cuerpo. Y por eso tenemos una amplia investigaciรณn –y no una colecciรณn de retratos– sobre ceรฑos fruncidos, labios tensos, ojos desencajados, sonrisas de oreja a oreja, bocas entreabiertas de espanto y cejas arqueadas de asombro.
Tanto estudio le jugรณ a favor: a Susana se le ve asustada. Acaba de separar los labios (la sorpresa todavรญa no la deja gritar). Intenta ver a su agresor por el rabillo del ojo. Su cara y su cuerpo son un registro puntual del miedo al poder de los hombres.
Pero hay algo que no encaja, algo que desdice el pรกnico y la debilidad de Susana. Es como una pieza que salta ligeramente y se queda botada encima de las otras porque no la admite el rompecabezas de esta pintura. Son los viejos que acosan a Susana, esos que parecen un par de actores disfrazados.
De hecho, lo estรกn: ese no era el atuendo de los holandeses del siglo XVII,[2]ni el estilo en el que se solรญa vestir a los personajes de las pinturas histรณricas o mitolรณgicas. Esos viejos traen puestos unos trajes de fantasรญa porque a Rembrandt le fascinaban las telas, los turbantes, las boinas, las joyas raras, las plumas, las capas.[3]Con toda esa utilerรญa pintaba hombres orientales, mendigos, mujeres jรณvenes, que son parte de un gรฉnero conocido como tronies –todavรญa se debate si podemos decir que son retratos o si son tipos populares, es decir, figuras de reparto en las que no importa la subjetividad.[4]
Pienso en los troniescuando veo el rarรญsimo sombrero del viejo que estรก mรกs cerca de Susana, ese que ademรกs se lleva un dedo a la boca. Su apariencia exรณtica e hilarante –tรญpica de un tronie– contradice el miedo de Susana. Ella, que expresa una emociรณn verdadera y profunda, estรก ante un personaje exagerado y fantasioso que no la ve directamente –aunque estรฉ semidesnuda. En cambio, parece que mira algo que estรก mรกs allรก… o nada (un error en la composiciรณn).
Por todo lo anterior, la escena que deberรญa ser, a un tiempo sensual y amenazante, se siente fantasiosa y falsa. Ni la penumbra del jardรญn, ni el lago oscuro, ni el follaje negro logran compensar a la figura de ese chistoso viejo rabo verde de mirada perdida.
No dejo de pensar en esa contradicciรณn entre el miedo y la risa. ¿Serรก que esta versiรณn de Susana y los viejos es una sรกtira moralina? Eric Jan Sluitjer, experto en la pintura del siglo de oro holandรฉs, nos recuerda que el tema de Susana y los viejos no solo hablaba de la castidad. A veces, esta historia se convertรญa en una crรญtica burlona en contra de los viejos que, a esa edad tan avanzada, se atreven a amar. Entonces, es posible que esta pintura no se trate de la confrontaciรณn entre la virtud de Susana y la lujuria de los hombres. Puede ser que estemos ante lo que el siglo XVII considerรณ “el ridรญculo espectรกculo de los viejos que se enamoran de jovencitas”.[5]
[1]Eric Jan Sluitjer, Rembrandt and the Female Nude, Amsterdam University Press, 2006, p. 16
[2]Pensemos en los cuellos blancos y en los trajes negros de los retratos de la รฉpoca.
[3]Ver รmile Michel, Rembrandt, Confidential Concepts, s.f., p. 115
[4]Una parte del debate argumenta que los tronies no son retratos –formalmente no pueden serlo porque no eran encargados por un cliente que quisiera poseer una imagen de sรญ mismo. En cambio, otra parte de la discusiรณn seรฑala la frontera difusa entre los tronies y los retratos. Se puede leer un buen resumen de la discusiรณn en este sitio.
(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.