Publicado en Letras Libres junio 2015
Nick Ut es autor de la que tal vez sea la imagen mรกs icรณnica de la guerra de Vietnam. Muestra a una niรฑa que corre sobre una carretera, desnuda porque el napalm, la gelatina inflamable tan usada en aquel conflicto, le quemรณ la ropa. Lleva los brazos extendidos y la boca abierta en llanto porque sigue quemรกndole la piel. Desde la primera plana del New York Times, “El terror de la guerra”, como se titula la foto, alimentรณ la indignaciรณn y el hartazgo ante una guerra que ya duraba siete aรฑos y que se habรญa cebado con seres indefensos como Kim Phuc, que es el nombre de la niรฑa. Fue retomada en distintos medios y recibiรณ el premio Pulitzer. Ut, quien es hasta la fecha corresponsal de Associated Press, se hizo fotรณgrafo a los catorce aรฑos, en 1965, luego de que su hermano Huynh Thanh My, quien antes que รฉl fue fotรณgrafo y estuvo afiliado a la misma agencia, muriera en medio de un combate en el delta del Mekong.
El Museo de los Vestigios de la Guerra de Vietnam es uno de los destinos predilectos de quienes visitan ciudad Ho Chi Minh, que en 1975, hace cuarenta aรฑos, dejรณ de llamarse Saigรณn. El museo fue abierto en septiembre de ese aรฑo, apenas cuatro meses despuรฉs de la conclusiรณn de la guerra, como la Casa de Exhibiciรณn de los Crรญmenes de Estados Unidos y sus Tรญteres. El actual nombre, adoptado en 1995, da fe de la normalizaciรณn de las relaciones entre ambos paรญses. Lo que se entiende por vestigio ahรญ abarca una amplia gama de objetos: armas, aviones, tanques y helicรณpteros que portan las insignias del ejรฉrcito estadounidense, fotografรญas que denuncian la brutalidad de sus soldados; montรญculos de bombas no detonadas, dioramas que muestran las condiciones en que vivรญan los prisioneros de guerra capturados por las tropas sudvietnamitas. Una sala estรก dedicada especialmente a los horrores causados por los defoliantes quรญmicos, con todo y algunos fetos nacidos con deformidades y conservados en formol.
El museo tambiรฉn aloja una exposiciรณn llamada Rรฉquiem, que reรบne el trabajo de 135 fotoperiodistas de once paรญses que murieron en acciรณn entre 1954 y 1975 en Vietnam, Laos y Camboya. La exposiciรณn partiรณ de un libro de 1997: Requiem: By the photographers who died in Vietnam and Indochina fue editado por Horst Faas y Tim Page, quienes en su momento tambiรฉn cubrieron la conflagraciรณn. Se presentรณ en varias ciudades del mundo antes de aterrizar de manera temporal en el Museo de los Vestigios en 2000; mรกs tarde fue incorporada de manera permanente a la colecciรณn.
En Rรฉquiem se ponen en juego dos visiones distintas sobre la guerra y sobre el sentido de la fotografรญa de guerra. Estรก, por un lado, la de la prensa occidental. Los corresponsales que llegaban a Vietnam de manera voluntaria, en misiones de algunas semanas que podรญan abandonar si lo deseaban. Iban en busca de imรกgenes crudas, tomadas bajo “la creencia de que el acceso libre y abierto a la violencia significa que la informaciรณn es neutral, balanceada y veraz”, citando a la antropรณloga Christina Schwenkel.
Estos fotoperiodistas actuaban conforme a la mรกxima periodรญstica de la objetividad: capturar una placa era su forma de intervenir en el conflicto. Nick Ut, por ejemplo, fotografiรณ a Kim Phuc antes de socorrerla, extinguiendo el napalm ardiente y llevรกndola al hospital. Es afortunado que lo haya hecho, quรฉ duda cabe, y tambiรฉn es significativo que la placa que pasรณ a la historia sea la que muestra a Phuc cuando corre en busca de ayuda, y no algunas de las que se tomaron instantes mรกs tarde, cuando ya era socorrida.
Los fotรณgrafos que cubrieron la guerra desde el lado norvietnamita tenรญan un propรณsito distinto. Dado que la guerra ocurrรญa en su propio paรญs, sus coberturas se extendรญan durante meses o aรฑos. Eran considerados “soldados culturales de la Revoluciรณn”, no testigos imparciales de la misma. Les interesaba destacar los avances militares de su facciรณn y denunciar las atrocidades cometidas por el enemigo, y tambiรฉn mostrar “las virtudes, esperanzas, esfuerzos y triunfos de la Revoluciรณn”, en palabras de Schwenkel.
Estas fotografรญas podrรญan ser fรกcilmente desestimadas como propaganda. En una de ellas, de Doan Cong Tinh, una soldado norvietnamita carga una caja de pertrechos con gesto decidido mientras cruza un pantano que le llega a las rodillas, en trรกnsito por la ruta Ho Chi Minh. En otra, varios combatientes de ese mismo bando le sonrรญen al objetivo tras un combate victorioso. Aun si la realidad en el campo de batalla hubiera sido otra, la prensa occidental no podรญa darse el lujo de hacer un retrato abiertamente optimista del dรญa a dรญa de la conflagraciรณn; la objetividad le exigรญa denunciar “el terror de la guerra”, y no los momentos de calma o las expresiones de solidaridad que tambiรฉn emergen en medio del caos. La visiรณn norvietnamita, destinada a apuntalar el frente interno, debรญa producir un relato segรบn el cual la victoria sobre Estados Unidos se estaba construyendo y estaba cada dรญa mรกs cerca de alcanzarse: debรญa inspirar valor, no infundir miedo.
En la placa que enlista a los reporteros cuya obra se recoge en el libro Requiem figura el hermano muerto de Nick Ut. Como sudvietnamita que cubrรญa la guerra para medios occidentales, en otro tiempo Huynh Thanh My habrรญa sido desplazado a la categorรญa de tรญtere del imperio por el lenguaje del rรฉgimen comunista: aquรญ es uno mรกs de entre quienes murieron para dar a conocer una verdad. Requiem contrapone asรญ diversos registros que a su vez apuntalan versiones histรณricas. Es un experimento en lo que Schwenkel llama la “creaciรณn trasnacional de la memoria”, que puede ser una forma sensata de reconstruir los sucesos del conflicto que unos vivieron desde la sala de su casa y otros desde tรบneles cavados en lo profundo de la selva. ~
es editor digital de Letras Libres.