I
Gabriel Zaid : el nombre del poeta y crítico mexicano evoca las Sagradas Escrituras y el innombrable libro del Islam. El hecho de que su apellido se inicie con la letra final del abecedario prepara al observador a dar por buena la creencia de que en los juegos y disputas intelectuales, el autor de ” Los demasiados libros” propenda a tener la última palabra y a reconocer que con la suya suelen concluir los debates. Palabra de sentencia, la de Zaid sabe exponer el esqueleto de los argumentos, calar hasta el hueso y raíz de problemas, palabras y personajes. En la escritura de Gabriel Zaid, la filología sale del claustro y se planta en medio de la Plaza y la historia: sopesa y calibra las palabras, las observa como un botánico o un entomólogo dejándolas vivas, como el cirujano que hace un trasplante y no como el matasanos que remata con su ademán. Es también, por lo mismo, un poeta certero, elegante, límpido, casi siempre risueño. Trae entre las cejas, además, a un historiador que sabe escuchar el rumor de la historia remota o inmediata en el caracol de los detalles y minucias.
II
Lo suyo no sólo es el arte de saber y de interpretar, sino también de cómo llegar a saber y, más allá, de nombrar y descubrir con su sagaz parpadeo nuevas realidades y esferas donde otros se limitaban al acomodaticio allanamiento. Esta mirada fresca del autor de ”El secreto de la fama” y de ”El progreso improductivo” lo hace naturalmente creativo y espontáneo y, por ende, a sus escrituras fecundas como levadura. Amén de saber y poder resolver problemas fundado en la observación, es capaz de inventar soluciones y respuestas a los garabatos que andaban por ahí con los cabos sueltos sin encontrar la mano piadosa que le pusiera el cascabel a esos gatos que nadie antes que él, autor por ejemplo de ”Dinero para la cultura” , había reconocido como tales. Esta inapreciable facultad de nombrar hermana a Gabriel Zaid con los observadores del firmamento en el mundo antiguo que, a fuerza de sostenida atención a lo largo de los siglos, contribuyeron a la creación de calendarios y aun a la invención y medida del tiempo. No es casual que se compare aquí el oficio analítico y nominal de Zaid con el de los abuelos estrelleros que dieron nombre a las constelaciones. Y es que este Gabriel tan nuestro, tan regio, parece a veces como un huésped de otro mundo que hubiese condescendido a visitar nuestra modesta región. Su inteligencia, a la par matemática y empírica, lo hace, en el sentido vigoroso y virtuoso de la palabra, un hombre del Renacimiento o, mejor, de los renacimientos, pues en cada momento y a cada vuelta de la esquina le va encontrando nueva vida a lo que para muchos parecería inerte a través de una alta política de los nombres y de la experiencia nominal que lo entroniza como un valor que está más allá de los homenajes porque se le rinde tributo en la práctica, ya sea en la revaloración de la micro-empresa como en la reconsideración de la carga civil que acarrean los poetas católicos (como Ramón López Velarde, Carlos Pellicer o Manuel Ponce ) o en los principios de una crítica de la cultura escalafonaria y de los monopolios culturales de Estado. No es tanto que Gabriel Zaid sea parte de la conciencia crítica de la actual Edad Mexicana (¿puede ser actual realmente ?) o Hispanoamericana. Es más bien que en su lección crítica se actualiza el presente de la verdad que anida en el lenguaje o en los lenguajes y que Zaid funciona más bien como una clave o un método para nombrar el mundo . Si esa lección gravita en movimiento perpetuo como una Cinta de Moebius entre aprendizajes y desaprendizajes literarios, poéticos, políticos, culturales, la aguja de su balanza se yergue invisible y diamantina, inapresable y exacta entre nosotros, es decir entre lo que fuimos, lo que somos y seremos.
III
En Gabriel Zaid germina, florece y se vuelve a hacer semilla el amor intelectual, la pasión por las ideas, la capacidad invariablemente renovada de reinventar el sentido común, el jubilo edificante y la alegría de la crítica política, literaria y cultural. No es fácil definir a un escritor, poeta y pensador tan completo y al que no sólo le debemos tanto sino al que en cierto modo nos urge redescubrir. Se da en Gabriel Zaid una renovada epifanía poética, critica, civil sobre todo porque es un lector en el que convergen diversos oficios de la lectura cuyo común denominador es la lucidez y la veracidad.
(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.