Bahía de Magdalena, 3.8.10
Se ha esfumado lo que creí sólido puente,
puentecillo o incluso pasarela,
y para el errante eran calzadas en lo alto,
caminos empedrados, arrecifes
sobre el transparente correr de un río,
sobre tierra pantanosa, a flor de agua,
senderos izados cual banderas,
encaramados en los vientos,
cosa –algo– de otro mundo.
Lluvia de estrellas se han vuelto esas palabras
en torno a una mesa de sala-comedor o de cocina,
pocas en realidad, muy –tan– pocas,
casi cantadas ex profeso,
que recuerdo haber defendido en calidad de voces;
qué maravilla esta lengua que al natural
suele levadizamente orar
con solo prorrumpir;
y qué tangible la que suele saborear
la piedra en el aire como platillo en menta,
construir con ella –mentar la piedra–
para poder amar. Y merodear.
Para ser quien hable ahora
o calle para siempre.
Siempre sí. Siempre no. ~