Arenas y la industria editorial

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Señor director:
He leído con interés los trabajos dedicados a Cuba en el número 2 de Letras Libres; las reveladoras fotografías de Pablo Ortiz Monasterio, el irónico artículo de Rojas, el documentado comentario de Guillermoprieto, la inteligente entrevista a Cabrera Infante y la muestra del trabajo narrativo de Reinaldo Arenas ponen sobre el tapete, con tino y agudeza, muchas verdades sobre la dictadura que gobierna a mi país. Me permito hacer una observación: la novela El color del verano o Nuevo “Jardín de las Delicias” de Arenas no es un texto inédito; fue publicada en Miami por Ediciones Universal en 1991 con ISBN:0-89-729-595-1. El autor, días antes de su suicidio, dejó instrucciones (según carta de fecha 23/11/90) para que el novelista cubano Carlos Victoria, su amigo del exilio, se hiciera cargo de las revisiones y el cuidado de la edición, petición que éste cumplió al pie de la letra con el resultado de un sobrio y elegante libro (1,000 ejemplares) que reproduce un hermoso dibujo en portada de la pintora María Elena Badeas. Tusquets Editores obtuvo jugosos dividendos, hace algún tiempo, por la publicación de los libros de Arenas: Antes que anochezca y El mundo alucinante: ahora intenta lo mismo con ese carnaval delirante y rabioso, burlón y grotesco, irreverente y testimonial que es El color del verano. Cuando el autor vivía las grandes editoriales lo vieron siempre como un escritor “incómodo” y muchas veces se vio obligado a publicar sus textos en primeras ediciones traducidas al francés (El palacio de las blanquísimas mofetas, El portero) o en editoriales pequeñas y marginales. Seix Barral, Monte Ávila, Montesinos, Argos, Vergara y Mondadori publicaron algunas de sus obras pero siempre en pequeños tirajes y con poca difusión. En una de sus cartas me dijo: “estoy condenado a ser la tétrica mofeta en todo, hasta para las editoriales…” Arenas nunca aspiró a ediciones lujosas ni a grandes tirajes: asumió el acto de escribir como una imperiosa necesidad. Sus lectores y amigos (es decir sus cómplices) nos alegramos por la difusión masiva de sus libros, pero sentimos cierto resquemor de ver la utilización de “ganchos publicitarios” para vender una obra realizada en el más absoluto desamparo. -Queda suyo,— Carlos Olivares Baró (escritor cubano residente en México)

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