En la prisa de su ímpetu tiránico
No oye nada el arroyo
Desde el foso sin bordes de su propio fragor
Desde aquí arriba
Se ve el tropel de espaldas líquidas
Sin cesar arrojándose
Con la monótona constancia
De un perpetuo desorden
Esta vehemencia se abalanza
Hacia un túnel del tiempo
Que no debiera tener término
El arroyo perpetuamente empieza
Por siempre su después es otra vez ahora
¡Ah sí! resiste
No te dejes salvar por mis palabras
No cedas uno solo de tus ansiosos rasgos
A la imagen de ti
En la que te amaré luego
Te juro que estoy mirándote
Fuera de este poema
Donde corro contigo
Abrazado a un impulso y ciego a toda meta
Queriendo que mi vida igual que tú
No sepa nunca dónde acaba el tiempo. –