Cápsula

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en

balsa amante

plena de aromas,

áloe, almizcle embalsamante,

cuan insignificante la ilusión,

perpetuidad deslizándose en el cuerpo;

y al fin bullen

sus concéntricos pesares

en un prístino espejismo,

alas aliteradas, aves alicaídas

en la mira de algo etéreo,

cascabel que nadie agita,

movimiento imaginario

de sierpe en tornasol,

campanilla late que late

“por lo que más quieras”,

latinizándose, contrayéndose,

licuándose hasta ser

“te lo imploro”,

defecto a flote en el espejo,

memoria acaso de emociones

cuyo borde ha rebasado

una

sola

gota:

 

me hacían aparecer de golpe,

me llamaban pronto a escena,

personaje de monólogo sorpresa

no importa cómo ni dónde

sola

presa del reflector

(esa luminosa liquidez)

que me desnuda

y bautiza tal por cual,

tú,

una

buena

para nada.

Entretanto retumbaba el altavoz,

retemblaba en sus centros la tierra

enviando al quinto cielo

tanta falsedad, tanta iniquidad,

tanta inútil y fugaz vía negativa,

tantas sordomudas imágenes de cera

con un “propio” cifrado en apariencia,

un mensaje escrito entre los labios:

“pon tu lengua a prueba,

si sí, sí; si no, no: sino

a prueba de balas”.

 

Todo emergerá intacto si obedeces,

tu azoro, el mundo, este museo;

y te dejará sin habla

tal como creíste haber nacido,

te estallará por dentro

cual ráfaga intergaláctica

en gritos apagados y sublimes,

oasis vivo, carne y hueso

que no puede despertar.

 

Se alejará

sola

tu existencia,

querrá con todas sus fuerzas

unirse a la distancia, al olvido,

ah, ese recuerdo,

desnaturalizándose

sin despedirse,

neutral bondad

en punto muerto.

 

 

Ruego en caudal, anchuroso,

así te llames en llamas al llamarme,

así me convoques y revoques y desboques,

sábetelo bien:

sola

me encerré bajo tu llave,

aquiescente mente,

mordí el anzuelo.

 

Murmuras,

no te dueles ni te quejas,

te sumerges en las hondas ondas

de todos esos días

que soñé vivir.

Y no te veo por ningún lado.

 

 

Órgano que palpita

(se oye hasta en el último rincón)

y ya no es mío,

órgano que palpitas

(en mi único rincón)

y no eres mío;

me he extraviado (encandilado)

ululando sin tiempo ni persona.

Pero esta vez,

por esta vez,

esta

sola

vez,

quítate la máscara:

déjate caer a fondo

en mi tristeza. ~

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