El deleite de hervir en cuerpo propio
y desnudar la lengua
A los favores del fogón y sus alientos
Parar asistir a la impronta del milagro
Y ser testigo de la divinidad recóndita
Guardada en el ceño de la comisura.
Afinca la gloria en el paladar y el olfato:
Los misterios gnósticos, órficos,
Distan de ser razón y cumplimiento
Tiento acaso de la verdad última por acercarse al paraíso.
Frente a mí los delantales han volado
Lloro de tristeza cual galgo amputado de su orgullo
Por hincarle el diente sin letargo ni andadura
A este pedazo de cielo que se vierte entre mi plato.
Oh corazón fallido el amor no es placer alguno
Sino alcancía vacua y deshuesadero de nostalgias.
Yo me levanto y brindo por el hallazgo de este Pato a la Frambuesa
Que Ovidio hubiera muerto y remuerto de haber probado
en ocasión alguna. –