Coloquio conmigo mismo

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¿Qué
es una biblioteca?

Una
biblioteca es una arquitectura libresca.

¿Cómo
está compuesta?

La
componen series, colecciones y libros sueltos que por su tema y
asunto son susceptibles de ser considerados como una serie.

¿Cuál
es el valor de una biblioteca privada?

El
valor de una biblioteca privada es arbitrario.

¿Cómo
se puede valorar un acervo?

Se
puede valorar, primero, en función de la valía de cada
uno de los libros que lo componen; luego, en función de las
series y colecciones que lo informan; en tercer lugar, cabe valorarlo
en función de la singularidad y del carácter
excepcional del conjunto.

¿Desde
cuándo empezó Martínez a formar su biblioteca?

Desde
fines de los años treinta, en los cuarenta, cincuenta y en las
siguientes décadas, cuando era viable obtener libros raros y
ediciones príncipe en las librerías de viejo a precios
muy accesibles.

¿Cómo
se podría definir la biblioteca de José Luis Martínez?

Se
podría definir como una obra de arte o como una ciudad de
libros que es patrimonio no sólo de México sino de todo
el orbe hispánico.

¿Por
qué?

Por
su riqueza y porque su caudaloso acervo obedece, desde distintos
puntos de vista, a un sentido de la proporción.

¿Cuáles
son los grandes conjuntos que la componen?

La
biblioteca de don José Luis Martínez está
compuesta por diversas familias –la literaria, la histórica,
la artística, la filosófica, la antropológica,
la hemerográfica, la científica–, todas emparentadas
entre sí.

Entre
esas familias, ¿existen algunas que sean particularmente
singulares y excepcionales?

Sí,
existen, por lo menos, cuatro grandes constelaciones que singularizan
el acervo:

La
colección de revistas literarias mexicanas e hispanoamericanas
del siglo XX.

La
literatura mexicana del siglo XIX y XX presente en sus primeras
ediciones y muchas de las cuales están dedicadas al maestro
Martínez por autores como Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia,
Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Agustín
Yáñez, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco,
Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Gabriel Zaid, hasta
incluir a los autores más jóvenes como Elsa Cross,
Jesús Silva-Herzog, o incluso celebridades como Gabriel García
Márquez y muchos otros autores, literarios o no. Sólo
este conjunto, cotizado al precio de mercado internacional, puede
valorarse en varios miles de dólares.

El
catálogo de fuentes históricas e historiográficas
mexicanas que comprenden desde una biblioteca muy completa de los
códices mexicanos, las obras de los cronistas, los primeros
historiadores novohispanos, los historiadores del siglo XIX, tanto
como los historiadores nacionales y extranjeros del siglo XX.

La
colección de libros de arte y de tea-table
books
que es de hecho la más completa en México
y una de las más completas del mundo de habla hispana. Dado
que estos libros suelen estar fuera de circulación comercial,
la colección de Martínez resulta enormemente valiosa,
pues muchas veces ni siquiera la Dirección General de Derechos
de Autor ni la Cámara Nacional de la Industria de las Artes
Gráficas –ya no digamos la Biblioteca Nacional– los
tienen.

¿Cómo
podría definirse la biblioteca de don José Luis
Martínez?

Como
un milagro. Es como si José Luis Martínez hubiese sido
un batallón de individuos representativos de diversos gremios
–la literatura, la historia, la política, el arte, etc.–
bajo las órdenes de un estadista capaz de disciplinarlos y de
imprimirles un orden, una

arquitectura.

¿Por
qué esta reiteración de la palabra arquitectura?

Porque
la arquitectura es el arte de dar forma al espacio, y una biblioteca
como la de José Luis Martínez trasciende los límites
del coleccionismo o aun del fetichismo del bibliófilo común
y corriente para alcanzar una dimensión cultural y
civilizatoria.

¿Eso
significa que la biblioteca privada es un hecho público?

Lo
es sin duda, comprobada y comprobablemente: en vida de su propietario
este lugar fue visitado muchas veces por numerosos investigadores de
dentro y de fuera de México. La biblioteca de José Luis
Martínez se podría considerar, no sólo como un
patrimonio nacional, sino –sin exageración– de la
humanidad.

¿Cuál
debería ser su destino?

Perseverar
en su ser, sobrevivir en el espacio y en el tiempo; no dispersarse y
ser objeto de un cuidado y de un mantenimiento continuos.

¿Es
esto posible y deseable?

Sí,
desde luego que sí: el Estado, o bien un patronato público
y privado, debería encargarse de conservar y alimentar la
biblioteca de don José Luis Martínez y no sólo
eso: clasificarla y poner sus ficheros en la red virtual.

¿Tendría
esto algún beneficio público?


y, más allá de los razonamientos obvios, sentaría
un saludable y notable precedente.

¿Y
si no sucede así?

Sería
una lástima, pero la biblioteca de don José Luis
Martínez sienta ya sus reales en el orden imaginario y es,
independientemente de su destino, uno de los hechos públicos
de mayor trascendencia para la cultura mexicana contemporánea
de la segunda mitad del siglo XX y de los albores del XXI. ~

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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