Conversación en Al Qa´im

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28 de julio. En Al Qa’im, un poblado justo en la frontera entre Iraq y Siria, se reúnen dos hombres perseguidos. Uno, delgado y alto, camina despacio hasta el punto del encuentro: su enfermedad lo ha |disminuido. La frondosa barba está llena de canas. En pocos meses ha envejecido de manera considerable. El otro viste de civil: atrás han quedado el uniforme militar y las botas de combate. Lleva el rostro limpio: se ha ido el legendario bigote; sólo quedan las arrugas, ésas contra las que ha peleado, en su inmensa vanidad, durante 66 años. Ambos cargan armas: el primero una AK-47 al hombro y una daga a la cintura, el segundo dos pistolas que cuelgan del cinturón. Se saludan cordialmente.

OBL: Lamento lo ocurrido con sus hijos.
SH: Le agradezco. Murieron como mártires de nuestra yijad y la historia los recordará así. Los infieles pagarán con sangre cada bala dentro del cuerpo de mis hijos, mi nieto y el resto de mi querido pueblo.
OBL: Gracias a Alá: que así sea.
SH: Y es por eso precisamente por lo que le he pedido que me encontrara hoy aquí. Ha llegado el momento de actuar contra el enemigo y el monstruo zionista que profana nuestra tierra, como lo hiciera el terrible Hulagu.1
OBL: Me alegra que finalmente se haya dado usted cuenta de que no hay otra salida. Bendito sea Alá. Los infieles, con sus aliados israelitas, deben rendir cuentas ante el Creador. Usted se ha equivocado al apoyar a un gobierno socialista e infiel. Pero ahora ha aceptado que el único camino es el de Mahoma, la paz sea con él. ¿Qué propone que hagamos?
SH: No me importa su opinión en ese sentido. Sólo quiero venganza, a cualquier precio. Lo único que quiero es el fin del invasor infiel y cobarde. Pero antes debo advertirle: no sé qué será de mí en las próximas semanas. Mis guardaespaldas han sido capturados. Tengo miles de enemigos y de alqami2 malagradecidos, que darán lo que sea por ver mi cuerpo exhibido como el de un cerdo en las calles de Bagdad. Mi futuro es incierto.
OBL: Conozco el riesgo con el que usted vive, y lo respeto por enfrentarlo con Alá como testigo y protector, alabado sea. Pero debo decirle algo. Usted sabe que yo siempre he pensado que su lugar está en Siria.
SH: Pero Assad nunca me recibiría: le falta la valentía de su padre. No tengo ya a dónde ir. Mi destino está en mi tierra, en el Gran Iraq; quizá vuelva a Tikrit para morir allí como lo que soy. Pero antes tengo que asegurarme de que mi sangre y la de mi pueblo, cuna de las civilizaciones, sea vengada. Y para eso no hay nadie que se compare con usted.
OBL: Alabado sea Alá. Le agradezco. ¿Está usted de acuerdo en ofrecer lo que antes le he pedido?
SH: Mire, como seguramente usted sabe, yo ya he escondido lo que hay que esconder en distintos puntos de la región, sobre todo en Siria. Alá es grande: no todo el régimen de Assad teme a los perros americanos. No olvide usted al canciller Al-Shar’a. Pregunte a las personas correctas, y ellas le indicarán dónde encontrar lo que usted necesita para borrar del planeta a los americanos y hundir a los zionistas en el mar.
OBL: ¿Y qué hay del dinero?
SH: Ése ha estado en camino desde el día en que los agresores infieles tocaron Bagdad. Las cuentas que usted me indicó hace unas semanas deben tener un saldo que lo hará muy feliz.
OBL: Todos se lo agradecemos en nombre de Alá y su profeta Mahoma, la paz sea con él.
SH: El que le agradece soy yo. En sus manos descansa la sangre de mis hijos, mis nietos y, probablemente, la mía propia. Haga usted lo que Alá le ha encomendado.
OBL: Bendito sea Alá. Despreocúpese. A los americanos les esperan años de sufrimiento. Al Qaeda es grande, más grande de lo que ellos creen. Ahora, gracias a Alá, el mundo entero les guarda resentimiento. Usted será recordado como un gran líder de Arabia. Me encargaré de que su nombre esté donde merece.
SH: El cobarde enemigo ha mostrado al mundo su verdadera naturaleza. No sólo es soberbio, es ingenuo e ignorante. Su nación debe morir.
OBL: Con el favor de Alá, así ocurrirá. “Fui ordenado a pelear contra mi enemigo hasta que diga que no hay otro Dios que Alá y su profeta Mahoma.” El faraón Bush y los suyos verán correr ríos de sangre, incluso este mismo verano. Los Cruzados lamentarán haber pisado la antigua capital del Islam. Vaya usted en paz y que Alá lo proteja.
SH: Gracias. Camine usted, también, por el sendero del Todopoderoso. Y muerte, mucha muerte a los infieles. Que llegue pronto el día de la liberación para el Gran Iraq y Palestina, que es árabe del río al mar.
OBL: Así será. La yijad apenas comienza: como ellos han asesinado serán asesinados. No habrá más regímenes paganos. Los hijos de la nación musulmana, Alá sea con ellos, no descansarán.

El hombre alto se dirige a su automóvil sin voltear a ver al otro, que se ha quedado ahí, parado como una estatua, en medio del desierto. Una sonrisa irónica se dibuja en el rostro del iraquí. La venganza está cerca, piensa. ~

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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