Creer o no creer (cartas cruzadas)

Hablando de creyentes y ateos, Nietzsche escribiรณ: โ€œMi conciencia y la tuya no son ya la misma conciencia.โ€ Para combatir ese escepticismo y encontrar un piso comรบn, Guillermo Fadanelli y Hรฉctor Zagal cruzaron seis correos electrรณnicos. Este es el resultado: las convicciones de un incrรฉdulo, las dudas de un creyente. Hablando de creyentes y ateos, Nietzsche escribiรณ: โ€œMi conciencia y la tuya no son ya la misma conciencia.โ€ Para combatir ese escepticismo y encontrar un piso comรบn, Guillermo Fadanelli y Hรฉctor Zagal cruzaron seis correos electrรณnicos. Este es el resultado: las convicciones de un incrรฉdulo, las dudas de un creyente.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

 

 

Estimado Hรฉctor:

Me gustarรญa comenzar esta conversaciรณn con una afirmaciรณn sencilla en extremo y que segรบn mis cรกlculos no tendrรญa por quรฉ ser refutada: mi pesimismo carece de razones que otros puedan comprender. Quiero decir con esto que no considero los argumentos lรณgicos, histรณricos y psicolรณgicos medios convincentes para transmitir un pesimismo o una angustia que se vuelve mรกs intensa apenas enmudece (cuando renuncio a ofrecer explicaciones). Y, sin embargo, en mi opiniรณn es la literatura el medio mรกs noble para propรณsito tan desmesurado, no porque sea capaz de explicar la angustia, la desesperanza, la ausencia de Dios o el sentimiento de orfandad, sino porque crea metรกforas que hacen menos solitario el camino hacia la muerte. Creo tambiรฉn que el lenguaje es antes que nada oscuridad y que es justamente de esa oscuridad de donde obtiene su fortaleza: es capaz de mostrarnos nuestras limitaciones teรณricas en cuanto รฉl mismo es un continuo construirse todo el tiempo.

De la misma manera que me es imposible transmitir a otro mi pesimismo sin acudir a los rodeos propios de las lenguas articuladas, asรญ tambiรฉn despiertan mis sospechas quienes intentan hacerme partรญcipe de la idea de Dios cuando es evidente que, si no comparto su fe, sus explicaciones serรกn siempre relativas. Si no son acompaรฑados de una forma seductora que despierte o invite a compartir la fe, los argumentos acerca del ser divino tienden a desvanecerse. Tanto San Agustรญn como Kierkegaard, Hume y Wittgenstein han expresado ideas mรกs o menos parecidas y dudo mucho que podamos aรฑadir mรกs en ese sentido.

En cambio, serรญa menos ambicioso reflexionar acerca de cรณmo es posible sobrevivir en un mundo sin Dios cuando es claro que las religiones ateas o civiles pierden peso de manera considerable. La angustia o el dolor producido por la ausencia de una direcciรณn divina es asunto de cada quien, pero el deterioro de doctrinas civiles que estrechen a las comunidades en pos de su bienestar pone a los seres humanos en un serio predicamento (me refiero a una asamblea de hombres maduros mรกs que a una manada de ovejas guiadas por su Seรฑor). En lo personal no cultivo demasiadas esperanzas con respecto a los seres humanos, pero me detengo aquรญ pues no sรฉ si deseas llevar la conversaciรณn por otros rumbos.

Con un abrazo,

– Guillermo

 

โ– 

 

Estimado Guillermo:

Gracias por tu correo, que, quizรก sin pretenderlo, me provocรณ enormemente. Soy profesor de filosofรญa y asรญ como tรบ desconfรญas de quienes no se valen de metรกforas y otras formas seductoras del lenguaje, yo recelo de quienes subestiman el valor de los argumentos, especialmente cuando se discuten temas morales y religiosos.

Afirmas que el lenguaje es sobre todo oscuridad. Estoy relativamente en desacuerdo. El lenguaje –siguiendo tu metรกfora– se compone de luces y sombras. Por eso podemos intercambiar pareceres. Las metรกforas arrojan una “luz estereoscรณpica” e iluminan algunos rincones ocultos de la realidad, pero lo hacen presuponiendo la capacidad comunicativa del lenguaje literal. (La idea es de Paul Ricoeur, con quien compartes el sรญmil.) Comprenderรกs ahora por quรฉ, llevado por la arrogancia, pretendo imaginar tu pesimismo. Permรญteme poner un ejemplo pedestre: la experiencia de paladear un buen vino es, en estricto sentido, incomunicable. Sin embargo, alcanzo cierta intersubjetividad apelando a experiencias comunes: el sabor del chocolate, del cafรฉ, de la vainilla. Nada es absolutamente incomunicable ni absolutamente comunicable. Ni siquiera la soledad.

Disculpa que me entretenga en estas consideraciones metodolรณgicas, pero las encuentro fundamentales. Aceptar tu propuesta de pasar directamente a reflexionar sobre la sobrevivencia en un mundo sin Dios implicarรญa, mucho me temo, la aceptaciรณn tรกcita del escepticismo teolรณgico. El silencio sobre Dios –la docta ignorancia– no estรก al comienzo del camino sino al final. Aventuro, eso sรญ, que coincidiremos en las conclusiones; sรณlo que habremos llegado por senderos distintos.

Mencionas a San Agustรญn. Una referencia particularmente afortunada, pues a รฉl le angustiaron los tres asuntos que nos ocupan: el pesimismo, la oscuridad del lenguaje y la posibilidad de sobrevivir en un mundo sin Dios.

En el cristianismo coexisten dos grandes tradiciones para hablar sobre Dios. Una entrevรฉ la impronta divina en el orden del mundo y otra, introspectiva, arranca de la indigencia humana. Cuando era joven confiaba en la primera. Ahora, mรกs pesimista, desconfรญo menos de la segunda vรญa.

La experiencia de nuestra finitud y, simultรกneamente, la presencia del insaciable anhelo de felicidad nos desgarran interiormente. No nos contentamos con algo menos que ser felices. (El budismo y otras terapias del deseo apenas mitigan este robusto apetito.) Agustรญn de Hipona atisba en este desgarramiento un indicio de la existencia de Dios. Si no pudiรฉramos satisfacer ese deseo instintivo, el ser humano serรญa un engendro monstruoso, una especie desviada condenada a la desgracia. Por decirlo al modo de Horkheimer, si Dios no existe, la injusticia tiene la รบltima palabra.

¿Infiero la existencia de Dios de lo anterior? Evidentemente no. Sencillamente el argumento –no temamos la palabra– nos enfrenta a una consecuencia sumamente desagradable: lo absurdo del deseo de felicidad. Dios permite que el mundo y la vida sean mรกs razonables. Sรญ, en el fondo soy un jugador que apuesta por la racionalidad. ¿Por quรฉ? Porque es la mejor estrategia para vivir y para morir. Apostar por el sinsentido, en cambio, implicarรญa generar una “profecรญa autocumplida”, pues quien parte del absurdo no encuentra otra cosa en el camino. Arrojarse en busca de una inteligibilidad รบltima supone el riesgo de no encontrarla, pero abre la posibilidad de dicho hallazgo. Es un riesgo, pero un bello riesgo, kalos kindunos, decรญa Sรณcrates.

Tambiรฉn defiendo, contra lo que sugiere alguna de tus lรญneas, que no toda explicaciรณn religiosa presupone la fe, ni toda argumentaciรณn a este respecto es relativa o, al menos, no lo es en todos sus aspectos. La finitud de la existencia humana y su angustia son personales e incomunicables, y a la vez universales.

Por favor, no vayas a suponer que padezco esa enfermedad ilustrada llamada optimismo. Los optimistas no necesitan de Dios. Yo, por el contrario, creo que el mundo es un asco. La vida estรก llena de amarguras como la vejez, la enfermedad y la traiciรณn. Sin embargo, no nos hacemos a la idea de que las cosas deban ser asรญ. La intrusiรณn del verbo deber es elocuente. No nos conformamos con los hechos. Nos repugna el dolor, que es el hecho mรกs natural e inevitable de la existencia animal. Nos repugnan la injusticia y el sufrimiento inรบtil. Esa inconformidad es la huella de Dios. ¿Quรฉ opinas?

Un afectuoso saludo,

– Hรฉctor

 

โ– 

 

Estimado Hรฉctor:

Tu respuesta me da pie para escribir desde un aforismo hasta un tratado, pero nada que temer: me ceรฑirรฉ a una modesta carta en la que irรฉ comentando, de manera desordenada, los temas de nuestro interรฉs (el mรฉtodo no es mi fuerte).

Desde que soy consciente de habitar el lenguaje, tengo la impresiรณn de que recorro una tierra incierta, una oscuridad que es a la vez principio y horizonte. Y esto pese a que los filรณsofos o los artistas iluminan repentinamente esa oscuridad creando obras que nos invitan a imaginar los diversos rostros de un mundo que es en esencia extraรฑo (si el mundo no fuera asรญ, entonces todo conocer carecerรญa de sentido, pues el conocimiento intenta, en suma, comprender lo que nos es extraรฑo). Siguiendo tus palabras, serรญa injusto de mi parte recelar del valor de los argumentos –sobre todo en lo que ataรฑe a cuestiones morales o religiosas–, porque considero que dicho valor proviene, en buena parte, de una retรณrica que orientamos segรบn nuestra propia conveniencia: intentamos hacer pasar el rรญo por nuestro jardรญn. La intenciรณn demostrativa o analรญtica de un argumento no lo exime de ser tambiรฉn una metรกfora, un tropo, un boceto que busca suplantar lo real (y acepto las raรญces platรณnicas de esta afirmaciรณn). Quiero decir, sin mรกs adornos, que los argumentos tambiรฉn son metรกforas. Pese a la impresiรณn que pudieran causar mis palabras me parece que, en efecto, es posible cierta comprensiรณn del mundo, pero no a causa de que dominemos el lenguaje sino porque somos lo bastante sagaces para ponerlo de nuestro lado. H.G. Gadamer dice que cuando reflexionamos no sรณlo llevamos a cabo relaciones entre juicios que deben mantenerse libres de toda contradicciรณn, sino que principalmente expresamos nuestras experiencias a partir de relaciones vitales. Damos vida a nuestra confusiรณn.

Me gusta pensar que la comunicaciรณn es fundamentalmente ruido y que si a veces logramos comprendernos es debido a que habitamos un mundo en comรบn y somos seres humanos capaces de ser seducidos por un lenguaje que no es instrumento sino horizonte y raรญz. La comunicaciรณn de una experiencia, una idea o un sentimiento depende en gran medida de la simpatรญa que nace entre los conversadores y de la gracia que acompaรฑa sus palabras. Comparto el ejemplo que propones sobre el vino: como traficantes
de hechos que somos, podremos coincidir en las virtudes de un vino partiendo de caracterรญsticas fรญsicas que nos despiertan experiencias comunes, pero una buena parte de esa experiencia no abandona al individuo; cuando bebo vino de una regiรณn en la que he vivido buena parte de mi vida es posible que recuerde a mi prima Antonieta, con quien me escondรญa entre los viรฑedos para verla desnuda; ¿puedo transmitir esta experiencia?

Si he comprendido tus palabras, sospecho que no tenemos desacuerdos importantes con respecto al lenguaje, pero en lo relativo a la impronta de Dios que se hace evidente en nuestra inconformidad ante el sufrimiento humano quisiera hacer un breve comentario. Para comenzar podrรญamos tomar la consabida vรญa contraria: el sufrimiento, la crueldad y la injusticia son prueba de que Dios es un ser malvado, se halla dormido en alguna de sus cรณmodas habitaciones o su existencia no es mรกs que una farsa: ¿y por quรฉ no? Vivir en el mejor de los mundos posibles, regidos por un dios mediocre que no puede enfrentarse a las leyes de la materia, no es para nada alentador. Los tomistas creรญan que el ateรญsmo se debรญa a una debilidad de nuestra razรณn; en cambio, Hume consideraba absurdo que nuestra naturaleza finita pudiera tener noticias de un mundo infinito. Pascal, como tรบ lo haces, apostaba por correr el bello riesgo de creer en un ser divino. ¿Todos ellos se equivocaron? No lo creo, mรกs bien sus teorรญas fueron consecuencia de una duda comรบn: “¿por quรฉ existe algo en lugar de nada?”

Destacar que el sufrimiento o la indigencia afirman la existencia de Dios (postura que se opone a nuestro insaciable anhelo de felicidad) es un recurso retรณrico, pero no carece de sentido porque dicha retรณrica busca seducirnos para coincidir en una verdad: se intenta con ello hacernos partรญcipes de una fe. Tampoco creo que Dios permita al mundo y a la vida ser mรกs razonables (acaso una รฉtica civil construida desde el acuerdo de las diferencias podrรญa hacer de este mundo algo mรกs razonable); por el contrario, da pie a que sus administradores y sus iglesias obtengan colosales beneficios en la tierra (no vaya a ser que el Seรฑor no exista). Quisiera aclarar que, de ningรบn modo, propongo el sinsentido como una verdad para todos los hombres: hacerlo me pondrรญa del lado de los predicadores. En mi opiniรณn, vivir sin Dios no es lo mismo que vivir en un mundo sin sentido.

Finalmente, me niego a concebir la felicidad individual como un bien duradero, pues no me imagino persona mรกs enferma que quien es vรญctima de la felicidad de manera permanente (la felicidad es tacaรฑa y cuando se presenta me toma casi siempre dormido). Me pregunto, estimado Hรฉctor: ¿quiรฉn es el Dios de los filรณsofos? Si no es el Ser del que nos habla Heidegger y la ontoteologรญa, ni tampoco un estรญmulo รฉtico que nos propone el reflexionar como una manera de hacer el bien, ¿entonces de quรฉ Dios estamos hablando?

– Guillermo

 

โ– 

 

Estimado Guillermo:

Disfrutรฉ mucho tu carta pues, como cazador diestro, disparas con perdigones y no con balas. Las municiones se abren en red y, aun cuando la herida no sea mortal, el tiro basta para pasmar a la presa. Intentarรฉ responder a la lluvia de perdigones siguiendo el adagio filosรณfico: “Distinguir sin separar, unir sin confundir.”

Me encanta tu referencia a Gadamer, con quien comparto la rehabilitaciรณn epistemolรณgica del prejuicio tras la borrachera de la Ilustraciรณn. El punto de partida asรฉptico y neutro del observador ilustrado es tan quimรฉrico como indeseable. Comprendemos (Verstehen) el mundo desde nuestro punto de vista. Esta premisa le permite a Gadamer escapar de la vorรกgine posmoderna. Tal es su aportaciรณn. Hablar sobre nuestros prejuicios implica cierta capacidad de remontarlos, aunque sea de una manera tรญmida y burda, pero real: “fusiรณn de horizontes”, proclama dicho autor. Que tรบ y yo hablemos sobre la retรณrica equivale a utilizar un metalenguaje que nos sitรบa por encima de un lenguaje simplemente emotivo. Con estas consideraciones intento escapar del cerco que, tal vez inadvertidamente, me vas tendiendo: desplazar nuestro diรกlogo hacia el terreno del discurso emotivo.

Permรญteme recapitular un poco mรกs. Aduje el argumento de la indigencia humana: “Si Dios no existe, la injusticia tiene la รบltima palabra; si la injusticia tiene la รบltima palabra, el sufrimiento humano carece de sentido.”

Tu estrategia para desarticular este argumento discurre por dos vรญas. La primera consiste en negar la consecuencia del condicional. Retomo tu rรฉplica: “vivir sin Dios no es lo mismo que vivir en un mundo sin sentido”. ¿Quรฉ sentido tiene el sufrimiento de los inocentes en un mundo sin Dios? Me temo que nos quedan dos, y sรณlo dos, opciones: 1) el sufrimiento es el resultado de una cadena de casualidades y arbitrariedades, o 2) el sufrimiento es el resultado de un plan providente y misterioso de Dios, a quien, por falta de perspectiva, podemos calificar de cruel.

Hallar el sentido de un suceso significa responder al para quรฉ. ¿Cuรกl es la finalidad de la dolorosa agonรญa de los niรฑos leucรฉmicos? Desde la biologรญa se puede responder con categorรญas brutalmente naturales: evitar el crecimiento desmedido de la especie homo sapiens. Nunca neguรฉ que la injusticia admitiera una explicaciรณn natural, intramundana, para ser mรกs preciso. Mi argumento asumiรณ una premisa: nuestra inconformidad espontรกnea con los hechos naturales como el dolor y la muerte. Esa inconformidad exige: a) que renunciemos a ella (lo que llamรฉ “terapias del deseo”) o bien, b) que postulemos un principio de razonabilidad de tales acontecimientos. Por eso recurro a la expresiรณn “Si Dios no existe, la injusticia tiene la รบltima palabra”.

Tomas el valiente camino de la renuncia. “No me imagino persona mรกs enferma que quien es vรญctima de la felicidad de manera permanente”, me escribes. ¿De verdad imaginas posible que una persona sea feliz a fuerzas? ¿La posibilidad de la felicidad te parece trรกgica? Mi pregunta pretende mostrar una evidencia: el anhelo de felicidad es innato.

Por tratarse de un axioma prรกctico, una necesidad prรกctica, no puedo sino argรผir de esta manera. Eso sรญ, cuando hablo de felicidad no pienso en un contento sino en un estado de plenitud que, sin haber experimentado jamรกs, ansรญo disfrutar. No me avergรผenzo de querer ser feliz.

¿Quiรฉn es el Dios de los filรณsofos?, preguntas. Para Kant y para Tomรกs de Aquino, Dios es la condiciรณn de posibilidad de que, a pesar de la experiencia natural, nuestro anhelo de felicidad sea algo mรกs que una broma amarga de la evoluciรณn. Pocos estรกn dispuestos a pagar el precio del ateรญsmo; entre esos pocos estรก Sartre. Cuando las situaciones lรญmites (soledad, dolor y muerte) provienen simplemente del azar, el hombre es una pasiรณn inรบtil. Y cuando provienen de la maldad de otro hombre, la pasiรณn es doblemente inรบtil.

Asรญ presentado, el argumento tiene un cariz de pragmatismo trascendental de saborcillo kantiano, que va mรกs allรก del argumento retรณrico. Se llama fe prรกctica en la razรณn. Vaya paradoja: ¡fe en la razรณn! El hecho de la moralidad –tu inconformidad y la mรญa con la injusticia– implica la necesidad prรกctica de Alguien que garantice que la justicia prevalecerรก. Nota bene: “necesidad prรกctica” no es sinรณnimo de conclusiรณn cientรญfica pero, tampoco, equivale a una proposiciรณn del tipo “El helado de vainilla es sabroso”.

Lo anterior es perfectamente compatible con una รฉtica cรญvica. Si de verdad es cรญvica, es plural y, por tanto, en ella cabemos tรบ y yo. Una รฉtica de este tipo –prefiero llamarla รฉtica procedimental– รบnicamente excluye la violencia. Su atractivo descansa en nuestra capacidad de ponernos de acuerdo a travรฉs de los buenos argumentos. Una รฉtica cรญvica presupone la intersubjetividad. Debilitando este valor del lenguaje le hacemos un flaco servicio a la รฉtica plural.

Aludes a los ministros religiosos. Te entiendo. Yo aborrezco a Gabriela Mistral y, sin embargo, no descreo de la poesรญa. De la existencia de poetas ripiosos y arrogantes no se sigue la perversidad y absurdez de la poesรญa. Distingamos, pues, entre la discusiรณn sobre la existencia de Dios y el sentido del sufrimiento, y la discusiรณn sociolรณgica sobre los ministros religiosos. Los mecanismos de una รฉtica pรบblica procesual bastan para contener los excesos de aquellos. Con todo, en una sociedad plural debemos permitir que las personas descrean en Dios o que construyan pirรกmides y catedrales.

Finalmente, quisiera aรฑadir una provocaciรณn: todos, querido Guillermo, estamos del lado de los predicadores. Nuestra vida es ejemplo, es la predicaciรณn mรกs fuerte que puede existir. Cuando te tomas la molestia de discutir conmigo apuestas, claramente, por tu punto de vista. Me estรกs diciendo con tus gestos que es mejor expresar tu opiniรณn que permanecer callado.

Claro que hay que de predicadores a predicadores. Y tรบ, no me cabe la menor duda, te encuentras entre los que quiero tener como maestro y amigo.

Un abrazo fuerte,

– Hรฉctor

 

โ– 

 

Estimado Hรฉctor:

Acepto que los perdigones dejan a la presa algo abrumada, aunque no me considero un cazador diestro, como supones. Cuando converso, aun por carta, como en este caso, me interesa menos convencer que conocer un pensamiento diferente; las balas me son innecesarias, porque no deseo dar en el blanco ni tampoco ganar una batalla. Los perdigones se aproximan mรกs a mi amor por la vagancia, ejercicio que practico en casi todos los รณrdenes de la vida. La conversaciรณn es una experiencia vital que transforma a quienes participan en ella, no sรณlo una virtuosa o monรณtona exhibiciรณn de argumentos. Como viajeros o lectores que somos siempre volvemos a casa con nuevas experiencias. Por cierto, acerca de su propio oficio Gadamer nos dice que la conversaciรณn propiamente filosรณfica es aquella que conduce a los conversadores a hacerse preguntas que carecen de respuesta: sin el reconocimiento de las propias limitaciones la sabidurรญa continuarรก en el exilio.

No sรฉ si comparto una opiniรณn tan tajante acerca de la aportaciรณn de Gadamer a la filosofรญa, porque pese a que sostiene que comprendemos el mundo desde nuestro punto de vista, considera que lo hacemos dentro de los cauces de una verdad que tarde o temprano aparecerรก para guiarnos en direcciรณn a una coincidencia (esto suponiendo que un filรณsofo sea tan perfecto como para comprenderlo en una oraciรณn). Acaso nos referimos al mรกs sutil de los platรณnicos alemanes, pero no hay tiempo ni espacio para detenerme en esto. En cambio, no quiero dejar pasar la oportunidad de elogiar la posiciรณn relativista que en muchos aspectos del pensamiento ha sido tan creativa. A propรณsito, Paul Feyerabend afirma que ni los hombres mรกs tolerantes estรกn dispuestos a admitir
que rechazan una idea simplemente porque no les gusta. Creen necesario aรฑadir que ademรกs existen razones objetivas que explican su comportamiento. “Un relativista confiesa abiertamente que prefiere sus ideas y que no piensa desecharlas; despuรฉs se dedica a imponerlas a los demรกs.” ¿Adรณnde quiero llegar con esto? A que en cualquier intercambio sustancioso de ideas nuestros prejuicios, nuestros miedos y pasiones se valen de argumentos para darse importancia. Y quisiera insistir en que los argumentos, emotivos o no, se usan para imponer ideas que de antemano nos parecen simpรกticas. Y aรฑado algo mรกs: no existe una sola versiรณn correcta sobre los hechos del mundo sino varias versiones correctas (Nelson Goodman ha profundizado en esta nociรณn de conocimiento).

Crear argumentos para “darse importancia” equivale a fundar un metalenguaje al cual referirnos, un รกrbitro universal, una verdad capaz de contenernos (la teorรญa de la referencia de Jerry Fodor es uno de los posibles ejemplos). Lo hacemos por miedo o porque no toleramos vivir una vida sin examen, o para tener un papel en el mundo, o porque somos creadores innatos de teorรญas. ¿Quรฉ clase de metalenguaje es la retรณrica? Como Chaรฏm Perelman y Victoria Camps, creo que es una actividad que busca el asentimiento del otro respetando su libertad y utilizando para ello una argumentaciรณn razonable mรกs que racional; con la palabra “razonable” quiero decir que no hace uso de deducciones formalmente correctas, ni tampoco de inducciones, sino de una variedad de argumentaciones que buscan seducir a los otros para que se sumen a su idea del mundo.

Si Dios no existe, entonces los hombres construirรกn una nociรณn de justicia que les sea conveniente para vivir en un mundo habitable. No necesitan de argumentos ontolรณgicos, ni pruebas de San Anselmo, ni reducciones abstractas, sino de concepciones creadas desde la experiencia que aporta su convivencia cotidiana. Dios no estorba mientras no lo usemos como principio o premisa fundamental de nuestros acuerdos en la tierra.

El sufrimiento no tiene sentido trascendental en un mundo con Dios o en uno sin Dios; es una calamidad que puede comprenderse y enfrentarse tambiรฉn partiendo de la conciencia de una orfandad divina. “¿Cuรกl es la finalidad de la dolorosa agonรญa de los niรฑos leucรฉmicos?” Podrรญa responder que la finalidad es justo el sufrimiento impuesto por un dios cruel y estรบpidamente cรณmico, pero prefiero pensar que esa agonรญa carece de propรณsito, sรณlo sucede, carece de un sentido universal (las explicaciones naturales para estos fenรณmenos no me son atractivas porque normalmente carecen de gracia e imaginaciรณn).

No creo que nadie pueda ser feliz de manera permanente. Comentas que el anhelo de felicidad es innato; lo concedo, por supuesto, e incluso creo que es una actividad que realiza el hombre virtuoso como sugiere Aristรณteles (quien piensa, por cierto, que los niรฑos no son felices porque no son aรบn capaces de ejercer esta actividad). Y, sin embargo, va contra la experiencia de las personas comunes el pensar que la felicidad es duradera. Para todos nosotros el vivir supone lucha de contrarios: dicha, muerte, temor, enfermedad, placer, luchan entre sรญ para prevalecer. Ni siquiera me interesarรญa definir la felicidad pues creo que, a diferencia de los fracasos, esta no tiene por quรฉ ser explicada.

Me gustarรญa reiterar que, como bien afirmas, una รฉtica cรญvica deberรญa comprender a creyentes, ateos y demรกs participantes de la sociedad. Pero no necesitamos a Dios para poner en marcha una รฉtica plural. Lo que se necesita son valores comunes y una aceptaciรณn lo mรกs tolerante posible de las diferencias.

La alusiรณn que haces a Gabriela Mistral y a los poetas ripiosos me parece bastante jovial, pero eso no suaviza en nada las luchas sangrientas, masacres y genocidios que la Iglesia ha promovido a lo largo de la historia (ademรกs de la persecuciรณn y exterminio de sectas que predicaban una idea distinta de Dios, como los gnรณsticos, albigenses, cรกtaros y demรกs). No creo que los poetas malos carguen con tantos muertos en la espalda como las instituciones cristianas (que no el cristianismo, al que considero una filosofรญa como existen tantas otras). En poesรญa los dadaรญstas se hacรญan los locos, pero su locura no causรณ demasiadas bajas.

Discutir, opinar, escuchar son constantes de una conversaciรณn, pero predicar en el sentido de difundir nuestras verdades es un tanto distinto. En mi caso, encarnarรญa mรกs bien en un predicador a medias, ambiguo, un predicador que duda de sus propias palabras y no aรฑade al sujeto mรกs que un poco de confusiรณn (no me estoy tirando en el piso). Tengo en muy poca estima a los seres humanos como para querer convencerlos de nada. Sin embargo, he conocido a personas excepcionales y creo que en extraรฑas ocasiones la amistad es posible. Ahora bien, si consideras que la vida de un escritor es un predicar en sรญ misma no tengo mรกs que aรฑadir.

¿Para quรฉ pensar sobre lo ya pensado? ¿Para quรฉ opinar sobre temas tan amplios e intimidantes como los que intentamos tratar nosotros? Para comenzar de nuevo. Y, sobre todo, para mantener el malestar de la duda. En absoluto se trata de un ejercicio inรบtil; ¿cuรกntas personas dan por verdaderos sus conocimientos porque no reflexionan sobre ellos? Para mรญ, que no soy un filรณsofo profesional ni experto en ninguna ciencia sino un escritor autodidacta, ha sido estimulante creer que, durante un momento, la comunicaciรณn ha vencido el ruido. Harto como estoy de los opinรณlogos, expertos y demรกs basura mediรกtica que oscurece la conciencia de la sociedad en que vivimos, me reconforta haber sostenido esta conversaciรณn contigo.

Un abrazo y gracias, estimado Hรฉctor.

– Guillermo

 

 โ– 

 

Estimado Guillermo:

Toda metรกfora es analรณgica. Ni equivocidad anรกrquica ni univocidad rรญgida. Aristรณteles destacรณ el papel intersubjetivo de este recurso, sin ignorar por ello su talante jabonoso.

Traigo a cuenta esto por aquello de los perdigones. En efecto, las mejores conversaciones no son disputas forenses –argรผir contra– sino diรกlogos con otros. La metรกfora del cazador, entre otras, nos permitiรณ alcanzar dos acuerdos: 1) mi creencia personal en Dios no estorba en la articulaciรณn de la รฉtica cรญvica siempre y cuando no postule su existencia como premisa; 2) para construir una รฉtica cรญvica necesitamos valores comunes.

Me siento particularmente cรณmodo con la primera tesis porque no considero que la existencia de Dios sea evidente. La referencia a los valores comunes, por su parte, me recuerda la “fusiรณn de horizontes” de Gadamer y el “consenso traslapado” de Rawls. La convergencia de las subjetividades es un imperativo moral para una รฉtica cรญvica. No me parece poca cosa que ambos aspiremos a un mundo mรกs hospitalario con base en valores comunes.

¿Son los valores un asunto puramente emotivo? Pienso que no. Por ello prefiero un tรฉrmino menos escurridizo: creencia. Me preocupa que el รฉnfasis en las emociones, leitmotiv de nuestra charla, pueda difuminar la tenue intersecciรณn entre las subjetividades. Por subrayar la dimensiรณn emotiva del lenguaje podemos erosionar la comunidad de los valores. Tรบ y yo, por ejemplo, condenamos los genocidios. Ese valor (o creencia) es una especie de absoluto moral independientemente del contexto de la barbarie y de las emociones que nos provoque.

Nuestra conversaciรณn no se propuso persuadirnos el uno al otro sino intercambiar puntos de vista. No obstante, cabe preguntarse para quรฉ conocer otros pensamientos. ¿Simplemente para visitar un museo conceptual? En mi caso, estos viajes por el lenguaje sirven para palpar mis limitaciones, una manera de avizorar lo que hay mรกs allรก de mi horizonte.

Los primeros diรกlogos socrรกticos acaban abruptamente con un “continuaremos en otra ocasiรณn”. Gracias al reconocimiento de su propia ignorancia, Sรณcrates escapa de la caverna, alegorรญa del autoengaรฑo. En los diรกlogos platรณnicos, la refutaciรณn juega un papel decisivo para superar esta ilusiรณn. La finalidad del ejercicio dialรณgico no es, ciertamente, refutar al otro sino el conocimiento propio. Este objetivo no se alcanza renunciando a la capacidad de alcanzar algunas (minรบsculas) verdades.

Esta racionalidad multiforme –donde caben los tropos, los silogismos, las inducciones– es subsidiara del ideal regulativo de verdad. El error y la verosimilitud son fenรณmenos parasitarios de ella. Podemos preguntarnos si dormimos o vigilamos precisamente porque reconocemos la diferencia entre el sueรฑo y la vigilia.

Estoy variando sobre un mismo tema. Hablar de nuestros prejuicios, digamos, de mi pedante tic acadรฉmico, nos lleva a reconocer nuestras insuficiencias. Enlistar mis creencias muestra lo que hay mรกs allรก de ellas. Este esquema de razonamiento es fundamental para discutir sobre Dios (la teologรญa negativa del Pseudo Dionisio). Pero tambiรฉn es crucial para la construcciรณn de la รฉtica en una sociedad plural.

En nombre de Dios se cometen muchos crรญmenes. Mรกs de los que imaginamos. Los humanos poseemos la abominable capacidad de pervertir cualquier ideal: justicia, libertad, tolerancia, religiรณn, pluralismo, amor. Los muertos se cuentan por millones en cada rubro. ¿Es culpa de tales ideales? Podemos discutirlo en otro momento. Sospecho que no. Nuestra debilidad intelectual y, sobre todo, nuestra flaqueza moral son las culpables de los abusos. ¿Podemos prescindir de tales ideales? Lo dudo. Las รฉticas procedimentales presuponen algunos de estos valores o creencias.

Durante mi vida he cometido muchas injusticias en nombre del cristianismo. Tambiรฉn he cometido muchas mรกs a pesar de รฉl. Tambiรฉn he dejado de cometer muchas otras gracias a รฉl. Imagino que lo mismo les sucede a los ateos y a los agnรณsticos con sus creencias.

Como te anunciaba en mi primera carta, hemos llegado a un destino muy parecido: la docta ignorancia. El silencio sobre Dios es la actitud mรกs sabia. “De Dios sabemos lo que no es”, sentenciaban los teรณlogos medievales.

Este silencio teolรณgico puede ser el inicio de otro tipo de conversaciones, quizรก con un poco de vino en medio de nosotros. El Banquete de Platรณn hubiera resultado un fiasco sin el empujรณn de una copa de tinto.

Un abrazo,

– Hรฉctor

 

+ posts


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: