-Pรกginas del diario inรฉdito-
Hace un tiempo, Josรฉ Luis Martรญnez me convidรณ a cenar a su casa. A los postres me anunciรณ que me tenรญa un encarguito: tenรญa en su poder el diario manuscrito de Alfonso Reyes que, durante los dos aรฑos anteriores, habรญa estado transcribiendo una secretaria del Fondo de Cultura Econรณmica (fce). Josรฉ Luis le querรญa comunicar al fce que, para dedicar su tiempo al segundo tomo de la Correspondencia entre Reyes y Henrรญquez Ureรฑa, preferรญa trasladarme a mรญ la responsabilidad de ese Diario. Me halagรณ saber que habรญa tomado tal decisiรณn luego de leer el trabajo que hice con el Diario (1900-1944) de Josรฉ Juan Tablada (unam, 1992). Ya en su escritorio, Josรฉ Luis y yo firmamos unos papeles declarando este propรณsito ante nosotros mismos y ante el fce. Poco mรกs tarde, salรญ de su casa con cinco kilogramos de la vida de Reyes metidos en una caja de cartรณn.
ย ย ย ย ย Se trata de 16 carpetas que guardan unas dos mil pรกginas mecanografiadas a doble espacio, y que van del 4 de julio de 1924 โcuando Reyes contaba con 36 aรฑos de edadโ al 25 de diciembre de 1959, dos dรญas antes de morir a los 71. Este abundante legado es, sin embargo, escaso: la relaciรณn entre su amplio volumen y la evasiva recompensa supone una rigurosa trilla para distinguir el oro de la paja.
ย ย ย ย ย Reyes sostuvo una turbulenta cofradรญa con su diario y evitรณ con declarado empeรฑo convertirlo en depรณsito de intimidad, instrumento de anรกlisis o mirador de sรญ mismo. Tramitรณ esa conciencia de la conciencia que es un diario, de forma que sortease los riesgos de una intimidad inhรณspita a la que preferรญa cifrar en su obra literaria o desbalagar en las nutridas sobremesas. Una y otra vez, a lo largo de esos cientos de pรกginas, Reyes se recuerda sus lรญmites y se los recuerda al cuaderno: no es un paรฑuelo, ni un secuaz, ni un confesionario, sino una helada estepa mnemotรฉcnica, acotada por un respeto a los otros que prevalece sobre el suyo propio y aรบn sobre su deseo de conocerse:
Muchas veces tuve el deseo de dar a este diario toda mi intimidad. Me ha detenido un respeto humano. Acaso lo mismo que le quita valor a este diario, lo resta a mi vida. Me morirรฉ con ella… por causa de un respeto humano. A veces me pregunto si no cometo un error con esto. Si yo pudiera manifestarme aquรญ con toda mi libertad y describir dรญa a dรญa mis experiencias, sabrรญa mรกs sobre mรญ mismo, y aรบn acaso hubiera podido sacar partido artรญstico de ciertos dolores destinados a morir inรบtilmente dentro de mรญ, pero ese respetoโฆโ 1
En otras ocasiones, acicateada por su orgullo, la rebeldรญa de expresarse a pesar de โese respetoโ optรณ por coartadas teรณricas: โMi diario no puede ser รญntimo, porque mis realidades subjetivas sรณlo merecen vivir en cuanto se transforman y vierten en mis expresiones o creaciones objetivasโ.2
ย ย ย ย ย Y en otras mรกs, lo que lo cohรญbe es el atenazamiento del horror a que la naturaleza de ese respeto, o de esa rebeldรญa, pudiesen ser explorados por los lectores futuros, esa especie aficionada a la parafernalia, a quienes la obra no basta e imaginan que la intimidad ajena alimenta la propia:
Muchas veces he tenido la tentaciรณn de transformar estas notas esquemรกticas (de datos y hechos, para mรญ simple recordaciรณn) en un verdadero diario รญntimo. Me detiene siempre un doble sentimiento: si se trata de ideas, encuentran mejor acomodo en mis libros; si de sentimientos personales, el pudor mรกs allรก de la tumba. No quiero que, despuรฉs de muerto, escarben mi corazรณn. Y no quiero en vida causar penas inรบtiles a la gente con la exhibiciรณn de mis miserias (pues estos cuadernos pueden pasar por sus manos en cualquier momento).3
El oro entre la paja consiste en lo que, en una entrada del Diario aquรญ recogida, Reyes considera โalgunas pรกginas de buena temperatura, de buen recuerdo verdaderamente amistoso y gratoโ. Cuando eso sucede โy no es infrecuenteโ, la pluma del mago subordina a la del contador, de la mano de un Reyes perceptivo, curioso y sagaz, con un valor agregado que, paradรณjicamente, parece aumentar en la medida en que se aparta de su agobiante devociรณn a la pรกgina perfecta. Escrito al correr de la pluma, habitualmente a deshoras, la urgente tesitura del dictado le agrega a ese correr el descanso de una rara hospitalidad.
ย ย ย ย ย No se trata pues de un diario a la Julien Green y menos aรบn a la Paul Lรฉautaud: el de Reyes no es un aliado de la obra, sino su bitรกcora; no un compaรฑero de vida, sino su agenda. Y sin embargo esa prosa de esquiador es cruzada de cuando en cuando por una curva de melancolรญa o una prudente exaltaciรณn, el esbozo preciso de un retrato, la instantรกnea de un paisaje, la nuez de una idea, el espadazo de un aforismo. Estas pรกginas son como la rebaba que salpicรณ el โlima, esculpe, cincelaโ de su tirante orfebrerรญa; los saldos escondidos bajo la alfombra de su decoro.
ย ย ย ย ย A la espera de que el fce se decida a preparar un volumen que recoja esas โalgunas pรกginasโ, escojo casi al azar, para este nรบmero de Letras Libres, la Carpeta 2 que cubre los tres aรฑos pasados por Reyes en Parรญs, entre 1924 y 1927, al frente de la Legaciรณn Mexicana. Me he permitido, para beneficio del lector, desatar abreviaturas, agregar preposiciones y salvar dudas con algunos corchetes o unas cuantas notas de pie.
โGuillermo Sheridan
Parรญs. Lunes 10 de noviembre de 1924. Genaro Estrada me hace saber por telรฉgrafo que me conviene mรกs esperar aquรญ en Europa el cambio de gobierno, a fin de que me nombren para alguna Legaciรณn en Europa. Anulo los pasajes. Espero en el hotel, donde pago 150 francos diarios sรณlo por los cuartos, y dentro de ocho dรญas me mudo a unos cuartitos que me van a costar 60 francos. Cerramos la aventurilla,4 descansando en Genaro y en mi estrella.
Martes 18 de noviembre de 1924. Hoy hace dos aรฑos que muriรณ Marcel Proust. Hoy entrรฉ a habitar exactamente en la misma casa en que muriรณ: 44, Rue Hamelin.
Miรฉrcoles 19 de noviembre de 1924. El conserje me cuenta que Marcel Proust viviรณ aquรญ, en el quinto piso, los tres รบltimos aรฑos de su vida. Trabajaba en un cuarto interior, forrado de corcho, donde sรณlo รฉl entraba; habรญa rogado al inquilino del sexto que no hiciera ningรบn ruido; dormรญa de dรญa y trabajaba de noche. Una que otra noche tambiรฉn salรญa. Era popular en el barrio y en la ciudad. Caritativo con los del sexto piso โla gente humilde de la casa. De pocas palabras. Muy amable. La portera llorรณ al recordarlo. Solรญa venir a verlo el seรฑor Fernandez (don Ramon), โun petitโ.5 Tiene un hermano, cirujano, en el 2 de la Av. Hoche, y la hija de รฉste, Mlle. Proust, tambiรฉn escribe. El conserje subiรณ a verlo dos minutos despuรฉs de su muerte, y estaba aรบn como vivo. La noche anterior, dijo a la seรฑora [Celeste] Albaret, la que lo cuidaba: โHoy he escrito la รบltima lรญnea de mi libro. Demain, je ne serai plusโ. El piso en que viviรณ estรก todo cambiado, porque, con no poder entrar nadie en su cuarto, estaba muy sucio, y hubo que reformarlo todo para volverlo a alquilar. Tuvo un secretario que era aficionado a pintar, que un aรฑo o medio aรฑo antes de la muerte de Proust partiรณ para Mรฉxico, donde aรบn debe de estar, habiendo dejado en manos del conserje un gabรกn que no se acordรณ de pasar a recoger. Estaba la entrada de la casa llena de flores hasta la calle, el dรญa de la muerte de Proust.
14 de diciembre de 1924. Hace cuatro dรญas mรกs o menos โcuando ya los diarios de Mรฉxico habรญan echado a volar mil fantasรญas sobre mi situaciรณnโ recibiรณ [Rafael] Cabrera un telegrama oficial de Relaciones, haciรฉndole saber que ha sido nombrado Ministro en Bruselas, y que pida el placet6 para mรญ como Ministro en Parรญs. Como Arturo Pani ha sido nombrado cรณnsul general en Parรญs, estarรฉ muy a gusto. Alberto Pani aceptรณ la cartera de Hacienda del gabinete de Calles, y sin duda a eso se debe que, por algรบn tiempo al menos, prescindiera de Parรญs. Yo no me lo esperaba, y estoy tan contento como asombrado. Como aquรญ hay menos trabajo de cancillerรญa y de representaciรณn social que en Madrid, me propongo escribir mucho. En Parรญs siempre se queda uno algo aislado. A ver si tengo la suerte de vivir en sitio agradable, con ventanas inspiradoras. Me tiene sin sueรฑo la esperanza del placet, y la falta de mis manuscritos y libros preferidos que dejรฉ en Mรฉxico. Me hace falta ya mi casa, y me hace falta juntar aquรญ toda la correspondencia dispersa en Buenos Aires, Madrid y Mรฉxico. Todo este tiempo me he entretenido en recorrer Parรญs, en ver museos y teatros, en comer con amigos. No puedo escribir. Y leo mucho, pero sin gusto.
ย ย ย ย ย ยกQuรฉ insomnios! Son ahora las seis de la maรฑana.
20 de diciembre de 1924. Doy dinero a Guillermo Jimรฉnez,7 que anda en Parรญs como siempre, de aventura y escapada, habiendo plantado en Mรฉxico a una hermana de los militares Topete con quien iba ya a casarse […] Doy dinero, en recuerdo de la hospitalidad de su esposa para nosotros en Madrid (1914-15, aรฑos de hambre), al imposible Paul Carcassonne. Doy dinero a Luis G. Urbina, cesado en la Comisiรณn [Del Paso y] Troncoso y a quien el Ministro [Josรฉ Manuel] Puig niega los viรกticos de regreso, por lo cual entre [Enrique] Gonzรกlez Martรญnez y yo lo socorreremos para que viva en Madrid mientras se decide su suerte. Doy dinero a todo el que sigue pidiendo. Doy dinero a mis dos madres. Doy dinero a los mexicanos desvalidos que llueven en las legaciones. Y me voy quedando sin un cuarto, en los momentos en que debo juntar para poner la casa. โA veces me figuro que el camino es muy corto y a veces que es muy largo…โ Paso malas noches. Recuerdos y esperanzas se me revuelven.
7 de marzo de 1925. Acabรฉ mi tournรฉe. En lo esencial, enderecรฉ el inconcebible caos de la Legaciรณn. Encontrรฉ casa que ya me estรกn arreglando: 23, Cortambert, lindo hotelito particular a dos pasos del Lycรฉe Janson, donde va mi hijo (Av. Henri Martin), tipo francรฉs clรกsico, tres pisos y coves, su medio metro de jardรญn al frente y sus cinco o seis en el fondo. Tendrรฉ reposo para escribir. Mis libros y manuscritos vienen en camino. Hacia el 27 de enero, mi pobre Manuela sufriรณ un accidente de auto. De รฉl saliรณ con una leve cortada de vidrio en la cara, que, aunque leve, le ha dejado seรฑal en la mejilla izquierda. La prensa de Mรฉxico dio la noticia, como acostumbra, en forma escandalosa, diciendo que mi esposa habรญa estado a punto de morir. Aunque no era para tanto, allรก no sabรญan mรกs que lo que decรญa la prensa. ยกCon cuรกnto dolor considero que hubo uno solo de mis amigos โni los que disponen el telรฉgrafo gratisโ que haya telegrafiado para informarse de la salud de mi mujer! Y por correo, sรณlo las dos familias, Francisco Monterde, Juan Sรกnchez Azcona y โde La Habanaโ Carmelina ยกmi antigua novia!
17 de marzo de 1925. Muchas veces me ha tocado ser confesor. No creรญ que un dรญa un parisiense reclamarรญa tambiรฉn mis oficios y me pedirรญa consejo. Ayer, Jean Cassou8 me invitรณ a almorzar
y me dijo: Que hace cinco aรฑos tiene relaciones amorosas con una mujer que es profesora en provincia y tiene una situaciรณn que cuidar. Que el amor se acabรณ hace tiempo, pero seguรญa el trato. De pronto resulta embarazada. Esto coincide con el momento en el que รฉl se enamora de la hija del traductor de Freud al francรฉs, y piensa en hacer un hogar con ella. Pero, ante el hijo que viene, y de acuerdo con su novia, se casa con la antigua amante, con รกnimo de divorciarse despuรฉs. Y ahora, ya casado, resulta que la esposa averigua lo del noviazgo, y se niega a divorciarse. Cassou se ve obligado a exponer el caso con claridad al futuro suegro. Y se le ha metido en la cabeza la idea de abandonar a la esposa (y al hijo) e irse a Mรฉxico con la novia. Yo le explico lo aventurado de la decisiรณn, por las inseguridades obvias, y la dificultad de que allรก su novia rehaga su vida social de Parรญs. El abuelo de Cassou viviรณ de comerciante en Mรฉxico. รl toma al pie de la letra ciertas palabras mรญas, de que la Amรฉrica tiene para el porvenir del mundo reservas de felicidad e imaginaciรณn. Y quiere Mรฉxico. Que no le hablen de Buenos Aires.
12 de abril de 1925. […] รngel Zรกrraga nos ha llevado a ver sus decoraciones murales de la cripta de Notre Dame de la Sallette, en Suresnes โaltura desde donde se domina Parรญsโ, que son realmente lo mejor que ha hecho, puro y sobrio. Las figuras estรกn logradas con luz, sin recursos de relieve ni claroscuro. La Anunciaciรณn es una maravilla. Logrรณ del arquitecto que dejara la construcciรณn en los huesos, en las lรญneas esenciales, y le dio unos claros tintes uniformes llenos de paz. Creo que es lo mejor de su obra y de su vida. Hemos cenado, Dรญez-Canedo y yo, con Valรฉry Larbaud, y charlado muy alegremente. Nos acompaรฑaba [Jules] Supervielle, que vuelve del Uruguay y la Argentina, y estรก encantado de vivir cerca de mรญ para irme mostrando lo que escribe, costumbre que a รฉl le hace bien y a mรญ me agrada.
[Principios de septiembre de 1925.] La estaciรณn se abrirรก este aรฑo en Parรญs con mi recepciรณn y baile del 16 de septiembre. Lleguรฉ โoficialmenteโ en enero de 1925. De enero a junio, he estado recibiendo atenciones. Despuรฉs del parรฉntesis del verano, me toca, en la nueva estaciรณn, corresponderlas.
ย A mi llegada, la Revue de lโAmรฉrique latine me ofreciรณ, en el Hotel Carlton, un banquete de mรกs de 200 cubiertos. La fiesta patria del 16 me da ocasiรณn de devolver, en bloque, la fiesta, a la colonia hispanoamericana.[…]
ย Estas notas tienen un fin de mero recuerdo personal. Tambiรฉn el llevar una especie de debe y haber o correspondencia de atenciones, puesto que hay tanto que apurar en estas cosas que a veces se hacen tan en frรญo y por mero deber. Pero espero
que haya algunas pรกginas de buena temperatura, de buen recuerdo verdaderamente amistoso y grato. Muchas abstenciones tendrรฉ que registrar, pues quiero defender mi tiempo. Durante la etapa enero-junio de mi llegada, debรญ aceptarlo todo, por no sentar fama de hurรณn, y para dejarme conocer de todos los centros. Ahora, tengo derecho a mi soledad con letras. Estoy, por fortuna, en un medio en el que eso se respeta. […]
ย Desde que estamos aquรญ, hemos reanudado nuestros tรฉs del domingo por la tarde (como en Madrid, calle de Serrano), para amigos muy particulares. Sรณlo un tรฉ extenso he dado, de cincuenta personas, para todos los funcionarios mexicanos que andaban por Parรญs, en mi jardincito. Muchos almuerzos รญntimos, segรบn mi tradicional costumbre, y entre otros, uno al ministro Enrique Gonzรกlez Martรญnez, y una cena en honor del general [Francisco] Serrano y su esposa, para despedirla. […]
ย La fatalidad de Espaรฑa en Amรฉrica puede definirse en pocas palabras: 1) Por parte del Estado espaรฑol, abandono completo de relaciones, desinterรฉs entre rencoroso y desdeรฑoso para Amรฉrica. Se ve en la actitud pรบblica de Espaรฑa en todas las asambleas internacionales: sus delegados prefieren ser servidores tรญmidos de Europa (que los desdeรฑa), a centros de uniรณn y cordialidad de Amรฉrica. 2) Por parte de las colonias espaรฑolas en Amรฉrica, intromisiรณn (siempre conservadora, reaccionaria, capitalista y cruel) en la polรญtica interior de aquellas repรบblicas democrรกticas. Hacen que el americano tenga de Espaรฑa una representaciรณn fea e injusta. Lo que en Mรฉxico, por ejemplo, el vulgo llama โgachupรญnโ, ni es mexicano, ni es espaรฑol: es una llaga que le nace a Mรฉxico, con una inyecciรณn del suero mรกs bรกrbaro de Espaรฑa.
ย En Espaรฑa adquirรญ el vicio de insistir en la censura de lo que amo, porque quisiera encontrar lo perfecto. A veces un elogio es signo seguro de indiferencia. Una censura apasionada suele ser amor vivo.
ย Armando Godoy me explica que este banquete a Rivero [ministro de Espaรฑa en Parรญs] servirรก para quitar a la quisquillosa colonia espaรฑola de Cuba el resentimiento que tiene contra รฉl por haber puesto a la asociaciรณn el nombre de Paris-Amรฉrique latine y no Paris-Amรฉrique espagnole. Para un futuro historiador es curiosa esta disputa en torno a las expresiones โAmรฉrica Latinaโ y โAmรฉrica Espaรฑolaโ; la primera, preferida por Francia, indica el รกnimo de Francia de captarse a Hispanoamรฉrica, excluyendo a la Madre Espaรฑa. La segunda expresiรณn es, naturalmente, la preferida en la Penรญnsula. Yo la uso siempre โamando entraรฑablemente a Franciaโ porque es la mรกs exacta. Los โamericanistas militantesโ de Francia โraza tan nefanda aquรญ como la correspondiente de Madrid, aunque hay que convenir en que aquรญ tienen organizaciones mucho mรกs eficacesโ cuando hablan de lo latino, quieren decir โHispanoamรฉricaโ, y excluyen a Espaรฑa y ni se acuerdan de Italia. Asรญ se explica que, en reciente congreso de la prensa latina en Italia, Mussolini โesta vez con harta razรณnโ le preguntara a Maurice Waleff (americanista representativo) en medio de un discurso de รฉste: โยฟA quรฉ paรญses se refiere usted?โ โA todos y, ante todo, al que nos hospedaโ. Parece mentira la tinta que ha hecho correr esta cuestiรณn verbal โpor el sentido polรญtico que envuelve. En la prensa espaรฑola, Mariano de Cavia โpara quien era un tema mandado a hacer a la medidaโ y hasta el grave maestro Menรฉndez Pidal, han salido a discutir el asunto.
[16 de septiembre de 1925.] Entre las pocas personas del Antiguo Rรฉgimen que vinieron por mi dichosa fiesta, Luis de la Barra asomรณ la nariz y se fue, y tambiรฉn, impensadamente, Beatriz de Iturbe, con su acento extranjero โla que un dรญa me pidiรณ (sin siquiera conocerme) una tarjeta coupe-file para no tener que buscar su auto al salir de las carreras (!!!).9 Ha de ser muy aficionada a caballos y muy amazona, pues olรญa a cuadra y a sudor de cabalgadura de un modo penetrante. Supuse que vendrรญa de pasear a caballo. No pude darme cuenta porque traรญa un abrigo largo.
27 de septiembre de 1925. No pudo venir Cassou, pero sรญ todos los demรกs invitados y, ademรกs, Arturo Pani y seรฑora, Freymann y seรฑora. El abate [Josรฉ Marรญa Gonzรกlez de] Mendoza, Toรฑo Salazar y Leรณn Pacheco. Supe a รบltima hora que habรญan llegado ya del veraneo Supervielle y seรฑora, y tambiรฉn logrรฉ hacerles venir. Mi salรณn estaba atestado de gente, pero todo era encuentros agradables entre personas que convenรญa poner en contacto unas con otras. Supervielle y Mateo Hernรกndez quedaron en ayudar a [Manuel] Rodrรญguez Lozano y a [Julio] Castellanos para su exposiciรณn de arte infantil mexicano โque tanto รฉxito tuvo en Buenos Aires. Cuentan ya con el apoyo de Andrรฉ Salmรณn. Pepe Moreno Villa no se irรก ya a Espaรฑa sin conocer las cosas de Figari โprecioso viejo.10 El Abate estaba entusiasmado de ver la gente que logro reunir en mi โjardรญn de Academosโ.
ย ย ย ย ย Llegan [Josรฉ] Moreno Villa, Corpus [Barga], Cassou […] Vamos a ver a [Jean] Delaunay, el pintor y decorador marido de Sonia, de la primera fila de los cubistas, lleno de ideas, ensayos, intentos, y pobre en realizaciones: es un fragmento de la historia de las revoluciones estรฉticas de Parรญs. Parece que habla ya como quien ha hecho dinero. Acaso, mรกs que con su pintura, con las telas decoradas de su mujer y los trajes fantasistas de que queda memoria en la Faune assise de Apollinaire, de quien fue รญntimo amigo, y a quien acogiรณ en su taller cuando Apollinaire โmuy deprimido por verse mezclado en la historia del robo de la Giocondaโ estaba casi neurastรฉnico. Es autor del cuadro de las ventanas que inspirรณ a Apollinaire su cรฉlebre poema. La verdad es que nosotros no รญbamos a ver sus cosas, sino los cuadros de Rousseau que รฉl posee, pero no los tenรญa a la mano. Nos encantรณ su รกgil simpatรญa y su juventud, su vitalidad. Por la noche admirรฉ una vez mรกs con Pepe [Moreno Villa], la โDanza de los panecitosโ en La Ruรฉe vers lโOr de Charlot.11
10 de octubre de 1925. [Pedro] Figari abriรณ su exposiciรณn en la Galerie Drouet. Exposiciรณn Rousseau en la Maison de Blanc, que me confirma mi idea de que el Aduanero no tomรณ en Mรฉxico, sino en cualquier libro de cromos de historia natural โun Bufรณn baratoโ, la inspiraciรณn de sus cuadros tropicales. Exposiciรณn Zรกrraga โmeramente comercial, no metรณdicaโ en Devambez. De buena gana, si tuviera fondos, comprarรญa el baรฑo de caballos y hombres desnudos: figuras pequeรฑas con luz en el primer tรฉrmino y oscuridad tempestuosa en el fondo marino. He adquirido de Freymann, procedentes de ventas del Hotel, un dibujo del Guercino (Dolorosa) en marco dorado, viejo, y dos preciosas miniaturas indias: emperadores hindรบes, padre e hijo. Trabajo tanto, que mi jornada total va de las tres de la maรฑana a las 12 de la noche. Tiemblo por mi salud y mi resistencia.
28 de octubre de 1925. Todo funcionario espaรฑol se siente mal ante los americanos, si estรก sobre todo delante de europeos. Se dirรญa que para ellos Europa es el juez, ellos el acusado y Amรฉrica el cuerpo del delito. […]
22 de diciembre de 1925. Una de estas noches โno sรฉ cuรกndoโ leรญ mi Ifigenia y el comentario (mรกs un breve comentario de ocasiรณn) en casa de [Gonzalo] Zaldumbide, con asistencia de escritores hispanos y franceses. Habรญa, en las pausas, quenas peruanas que sabรญan a flautas griegas. Parece que agradรณ mucho. Con ese motivo, el Paris-Times me hizo una entrevista literaria.
7 de febrero de 1926. He almorzado con Jules Romains que vive ahora en un hotelito de Buttes Chaumont, con jardรญn montaraz y amplios salones de trabajo. Su esposa ya tiene cabellos entregrises: francesa morena que conocรญ en Madrid harรก tres o cuatro aรฑos. [Romains] me dijo de Proust que era โtrรฉs conciergeโ, y es verdad. De [Francis] Carco, que bastaba que un escritor se pasara โal buen ladoโ, a la derecha, para que
se le permitiera escribir hasta libros obscenos. De Paul Valรฉry, que era el tipo del poeta a quien le monde veut bien faire une derniere courtoisie symbolique, afin que la poรฉsie fiche le camp dรฉfinitivement. Siempre agradable y buen amigo. Sus รฉxitos teatrales โes decir econรณmicosโ le alejan algunas semiamistades o seudoamistades literarias. Yo le expliquรฉ que el problema de la literatura hispanoamericana en Parรญs era รฉste: que sรณlo piden al americano que sea pintoresco y exรณtico.
ย ย ย ย ย El retrato mรญo que hizo Rodrรญguez Lozano cada vez me gusta menos como retrato. Es Rodrรญguez Lozano muy inteligente, pero acaso tiende a cierto academismo. Y Julio Castellanos, su discรญpulo, quizรก va a ser mejor pintor con รฉl. Ve mรกs la luz y ama mรกs el color. Y siente mรกs el dibujo. Desde que ambos volvieron a Mรฉxico, regreso de Parรญs, nada se oye de ellos. Acaso han querido esconderse y trabajar.
ย ย ย ย ย Me ofrecรญa Angelina [Beloff] un retrato, abocetado, de Modigliani, por tres mil francos, pero me ha entrado el deseo de ahorrar. La otra mujer a quien [Diego] Rivera dejรณ una hijita, me llevรณ a la Legaciรณn cuadros de Diego โmalos, olvidados por รฉl, aunque dos tienen atractivoโ para ver de venderlos entre mexicanos. No sรฉ si lo lograrรฉ, ยกson tan poco cultos รฉstos de aquรญ!
15 de mayo de 1926. Se fue hace semanas Vasconcelos a Puerto Rico, a dar conferencias. De allรญ irรก a alguna universidad yanki, y volverรก en un par de meses a reunirse con su familia que queda en Parรญs, para instalarse en Niza, cuyo clima mediterrรกneo prefiere a las brumas melancรณlicas de Parรญs.
16 de mayo de 1926. Genaro Estrada me pide de Mรฉxico una lista de servicios, para poder en cualquier momento hacer ver mi labor en la Legaciรณn de Parรญs. Gran auxilio de amigo. Pero muy difรญcil hacerlo. Todo estรก en todo, y no sรฉ dรณnde acaba lo privado y empieza lo pรบblico. Yo creo que un diplomรกtico no tiene vida privada; no debe tenerla: tanto porque sus actos trascienden todos a su representaciรณn oficial, como porque debe procurar aprovechar en bien del nombre de su paรญs y del รฉxito de su misiรณn cuanto de bueno le acontezca en lo privado. Me estoy esforzando, sacando datos de estos cuadernos, de mis libros de recortes de prensa y de mi correspondencia archivada, asรญ como de los mismos archivos de la Legaciรณn, por reconstruir un poco la historia de mis trabajos en Parรญs. En adelante tendrรฉ cuidado de dejar en estos cuadernos toda constancia que pueda servirme para tal fin, pues veo que hace falta. Apenas empiezo ahora a aprender a exhibir lo que hago, a demostrarlo. Eso es la polรญtica, y por eso abomino de ella. Me entrego a estas tareas con verdadera repugnancia, yo que siempre he vivido bajo aquel sabroso proverbio castizo que dice: โEl buen paรฑo en el arca se vendeโ. Y en eso paso este rato de domingo nublado, triste, ventoso. Porque este aรฑo, el mayo de Parรญs nos ha traicionado, y hace un tiempo detestable.
2 de agosto de 1926. He telegrafiado a Mรฉxico manifestando mi adhesiรณn al Presidente con motivo cuestiรณn religiosa. Telegrafiรฉ a todos los jefes de misiรณn mexicanos en Europa invitรกndolos a adherirse. Comienzo a recibir agradecimientos.
13 de septiembre de 1926. Hice quitar una escasa docena de carteles adversos al Gobierno de Mรฉxico, que los fanรกticos pegaron por Parรญs. Asunto sin trascendencia, que naciรณ muerto.
1 de octubre de 1926. […] Cuando iba a venir Alberto Pani a esta Legaciรณn, la otra vez, le compraron su esplรฉndido auto. Ahora, han autorizado por telรฉgrafo 80 mil dรณlares para la compra de su casa. Ojalรก se haga y gane esto al servicio de Mรฉxico. [Agregado con posterioridad:] (Llegaron hasta 100 mil y pico.)
30 de octubre de 1926. Ha habido, por estos tiempos, dos famosas ventas de bibliotecas privadas en Parรญs. La una, de Andrรฉ Gide; la otra, de Mlle. Mounier. De Andrรฉ Gide se dijo que vendรญa los libros de todos aquellos amigos suyos con quienes habรญa reรฑido a consecuencia de la publicaciรณn del Corydon, su alegato en favor de la pederastia. Y ya รฉl se cuidรณ, en todo caso, de que, entre los precios importantes que alcanzaron algunos tomos de su colecciรณn, el Anti-Corydon resultarรก apreciado en unos 50 cรฉntimos.
ย ย ย ย ย Supongo, de todos modos, que hay fรกbula en esto. Gide vendiรณ sus libros para hacerse de algรบn dinero antes de su viaje al continente africano. ยกLos libros son tan fรกciles de obtener en Parรญs! ยกQuรฉ mรกs da tenerlos en casa o en cualquier biblioteca circulante! Y luego, como confiesa Gide, puede ser mรกs agradable leer los clรกsicos en ediciones universitarias o populares, baratas, que en ediciones de lujo. Puede รฉste no ser el sentir comรบn, pero creo que es el punto de vista mรกs puramente literario que existe; sin mezcla de bibliofilia, espรญritu de coleccionista, ideas de decorador de interiores, perfumista, snob o amateur. Ademรกs, llega a la edad en que se lee menos, y en que la lectura es mero pretexto pasajero para disparar la propia musa. Y por รบltimo, dice Gide: โYo no amo los bienesโ. A juzgar por las anรฉcdotas sobre su avaricia que corren por Parรญs, los bienes le interesan menos que el dinero que se da por ellos. Por eso ha vendido sus libros. No han faltado amenidades y chascarrillos en torno al caso. Tal autor โcreo que fue Henri de Regnierโ le ha dedicado su รบltimo libro con una dedicatoria que decรญa aproximadamente: โA Andrรฉ Gide, para aumentar su ventaโ. La venta de estos libros ha producido un pico. Yo vi la colecciรณn, en compaรฑรญa de Jules Supervielle, en la Librerรญa Champion, donde estuvo expuesta. La damita de la librerรญa nos instalรณ cรณmodamente en sendos sillones. Y nos sumergimos un par de horas en esa delicia de ediciones originales dedicadas por el autor. A cada rato encontrรกbamos, entre las pรกginas de estos libros, cartas autรณgrafas de los escritores. Gide habรญa conservado hasta sobres autรณgrafos, y calculado asรญ, el valor de todo elemento comerciable en su colecciรณn de palabras escritas. Habรญa pรกginas inรฉditas de Paul Valรฉry, que entonces aรบnfirmaba con un doble nombre que ahora no recuerdo. Habรญa muchas cartas de Pierre Louรฟs, salpicadas con pecaminosas manchitas de perfume que producรญan una expansiรณn de la tinta. Es lรกstima que no haya yo fijado mi impresiรณn inmediata. Ahora ya me olvido de muchos detalles curiosos.
6 de noviembre de 1926. En la tarde, en la Comรฉdie des Champs Elysรฉes, una bailarina alemana, Valeska Gert, tuvo la idea de anunciar sus bailes como bailes โsurrรฉalistesโ, sin pedir el visto bueno de los suprarrealistas, Breton, Aragon y demรกs, y hubo puรฑetazos y policรญa. Puerilidades de Parรญs.
13 de noviembre de 1926. Por la noche visitรฉ dos bailes musettes de apaches, marinos y soldados, en el barrio de la Bastilla, Rue de Lappe: โLes Trois Colonnesโ y โLe Petit Balconโ. Calles llenas de gente, estrechitas, sin luz de alumbrado urbano, pero iluminadas por la luz de las tabernas, y llenas del ruido del acordeรณn.
Domingo 12 diciembre de 1926. Ha venido a verme Paul Morand, por la maรฑana. Irรก a Mรฉxico unos dรญas. Va a los Estados Unidos a escribir una novela de un negro africano y un negro americano.12 Le he dicho, puesto que va a Amรฉrica por la vรญa de Veracruz, que haga escala en Cuba para conocer al negro cubano, tan distinto del yanqui. Le doy orientaciones para Cuba y Mรฉxico. Volverรก a verme en enero, antes de su viaje. Me habla de que en literatura no puede uno โcambiar sus mueblesโ, como ofrecen las Galerรญas Lafayette hacerlo para sus clientes, y que los surrealistas mรกs pederastas y comunistas, despuรฉs de un manifiesto sobre el arte subconsciente, llegan al [colmo] de lo incomunicable, o van saliendo con una novelita frรญa, analรญtica, psicolรณgica, a lo Princesse de Clรฉves y en la mejor tradiciรณn francesa clรกsica.
20 de diciembre de 1926. La guerrilla que dos o tres me hacen en Mรฉxico me estรก enseรฑando dos cosas: 1o que ya tengo una cotizaciรณn pรบblica, 2o que no debo tomar en cuenta los ataques. Como nunca me habรญan discutido, si hubieran espaciado los ataques, me dolerรญan mรกs. Pero han soltado a un tiempo todos sus perros. Resultado para mรญ: se me estรก haciendo el callo. Proveo ahora enseรฑanza. Un perfeccionamiento que deberรฉ a los que han querido daรฑarme.
13 de febrero de 1927. Hoy domingo escribo a [Manuel] Altolaguirre y a [Emilio] Prados, los nuevos poetas de Mรกlaga (Litoral). รstos (Josรฉ Ma. Hinojosa, Dรกmaso Alonso, Pedro Salinas, Jorge Guillรฉn, etc.), que tambiรฉn comienzan a publicar Verso y prosa, en Murcia, me parece que van a darme al fin mi verdadero ambiente deseado, por mรญ presentido en Pausa, de poesรญa nueva con toda la riqueza y perfecciรณn del Siglo de Oro.
Marzo 9 de 1927. Ya vino mi sucesor Alberto Pani. Le entregarรฉ la Legaciรณn el dรญa 15. Embarcaremos en St. Nazaire, a bordo del Espagne, para Mรฉxico, el dรญa 21. Me estoy despidiendo de todo el mundo. El 18 me dan un almuerzo los escritores, ofrecido por Paul Valรฉry. El 19 doy yo una recepciรณn en la tarde a todas mis amistades, para decir adiรณs. El sistema de los misterios de nuestra Secretarรญa de Relaciones Exteriores tiene sus inconvenientes, como no puedo decir que voy a Mรฉxico a tomar รณrdenes para la Argentina, aquรญ creen que me ha pasado algo, que he caรญdo en desgracia.
Marzo 14 de 1927. Entrego al presidente Doumergue mis cartas de retiro. Me habla de arqueologรญa (como siempre) durante media hora y me exalta las virtudes de la paciencia.
Marzo 19 de 1927. […] En la tarde, mil personas en mi recepciรณn, que resultรณ brillante y tambiรฉn conmovedora de despedidas.
ย ย ย ย ย Paul Valรฉry me manda La joven parca, dedicada. ~
Si algรบn Diario รญntimo merece ese nombre es, sin duda, el de Paul Lรฉautaud: sigue escrupulosamente la marcha del calendario y a su autor puede reprochรกrsele todo menos la insinceridad. Misรกntropo, solitario, irreverente, descreรญdo del progreso y de la literatura, con mรกs afecto por los animales que por las personas, el autor del vastรญsimo Diario literario merece seguramente la calificaciรณn de imbรฉcil moral que le otorgรณ Malraux, pues su persona carece tanto del cimiento como de la piedra de fundaciรณn de toda moral: el tabรบ del incesto y la piedad filial. A cambio, tenemos a un hombre que puede expresar el deseo por su madre y asistir, sin conmoverse pero con una curiosidad de entomรณlogo, a la agonรญa de su padre. Escandalosa intimidad, si se quiere, pero a la que no podemos negarle ni la pasiรณn ni la sensibilidad ni la inteligencia ni la curiosidad extremas.
ย ย ย ย ย A diferencia de esa parte de sus diarios que Lรฉautaud publicรณ en vida y en los que retrata a la sociedad literaria de su tiempo, el asunto de los โdiarios particularesโ que mantuvo inรฉditos es el propio autor, su cuerpo y su sexo. Las pรกginas siguientes son las iniciales del segundo de esos diarios y sus protagonistas son un hombre de 61 aรฑos, que mantiene una relaciรณn vieja de 18 aรฑos con una mujer tres mayor que รฉl (Mme. Cayssac, a la que llama โla Plagaโ) y una mujer de cuarenta y seis. No se busquen en ellas sentimientos, romanticismo, la exaltaciรณn de la belleza del cuerpo. Pero sรญ el comienzo de un amor. El primero de un hombre que entra en la vejez, y uno de los mรกs extraรฑos que el lector pueda imaginar. Marie Dormoy, nunca mencionada por su nombre, acepta desde el principio el desaliรฑo, la suciedad, el sudor y el mal olor de Lรฉautaud y se volverรก, al cabo, รบnica para รฉl.
โAurelio Asiain (selecciรณn y traducciรณn)
Viernes 13 de enero de 1933. Esta maรฑana, visita de M.D. Yo estaba de pie ante la gran mesa, separando la correspondencia del paquete del correo. Me dijo: โยฟQuieres venir a cenar el domingo conmigo?โ โNoโ, respondรญ. โยฟPor quรฉ?โ โโPorque me aterra salir de noche… Y ademรกs estoy harto de hacer que las seรฑoras me inviten a cenar.โ โยกSi serรกs tonto!โ, dijo. โยกConque no quieres venir! No te habrรญas arrepentido…โ Estรก de pie a mi lado. Me vuelvo hacia ella: โยฟPor quรฉ?โ Me responde con cierto tonito: โยกPor quรฉ?โ, luego se me pega y me ofrece la boca. Un beso. Paso mi mano por el escote de su vestido y le manoseo un pecho. Se me pega cada vez mรกs. Ya se me habรญa puesto dura. Vuelve a ofrecerme la boca. Otro beso. La mano otra vez en su blusa, para tomar uno de sus pechos (no tiene mucho), la otra mano toqueteando cierto lugar bajo su vestido. Le pregunto: โยฟPero quรฉ tienes?…โ Con tono lรกnguido: โNo sรฉโ. Le digo que espere un poco, a que termine mi revisiรณn. No hay modo. Tiene prisa. Una cita con su abogado para ver algo de su departamento. Termino por decir que sรญ. Domingo por la noche en su casa hacia las seis y media.
Sรกbado 14 de enero. No dejo de pensar en el tren esta maรฑana, yendo a Parรญs.
ย ย ย ย ย Para quรฉ meterme en una historia de esta clase.
ย ย ย ย ย Si al menos fuera bonita, me gustara, me ofreciera el menor atractivo fรญsico. Pero lejos de eso. Me conozco en estos casos: a la mera hora, repugnancia, impaciencia por marcharme, furioso conmigo mismo.
ย ย ย ย ย Mi edad. Serรญa una locura. Ya demasiado hago el tonto con la Plaga. El posible descubrimiento por la Plaga. Historias, pleitos. Reproches justificados. Lรญos. Toda mi tranquilidad al diablo. Por tan poco placer. No sรณlo una locura: una estupidez. Tengo todo lo que necesito y me gusta con la Plaga: atracciรณn, vicio, gustos, apareamiento perfecto, placer compartido. ยฟMรกs joven? ยฟY yo? ยฟSoy un muchacho?
ย ย ย ย ย ยฟY hasta en el caso de que este encuentro funcionara? Bastante comprometido quedarรญa. No voy a romper con la Plaga despuรฉs de dieciocho aรฑos. ยฟTener dos amantes a la vez? ยฟO no volver a hacerlo con M.D., lo que le parecerรญa extraรฑo, y serรญa enfadoso para mรญ ante ella; o mostrarme impasible con la Plaga, que no comprenderรญa nada? Tengo otras cosas en que ocuparme que estas โcomplicaciones sentimentalesโ.
ย ย ย ย ย Al llegar al Mercurio, luego de haber anotado estas reflexiones, le escribo a M.D.
Sรกbado en la maรฑana, 14 de enero de 1933
Querida amiga:
Una complicaciรณn. Ni manera de moverme maรฑana. Ayer en la tarde me encontrรฉ con que mi gente habรญa dispuesto salir maรฑana domingo y la casa no puede quedarse sola.
ย ย ย ย ย Estoy rodeado de conversaciones que me vuelven difรญcil escribir. El sรกbado en la maรฑana, por causa de la semana inglesa, todo el mundo llega.
ย ย ย ย ย Saludos.
Puesta la carta en el correo, estoy encantado de haber pasado por encima de mis vacilaciones, mis sรญ, mis no. Serรญa una lata que llegara maรฑana a Fontenay, seducida por la idea de encontrarme solo, ya que no me ha tenido para la cena, y vea la mentira de mi carta, no encontrรกndome solo y con mi gente presente.
ย ย ย ย ย Precisamente, al cuarto para las doce, ida mi carta, la Plaga llega y me da para que se la muestre a Vallette una fotografรญa de Baget, amigo de su marido, a propรณsito del problema de la identificaciรณn Baget-Bigaud Kaire, el dedicatario de la Mujer pobre. Tendrรก la edad que tenga: es mucho mรกs bonita, mucho mรกs expresiva que M.D.
ย ย ย ย ย La jornada transcurriรณ de tal suerte, en parte por mรญ dispuesta, que no tuvimos la ocasiรณn habitual por falta de tiempo. Solamente la hice gozar a ella. Yo: nada. Absolutamente nada. De esta manera, si M.D. llega maรฑana, y las cosas resultan en ese sentido, podrรญa echรกrmela sin problemas y evitarme el ridรญculo de quedarme en blanco.
Domingo 15 de enero de 1933. M.D. no vino. Por lo demรกs, ayer olvidรฉ un detalle. Me dijo el viernes en la maรฑana, en relaciรณn con nuestra cena en su casa esa noche: โCreo que estarรฉ de vuelta hacia las seis, seis y mediaโ. De modo que tenรญa el dรญa ocupado.
Jueves 19 de enero. Esta maรฑana, visita de M.D… Los dos tenรญamos un aspecto algo estรบpido. No sabรญamos muy bien quรฉ decirnos. Me extraรฑรณ no haber tenido noticias suyas despuรฉs de mi carta. A ella le extraรฑรณ que fuera ella la que hubiera debido dar noticias. Muy ocupada con su departamento. De modo que el encuentro se pospone un tiempo. No me quejo. Ni el menor interรฉs. Para nada mi tipo. No me gustan decididamente sino las morenas, las pieles mates, los ojos negros. Un beso de todos modos cuando se va. ยกDios mรญo! ยกSon tan estรบpidas las cosas que no salen!
Lunes 30 de enero. Viernes por la maรฑana, una frase de M. D. diciรฉndome que Vollard tiene muchas ganas de verme, y dรกndome cita en su casa, hoy, entre las seis y las ocho, pequeรฑa recepciรณn de amigos, entre ellos Vollard.
ย ย ย ย ย Fui. Vollard llegรณ tarde. Estuvo hablando con gente. Otros tampoco me sueltan a mรญ y no me atrevo a ir a preguntarle para quรฉ me quiere, obligado a partir de inmediato a causa de la hora. Ni idea pues de lo que podรญa tener que decirme โsi es que tenรญa algo que decirme.
ย ย ย ย ย Pero tuve un curioso encuentro. El doctor Le Savoreux la habรญa tomado contra mรญ a propรณsito del romanticismo y yo discutรญa a golpe de burlas y sarcasmos con un seรฑor Girard, adjunto de la Biblioteca de Sainte-Geneviรจve. Una mujer, sentada a dos pasos de mรญ, no me quitaba los ojos de encima. Una mujer todavรญa joven, alrededor de 35 aรฑos, vestida con extrema sencillez, sin maquillar, no precisamente bonita pero con una expresiรณn de extremada sensualidad en el rostro. Terminada la conversaciรณn, me levanto y paso a otra pieza donde me pongo a platicar todavรญa con el doctor Le Savoreux.
ย ย ย ย ย Esa mujer deja su silla, se apuesta de pie a dos pasos de mรญ y sigue sin quitarme los ojos de encima. Debo decir que yo la habรญa mirado mucho por mi parte mientras hablaba. Dejando al doctor Le Savoreux, me encuentro a solas con ella en la antecรกmara, en el momento en que recogรญa mi abrigo. No salgo de mi atrevimiento, le pregunto: โยฟNo se marcha usted?โ Me responde: โSรญโ .Le digo: โยฟPara dรณnde va?โ Respuesta: โFontenay-sous-Bois. ยฟY usted?โ Yo digo: โFontenay-aux-Roses. Dos distintosโ. Me responde: โPodemos hacer que no sean sino unoโ. Salgo y afuera, oculto tras una puerta, espero que ella lo haga. Sale y la alcanzo. Hacemos juntos el camino hasta la plaza Denfert. Conversaciรณn muy animada. Atrevida, de su parte y de la mรญa. Le digo entre otras cosas que su rostro deja ver que uno no debe de aburrirse con ella. No es bonita, pero su rostro era tan expresivo que se volvรญa bonita. Como le digo que no me arrepiento de haberme atrevido a hablarle, me dice que habรญa estado de inmediato segura de que le hablarรญa. Y como me asombro ademรกs de verme asรญ atrapado, me dice: โยฟCรณmo? Si usted me mirรณ, yo lo mirรฉ tambiรฉn… tiene usted un rostro…โ Me hago el que no entiende e insisto en que se explique. Me dice: โยฟQuรฉ dijo hace un momento de mi rostro?โ โQue no debe uno de aburrirse con usted, en la cama…โ Me contesta: โยกAjรก! Pues con el rostro de usted pasa lo mismoโ. Le digo que eso es una novedad para mรญ (lo cual es cierto) que deberรญa explicarme, que, de veras, soy completamente ignorante. Me dice seรฑalando con su dedo sobre su rostro: โTiene dos lรญneas aquรญโ. (Bajo los ojos y bajando a cada lado de la nariz.) A decir verdad, no entendรญ muy bien. Digo algunas palabras sobre que nosotros, los hombres, no podemos apenas saber cรณmo nos juzgan las mujeres ni lo que pueden leer en nuestro rostro, como ellas mismas, cรณmo las miramos ni lo que juzgamos en ellas, y que cuando, como yo, uno ya no es joven…
ย ย ย ย ย Algunas frases, ademรกs, que no recuerdo con mucha precisiรณn, sobre la diferencia entre los recursos amorosos de un hombre y los de una mujer… Cuando le pregunto si la esperan y me responde que sรญ y mucha gente, doce o quince personas, y le pregunto si son doce amantes, me contesta que tiene una especie de instituciรณn, una docena o quincena de alumnos fijos. Me hubiera llevado esa misma tarde si yo hubiera querido, y podido, impedido como estaba por la obligaciรณn de llevar las provisiones de la servidumbre o si hubiera sido menos tarde y yo hubiera tenido tiempo de ir y volver. Le digo: โPero ยฟquรฉ hubieran pensado sus alumnos?โ Me responde: โNada de nada. Les dirรญa: โLes traigo a un gran maestroโ (?) y usted subirรญa a mi recรกmaraโ. ยกLa finura y la desvergรผenza de las mujeres! Me dice que M.D., โque es agudaโ, ha notado algo y le ha dicho dos veces: โPero ยฟa quiรฉn le coquetea Lรฉautaud?โ โNo tengo idea pero seguramente no a mรญโ, le respondiรณ, y aรฑade ahora que M.D. se asombrarรญa muchรญsimo si nos viera juntos en ese momento.
ย ย ย ย ย Nos detenemos un momento en la plaza Denfert, ante la estaciรณn, antes de que yo entre a tomar el tren y ella continรบe hacia la plaza de la Bastilla para tomar el suyo. Me parece que se burla un poco y coquetea. Le digo: โCreo que es claro que se estรก riendo de mรญโ. Se defiende. Le digo: โยฟSabes?, siempre soy desconfiado y, en cuanto a las mujeres, tengo mis motivos para creer que se rรญen de mรญโ. Me dice: โPero en lo mรกs mรญnimo. Tiene usted mucho ingenio y por mi parte no soy ninguna tontaโ. Me dice ademรกs: โTengo una gran ventaja sobre usted: no sabe ni mi nombre ni mi direcciรณn y no puede escribirme. Yo puedo escribirle cuando quieraโ. Le digo: โPero ยฟquรฉ sabe usted de mi nombre?โ Exclama: โยกCรณmo! Si todo el mundo no hace sino repetirlo a todas horas: Lรฉautaud esto, Lรฉautaud lo otroโ. (En efecto, esta tarde tuve tambiรฉn la sorpresa de comprobar que soy mรกs conocido de lo que nunca imaginรฉ.) Me preguntรณ si puede venir a verme a Fontenay. Le dije: โsรญโ, advirtiรฉndole que mi casa no es muy elegante. Levantรณ los hombros, dando a entender que no le importaba. Le dije: โSรณlamente el domingo, y avisรกndome antesโ. Dijo que me escribirรก. Le dije: โAl Mercurioโ. Veremos.
ย ย ย ย ย Pero, repito, el encuentro fue curioso. Escribo esta nota sin salir de mi sorpresa. ยกPensar que, si hubiera podido acompaรฑarla, me habrรญa llevado!
ย ย ย ย ย Y por Dios que he oรญdo burlarse de mi fรญsico, muy cordialmente por lo demรกs, al tal Girard, en respuesta a mis agresivas afirmaciones sobre el romanticismo y Hugo… la apariencia de un viejo abogado, un Daumier…
ย ย ย ย ย Pienso tambiรฉn en la manera en que la Plaga ha llegado a envenenarme, a aumentar mi timidez, pese a que vi con toda claridad el fin que perseguรญa al repetirme sin cesar que soy feo y no es posible que le guste a ninguna mujer.
ย ย ย ย ย Y no es que me lance a ninguna aventura. Francamente no. Mi tranquilidad, mi salud, mi trabajo. Esa mujer se enojarรก y
no me escribirรก, no tendrรฉ ni siquiera que consolarme. Y ademรกs, si se trata de aventuras, y a mi edad (quiero decir, mientras pueda), me gustarรญa mรกs una mujer de veras bonita.
En todo caso, al terminar esta semana, un mes de sensatez. Eso cae bien.
ย ย ย ย ย Otros detalles: conoce a M.D. โdesde siempreโ. Vive en Fontenay de las Rosas, por la estaciรณn, desde hace una decena de aรฑos.
Entre las personas que se han declarado encantadas de conocerme, Robert Rey, antiguo conservador del Luxemburgo, ahora en Fontainebleau, que me ha invitado a ir allรก de un sรกbado al lunes, lo que enseguida he declinado.
ย ย ย ย ย En cuanto a las reunioncitas de M.D., a juzgar por รฉsta, perfectamente ridรญculas, la gente no se conoce. La mayorรญa no piensa sino en llenarse de comida. Habรญa un joven artista extranjero, pintor o escultor, que se jactaba de cenar ahรญ. M.D. me parece que colecciona tambiรฉn checoslovacos y otros reciรฉn llegados de la misma especie.
ย ย ย ย ย Pequeรฑa compensaciรณn: M.D. me pidiรณ cuando me marchaba que fuera a decirle el jueves en la maรฑana a Saint-Geneviรจve sรญ desayunarรญa o no en su casa el domingo que viene. No hay duda: si esa mujer me escribe que viene el domingo (y si ha escuchado la recomendaciรณn de M.D., nada sino eso puede decidirla) serรก no. Pretexto que inventar entonces.
Martes 31 de enero de 1933. Curioso efecto de esta historia de ayer: me pone de un humor espantoso. En realidad, es una perturbaciรณn y no me gusta estar perturbado.
Miรฉrcoles 1 de febrero. Ningรบn correo de esa โpersonaโ, despuรฉs de haberse mostrado tan incitante y hasta mรกs que incitante. Empiezo a preguntarme si no se habrรกn simple y sencillamente burlado de lo lindo de mรญ. Lo que muy bien podrรญa ser. ยกMe habrรญa tocado el papel de un imbรฉcil! ~
Aรฑo 1931
Casa de Gide. Somos seis o siete que conversamos sobre todo un poco… Hacia las 10 llega Roger Martin du Gard. Hace uno o dos dรญas vio una obra de teatro histรณrica con la que quedรณ encantado. โPero no tiene ningรบn mรฉrito literario โdijo [Ramon] Fernandez con una voz secaโ, la verdad no se respeta y el personaje central no tiene vida. ยฟQuรฉ le ve de interesante?โ โยกMire nada mรกs! โexclama Martin du Gardโ. Mi placer se hace trizas. ยกPensรฉ que me habรญa divertido, y usted hasta eso me quita!โ Un poco mรกs tarde, en medio de un silencio general, voltea hacia Gide y le suelta: โยกSe estรกn poniendo difรญciles con mi pieza en el nrf!โ El silencio continรบa. Gide, que estรก sentado frente a Martin du Gard, se contenta con mecer un pie y apoya la cabeza sobre la mano en una actitud meditativa. Despuรฉs de un momento, se aclara la garganta, y eso es todo. La conversaciรณn se retoma como se puede. Admirรฉ ese silencio mรกs que muchas palabras. Hacรญa falta firmeza para callarse en esa ocasiรณn, y Gide me pareciรณ tal como me gusta imaginarlo: irreductible. (8 de noviembre)
25 de noviembre. Pasรฉ casi todo el dรญa con Gide. Robert estรก con nosotros. Comemos los tres cerca del Bon Marchรฉ y platicamos alegremente de todo. En ningรบn momento siento una diferencia de edad entre Gide y nosotros y no lo habrรญa mencionado si el mismo Gide no hubiera hecho alusiรณn a sus 60 aรฑos. Con รฉl, nunca me puedo librar de la impresiรณn de que estoy hablando con un compaรฑero…
ย ย ย ย ย A propรณsito de Hamlet, dice que nadie se ha detenido en una pregunta planteada por Hamlet a Horacio y Marcelo: โยฟQuรฉ hacen tan lejos de Wittenberg?โ Esta pregunta, segรบn Gide, nos invita a reflexionar sobre la calidad tan alemana del personaje. โTo be or not to be…โ es casi de Schopenhauer. Y esa vacilaciรณn perpetua, esa incapacidad de actuar, esa infirmity of purpose, no es ni francesa ni inglesa sino alemana.
ย ย ย ย ย Un poco mรกs tarde hablamos de los sonetos de Shakespeare y en especial del Portrait of Mr. W. H… Gide dice que es la รบnica interpretaciรณn, no sรณlo plausible sino posible de los sonetos dirigidos al desconocido que es compaรฑero de la Dark Lady.
ย ย ย ย ย Nos dice que tiene miedo de aburrirnos (yo creo que รฉl es quien tiene terror de aburrirse), preocupaciรณn perpetua que lo ha llevado mรกs de una vez a acortar el final de sus libros.
ย ย ย ย ย Robert le pregunta lo que piensa de un libro sobre รฉl que se publicรณ, y del que cita una frase extremadamente cรณmica. โEl autor โdice Gideโ vino a verme poco despuรฉs de la publicaciรณn de su obra y llorรณ sobre mi hombro. ยกSรญ, tuve que consolarlo por haber escrito su propio libro!โ
ย ย ย ย ย Cuando le dije que por negligencia habรญa dejado mi periรณdico abierto sobre la mesa y los empleados domรฉsticos seguramente le habรญan echado una mirada, me respondiรณ que por su parte la curiosidad de los domรฉsticos le fascina y que a propรณsito deja papeles sin importancia en su escritorio para satisfacer su deseo de saber.
30 de diciembre. Visita de Stefan Zweig. Cuando hablamos de las amenazas del futuro, me dice: โDemos gracias a Dios de que, en una creaciรณn donde tantas cosas nos son hostiles, los elefantes no tienen alas ni Alemania unidadโ. No cree en el peligro del pangermanismo, pero sรญ en el fin del mundo tal como lo hemos conocido. โYa verรก โdijoโ todo se harรก en fรกbricas. Ya no habrรก pequeรฑos encuadernadores, ya no habrรก laรฑadores de porcelana en las calles.โ Si eso es cierto, prefiero irme.
Aรฑo 1932
19 de enero. Gide viene a verme al final del dรญa. A propรณsito de las mentiras de V. (mentiras infantiles, mentiritas sin importancia), me habla otra vez de la verdad, uno de sus temas favoritos, cuya repeticiรณn acaba por molestarme un poco. Me dice: โlos dos tenemos una herencia protestante que explica ese gusto por la verdadโ. Y aรฑade que los catรณlicos no creen que la verdad sea para todos y que esa sutileza le da horror… Un poco mรกs tarde, le digo que no estoy contento con algunas cosas en el libro que acabo de terminar, y รฉl muestra su acuerdo con la cabeza. โFrancis Jammes โdiceโ, al contrario, estรก embelesado con todo lo que hace.โ โAsรญ como el cristianismo estรก por encima del paganismo โhabrรญa dicho ese escritorโ, asรญ mis Geรณrgicas estรกn por encima de las de Virgilio.โ
5 de febrero. Un pintor me habla de Lenin, a quien conociรณ en el Barrio Latino en 1912. โCompartรญamos nuestras conquistas. Lenin era muy alegre, muy bueno, y en el amor, muy cochino. Nunca me hablaba de polรญtica. Sin embargo, un dรญa, hablando de Francia, que รฉl despreciaba, y de toda la sociedad burguesa, me dijo: โTodo esto estรก podrido. No durarรกโ. El pintor tiene una carta de Lenin, una carta escrita en francรฉs acerca de una jovencita.
15 de marzo. Vi a Gide esta tarde. Dice que ya no puede pensar mรกs que en Rusia y el comunismo. ยฟDe quรฉ sirve escribir libros? Ya casi no tiene sentido, en la vรญspera de los acontecimientos fundamentales que se preparan en el mundo. โยฟY eso le molesta?โ, le preguntรฉ. โยกNo, lo considero exaltante!โ
Aรฑo 1933
5 de febrero. Lectura del libro de Dumesnil sobre Flaubert. Creo haber aprovechado muchas cosas. Pero los preceptos enunciados por Flaubert sobre la manera de escribir una novela no siempre me parecen buenos. ยฟQuรฉ sucede, no con la inspiraciรณn, sino con la simple invenciรณn en un libro en que el menor hecho debe encontrar su contraparte en la vida real, en la experiencia personal del autor? Desde luego, asรญ se escribe la Educaciรณn sentimental, pero para eso hay que ser Flaubert. Y ademรกs, ยฟa costa de cuรกnto sacrificio trabajรณ Flaubert de acuerdo con ese mรฉtodo? Me acordรฉ de una frase de Henry James que compara a Flaubert con un caballero cubierto por una armadura magnรญfica, de pie frente a la puerta de un gran palacio cuyo umbral no se atreve a cruzar. Mรกs precisamente, James habla de un centinela con armas brillantes, y aรฑade: โHabรญa que llevar esas armas mรกs lejos; quedaban por abrir otras puertas. Por lo menos, Flaubert deberรญa haber escuchado a la puerta del almaโ. (Essays in London.) El novelista no inventa nada, adivina. No se equivocarรก si obedece a la voz interior que habla en cada uno de nosotros, y nos dice cuรกndo permanecemos en la verdad y cuรกndo salimos de ella. La verdad interior es la รบnica que es verdaderamente esencial; lo demรกs, por mรกs bonito y seductor que sea, no es sino accesorio.
9 de febrero. Leรญ en el libro de Dumesnil esta frase de Flaubert: โLa vida es una secuencia de muertes parcialesโ. Al dรญa siguiente, en La Vie littรฉraire, tomo II, la volvรญ a encontrar, robada por France.
28 de febrero. Antier fui a casa de Dalรญ a recoger mi cuadro, porque es mi mes. (Frente a las dificultades financieras del pintor, doce personas se habรญan comprometido a conseguirle una especie de pequeรฑa renta para este aรฑo, a cambio de que cada una recibirรญa ya fuera un cuadro grande o bien uno pequeรฑo y dos dibujos. Habรญamos hecho un sorteo para saber quรฉ mes nos tocarรญa. Para mi gran alegrรญa me tocรณ febrero, lo que me dispensaba de esperar mucho.) Me encontrรฉ con Jean-Michel Frank y Buรฑuel. Puedo elegir entre una tela grande cuyo fondo es un admirable paisaje de rocas, pero cuyo primer plano estรก ocupado por una especie de general ruso con patillas, desnudo y con la cabeza tristemente inclinada para dejar ver los caracoles y las perlas con que estรก atiborrado su crรกneo, y una tela pequeรฑa de una tonalidad maravillosa, grises y lilas, mรกs dos dibujos. Elegรญ la pequeรฑa. Dalรญ me habla de Crevel, enfermo pero โestoicoโ. Se extiende largamente sobre la belleza de su propia pintura y me explica en detalle el sentido de mi cuadro que รฉl llama Devenir geolรณgico y que representa un caballo transformรกndose en roca en medio de un desierto. Se irรก a Espaรฑa y habla con temor de las formalidades de la aduana y los miles de pequeรฑos problemas de un viaje en ferrocarril,1 porque es un poco como un niรฑo que tiene miedo de la vida.
15 de marzo. Gertrude Stein. Da vueltas en su mente a una gran cantidad de ideas singulares que expone con fuerza, con una mano en el bolsillo de un saco amplio bordado como los que usaban los financieros del siglo xviii y la otra mesando y acariciando su corta cabellera gris. Sus ojos son grandes y hermosos, su mirada tiene algo de desafรญo y de descubierto. Me habla largamente de una novela-rรญo que escribiรณ hacia 1907, dio a imprimir en 1920 y que, segรบn ella, ha sido una fuente de inspiraciรณn para muchos escritores estadounidenses de esa รฉpoca. Y menciona muchos nombres muy conocidos. โEs un libro bastante formidable โme diceโ, tiene un movimiento bastante formidable. Es un poema รฉpico.โ Su voz es grave y viril; cuando rรญe, es por explosiรณn, mostrando todos los dientes. Habla de Cocteau como de un escritor importante, de quien seguramente algo quedarรก, pero ยฟquรฉ? No lo dice, no se pronuncia sobre nada de manera precisa. Admira un gran paisaje de Berman que tengo en la sala, pero ni siquiera mira los otros cuadros.
16 de octubre. Casa de Dalรญ. Nos muestra tres cuadros minรบsculos, pero en esto destaca el mรฉrito de este pintor, porque sus cuadros que tienen dimensiones de una tarjeta postal producen el efecto de ser mucho mรกs grandes, puesto que se conciben como cuadros grandes. Se puede cubrir de pintura una tela de diez metros cuadrados y sรณlo producir, en definitiva, una miniatura agrandada; esto es lo que les sucediรณ con tanta frecuencia a los pintores oficiales. Dalรญ hace todo lo contrario. Pone el cielo y la tierra en un espacio donde ni siquiera cabe la mano. El mรกs hermoso de los cuadros que nos muestra representa a cuatro personajes a la orilla del mar. Dos hombres vestidos de gris estรกn recostados en la arena; junto a ellos una niรฑera sentada y vista de espaldas; cerca de ella, un niรฑito vestido de azul con una costilla en la cabeza. Esta costilla, me dice el pintor con solemnidad, es una derivaciรณn de la idea contenida en la historia de Guillermo Tell, historia que traducirรญa, segรบn parece, el deseo reprimido del padre que sueรฑa con matar a su hijo. Uno de los hombres acostados en la arena es Lenin. La niรฑera junto a รฉl lleva un vestido lila cuyos pliegues estรกn indicados con un sentido casi alucinante del relieve. Al mirar a los personajes, uno acaba por tener la impresiรณn de que estรกn empequeรฑecidos no por el pintor, sino por una distancia enorme, y que uno los ve con la ayuda de un potente largavistas. Dalรญ nos muestra despuรฉs algunos dibujos donde se manifiesta lo que se podrรญa llamar su obsesiรณn por la carne. No son sino relojes de carne, piernas de cordero convertidas en violines, costillas-pistola, estรณmagos convertidos en cojines… ~
โTraducciรณn de Mรณnica Mansour