El pasado 31 de diciembre, luego de mรกs de veinticuatro horas de arresto por intentar una acciรณn artรญstica en la Plaza de la Revoluciรณn de La Habana, la artista Tania Bruguera (La Habana, 1968) convocรณ a una conferencia de prensa en el Monumento a las Vรญctimas del Maine en el malecรณn de la ciudad. El monumento habรญa sido construido en 1926, en รฉpoca de buenas relaciones entre Estados Unidos y Cuba, como homenaje a los doscientos y tantos estadounidenses que murieron en la explosiรณn del acorazado Maine, en el puerto de La Habana, en febrero de 1898. En la cima de las dos columnas neoclรกsicas posaba un รกguila imperial, y en la base se erigรญan tres bustos: al presidente William McKinley, que declarรณ la guerra a Espaรฑa, al tambiรฉn presidente Theodore Roosevelt, que peleรณ en la batalla de Santiago de Cuba, y a Leonard Wood, gobernador de la isla durante la primera intervenciรณn norteamericana.
En 1961, una manifestaciรณn revolucionaria derribรณ el รกguila imperial y los tres bustos y los nuevos gobernantes anunciaron que el pintor Pablo Picasso enviarรญa una paloma de la paz, que serรญa colocada encima de las columnas y que nunca llegรณ. La explosiรณn del Maine, atribuida por Washington al gobierno espaรฑol, por Espaรฑa a los separatistas cubanos o al propio gobierno de Estados Unidos –y por unos pocos a un accidente–, era un sรญmbolo del intervencionismo del vecino del Norte en la isla. La leyenda que se agregรณ al pie del monumento en enero de 1961, y que todavรญa se lee, asegura que las vรญctimas fueron “sacrificadas por la voracidad imperialista en su afรกn de apoderarse de la isla de Cuba”. Aquel gobierno revolucionario, encabezado por Fidel Castro, daba por vรกlida la hipรณtesis de que la explosiรณn fue un autoatentado de Washington.
La conferencia de prensa de la artista Bruguera era el primer intento, en mucho tiempo, de revivir simbรณlicamente el monumento al Maine. Pocas semanas antes, el 17 de diciembre de 2014, el presidente Barack Obama y el gobernante Raรบl Castro habรญan anunciado el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, rotas desde octubre de 1960, cuando Dwight Eisenhower llamรณ a consultas al embajador Philip Bonsal. El monumento al Maine parecรญa un lugar propicio para explicar al mundo la forma en que la represiรณn cultural y polรญtica, en la isla seguรญa su curso, a pesar de la normalizaciรณn diplomรกtica entre ambos paรญses. El mensaje era tan evidente que el gobierno cubano decidiรณ volver a arrestar a Bruguera. La artista no solo no podรญa realizar su performance en la Plaza de la Revoluciรณn: tampoco podรญa explicar por quรฉ habรญa sido detenida y, mucho menos, ante el monumento al Maine.
En una conocida escena de Memorias del subdesarrollo (Tomรกs Gutiรฉrrez Alea, 1968), Sergio, el protagonista, divisa con un telescopio el monumento al Maine y se dice a sรญ mismo: “¿Quiรฉn iba a sospechar todo esto? Sin el รกguila imperial. ¿Y la paloma que iba a mandar Picasso? Muy cรณmodo eso de ser comunista y millonario en Parรญs.” El performance de Bruguera en la Plaza de la Revoluciรณn y la conferencia de prensa en el monumento al Maine reiteraban la pregunta por aquel giro “insospechado” de la historia, tras el anuncio del restablecimiento de relaciones. Se trataba de la vuelta del Maine a La Habana, pero, ¿en “son de paz”, como en los primeros meses de 1898?
Despuรฉs del diferendo
Luego de 54 aรฑos de fractura diplomรกtica, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba normalizan sus vรญnculos. Los lรญderes actuales de ambos paรญses buscan objetivos distintos e, incluso, contradictorios con esa vuelta a la normalidad. El gobierno de Raรบl Castro busca acceso a crรฉditos e inversiones, atracciรณn de remesas de la emigraciรณn cubanoamericana, aumento del turismo y, eventualmente, acceso al mercado norteamericano, donde podrรญan venderse bien algunos productos estratรฉgicos de la isla y donde la maltrecha economรญa cubana encuentra ya un importante proveedor de alimentos, medicinas e insumos. El objetivo de La Habana es obtener ventajas, fundamentalmente econรณmicas, de la normalidad diplomรกtica, sin propiciar un cambio del rรฉgimen polรญtico.
La preservaciรณn de ese rรฉgimen, cuya estructura institucional bรกsica incluye el partido รบnico, el control de la sociedad civil y los medios de comunicaciรณn por el gobierno y una ideologรญa de Estado que, aunque debilitada, sigue rigiendo la educaciรณn y la cultura, no implica, desde luego, la inmutabilidad. Una de las metas del gobierno de Raรบl Castro en el mediano plazo es la renovaciรณn generacional de la clase polรญtica cubana –en la cรบpula, dado que en la base esa renovaciรณn ya ha tenido lugar–, sin alterar, en lo sustancial, el rรฉgimen o accediendo a leves reformas que faciliten la prรณxima sucesiรณn presidencial, prevista para las elecciones de la nueva Asamblea Nacional y el nuevo Consejo de Estado, entre 2017 y 2018.
¿Quรฉ busca, en cambio, la administraciรณn Obama con el restablecimiento de relaciones con Cuba? Es evidente que la presiรณn a favor del levantamiento del embargo o de la flexibilizaciรณn de la polรญtica de Estados Unidos hacia la isla ha crecido extraordinariamente durante los dos mandatos de Obama. En las bases electorales de ambas candidaturas presidenciales hubo sectores de la izquierda hispana y afroamericana adversos a la polรญtica hostil de Washington hacia La Habana. Y el propio presidente, desde su primer gobierno, mostrรณ simpatรญas por un giro en la materia, al revocar las sanciones que aplicรณ George W. Bush tras la represiรณn de la primavera de 2003.
La normalizaciรณn diplomรกtica entre Estados Unidos y Cuba es en buena medida un gesto de Obama, favorable al lobby antiembargo. Pero no es, en modo alguno, una renuncia al interรฉs de Washington en una mรกs profunda liberalizaciรณn econรณmica de la isla y, sobre todo, una democratizaciรณn del sistema polรญtico cubano. El presidente lo dijo con claridad en sus intervenciones sobre el tema, a mediados de diciembre de 2014: el cambio de polรญtica hacia la isla se inspira en la idea de que el embargo comercial y la fractura diplomรกtica han perdido utilidad como herramientas para estimular el cambio.
No hace falta tener un ojo avizor para prever, en los prรณximos aรฑos, un desplazamiento de esas tensiones en torno a las reformas econรณmicas y polรญticas cubanas al marco diplomรกtico. El gobierno de Estados Unidos intentarรก agregar a los temas ya instalados en la agenda bilateral –migraciรณn, seguridad, narcotrรกfico, Guantรกnamo, terrorismo, medio ambiente, etc.– las cuestiones de los derechos humanos y la falta de libertades pรบblicas en Cuba. El gobierno de la isla responderรก a esas demandas con reclamos contra la inclusiรณn de Cuba en la lista de paรญses promotores del terrorismo, el embargo comercial, la Ley de Ajuste cubano y algunas polรญticas globales concretas de Estados Unidos.
A pesar de que el conflicto polรญtico entre Estados Unidos y Cuba sobrevivirรก al diferendo diplomรกtico, es muy probable que el restablecimiento de relaciones produzca efectos inmediatos en ambos paรญses. La reapertura de embajadas, la operaciรณn de empresas norteamericanas en la isla o el acceso a inversiones y crรฉditos podrรญan dilatarse, dada la oposiciรณn de la clase polรญtica cubanoamericana, con su importante presencia en el Congreso federal. El aumento de las remesas –cuyo tope se eleva a dos mil dรณlares por trimestre– y cierta reanimaciรณn del turismo podrรญan verificarse, sin embargo, en los prรณximos meses.
A nivel polรญtico, los mayores efectos de la normalidad diplomรกtica tal vez se perciban en la estrategia diplomรกtica de La Habana, que deberรก perder beligerancia y ganar realismo. No habrรญa que descartar que el gobierno cubano, que hasta ahora ha sido la causa de discordia o el factor de aliento de la confrontaciรณn de la hegemonรญa de Estados Unidos en el hemisferio, se convierta en un elemento moderador de los conflictos entre Washington, Caracas o La Paz, o incluso intervenga en foros internacionales con una mayor distancia de aliados tradicionales, como Corea del Norte, Irรกn, Siria o Rusia, interesados en una geopolรญtica alternativa o rival de la norteamericana.
La reinvenciรณn del enemigo
La represiรณn contra el performance de la artista Tania Bruguera en los รบltimos dรญas de 2014 es un evento que insinรบa las nuevas lรณgicas del poder cubano en el escenario de la normalidad diplomรกtica. Mientras la polรญtica exterior de la isla se vuelve mรกs flexible, la polรญtica domรฉstica se hace mรกs rรญgida, como consecuencia de la creciente presiรณn interna a favor de la democratizaciรณn del sistema polรญtico. En la ideologรญa oficial que, tras la desapariciรณn del campo socialista, comenzรณ a girar de manera obsesiva en torno a lo que quedaba del nacionalismo revolucionario, comienza a operarse una mutaciรณn tan intrigante como saludable.
El enemigo, que por tradiciรณn habรญa estado identificado con el “imperialismo yanqui”, finalmente se nacionaliza: es un enemigo interno. La oposiciรณn polรญtica, el activismo cรญvico, los periodistas y blogueros independientes, la disidencia intelectual o artรญstica, sobre todo entre la generaciรณn mรกs joven, comienzan a acaparar las mayores energรญas de la maquinaria represiva y difamatoria del rรฉgimen. Ese nuevo enemigo no aparece, en el discurso oficial, plenamente desconectado del exterior, ya que de ser asรญ se perfilarรญa como un sujeto autรณnomo. La represiรณn cultural y polรญtica persiste en la criminalizaciรณn de las libertades por razones de seguridad nacional, es decir, vinculando siempre la oposiciรณn con una amenaza externa.
Pero esa amenaza externa se asocia cada vez mรกs con el exilio y, en particular, con la clase polรญtica cubanoamericana, y no tanto con el gobierno de Estados Unidos. El fin del diferendo diplomรกtico contribuye, por tanto, al reconocimiento de que el conflicto fundamental tiene que ver con la polarizaciรณn nacional, generada por el gobierno revolucionario a principios de los aรฑos sesenta, tras el giro al comunismo y la inmersiรณn en el bloque soviรฉtico. Con el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba el problema cubano se ve mรกs claramente como lo que siempre fue: una divisiรณn, entre ciudadanos de un mismo paรญs, por la forma totalitaria o democrรกtica de gobierno.
Esa dimensiรณn del efecto de la normalidad diplomรกtica es, sin duda, beneficiosa para la sociedad cubana y sus estrategias de asimilaciรณn de una fractura histรณrica. Sin embargo, los acontecimientos recientes indican que la represiรณn no solo no tiende a disminuir sino que aumenta por medio de arrestos preventivos, temporales o casuรญsticos. La liberaciรณn de presos polรญticos, pactada en los รบltimos aรฑos entre el gobierno de Raรบl Castro y diversos actores internacionales –el Vaticano, Madrid, la Uniรณn Europea y, ahora, Estados Unidos–, ha venido acompaรฑada de un incremento de las detenciones efรญmeras y las campaรฑas oficiales de difamaciรณn contra los opositores.
Es muy probable que algo que comenzรณ a manifestarse con alguna nitidez tras la aprobaciรณn de la Ley 88 de 1999 o Ley Mordaza –que permitรญa reprimir a la oposiciรณn a fin de castigar la promociรณn de la democracia desde Estados Unidos– se vuelva cada vez mรกs rutinario a partir de ahora. En esa coyuntura frรกgil, de relaciones restablecidas tras mรกs de medio siglo de ruptura, no estarรญa desencaminado que el gobierno de Estados Unidos revisara o cuidara sus propios programas de fomento a la democracia en la isla, tan cuestionados en los รบltimos aรฑos por sus irregularidades financieras y su impacto contraproducente.
La normalidad diplomรกtica entre Estados Unidos y Cuba abre un horizonte de oportunidades, favorable al incremento de la autonomรญa del exilio y la oposiciรณn cubanos. Mientras mรกs desligados de instituciones del gobierno norteamericanos actรบen opositores y exiliados, mayor legitimidad ganarรกn en la esfera pรบblica de la isla, que es donde se escenifica la pugna por la ampliaciรณn de los derechos civiles y polรญticos. El ascenso del protagonismo de los actores prodemocrรกticos en Cuba no se lograrรก si la polรญtica de Estados Unidos hacia la isla mantiene intactos sus programas de financiamiento y respaldo a la oposiciรณn interna, criminalizada en el Cรณdigo Penal e incluso en la Constituciรณn cubana.
Aunque no parece formar parte de la voluntad del rรฉgimen cubano, una reforma polรญtica moderada en la isla –que facilite la renovaciรณn generacional de la clase polรญtica, permita la elecciรณn directa de la jefatura del Estado y otorgue mayor representatividad a la sociedad civil en las instituciones representativas– ofrecerรญa incentivos a una democratizaciรณn soberana. En los dos prรณximos aรฑos tendrรก lugar en Cuba un proceso electoral que culminarรก con la elecciรณn de una nueva legislatura en 2017 y la instalaciรณn de un nuevo gobierno en febrero de 2018. Harรญa bien la oposiciรณn cubana en no desacreditar ese proceso, en una rรฉplica mecรกnica de la descalificaciรณn a la que la somete el rรฉgimen, y sumarse al mismo, en busca de espacios o fisuras que le permitan presionar, desde abajo, a favor de una democratizaciรณn profunda.
La otra frontera y el fin de la excepciรณn
La explosiรณn del Maine fue, ademรกs de un genocidio y un espectรกculo lumรญnico, el evento que decidiรณ la condiciรณn histรณrica excepcional de Cuba dentro de Amรฉrica Latina. Luego de la intervenciรณn de Estados Unidos en la isla, aquel aรฑo, el paรญs caribeรฑo siguiรณ un curso diferente al de otros de la misma regiรณn: no fue un protectorado o un Estado asociado como Puerto Rico, ni una repรบblica independiente intervenida, como Santo Domingo o Haitรญ. Cuba fue, entre 1902 y 1934, algo intermedio: una repรบblica con soberanรญa limitada por la Enmienda Platt. Entre 1940 y 1958 serรญa una repรบblica constitucionalmente soberana, aunque econรณmicamente dependiente de Estados Unidos. De 1961 a 1992 pasรณ a ser el รบnico paรญs de la regiรณn inserto en el bloque soviรฉtico de la Guerra Frรญa, y desde la desintegraciรณn de la Uniรณn Soviรฉtica hasta hoy ha persistido como la รบnica naciรณn no democrรกtica del hemisferio.
El restablecimiento de relaciones se produce luego de la plena integraciรณn de la isla a la comunidad latinoamericana y caribeรฑa, experimentada en los รบltimos tres aรฑos, con la creaciรณn de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. La experiencia de La Habana dentro de ese organismo, cuya presidencia pro tรฉmpore ejerciรณ durante 2013, fue un elemento clave de la reconsideraciรณn, por parte del gobierno de Raรบl Castro, de las ventajas del reingreso a la Organizaciรณn de Estados Americanos. Hasta 2012, la posiciรณn oficial de Castro era que La Habana reclamaba el derecho a participar en las cumbres de las Amรฉricas sin regresar al organismo interamericano. Esa posiciรณn parece haber cambiado y, por primera vez, el gobierno cubano se muestra partidario de una integraciรณn plena al sistema interamericano.
Integraciรณn plena que significa el abandono, en la prรกctica, de la ideologรญa de Estado marxista-leninista que decidiรณ la expulsiรณn de la isla de ese organismo en 1961. Para la comunidad hemisfรฉrica parece estar fuera de duda que, a pesar de los fuertes controles que todavรญa ejerce el Estado sobre la sociedad civil, la economรญa cubana se mueve de modo inexorable hacia el mercado. La forma que adopta esa economรญa de mercado sigue estando fuertemente mediada por el papel gerencial del Estado –y, en especial, del Ejรฉrcito– pero la comunidad interamericana piensa que, con mayores crรฉditos e inversiones, la capitalizaciรณn de la isla tambiรฉn impactarรก a la pequeรฑa y mediana empresa nacional.
Mucho de lo que estรก en juego en Cuba no tiene que ver con realidades sino con percepciones, con expectativas de futuro mรกs que tendencias definidas del presente. A pesar de que no hay evidencia sรณlida de que la actual integraciรณn interamericana se traduzca, en el corto o mediano plazo, en un avance de la lรณgica del mercado en la sociedad civil de la isla y, mucho menos, en una democratizaciรณn del sistema polรญtico, la diplomacia hemisfรฉrica, incluida la estadounidense, apuesta a ese desenlace. El propio gobierno de Raรบl Castro ha alimentado esas expectativas regionales, ya que no se ha opuesto pรบblicamente, como hacรญa con frecuencia el gobierno de su hermano, a los exhortos de reformas mรกs profundas de sus pares americanos.
La normalidad diplomรกtica entre Estados Unidos y Cuba no se entiende sin repasar lo que ha sucedido, en los รบltimos aรฑos, en la otra frontera de la isla: la frontera latinoamericana. Es ahรญ donde se ha dado el impulso definitivo a una ruptura del excepcionalismo histรณrico, que impuso a Cuba un orden totalitario. No se trata, por supuesto, de que esa integraciรณn hemisfรฉrica pretenda borrar las especificidades culturales o histรณricas de la isla o aspire a una homologaciรณn absoluta de los regรญmenes polรญticos continentales. Los mercados y las democracias en las Amรฉricas, en el siglo XXI, no podrรญan ser mรกs distintos.
Hay, sin embargo, peculiaridades institucionales en Cuba, como el partido รบnico, la ilegitimidad de la oposiciรณn, el control gubernamental de los medios de comunicaciรณn o la falta de acceso a internet, que no responden a una identidad cultural o a una especificidad histรณrica sino a la deliberada construcciรณn jurรญdica e institucional de un sistema no democrรกtico. El fin del excepcionalismo y la integraciรณn de la isla a los organismos interamericanos chocan con la persistencia de esas estructuras, tan heredadas de la Guerra Frรญa como el propio embargo comercial de Estados Unidos, que impiden, incluso, un diรกlogo y un entendimiento diplomรกticos plenamente fluidos entre La Habana y los paรญses latinoamericanos y caribeรฑos.
El regreso de Cuba a las Amรฉricas, entendidas como una gran comunidad que se extiende de Canadรก hasta la Patagonia, no representa la enajenaciรณn de las coordenadas histรณricas y culturales de la isla. El nacionalismo e incluso el socialismo –dos seรฑas de identidad de la ideologรญa cubana por mรกs de medio siglo– no se diluyen con la normalidad diplomรกtica. Pero sรญ podrรญan experimentar, por el bien de esa misma comunidad interamericana, una democratizaciรณn que los despoje de residuos totalitarios y los ponga a circular, junto a otros discursos y prรกcticas, en una esfera pรบblica plural, con libertades de asociaciรณn, expresiรณn y manifestaciรณn, aseguradas por las leyes constitucionales y penales de la isla. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crรญtico literario.