Visitar a Diana Kennedy no es sencillo. En los mรกs de cincuenta aรฑos que tiene de vivir en Mรฉxico, ha viajado โcasi siempre solaโ por senderos y carreteras, en camiones de tercera, a lomo de burro, en lancha o a bordo de la camionetita blanca Nissan que ella misma conduce hasta la fecha, a sus noventa y dos aรฑos: โNunca me siento tan feliz como cuando me dirijo a algรบn sitio en mi camioneta para descubrir cosas nuevasโ, afirma en uno de sus libros. Cuando no estรก on assignment, es decir, a la caza de nuevas recetas en los sitios y con las personas mรกs inesperadas (me recuerda a Nabokov atrapando mariposas con su red), estรก de gira por el mundo para mostrar que la autรฉntica comida mexicana es infinita y tiene poco que ver con los nachos, Taco Bell o the whole enchilada; impartiendo clases en Mรฉxico o en el extranjero; trabajando con chefs que tienen la inteligencia de reconocer que siempre hay algo nuevo o rescatable bajo el sol, o dirigiendo un boot camp: un curso intensivo de cocina de siete dรญas de duraciรณn en su casa ecolรณgica en San Francisco Coatepec de Morelos, conocido por los lugareรฑos como San Pancho, cerca de Zitรกcuaro, Michoacรกn. Hoy, como siempre, Diana Kennedy se gana la vida a diario.
La mรญa estarรก para siempre marcada por la presencia de tres britรกnicos a los que he tenido la fortuna de conocer. Imperiales de una manera muy poco monรกrquica, son sobrevivientes a ultranza; nรณmadas irreprimibles, extravagantes al grado que despiertan mi admiraciรณn: Tom Raworth (1938), poeta cuyo espรญritu tiene la fuerza de โun acelerador de partรญculasโ, como escribiรณ Iain Sinclair en la London Review of Books; Colin White (1932-2007), fundador de la carrera de Letras Inglesas en la unam, hombre de mar y espรญritu indoblegable; y Diana Kennedy (1923), entraรฑable y aguerrida exploradora gastronรณmica; una mujer que ha recorrido casi todos los rincones de Mรฉxico con el fin de estudiar, entender y conservar la compleja variedad de platillos de la โcomida mexicanaโ. Patrimonio cultural de la humanidad, la esencia de la gastronomรญa de Mรฉxico se diluye cada dรญa mรกs en el mar del conformismo y la indiferencia.
Hermoso al mismo tiempo que invadido por los problemas del narcotrรกfico, el Michoacรกn al que Diana Kennedy llegรณ hace aรฑos pertenecรญa a un Mรฉxico muy distinto. Estoy segura de que no pudo haber sido fรกcil para una mujer extranjera llegar sola a un pueblito encaramado en un cerro con quinientos aรฑos de tradiciรณn patriarcal, es decir, machismo puro y duro. La โgringa locaโ como la llamaron, tuvo que ganarse el respeto de los habitantes de San Pancho, que en un inicio se negaban a dirigirle la palabra (โel silencio era pavorosoโ), y hacer valer su estatus de propietaria de un terreno que adquiriรณ con dinero arduamente ganado. Otra batalla fue lograr el derecho a tener agua; otra mรกs, la libertad para transitar (โderecho de paso de servidumbreโ) por el camino que llevaba a lo que entonces eran apenas unas cuantas hectรกreas agrestes a dos horas y media de camino de la ciudad de Mรฉxico. Dudo que alguien sin el tesรณn tan propio de Diana hubiera podido remontar tales adversidades. โMe dejรฉ llevar por la estupidez y la terquedadโ, dice.
En un momento u otro de la historia el Imperio britรกnico ha invadido el mundo entero con excepciรณn de veintidรณs paรญses, entre los que se cuentan Guatemala, Tayikistรกn, las Islas Marshall y Luxemburgo. Aunque son muchas las incursiones extranjeras que han traspasado territorio britรกnico, despuรฉs de la invasiรณn romana a Britania alrededor del siglo i, nunca nadie ha logrado someter en su totalidad eso que hoy llamamos Reino Unido. Quizรก la angustia psicolรณgica de vivir en una isla y saberse cautivos por el mar pueda, en parte, ayudarnos a entender la ferocidad de espรญritu, tan caracterรญstica de los britรกnicos que se niegan a permitir que alguien los domine. Hacen las cosas a su manera.
Los imperios se forjan con un ingrediente fundamental: la sangre de los conquistados, algo que puede advertir cualquiera que con una mรญnima dosis de sensibilidad recorra las calles arboladas de Londres y los mรบltiples monumentos que conmemoran batallas navales, terrestres, aรฉreas, personales. El ejemplo mรกs evidente es Trafalgar Square, en el centro de la capital, donde se yergue la columna del almirante Nelson, uno de los marinos mรกs cรฉlebres de la historia, quien venciรณ a las armadas francesa y espaรฑola en la batalla de Trafalgar. Allรญ perdiรณ la vida, ya sabiรฉndose vencedor, en 1805. Se dice que los descomunales leones que resguardan la plaza se hicieron con el bronce de los caรฑones enemigos.
Dan cuenta del indomable espรญritu britรกnico, polรญticos, pensadores, escritores, artistas, poetas, exploradores, cientรญficos, pero tambiรฉn personas ordinarias que llevan en la sangre ese afรกn de resistencia que saliรณ a relucir de manera tan clara durante los bombardeos alemanes a Londres en la Segunda Guerra Mundial. Pensemos tan solo en las implicaciones que tuvo el establecimiento de la Compaรฑรญa Britรกnica de las Indias Orientales (1600-1874) o el inicio de la Revoluciรณn industrial a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. John Dee, astrรณlogo, matemรกtico, ocultista, adivino y navegante de la reina Isabel I, acuรฑรณ el tรฉrmino โImperio britรกnicoโ. Vaya visiรณn.
Al fin inglesa, Diana erigiรณ una isla propia en medio de su solitaria libertad y poco a poco fue construyendo una obra monumental. Autora de libros indispensables sobre comida mexicana, pueden conseguirse, traducidos al espaรฑol: Oaxaca al gusto (Plenus, 2008), Cocina esencial de Mรฉxico (Ocรฉano, 2012) y Mรฉxico: una odisea culinaria (Ocรฉano, 2013). Ninguno se ajusta a lo que convencionalmente llamamos โlibro de cocinaโ. Se tratan mรกs bien de narraciones de viajes en las que cada receta es una historia. Ahรญ se habla de las cualidades de los ingredientes, se da el nombre cientรญfico de las plantas y se discute la forma de preparar platillos bรกsicos, como caldo de pollo o sopa de fideo, o rarezas como el ahuatli, โhuevos microscรณpicos de la especie Ephydra hians de moscas acuรกticas, […] el caviar de Mรฉxico, […] que abundan en los lagos del Valle de Mรฉxico y que han sido fuente gratuita de un alimento sumamente nutritivoโ. Esta mezcla entre literatura y ciencia ha merecido que en su sitio web la Comisiรณn Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) dedique un espacio permanente a la labor de Kennedy.
Como suele ocurrir en la historia de las naciones, tambiรฉn en la vida de las personas eventos al parecer insignificantes tienen consecuencias de la mayor trascendencia. Asรญ sucediรณ con Diana Southwood, cuando muy joven abandonรณ su paรญs: โComo muchas personas que pasaron aรฑos llenos de angustia y carencias en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, emigrรฉ a Canadรก en 1953. Allรญ me mantenรญa con varios trabajos hasta que decidรญ buscar otra vida. Con muy poco dinero en la bolsa, unos amigos me invitaron al Caribe. Fui a Jamaica y luego a Puerto Rico, adonde iba a asistir al Primer Festival de Mรบsica con la presencia de Pau Casals. Nunca llegรณ porque estaba enfermo. Entonces decidรญ ir a Haitรญ: una isla castigada por una gran inestabilidad polรญtica que atraรญa a muchos periodistas. Entre ellos, Paul Patrick Kennedy. El flechazo fue inmediato. Despuรฉs de una breve estancia juntos decidimos que yo alcanzarรญa a Paul en Mรฉxico, donde รฉl era corresponsal de The New York Times. Viajรฉ brevemente a Dorset, Inglaterra, a casa de mi madre y despuรฉs a Mรฉxico, adonde lleguรฉ al puerto de Veracruz el 13 de octubre de 1957, a bordo de un barco mercante holandรฉs que traรญa unos caballos del rejoneador Gastรณn Santos. A partir de ese momento comencรฉ mi odisea maravillosa en el paรญs.โ
Ya en Mรฉxico Diana se sintiรณ fascinada por la riqueza de los mercados. Empezรณ a estudiar la comida regional y se interesรณ mucho por los libros de Josefina Vรกzquez de Leรณn, pionera en difundir la gastronomรญa de nuestro paรญs. Esto, aunado a sus viajes por el interior, despertรณ en ella una curiosidad que hasta el dรญa de hoy permanece intacta. La casa de los Kennedy era un sitio de encuentro de periodistas, intelectuales y editores. Entre ellos Craig Claiborne, reconocido crรญtico gastronรณmico y colega de Kennedy en el periรณdico. Paul muriรณ en 1967. Entonces Claiborne le sugiriรณ a Diana que impartiera clases de cocina en Nueva York donde residรญa en ese momento. Una de las alumnas que se presentaron al curso fue Frances McCullough, editora de literatura de Harper & Row. Quedรณ fascinada.
Claiborne le habรญa dicho a Diana que el รบnico libro de cocina mexicana que estaba dispuesto a leer serรญa uno escrito por ella. En Nueva York, McCullough urgiรณ a Diana a que le entregara un manuscrito en inglรฉs. Kennedy no tenรญa experiencia como escritora. Aun asรญ, remontรณ sus temores y escribiรณ The cuisines of Mexico, que fue publicado en 1972.
En sus libros aparecen protagonistas e ingredientes en contextos, paisajes, ambientes y situaciones, muchos ya irrepetibles. Algunos de sus fieles seguidores devoran sus escritos como si fueran novelas o libros de aventuras: โHabรญa atravesado el Papaloapan, muchos kilรณmetros rรญo abajo de mi destino, en un bote pequeรฑo y atestado […] A la izquierda un amplio rรญo, lleno hasta el borde, cuyas aguas lodosas que llevaban velozmente troncos […] y otros desechos hacia el mar. Los caminos estaban vivos con flores de todos colores […] Media hora despuรฉs estรกbamos en Tlacotalpan […] La comida dio inicio […] siguiรณ la piรจce de rรฉsistance: la galรกpago en moste quemado […] La tortuga estaba deliciosa. Gelatinosa y mucho mรกs suave que una tortuga de mar, la habรญan cocinado con una salsa ligera y negruzca de sabor musgoso, coloreado por las hojas tostadas y molidas del arbusto de moste que habรญa en su patio. โEsta comida se remonta a la รฉpoca de los zapotecasโ, dijo don Victoriano […] No fue sino hasta veinte aรฑos despuรฉs que alguien de Tlacotalpan me contรณ que don Victoriano habรญa muerto de neumonรญa. Al parecer […] unos machines del pueblo lo sentaron en un bloque de hielo y lo obligaron a pasar ahรญ toda la noche. Muriรณ poco despuรฉsโ (โDon Victorianoโ, Cocina esencial de Mรฉxico, 2004, pp. 470-73).
Al fin inglesa, Kennedy no construyรณ una simple casa o un rancho cualquiera sino lo que solo puedo describir como una isla-arca. Mitad construcciรณn de adobe a la Julio Verne, mitad Odisea del espacio, con un generoso toque de Fitzcarraldo y una excentricidad que en ella es algo innato, empiezo por decir que la casa es en gran medida autosustentable: concepto del que Diana ha sido pionera y gran impulsora. La pieza central del edificio de dos plantas es una roca de cuatro metros de alto que estaba ahรญ y ahรญ quedรณ, lo que habla de su amor a la naturaleza. En el piso superior hay un pequeรฑo espacio volado, de madera y cristal, que semeja el puente de mando de un barco. Ahรญ es donde lee y corrige sus libros, escucha mรบsica (le gusta la รณpera), o sintoniza, en su radio de onda corta, la bbc o su estaciรณn de mรบsica clรกsica favorita, de Chicago, donde โno solo ponen discos: discuten temas. Me encantaโ.
En la proa, casi a la altura de la vista, puede observarse un gran estanque colgante con lirios en flor y una coreografรญa de libรฉlulas tornasoladas. Es una especie de lago elevado donde se recicla el agua a travรฉs de canales que convierten las aguas negras en grises, utilizables para tareas domรฉsticas y alimentar los baรฑos. El agua limpia se calienta con energรญa solar. โCualquiera que se quede aquรญ tiene que baรฑarse en dos minutos. ยกSoy terrible!โ
Abajo, entre รกrboles frutales y arbustos, lo que parecen ser lรกnguidas medusas intentan zafarse de un tendedero: son bolsas de plรกstico reciรฉn lavadas que esa maรฑana se secan bajo el ardor del sol para reutilizarse cuantas veces sea posible. โSoy producto de la Segunda Guerra Mundial. No tenรญamos dinero. Mi mamรก era maestra y mi padre no ganaba mucho. Durante la guerra tuvimos que resguardar todo, se nos inculcรณ la idea de no malgastar nada. Hasta la fecha, cada vez que salgo de una habitaciรณn apago la luz. Reutilizo varias veces un sobre. Mira cรณmo se desperdicia aquรญ, cuรกnto papel gastan los bancos o la compaรฑรญa de telรฉfonos por correo.โ โEs terribleโ, dice, con una perfecta pronunciaciรณn de la doble erre mexicana.
En esta terraza elevada dos hornos de ladrillo ligeramente distintos comparten espacio con dos aparatos en forma de sonda espacial: son hornos-calentadores-estufas solares. (โยฟTe imaginas lo que se podrรญa hacer con esto en todo Mรฉxico?โ). Uno de ellos es regalo de su amigo el famoso chef espaรฑol Josรฉ Andrรฉs, el mismo que se negรณ a trabajar para Donald Trump despuรฉs de la ominosa exhibiciรณn de racismo que el magnate mostrรณ en sus discursos polรญticos. Con una elegancia digna de la realeza, los platos en que comemos se han entibiado previamente en una de las sondas plateadas que refulgen y nos enceguecen. El aire pesa con aromas de azahar, jazmรญn y unas orquรญdeas extraรฑamente opulentas que se aferran con delirio a un tronco que las acoge.
La tarde no podrรญa ser mรกs hermosa. Afuera de su espectacular cocina, Diana ha dispuesto una mesa sobre la que caen las sombras alargadas de las varas de bambรบ que forman una celosรญa rรบstica. Por su diseรฑo, se ve que los platos tienen historia: son de talavera antigua. Los cubiertos โde plata, todos distintosโ fueron atesorados poco a poco por quien aprecia la estรฉtica de una cuchara semicircular, perfecta para recibir la crema de flor de calabaza que parece de terciopelo y que ella misma nos sirve (โCrema de flor de calabazaโ, Cocina esencial de Mรฉxico, Ocรฉano, p. 153, aunque me comenta que a esta receta ahora ya no le pone crema).
Despuรฉs de la sopa llega un plato de mole verde de la regiรณn. La receta estรก en un libro ya fuera de circulaciรณn, El arte de la cocina mexicana (โPollo en mole verde. Sra. Severa. La Garita, Michoacรกnโ, Editorial Diana, 2000, pp. 240-41). Su color anticipa la textura suave y granulosa; la fragancia de las hierbas y semillas que lo componen invade el paladar. โNo podemos conservar si no cuidamos el medio ambiente. Como cocineros, como chefs, nosotros tenemos la responsabilidad de proteger los ingredientes de la cocina mexicana tradicional. Conservar no es estar cerrado. Claro que hay sitio para la cocina mexicana moderna. El refinamiento estรก bien. Resulta muy interesante. Pero hay cosas que algunos chefs no entienden de los ingredientes, aunque la presentaciรณn del platillo sea maravillosa โdice mientras nos trae unos pequeรฑos discos verdes envueltos en una servilleta de tela: tortillas hechas a manoโ. Ahora, que llegar al grado de hacer una deconstrucciรณn del mole de olla, me parece ridรญculo.โ
Lo que a Diana le preocupa es algo que no he escuchado en voz de ningรบn otro cocinero o chef. La manera en que โpor ignorancia, corrupciรณn o autรฉntica indiferenciaโ las autoridades mexicanas no invierten en el desarrollo del campo para satisfacer, a precios competitivos, la demanda del mercado interno. Pongo ejemplos: la flor de Jamaica que ahora llega de China o de Yemen, o los chiles guajillos que provienen de China, India o Perรบ. Y es evidente que, por venir de otras regiones del mundo, estos ingredientes tienen otro gusto y estรกn alterando el sabor de los platillos tradicionales. โEn Zacatecas hay bodegas llenas de chiles que no se pueden vender porque los que se importan de China cuestan menos, aunque tienen distinta forma, color y mucho menos sabor. Si lo que se pretende es conservar las comidas regionales hay que empezar por estas cosas.โ
Diana es enfรกtica en este tema: โEl otro dรญa le dije a un chef: ยฟPor quรฉ acepta usar un tomate verde que es insรญpido, lo mismo que las peras y manzanas de California?โ La salsa verde mexicana que se hace con ese tomate no tiene ni el sabor ni la consistencia de lo que la unesco estรก tratando de conservar como patrimonio de la humanidad. Repite Diana: โConservar no es cerrarse. Es preservar las joyas de un mundo admirado que estรก desapareciendo. Nadie examina, nadie analiza. Tengo el deber de decir cรณmo se puede mejorar. Una crรญtica no es un ataque. Soy la primera en reconocer cuando algo estรก bien. Un dรญa fui a un restaurante fino de las Lomas. De postre ordenรฉ un plato de fruta. ยกEra un poema! Pedรญ que se lo dijeran al chef: ยกun poema! Serรญa mรกs fรกcil callar pero es necesario decir las cosas para que mejoren. ยฟTenemos que conformarnos con la mediocridad toda la vida?โ
โLa voracidad de los intermediarios es criminal. Para ejemplo estรก el chilhuacle, un chile โcriolloโ, รบnico de Cuicatlรกn: fui la primera en escribir sobre รฉl en 1992 cuando era desconocido. Viajรฉ muchรญsimas veces a Oaxaca para estudiarlo. Crece en una caรฑada en cuya parte superior hay un clima seco, favorable para plantas maravillosas, y abajo un rรญo que provee el ambiente propicio para el chilhuacle. Es un chile รบnico. Ahora se ha popularizado y todos los chefs lo usan. A los productores se les paga veinte pesos por kilo. Los intermediarios hacen que en los mercados de Oaxaca cueste cuatrocientos pesos. Para cuando llega a la ciudad de Mรฉxico, el kilo vale ochocientos. Hay algo mal. Ningรบn chef ha hablado de este problema. Mรฉxico ha perdido su lugar preponderante como productor de vainilla y de cacao a nivel mundial. Nadie apoya a los productores. Nadie enseรฑa a los campesinos a vivir mejor con tรฉcnicas de captaciรณn de luz solar o de irrigaciรณn. Si asรญ fuera se quedarรญan en el campo y si ademรกs, a causa de los intermediarios, no se les paga un precio justo por sus cosechas, es un desastre. La urbanizaciรณn desmedida e incontrolada y la comida chatarra estรกn acabando con las tradiciones. En vez de consumir una sopa de haba, nutritiva y econรณmica, acabamos comiendo sopas de microondas.โ
โLos chefs โdice Dianaโ son estrellas: tienen voz, estรกn en revistas, periรณdicos, programas de radio y televisiรณn. ยฟCuรกndo has oรญdo a uno de ellos criticar a los intermediarios, seรฑalar el problema de cรณmo ha cambiado el sabor de los ingredientes?โ
En una pequeรฑa estera de porcelana que recuerda la belleza de la Ciudad Prohibida, y que Diana adquiriรณ en un viaje a China, llega un platito con delicias indescriptibles: duraznos en tacha y el famosรญsimo rollo de mango verde. La receta (de Mascota, Jalisco, conocida como โLa esmeralda de la sierraโ) dice: โDe todos los dulces de fruta que he hecho y probado en Mรฉxico, este encabeza la lista de mis favoritos. Es una de esas sorpresas que descubrรญ gracias a mi amiga Violeta, que desde hace aรฑos conoce todos los dulces de Mascota. Dedico esta receta a todos mis seguidores en Estados Unidos. Sรฉ bien que saldrรกn a buscar los mangos mรกs verdes y duros que puedan encontrar. Lo que se quiere lograr es unas lรกminas de fruta de poco menos de siete milรญmetros de espesor.โ Al ver mi rostro en รฉxtasis, comenta: โSolo puedo hacer este tipo de postres una vez al aรฑo, cuando los ingredientes estรกn disponibles; lo mismo con los duraznos en tacha. Entonces tengo que hacer suficiente cantidad para ofrecerles a mis invitados hasta que llega la temporada de hacer mรกs. Es extenuante.โ
Esos siete milรญmetros de los que habla la receta concentran el sabor y la fragancia del mango en su esencia mรกs pura. Es tan exquisito que โsegรบn comenta Alma Guillermoprieto en un texto dedicado a Dianaโ al prรญncipe Carlos, de visita en Mรฉxico y muy entusiasta comensal de un banquete preparado por Diana, le gustรณ tanto que se llevรณ todo un rollo de vuelta a Inglaterra. Sacando el mรกximo provecho de mi raciรณn que estรก por acabarse, me ofrezco a ayudar con el cafรฉ.
La cocina de Diana es el sueรฑo dorado de toda persona interesada en Mรฉxico, en gastronomรญa y en pintar bodegones: hay canastas de distintas zonas del paรญs con hierbas secas, ollas de variadas formas y tamaรฑos, recipientes de barro, platos de talavera, frascos con especies. Ahรญ nos sentamos a conversar sobre el poder de los sabores y su influencia en el amor. โTal vez es cierto que el amor empieza por la cocina, pero no es lo principal. Se puede atraer a alguien con una buena comida pero una relaciรณn no dura por la buena comida, dura por el sexo. Los hombres dejan a las mujeres por el sexo, no por la comida. Cuando los hombres llegan a la mediana edad les entra una especie de enloquecimiento. Las mujeres siempre tienen mil responsabilidades en el trabajo y en el hogar. Es natural que se sientan exhaustas. No todas las noches podemos ser Cleopatras en movimiento.โ
โLa sexualidad โcomenta en un susurroโ es muy importante. No hay una educaciรณn suficiente al respecto. Hay que apartar al menos un dรญa a la semana sin los niรฑos, dedicado solo a la pareja, para que redescubran por quรฉ se casaron, por quรฉ tuvieron sexo la primera vez, por que se enamoraron.โ
Con un tono cรกlido me cuenta que los recuerdos y los sabores van juntos: โPero no siempre: a veces el olor es mรกs poderoso. Entre los primeros recuerdos de mi vida en Mรฉxico estรก el de los chiles poblanos que comprรฉ cuando los cosechaban en el campo, en Puebla: pequeรฑos, de un color maravilloso, nada tienen que ver con los monstruosos e insรญpidos chiles gigantes que venden hoy. Mi primer recuerdo es el olor del arroz a la mexicana en el momento de freรญrlo y agregarle el jitomate. ยกIncreรญble!โ
Le pregunto por quรฉ, tras la muerte de Paul en los aรฑos sesenta, no volviรณ a Inglaterra o a Estados Unidos: โPorque mi trabajo estaba en Mรฉxico. He hecho lo que he podido. Me gustarรญa hacer mรกs, haber hecho mรกs; haber tenido una mejor preparaciรณn para estudiar mรกs, pero a causa de la guerra eso no fue posible. De haberla tenido habrรญa sido mejor en todo. No tuve un gran plan. Una cosa me llevรณ a otra. ยฟDisfruto la soledad? Me encanta tener compaรฑรญa pero no todo el tiempo. Estoy acostumbrada a mi espacio. Ademรกs si uno escribe o hace una cosa como esta no puede tener vida social: un coctelito aquรญ, una fiestecita allรก. ยกNo! ยกNi hablar! Yo quiero mi desayuno muy espartano para trabajar (una taza de tรฉ de la India con un poco de leche, pan de trigo cultivado en casa, un poco de mermelada que hago con mis naranjas agrias, algo de avena). El trabajo requiere trabajo. No se puede tener una vida social โnormalโ si uno estรก produciendo algo que valga la pena. Distrae mucho. Me gusta la mรบsica, viajar. Me encantan las biografรญas pero no las novelas histรณricas. La historia en sรญ, la realidad, es tan increรญble que no necesita una elaboraciรณn ficticia. Tambiรฉn me encantan los cuentos cortos.โ
Como parte final de mi visita Diana me lleva a recorrer el bosque que ha sembrado, en algunos casos, desde las semillas pero tambiรฉn con รกrboles, frutas, chiles y todo lo que ha recolectado a lo largo de mรกs de cincuenta aรฑos de viajar por todos los rincones el paรญs. El resultado es caรณtico, selvรกtico, erรณtico: guirnaldas de pasionarias con sus flores radiadas, matas de chiles de distintos tamaรฑos y formas, frutos que perfuman el ambiente, รกrboles chicos, ramas insumisas, una palmera enorme, un plรกtano robusto de un verde que llena de optimismo. El terreno es empinado, desigual y en muchas partes resbaloso. Con pisada firme y la ayuda de un bastรณn, Diana lo recorre con una energรญa envidiable. Donde yo dudo en apoyarme, ella pasa sin siquiera pestaรฑear. Donde yo me detengo, ella avanza grรกcilmente. No puedo seguirle el paso porque todo atrae mi atenciรณn: jitomates, chiles habaneros, frambuesas, trigos, cafรฉ, acelgas, lechugas, carrizos, flores por todas partes para las abejas. Todo natural. Todo orgรกnico. Todo rรบstico. Todo maravilloso. Es una selva que representa la pasiรณn extraordinaria que esta mujer siente por la vida.
โHe tratado de ofrecer este sitio a institutos y universidades para que se convierta en escuela, en centro de aprendizaje; un lugar donde se conserven las plantas, los รกrboles, y la gente aprenda a tratar la tierra, a cultivar alimentos, a volverse autosuficiente, pero a nadie le interesa. No hay quien quiera hacerse cargo de esta fundaciรณn cuando yo ya no estรฉโ, me dice, a pesar de que a la entrada a la propiedad un letrero reza โAquรญ se construye un centro de preservaciรณn ecolรณgica y cultural para el Instituto de Defensa del Legado Michoacanoโ.
Una tenue llovizna indica que es hora de partir. Enfundada en una manga de plรกstico amarillo que la cubre por entero, Diana Kennedy, generosa, llena de cariรฑo, rebosante de vida, enarbola su bastรณn en seรฑal de despedida. Al verla no puedo menos que imaginarla al mando de un arca llena de maravillas que avanza con rumbo incierto. ~