La propuesta de crear un Comité de Opinión Pública que se diera a la tarea de organizar debates públicos televisados tuvo una repercusión fuera de lo común en nuestro medio. Agradecemos a los editorialistas y periodistas que comentaron en sus respectivos medios la propuesta, aportando críticas y sugerencias muy valiosas, ya que estamos convencidos de que ésta es perfectible. Agradecemos asimismo a aquellos que se molestaron en enviarnos sus comentarios por correo.
El proceso está en marcha. Por ello hemos creado un correo electrónico (debates@letraslibres.com) para que todos los interesados en participar en la conformación del mecanismo de los debates públicos nos envíen sus ideas y comentarios. Toda crítica será bienvenida.
Advertimos cuatro tipos de reparos principales a nuestra propuesta inicial. Para facilitar la discusión de ellos y evitar su repetición los hemos organizado de la siguiente manera:a. Desconfianza en que un “comité de notables” resuelva los problemas que corresponden a la sociedad en su conjunto. Esa idea a Raúl Trejo Delarbre le “resulta un tanto antipática”, ya que supone, como lo expresa Mauricio Merino, “que un solo grupo, más o menos extendido y cobijado por intereses comerciales claramente definidos, tendrá capacidad de fijar una agenda pública y proponer las salidas más convenientes”. Nada garantiza, dice Ramón Cota Meza, “que un comité, por selecto que fuese, elegiría los temas pertinentes”. En suma, les provoca una natural desconfianza el que, al decir de Jorge Menéndez Preciado, “unos cuantos decidieran en el país”.
b. Desconfianza en la capacidad de la televisión como espacio para debatir los problemas en profundidad. La televisión sólo podría servir, dice Trejo Delarbre, “para mostrar los grandes trazos de una discusión”, y abunda: el formato televisivo “podría empobrecer las ideas en juego, en lugar de darles contexto y aliento”; la televisión sólo podría ser apta para “confrontaciones finales de propuestas acabadas”. Las ideas debatidas, expuestas a los grandes reflectores de la televisión, comenta Ricardo Raphael, “serían una forma de reproducir la nefasta mecánica en la que estamos instalados para la reproducción de ocurrencias”. Para Mauricio Merino, la participación de los medios es un error: “Si la pobreza democrática la han construido en buena medida los medios […] no parece coherente cifrar la mayor parte de la apuesta […] en una serie de discusiones trasmitidas en los horarios de mayor audiencia”.
c. Debates sí existen, lo que falta es la voluntad política de llevarlos a cabo. El problema de México, afirma Trejo Delarbre, “no es la falta de discusión sino la ausencia de acuerdos”, “la carencia nacional no es de carácter intelectual sino político”. Los debates, comenta Mauricio Merino, “no pueden sustituir lo fundamental: la necesidad urgente de volver a la vida política”; algo análogo plantea, generosamente, Gilberto Rincón Gallardo.
d. No son los medios el espacio idóneo para las discusiones públicas: son las instituciones políticas, como el Congreso y los partidos políticos. “El espacio idóneo para procesar cualquier acuerdo es el de las instituciones”, dice Trejo Delarbre: el Congreso debe ser ese espacio y los partidos políticos, los protagonistas. Para Jorge Medina Viedas “la de Krauze es una propuesta más de las que alientan contra los partidos políticos”. Los debates televisados, plantea Jesús Reyes Heroles G., “puede desembocar en un divorcio cada vez mayor entre la ciudadanía y las instituciones políticas”. Para el Presidente del IFE es claro que el “eje de las respuestas a los grandes problemas nacionales” está en el Congreso.
e. Además se escucharon voces que afirmaban que la propuesta de que participara el IFE “burocratizaría el debate”. Otros más comentaron que la sociedad mexicana no estaba madura para un ejercicio democrático de esta naturaleza. Hubo también críticas al nombre del comité y señalamientos contra el formato propuesto, que se consideró poco atractivo (Carmen Aristegui). ~