El guerrero y la distancia

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En una casa esquinera de Nogales estaba, en 1913, el cuartel general de Venustiano Carranza. Martรญn Luis Guzmรกn, en El รกguila y la serpiente, dibuja aรฑos despuรฉs la noche en que, poco antes de la cotidiana cena ritual del Primer Jefe con sus subordinados inmediatos, se asomรณ al patio de la casa y divisรณ “la sombra de un hombre apoyada en la sombra de un poste”:
La sombra era la de un hombre gallardo. Un rayo de luz, al darle en la orilla del ala del sombrero, mordรญa en su silueta un punto gris. Tenรญa doblado sobre el corazรณn uno de los brazos, apoyada en el puรฑo la barbilla, y el antebrazo derecho cruzado encima del otro. Por la postura comprendรญ que el hombre estaba absorto en la contemplaciรณn de los astros: la luz estelar le caรญa sobre la cara y se la iluminaba con tenue fulgor.
ย ย ย ย ย Aquella figura humana, ausente en su ensimismamiento, no me era extraรฑa del todo. Con esa seguridad, asรญ que lleguรฉ al extremo del corredor volvรญ sobre mis pasos y vine resueltamente a colocarme ante la sombra inmรณvil. El hombre saliรณ poco a poco de su contemplaciรณn; bajรณ la mano en que apoyaba la cabeza; se irguiรณ, y dijo con voz dulce y humilde, en raro contraste con la energรญa y rapidez de sus movimientos,
cabalmente militares:
โ€”Buenas noches. ยฟQuiรฉn es?
โ€”Un viejo conocido, general. ยฟO me engaรฑo acaso?
ยฟNo hablo con el general Felipe รngeles?
รngeles era, en efecto.
ยฟQuรฉ hacรญa allรญ solo, melancรณlico, con el alma perdida en las estrellas, รฉl, verdadero hombre de acciรณn y de grandes impulsos? ยฟPor quรฉ estaba a esa hora en ese sitio, encarnando la profunda tristeza que dimanaba del patio de la Primera Jefatura, en vez de hallarse entregado en cuerpo y alma al despacho de los asuntos militares de la Revoluciรณn, para lo cual su capacidad era mil veces superior a la de los generales improvisados? Tanto me desconcertรณ sorprender asรญ a รngeles, que evitรฉ hablarle de lo que mรกs me importaba โ€”de la eficacia del ejรฉrcito constitucionalistaโ€” y durante los minutos que allรญ estuve dejรฉ que รฉl escogiera los temas de
la plรกtica.
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Fue en la sobremesa de una de esas cenas, segรบn refiรฉre tambiรฉn Martรญn Luis Guzmรกn, cuando los criterios militares de Carranza y de รngeles se distanciaron en las palabras como se enfrentarรญan despuรฉs en los hechos: Carranza defendiรณ los ejรฉrcitos improvisados, รngeles “esbozรณ la defensa del arte militar como una disciplina que se aprende y se enseรฑa”.
ย ย ย ย ย Rosa King, inglesa, dueรฑa del Hotel Bellavista en Cuernavaca, conociรณ a Felipe รngeles en 1912, durante la guerra de Madero contra los zapatistas, esa que, segรบn dice Friedrich Katz, el general condujo como una “guerra de caballeros”. En Tempestad sobre Mรฉxico, mรกs de 20 aรฑos despuรฉs, esbozรณ una silueta tamizada por los aรฑos y el recuerdo:
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El general รngeles era delgado y de buena estatura, mรกs que moreno, con la palidez que distingue al mejor tipo de mexicano, de rasgos delicados y con los ojos mรกs nobles que haya visto en un hombre. Se describรญa a sรญ mismo, medio en broma, como un indio, pero sin duda tenรญa el aspecto que los mexicanos llaman de “indio triste”. Otros grandes atractivos se encontraban en el encanto de su voz y sus modales.
ย ย ย ย ย Desde que me lo presentaron percibรญ en รฉl un par de cualidades que habรญa echado de menos en sus antecesores: la compasiรณn y la voluntad de comprender. Me agradรณ, incluso antes de que escuchara entre sus jรณvenes oficiales que no toleraba en sus soldados crueldad ni injusticia alguna. Nunca supuse que nuestras ocasionales conversaciones serรญan el principio de una amistad con รฉl y su familia que me arrastrarรญa a la corriente de la Revoluciรณn.
Felipe รngeles, esta figura de guerrero gentil que vieron Martรญn Luis y Rosa King, atraviesa el libro de Friedrich Katz como atravesรณ la Revoluciรณn: รบnico y solitario, suerte de arcรกngel portador de destino.
ย ย ย ย ย Por meses y aรฑos, mientras borroneaba en la cรกrcel los originales de La revoluciรณn interrumpida, me persiguiรณ esta sombra inquietante que no lograba ubicar en ningรบn lado. Desafiaba su perfil las clasificaciones fรกciles de sus adversarios de todos los bandos: conservador, ambicioso, manipulador de Villa. Durante interminables vueltas en torno al torreรณn de la crujรญa N de Lecumberri, allรญ donde estรก hoy el Archivo General de la Naciรณn, acosรฉ a Vรญctor Rico Galรกn con dos preguntas: “ยฟQuiรฉn es en realidad Felipe รngeles?” “ยฟQuiรฉn se queda con la renta del ejido?” No es que esperara de รฉl una respuesta: necesitaba, como todos nosotros, un interlocutor inteligente para seguir reflexionando. Apareciรณ finalmente el general en mi libro de entonces y en algรบn ensayo de aรฑos mรกs tarde.
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Despuรฉs de leer de corrido, como la novela verรญdica que es, el extraordinario Pancho Villa de Katz, me fui otra vez a buscar a mi general รngeles paso a paso y capรญtulo a capรญtulo entre su millar de pรกginas. Allรญ aparece su biografรญa de la รบnica manera en que tal vez sea posible hacerla: enlazada a la suerte de las armas de la Divisiรณn del Norte y a la continuidad, tambiรฉn solitaria, de sus propias ideas sobre Mรฉxico.
ย ย ย ย ย Como Herman Melville con Starbuck en el capรญtulo xxvii de Moby Dick, “Caballeros y escuderos”, Friedrich Katz hace ingresar a รngeles allรก por su capรญtulo 7, “Los jefes villistas”. Este es el personaje que el autor nos presenta.
ย ย ย ย ย Hijo de una familia de clase media porfiriana, รngeles entrรณ al Colegio Militar, entonces prestigiosa instituciรณn de educaciรณn superior, en 1882, a la edad de 14 aรฑos. Destacรณ en matemรกticas y se especializรณ en balรญstica, disciplinas afines a la nitidez de pensamiento y a la capacidad de abstracciรณn. Joven profesor, tal vez allรญ empezรณ a afirmar el afรกn por comprender que vio en รฉl Rosa King y el afรกn en la claridad para explicar que aparecerรก despuรฉs en sus escritos.
ย ย ย ย ย Como especialista en artillerรญa, fue enviado a Francia en 1902 en una misiรณn encargada de comprar caรฑones para el ejรฉrcito mexicano. El general Manuel Mondragรณn, encargado de adquisiciones del ejรฉrcito, acostumbraba recibir una comisiรณn de 25%, segรบn informe de la casa Krupp al gobierno alemรกn encontrado por Katz. รngeles se negรณ a entrar en estos tratos y sus superiores ordenaron su regreso a Mรฉxico. Nueva desgracia de este tipo tuvo cuando, en 1904, se opuso con argumentos tรฉcnicos a una compra de pรณlvora en Estados Unidos. Esta costumbre molesta y anรณmala de ser honesto en las licitaciones y pretender que los demรกs tambiรฉn lo fueran, parece haber determinado finalmente su envรญo a Francia en 1909 para estudiar tรฉcnicas de artillerรญa.
ย ย ย ย ย Buena combinaciรณn de azares nos ofrece Katz: el corrupto ejรฉrcito porfiriano, al enviar al exterior a uno de sus honestos y mejores oficiales, estaba completando la preparaciรณn militar del organizador de la artillerรญa que destruirรญa a ese ejรฉrcito en Zacatecas.
ย ย ย ย ย Aparece despuรฉs รngeles con Madero como jefe del Colegio Militar y, a poco andar, es amigo y soldado de confianza del presidente. Lo envรญa รฉste a la campaรฑa de Morelos, donde lo encuentra Rosa King y donde su conducciรณn de la guerra le gana el respeto de los zapatistas; es a la vez el canal por donde las razones de la causa de Zapata se abren paso en la mente del general รngeles. De esta fraternidad guerrera entre enemigos nace, como lo muestra Katz, la confianza entre ambos que despuรฉs permitirรญa a รngeles convencer a los zapatistas para que enviaran su delegaciรณn a la Convenciรณn de Aguascalientes.
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Leal a Madero en la Decena Trรกgica, รngeles se dio cuenta de la traiciรณn de Huerta durante los dรญas del sitio de La Ciudadela, recuerda Katz, pero se abstuvo de denunciarlo a Madero. ยฟPor quรฉ? El propio รngeles dice a un amigo dos razones: “por disciplina militar y porque no querรญa aparecer como intrigante”. Katz se pregunta si es explicaciรณn bastante.
ย ย ย ย ย Ambas razones me parecen verdaderas y suficientes, si al carรกcter del personaje uno se atiene. La disciplina militar es una constante en sus actos. Cuando por fin se decide a romperla y a incorporarse a los ejรฉrcitos revolucionarios, es en realidad en nombre de una disciplina superior de su antigua instituciรณn, que habรญa sido rota por el general Huerta al derribar y asesinar al comandante en jefe del ejรฉrcito, el presidente Madero. En su actitud habรญa tal vez un gesto similar al del general De Gaulle en 1940 cuando, al romper la disciplina formal del ejรฉrcito francรฉs para no aceptar la derrota, se asumiรณ รฉl en el exilio como el continuador solitario de ese ejรฉrcito, como el depositario de su honor y su destino.
ย ย ย ย ย La obligaciรณn de obediencia del general Felipe รngeles habรญa quedado disuelta con el golpe de Estado dirigido por Huerta. Y si esa obligaciรณn no funcionรณ despuรฉs de igual modo hacia Carranza, fue sin duda porque nunca vio en el ejรฉrcito constitucionalista el equivalente del ejรฉrcito nacional en el cual รฉl se habรญa formado, ni en la conducta de sus improvisados jefes su propio concepto de honor militar de antigua escuela.
ย ย ย ย ย Igualmente constante es su negativa a la intriga. En La Ciudadela, รngeles sabรญa que Madero ya estaba informado, incluso por su hermano Gustavo, de la conducta de Huerta. ยฟPara quรฉ iba con el chisme, si el propio presidente se negaba a aceptar la realidad? Esta actitud es completamente coherente con el personaje. Si quien tiene el mando no ha querido o sabido escuchar, por quรฉ va uno a sumarse a la nube de intrigantes que siempre gira en torno a los dueรฑos del mando. Es un sentido de respeto a sรญ mismo y ante sรญ mismo el que en estas actitudes se revela.
ย ย ย ย ย Esta resistencia a la intriga es tambiรฉn lo que distancia a la figura solitaria que describe Martรญn Luis Guzmรกn de la corte que rodea en Sonora a Venustiano Carranza. Una vez mรกs, el carรกcter de รngeles lo aรญsla de su entorno y pone entre รฉl y su medio esa distancia invisible que parece acompaรฑarlo hasta el final. Esta persistente distancia suele tomar en veces algo asรญ como un color de fatalismo, cuando es acaso tan sรณlo educaciรณn para mirar con frialdad los hechos.
ย ย ย ย ย Katz menciona la descripciรณn de Manuel Mรกrquez Sterling despuรฉs de su visita a Madero, Pino Suรกrez y รngeles en la habitaciรณn donde los tiene detenidos Huerta. El cรณnsul cubano ve al mismo personaje que antes vio Rosa King y despuรฉs verรญa Martรญn Luis:
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Echado en un sofรก, el general รngeles sonreรญa con tristeza. Es hombre de porte distinguido; alto, delgado, sereno; ojos grandes, expresivos; fisonomรญa inteligente y finas maneras. Cuando le dieron orden de volverse contra Madero se negรณ a obedecer. Acababa de cambiarse la ropa de campaรฑa por el traje de paisano. Y era el รบnico, de todos los presentes, que no fiaba en la esperanza ilusoria del viaje a Cuba. Una hora despuรฉs me decรญa, con su lenguaje militar, ante la sospecha de un horrible desenlace: “A don Pancho lo truenan”.
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A don Pancho lo tronaron y a รngeles lo mandaron a Europa, desde donde regresรณ para combatir a Huerta. Katz descubre en los archivos quiรฉnes, cรณmo y por quรฉ protegieron a รngeles y ayudaron a salvarle la vida. Entre ellos estaba Manuel Calero, polรญtico conservador y gestor de compaรฑรญas petroleras de Estados Unidos, quien esperaba ganar las simpatรญas de รngeles para sus propias ambiciones polรญticas. Caracteres opuestos Calero y el general, sin embargo รฉste hasta su รบltimo dรญa guardรณ gratitud al polรญtico turbio por su ayuda en la hora difรญcil, otro rasgo propio de su singular carรกcter.

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En este punto, Katz nos resume en un pรกrrafo las ideas polรญticas de Felipe รngeles al incorporarse a las fuerzas villistas:
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รngeles no era sรณlo un militar, sino tambiรฉn un ideรณlogo, dado que habรญa concebido lo que รฉl consideraba un programa nacional para Mรฉxico. Este programa era, por su naturaleza, ampliamente maderista, pues en muchos aspectos รngeles era el heredero espiritual de Madero. Como Madero, creรญa profundamente en la democracia. Se orientaba en mayor medida que Madero hacia las reformas sociales โ€”aรฑos despuรฉs se considerรณ a sรญ mismo un socialistaโ€”, pero al igual que Madero creรญa que las reformas, cualesquiera รฉstas fuesen, debรญan ser graduales, y que la propiedad privada era sagrada. Se oponรญa tajantemente a las confiscaciones.
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ยฟPor quรฉ el hombre que tenรญa estas ideas se convirtiรณ en el jefe militar mรกs destacado de la Divisiรณn del Norte y en aquel que buscรณ una alianza en la Convenciรณn con los zapatistas, si lejanas de las suyas estaban las ideas de Villa y mucho mรกs las de Zapata? Para quienes han buscado durante mucho tiempo una explicaciรณn a esta aparente incongruencia en el supuesto doblez o hipocresรญa de รngeles hacia sus amigos y sus aliados, el estudio de Friedrich Katz constituye uno de los testimonios mรกs sรณlidos sobre la coherencia de fondo en Felipe รngeles entre conducta e ideas.
ย ย ย ย ย รngeles se aleja de Venustiano Carranza y su entorno por una evidente incompatibilidad de principios tal como รฉstos aparecen en la conducta y no en los papeles. Le repugna la corte de arribistas, aventureros e improvisados que lo rodea, tanto como a รฉstos repugna la formaciรณn de militar profesional de รngeles.
ย ย ย ย ย Esta profesionalidad alcanza su momento culminante en la batalla de Zacatecas. El general la concibe, planea y ejecuta como una obra de arte militar y asรญ la describe despuรฉs, con cierto deleite estรฉtico, en un extenso artรญculo para el periรณdico Vida Nueva. “En su descripciรณn de la batalla de Zacatecas, รngeles se muestra como si hubiera sido extraรฑamente insensible, gozando de la matanza 'desde un punto de vista artรญstico' “, anota Katz. Veo las cosas desde un รกngulo diferente.
ย ย ย ย ย En Zacatecas, como despuรฉs en la toma de Monterrey, รngeles se propone vencer de modo que la victoria consista no en exterminar al enemigo, sino en destruir su voluntad de triunfo con sรณlo el costo indispensable en vidas propias y ajenas. Este costo serรก, de todos modos, alto. Por eso, al terminar en victoria la batalla, รngeles galopa con su Estado Mayor para detener los fusilamientos inรบtiles y hacer respetar las leyes de la guerra.
ย ย ย ย ย Su campaรฑa posterior en Nuevo Leรณn, que culminรณ con la toma de Monterrey, dirigida en completa autonomรญa por el general รngeles, fue no sรณlo una obra de arte militar sino tambiรฉn, nos dice Katz, “la campaรฑa mรกs humana en la historia de la Revoluciรณn Mexicana”. No excluyo, porque de otras reacciones inmediatas del hombre surge la posibilidad de que asรญ fuera, que Pancho Villa sintiera el aleteo leve de los celos ante esta muestra de arte militar de su subordinado. (“ยฟHubo acaso muchos generales de la Revoluciรณn que no sintieran celos de รngeles?”, se pregunta Martรญn Luis Guzmรกn, agudo como siempre). En todo caso, el รฉxito de รngeles en Monterrey parece haber alejado, antes que acercado, a los dos generales.
ย ย ย ย ย Si comparo la actitud de Felipe รngeles en las dos batallas, Zacatecas en 1914 y Monterrey en 1915, encuentro una constante: el empeรฑo completo en el combate, la distancia emocional con sus vicisitudes. Es lo que llamo la distancia del guerrero.
ย ย ย ย ย ร‰sta aparece una vez mรกs en la diferencia decisiva entre รngeles y Villa, como bien la muestra Katz, acerca del eventual avance sobre Veracruz a comienzos de 1915; en el alejamiento de รngeles despuรฉs de ser desoรญdo en sus pronรณsticos negativos sobre la conducciรณn villista de las batallas del Bajรญo en 1915; y finalmente en su conducta despuรฉs de su inevitable separaciรณn de Villa en septiembre de ese aรฑo: “รngeles nunca hizo declaraciรณn pรบblica alguna contra su antiguo jefe y hasta el fin de sus dรญas continuรณ insistiendo en que estaba orgulloso de haber servido bajo sus รณrdenes”, anota Katz. Y agrega: “Es significativo que Villa nunca considerara que รngeles lo habรญa abandonado sino que, por el contrario, tres aรฑos mรกs tarde casi le pidiรณ disculpas por haberlo alejado”.
ย ย ย ย ย De ese lazo da testimonio definitivo Katz cuando anota la reacciรณn de Villa ante el fusilamiento de Felipe รngeles: “La respuesta de Villa a la ejecuciรณn fue rรกpida y sangrienta. Dos dรญas despuรฉs de la muerte de รngeles, sus tropas cayeron sobre la guarniciรณn carrancista de Santa Rosalรญa y mataron hasta el รบltimo de sus defensores”.
ย ย ย ย ย Esta vez no estaba allรญ รngeles para impedirlo.
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Friedrich Katz estudia el destacado papel de รngeles para forjar la alianza entre villistas y zapatistas que cambiรณ el curso de la Convenciรณn de Aguascalientes. Su argumentaciรณn es novedosa y convincente. Muestra las capacidades polรญticas de este hombre, su entrenamiento intelectual para callar sin mentir y su destreza para ganar confianzas y construir alianzas sin ocultar sus ideas y sin ceder al uso de la intriga.

ย ย ย ย ย Todas esas cualidades, sin embargo, se iban a deshacer ante la soledad de su persona sin fuerzas que lo siguieran, la distancia entre sus mรฉtodos y los de sus adversarios y la contradicciรณn entre las aspiraciones y los impulsos radicales de los ejรฉrcitos campesinos que se unรญan en la Convenciรณn y las ideas y mรฉtodos moderados propuestos por Felipe รngeles. El general era mรกs respetado que Madero por zapatistas y villistas, porque era general, guerrero e indio. Pero la vieja contradicciรณn entre maderismo y zapatismo no podรญa disolverse por rectitud de conductas ni por respeto entre adversarios. Las fuerzas campesinas tenรญan otro rumbo y la contradicciรณn se resolviรณ
en distancia.
ย ย ย ย ย Sin embargo, los tres generales: Zapata, Villa y รngeles, comparten un rasgo tan profundo como inesperado para quienes sรณlo creen en las artes y las maรฑas de la polรญtica cotidiana. A diferencia de los jefes constitucionalistas, de cuya conducta se deriva el incomparable verbo “carrancear”, ninguno roba ni aspira a hacerse rico en la Revoluciรณn. รngeles partiรณ hacia Estados Unidos en septiembre de 1915. De esa partida, Katz anota:
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Una vez instalado en Estados Unidos, la preocupaciรณn principal de รngeles fue ganarse la vida. A diferencia de otros villistas, que cruzaron el rรญo Bravo llevando grandes sumas de dinero con las que habรญan logrado hacerse en el curso de la Revoluciรณn, รฉl habรญa sido escrupulosamente honesto, y dejaba Mรฉxico tal como habรญa entrado, es decir, como un hombre pobre.
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La figura de รngeles se nos presenta con su carga de destino en el capรญtulo que Katz dedica a su regreso a Mรฉxico y su รบltima campaรฑa con Villa, entre diciembre de 1918 y noviembre de 1919. En sus aรฑos de exilio, Felipe รngeles emprendiรณ trabajos diversos de supervivencia en Estados Unidos, intentรณ montar una granja en Texas, leyรณ mucho, se mezclรณ con los trabajadores en Nueva York, escribiรณ, se considerรณ socialista y discutiรณ, planeรณ, conspirรณ y divagรณ, como todos los exiliados polรญticos que en el mundo han sido, sobre el siempre hipotรฉtico retorno al paรญs natal.
ย ย ย ย ย Ya en 1916 especulaba sobre una eventual caรญda de Carranza: “Muchos creen que Obregรณn lo reemplazarรก. Yo no lo creo”, escribรญa en junio de ese aรฑo a Maytorena: “Para mรญ la caรญda de Carranza traerรก consigo indefectiblemente la de Obregรณn y la de todo el carranclanismo. Si es asรญ, podrรญan muy bien aprovecharse de esta caรญda los porfiristas, los cientรญficos y los clericales. Pero tampoco creo que esto sea probable; porque si la naciรณn estรก decepcionada de los revolucionarios, no lo estรก de la Revoluciรณn”.
ย ย ย ย ย Pero “si las ideas anteriores son expresiรณn de la verdad”, continuaba รngeles, “surge un problema de urgente resoluciรณn”:
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ยฟCรณmo hacer triunfar en la prรกctica una revoluciรณn que ha triunfado en las conciencias de todos, aรบn en las de los antirrevolucionarios? Para eso es necesario, en primer lugar, que nos asociemos los revolucionarios que no somos salvajes; los que reprobamos los asesinatos, las confiscaciones, las arbitrariedades y el desorden; los que creemos que si nuestras instituciones son democrรกticas, no deben estar escritas solamente en nuestras leyes fundamentales, y que deben acabarse para siempre oligarquรญas, como la “cientรญfica”.
ย ย ย ย ย La aspiraciรณn maderista no es una utopรญa: era la mentada aspiraciรณn cientรญfica, que con Bulnes decรญa en discurso memorable, “despuรฉs del Seรฑor General Dรญaz, la ley”. La piedad para los desheredados no es un dislate polรญtico, es la base indispensable para el equilibrio social. De una y otra cosa estรกn convencidos nuestros enemigos polรญticos y la naciรณn toda. Lo que faltan son hombres desinteresados y civilizados que conviertan en realidad prรกctica principios axiomรกticos, evidentes, sobre todo despuรฉs de la Revoluciรณn.
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De estas ilusiones tempranas sobre la debilidad del nuevo rรฉgimen lo alejarรญan los meses siguientes y tal vez, mรกs que nada, la sanciรณn de la nueva Constituciรณn en febrero de 1917, a la cual contrapuso en adelante el retorno a la de 1857. Su maderismo inflexible, lejos de atraer una amplia gama de aliados como รฉl suponรญa, resultaba una traba para las interminables negociaciones con doble y triple fondo en los cรญrculos de exiliados. Una cosa son las alianzas del ascenso hacia la prรณxima victoria, como en la Convenciรณn de Aguascalientes; otra, las de la dispersiรณn y la derrota.
ย ย ย ย ย El general, apรณstol de la unidad, se fue quedando solo, cada vez mรกs presionado por su propia urgencia interior de actuar, de poner en correlaciรณn los actos con las palabras. Se hartรณ, es evidente, de las palabras sin actos de los otros. Su distancia con aquellos prudentes asociados del exilio se hizo visible en que รngeles, a diferencia de ellos, se mantuvo fiel hasta la desdicha a la mรกxima de Napoleรณn: On s'engage, et puis on voit.
ย ย ย ย ย Un buen dรญa se cansรณ de toda esa gente y hacia fines de 1917 decidiรณ que, a como tocara, ya era hora de preparar el cruce del rรญo Bravo. Una vez mรกs, el hombre que querรญa la ley como corolario de la Revoluciรณn iba a unirse con aquel que encarnaba hasta la furia esa violencia revolucionaria que se propone quebrar con el terror la voluntad del enemigo. Contradicciรณn insoluble, como no tardarรญa en demostrarse.
ย ย ย ย ย En aquellos juegos del exilio, varios polรญticos habรญan querido usar al general: su trayectoria y su integridad eran respetadas en Mรฉxico. Inepto para la intriga, llegado el momento no supo, no quiso y no pudo usar รฉl a ninguno โ€”Josรฉ Marรญa Maytorena, Manuel Calero, otrosโ€” para su propio regreso a Mรฉxico. Su idea de unir a revolucionarios y antirrevolucionarios en una sola organizaciรณn, la Alianza Liberal, para alcanzar la paz en Mรฉxico, resultaba peregrina y peligrosa para algunos de los mรกs radicales, como Federico Gonzรกlez Garza, y tambiรฉn para los mรกs conservadores, como el mismo Calero. Por otra parte, una fuerza mucho mรกs poderosa, invisible para รngeles, minaba irresistiblemente la unidad de los exiliados. Era la consolidaciรณn del nuevo rรฉgimen constitucional, en cuyo seno y no fuera de รฉl, con sangre como siempre, se dirimirรญan las contradicciones, los conflictos y los destinos de la Revoluciรณn.

Distante de todos, รngeles terminรณ por decidir un cruce solitario de la frontera, como con cierta amargura refiere a Manuel Calero en su carta de despedida:
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Yo hubiera querido no estar tan solo, hubiera querido ir acompaรฑado de unos veinte patriotas bien conocidos en la Repรบblica, pero no los encontrรฉ; quizรก muchos querรญan, pero no podรญan por su educaciรณn de gentes refinadas, delicadรญsimas.
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Una afectuosa carta de Villa, supone Katz, acelerรณ esta decisiรณn de รngeles. Estรก fechada en Jimรฉnez, Chihuahua, el 14 de septiembre de 1918. En ella lo invitaba a
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ayudarme a establecer un gobierno civil, emanado de la voluntad popular, que dรฉ garantรญas a la naciรณn, y nosotros como militares lo obedeceremos y caminaremos a la altura de nuestro deber para no mancharnos como hizo el ejรฉrcito que traicionรณ al gobierno del pueblo…

Pocas veces una promesa de Villa ha de haberse adecuado tanto al ideal de gobierno propuesto por รngeles. Difรญcil le era al general negarse a un llamado, cuantimรกs que รฉste era el de su propio รกnimo, si al mismo tiempo lo completaba este pรกrrafo que le dirigรญa el antiguo jefe de la Divisiรณn del Norte:
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Siempre considerarรฉ y escucharรฉ con prudencia su consejo, porque le repito que admiro su honor y su cultura y aunque puedo haber obtenido el control del ejรฉrcito y tenga la fortuna de un guerrero que hasta ahora no ha encontrado a nadie que pueda derrotarme, no me avergonzarรญa servir como soldado bajo su mando.
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Halagado debiรณ de sentirse el general, pero no ilusionado, porque en aquella carta a Manuel Calero, con todo y todo, marcaba sus distancias con los villistas:
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Sabe usted bien que conozco todo a lo que me expongo. Estoy viejo ya y no podrรฉ resistir fรกcilmente la inclemencia de la vida a campo raso, sin alimentos, sin vestidos y sucia en extremo. Voy a andar entre gente que por ignorancia y salvajismo comete crรญmenes […]; y naturalmente su buen amigo, el piadoso seรฑor […] me llamarรก bandido.
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El regreso de รngeles, el 11 de diciembre de 1918, era un acto desesperado. Como varios que intentaron disuadirlo โ€”Maytorena entre ellosโ€” se lo dijeron, y como รฉl mismo lo sabรญa sin confesรกrselo, en las dificultades y las penurias que lo esperaban, las distancias con Villa โ€”carรกcter, cultura, proyecto polรญticoโ€” iban a poner cerco a las cercanรญas. Solo habรญa estado el general en Estados Unidos entre los exiliados y solo no tardรณ en encontrarse en Chihuahua entre los villistas. Con una diferencia: en aquella soledad lo rodeaba la intriga; en รฉsta, lo cobijaba un extraรฑo afecto, una vieja lealtad entre guerreros que se han visto juntos en muchas y saben que hay algo mรกs fuerte que las diferencias de opiniรณn polรญtica. Cercanรญa/distancia llamo aquรญ a esta forma del afecto huraรฑo.
ย ย ย ย ย La actitud hacia Estados Unidos โ€”admiraciรณn en รngeles, animadversiรณn en Villaโ€” era quizรกs la mรกs irreductible de esas diferencias. Se tranformรณ en ruptura cuando Villa, en junio de 1919, decidiรณ tomar Ciudad Juรกrez. รngeles se opuso, aduciendo que si atacaban la ciudad fronteriza las tropas de Estados Unidos irremediablemente intervendrรญan. Villa atacรณ y, tras pintorescas vicisitudes, la predicciรณn de รngeles se cumpliรณ y los villistas tuvieron que abandonar la ciudad. Escribe Katz:
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Para รngeles, el ataque de los estadounidenses contra Villa representaba el colapso no sรณlo de su estrategia sino de todos sus sueรฑos. “Esto no tiene remedio”, le dijo a Jaurrieta, el secretario de Villa, que lo habรญa traรญdo de Estados Unidos y que era uno de los pocos miembros del ejรฉrcito villista que sabรญan leer y escribir. “El general Villa jamรกs serรก aceptado por el gobierno de la Casa Blanca. Siendo completamente nula mi actuaciรณn entre ustedes, se impone mi regreso al territorio americano. ยกPero eso nunca! Solamente pondrรก la muerte el punto final honroso a esta mi รบltima aventura revolucionaria; deseo morir, de todo corazรณn”.
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Tal vez no fueron tan solemnes como Jaurrieta las recuerda las palabras del general. Pero eso dijo, asรญ o de otra manera. Lo cierto es que poco despuรฉs, con una pequeรฑa escolta, se separรณ de Villa, por un tiempo segรบn se dijeron ambos, para siempre segรบn ambos sabรญan. En los meses siguientes, hasta donde se conoce, con esa mรญnima partida de soldados se desplazรณ escondido por el campo de Chihuahua. Todavรญa Villa, al momento de separarse, tratรณ de convencerlo de que si se iba lo matarรญan: “No se corte de mi lado, general, porque lo van a colgar. Se lo dice a usted un seรฑor coyote”.
ย ย ย ย ย Pero en Pilar de Conchos se despidiรณ de Pancho Villa el general. El secretario Jaurrieta, testigo del momento, cuenta de Villa que despuรฉs,
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durante todo el trayecto recorrido para llegar a Las Nieves, el jefe a cada momento daba muestras de inquietud por la ausencia de รngeles, repitiendo las mismas palabras: “Sรญ, seรฑores, lo van a colgar… pero ยกquรฉ hombre tan terco!”
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ย ย ย ย ย En noviembre, delatado por uno de su escolta, los carrancistas lo capturaron, lo llevaron a Chihuahua, lo juzgaron y lo fusilaron.
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Como bien dice Katz, el general era un militar y un intelectual. Su inteligencia pensaba y dirigรญa sus batallas, una idea de honor militar tal vez obsoleta despuรฉs de los horrores de este siglo presidรญa su conducta hacia sus superiores, sus subordinados, sus aliados, sus enemigos y sus prisioneros.
ย ย ย ย ย El Felipe รngeles de Friedrich Katz libra, a mi juicio, tres grandes batallas, en cada una de las cuales, mรกs allรก del enemigo inmediato a vencer, se propone objetivos no visibles y diferentes.
ย ย ย ย ย La primera de las tres es la de Zacatecas. Destruye al ejรฉrcito federal. Pero se propone demostrar, y lo consigue, que sรณlo un general formado en esa escuela es capaz de hacerlo de ese modo y que es el arte militar, y no la improvisaciรณn loada por Carranza, el que puede lograrlo con limpieza. Vence entonces a Huerta, pero apunta tambiรฉn sobre Carranza.
ย ย ย ย ย La segunda es la de Monterrey, que dirige en completa autonomรญa de mando. Vence a los carrancistas, pero tambiรฉn se propone mostrar su dominio de ese arte despuรฉs de la controversia perdida ante Pancho Villa acerca de la marcha sobre Veracruz.
ย ย ย ย ย La tercera es el juicio sumario de Chihuahua donde el tribunal dicta la sentencia de muerte ordenada por Carranza. El general sabe el final, pero convierte al proceso pรบblico en una batalla en defensa de su oficio, su vida y sus ideas. “Mรกs de 5,000 chihuahuenses formaron la gigantesca procesiรณn fรบnebre que acompaรฑรณ el cuerpo de รngeles a su tumba”, refiere Katz en su apasionante narraciรณn de aquellos dรญas. “Felipe รngeles” se llamรณ despuรฉs la escuela primaria fundada por Pancho Villa en la hacienda de Canutillo.
ย ย ย ย ย รngeles atraviesa el libro de Katz como cruzรณ por la Revoluciรณn Mexicana: desde el principio hasta el fin, es un jefe militar y un guerrero solitario. Parece encarnar una idea y un propรณsito que viene desde antes y seguirรก despuรฉs. El riesgo y la distancia no lo abandonan nunca, tampoco en el exilio. Distante estรก de su ejรฉrcito de origen, el de don Porfirio, del cual lo separa su conducta. Cerca y distante estรก de don Pancho y por eso puede ver con claridad su muerte aproximarse. Desde lejos y cerca, con un afecto extraรฑo, combate primero y acompaรฑa despuรฉs al zapatismo. Una distancia mayor, casi un abismo, lo aleja de don Venus, su crueldad y sus intrigas. Cerca y distante estรก de Pancho Villa desde el principio al fin de su tambiรฉn extraรฑa amistad de combatientes tan diversos. Cercanรญa y distancia lo hacen volver a Mรฉxico a jugarse, รฉl solo y su caballo, el todo por el todo. Solitario en su lectura de Ernest Renan estรก cuando lo toman preso en una cueva de Chihuahua. Afectuoso, irรณnico y lejano lo describe Nellie Campobello al filo de sus horas finales en Chihuahua:
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Ya lo habรญan fusilado. Fui con Mamรก a verlo, no estaba dentro de la caja, tenรญa un traje negro y unos algodones en las orejas, los ojos bien cerrados, la cara como cansada de haber estado hablando los dรญas que durรณ el Consejo de Guerra โ€”creo que fueron tres dรญasโ€”. Pepita Chacรณn estuvo platicando con Mamรก, no le perdรญ palabra. Estuvo a verlo la noche anterior, estaba cenando pollo, le dio mucho gusto cuando la vio; se conocรญan de aรฑos. Cuando vio el traje negro dejado en una silla, preguntรณ: “ยฟQuiรฉn mandรณ esto?”. Alguien le dijo: “La familia Revilla”. “Para quรฉ se molestan, ellos estรกn muy mal, a mรญ me pueden enterrar con รฉste”, y lo decรญa tomando lentamente su cafรฉ. Que cuando se despidieron, le dijo: “Oiga, Pepita, ยฟy aquella seรฑora que usted me presentรณ un dรญa en su casa?”. “Se muriรณ, general, estรก en el cielo, allรก me la saluda”. Pepita asegurรณ a Mamรก que รngeles, con una sonrisa caballerosa, contestรณ: “Sรญ, la saludarรฉ con mucho gusto”.
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Sรณlo asรญ, tal vez, pudo atravesar la tormenta de sangre y de crueldad siendo a la vez un jefe y sin dejar de ser lo que era รฉl mismo: “Felipe รngeles me llamo, Seรฑor, y รฉsta es mi vida”, habrรก dicho al llegar.
ย ย ย ย ย Varias veces, en la literatura y en la vida, he encontrado encarnadas la distancia y la elegancia del guerrero que en la figura de este general se resumรญan. Alar el Ilirio, el de รlvaro Mutis en “La muerte del estratega”, es una de ellas.
ย ย ย ย ย Con discreciรณn las alude uno de los grandes libros de nuestro tiempo, el รบltimo de un historiador que fue tambiรฉn un guerrero en las dos guerras mundiales de este siglo: L'รฉtrange dรฉfaite, de Marc Bloch:
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Ser un jefe verdadero es, quizรกs ante todo, saber apretar los dientes; es inspirar a los demรกs esa confianza que nadie puede dar si รฉl mismo no la tiene; es negarse hasta el fin a desesperar del propio genio; es por fin aceptar, para aquellos a quienes uno manda tanto como para sรญ mismo, antes que la vergรผenza inรบtil, el sacrificio fecundo. En el pasado, hombres que estรบpidos no eran ni, ante el peligro personal, cobardes, tambiรฉn habรญan sucumbido demasiado pronto ante el infortunio. Para su memoria, la historia militar guarda sรณlo desprecio.
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La historia militar ha conservado memoria, trayectoria y vida del general Felipe รngeles, seรฑor de las artes sutiles de la guerra, la distancia y la elegancia. Nuestro reconocimiento a Friedrich Katz por haberlo recuperado para todos nosotros. –

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