Déjame nadar en ti, hundirme
en ti, contigo, hasta la estrella
de cuarzo de tus labios, en su latido.
Déjame respirar el agua mansa,
esa en que te conviertes cuando nadas
y vas a la deriva de ti, a la orilla de mi voz.
Déjame en el oxígeno
de tu axila, en el páramo de agua
donde abres los ojos hacia mí, poseída.
Déjame ver con tus ojos de agua,
cantar con tus costillas tenues,
tu garganta abisal, tu cintura rauda.
Déjame nadar un instante en el cardumen
de tus manos abiertas sobre un cielo
sin nombre. Tus manos huérfanas, inasibles.
Déjame hundirme entero. No volveré
a caminar sobre tu cuerpo de agua.
Quiero caer hasta el fondo, hasta lo informe.
Déjame entrar en esa noche primitiva,
en el fermento puro del agua,
en el fin del mundo, en el comienzo de ti. ~