El gorriĆ³n y Joseph Beuys

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Cuentan que al final,
cuando Ć©l en su jardĆ­n,
llegaba, una tarde sĆ­
y otra tambiĆ©n, un gorriĆ³n
a posarse en sus rodillas.
ĀæQuĆ© habrĆ­a entre ellos?
Este, gorriĆ³n, al fin y al cabo,
le habrƭa dicho cuƩntame
los asuntos del coyote
con el que Joseph viviĆ³ unos dĆ­as,
encerrados ambos,
aviador y coyote americano,
en una caja de vidrio;
la sabidurĆ­a que guarda
la miel de las abejas,
o la de ese aviĆ³n caĆ­do
entre la nieve. CuƩntame
cĆ³mo se vuelve a vivir
cuando uno estĆ” envuelto
ā€“huesos rotos, quemaduras,
heridas de metrallaā€“
en la grasa de una foca
y el fieltro de un sombrero
que el aviador derribado
usarĆ­a desde entonces.
Pero muy poco, o nada
es lo que sabemos.
Y, sin embargo, parecidos
a ese gorriĆ³n,
nos asalta la inquietud.
Tal vez se dijeron las cosas
que no requieren de gorjeos
ni de palabras.
Tal vez esa reuniĆ³n
consistĆ­a en solamente
estar ahĆ­, lejos del coyote,
el aviĆ³n en llamas y la liebre
muerta. Lejos del pizarrĆ³n
donde el aviador quiso
explicar todas esas cosas
que allĆ”, muy lejos, entre
el dolor, el fuego y la nieve
fue aprendiendo.
Tal vez se dijeron nada,
pues todo aquello,
eso que la cabeza del aviador
bajo el sombrero de fieltro
sabe ahora, el gorriĆ³n
lo sabĆ­a desde siempre. ~

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