Fotografía: Miguel Gutiérrez

Entrevista a María Corina Machado

Fue separada de su cargo legislativo, acusada de planear un golpe de Estado y un magnicidio. Su caso exhibe a un régimen desesperado por acallar las voces independientes.
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La mañana del lunes 16 de junio un gran despliegue de seguridad rodeaba la sede del Ministerio Público de Venezuela. Varias decenas de efectivos militares pertenecientes a la Guardia Nacional Bolivariana (gnb) resguardaban la entrada y el frente del edificio ataviados de verde oliva, chalecos antibalas, cascos especiales y escudos protectores junto a muchos miembros de la policía y los agentes de paisano que pertenecen al Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin).

A las 9:20 a. m. una mujer delgada y pálida, vestida con una camisa blanca y pantalón negro, llegó a la sede de la Fiscalía General de la República para declarar por las investigaciones de las protestas de febrero pasado que dejaron un saldo de 43 muertos y 843 heridos. Estaba acompañada de algunas personas que cantaban consignas, el Himno Nacional y la aplaudían. No era una muchedumbre pero por el ruido eso parecía.

La mujer es María Corina Machado, la diputada más votada del país en las pasadas elecciones legislativas (235,259 sufragios), separada de su cargo en marzo pasado cuando Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, argumentó que ella se había “autodespojado” de su investidura de diputada al aceptar la “representación alterna” de Panamá en una reunión de la oea donde insistiría en la defensa de los derechos humanos en Venezuela. La reunión nunca se realizó pero, desde entonces, la parlamentaria no puede entrar a la Asamblea Nacional y su separación del cargo fue ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia.

A su lado esa mañana estaba Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, el líder del partido Voluntad Popular, quien permanece preso mientras es enjuiciado por diversos cargos ligados a las protestas de febrero de este año. De lejos, ambas mujeres parecen frágiles, pero cuando hablan sus ojos refulgen y sus voces se elevan, roncas y duras, entre la gente.

“Es evidente que se trató de una puesta en escena de todo el poder del Estado contra un ciudadano. Cuando fui a declarar instalaron un megaoperativo de cientos y cientos de guardias frente a una mujer que solo está defendiendo sus derechos y su labor como diputada”, dijo María Corina Machado días después en la sede de su organización política llamada Vente Venezuela.

Machado se ha convertido en una figura controversial por sus innumerables intervenciones públicas donde suele denunciar casos de corrupción y responder a las críticas que la ubican en la derecha política, y es célebre por expresar lo que piensa, sin muchos miramientos. Al mismísimo Hugo Chávez le espetó –durante la presentación de su Memoria y Cuenta presidencial, en 2011– que “expropiar es robar”.

Esta actitud y las constantes denuncias de políticos chavistas que la ubican en planes de conspiración constantes le han granjeado la enemistad jurada de altos personeros del gobierno. Son los casos de Diosdado Cabello –quien la acusa de ser cabecilla en planes magnicidas: “Si Maduro es asesinado”, dijo en junio, “María Corina Machado pagará por sus acciones”–; el diputado Elvis Amoroso –que llegó a sugerir la pena de muerte para la dirigente– o Robert Serra, joven parlamentario que exhortó a la fiscalía para que abriera un proceso penal en contra de Machado.

“Alguien me preguntó que cuántas investigaciones tenía en mi contra, y eso no lo sé porque acá te investigan a tus espaldas. El artículo 49 de nuestra Constitución dice que todo ciudadano que está siendo investigado tiene derecho al expediente para saber de qué te investigan. En mi caso no tengo acceso al expediente pero el alcalde de Caracas y el Alto Mando de la Revolución sí lo tienen y leen las supuestas pruebas en ruedas de prensa.”

Machado suele decir cosas que a mucha gente no le gusta escuchar. Y comenta que eso es peligroso en la Venezuela de estos días: “Es un enorme desafío, a veces no sabes cómo empezar. Muchas veces me digo: ‘mejor no cuento esto que acaba de ocurrir porque es tan burdo y tan brutal que la gente puede no creerlo y dudar de otras cosas importantes’. Creo que la respuesta es siempre hablar con la verdad”, asevera con denuedo.

¿Cómo define su situación legal en estos momentos?, ¿tiene otras restricciones aparte de la prohibición de salida del país?

Es la situación legal que tiene cualquier venezolano que se niega a aceptar el pensamiento único y la imposición de un modelo de la absoluta destrucción del Estado de derecho y la independencia de los poderes. Es la situación de los periodistas que desafían la censura y luchan por la verdad, la de los dirigentes sindicales que desenmascaran la destrucción de la relación laboral y el empleo en Venezuela, por lo que están perseguidos y presos. Es la situación de cientos de dirigentes estudiantiles y muchachos que, simplemente, salieron a la calle a decir la verdad, pero hoy están presos y perseguidos. Pero, aun así, asumimos una responsabilidad histórica, un compromiso moral como parte de una generación que ha decidido luchar por vivir en democracia y libertad.

 ¿Sabe cuáles son los cargos que se le imputan?

Cuando fui a declarar me dijeron que estoy citada como testigo, por lo tanto, no me dejan ver el expediente y no puedo entrar con un abogado por lo que no estoy siendo investigada. Pero los señores del gobierno reconocen, públicamente, que se han metido en mis correos, mis teléfonos y me graban mis conversaciones privadas. Me persiguen, han grabado conversaciones con mi madre y en casas privadas como pasó con el historiador Germán Carrera Damas y luego las difunden. Todos los días me envían mensajes donde se amenaza mi integridad física y la de mis hijos. No te imaginas, tienen gente pagada dedicada a eso: es una guerra psicológica que busca doblegarnos.

 El Alto Mando Político de la Revolución ofreció una rueda de prensa, en mayo pasado, donde se mostraron supuestos correos suyos que la involucran, junto a otras personas, en un intento de magnicidio y golpe de Estado. ¿Cree que con esa acción violaron el Código Penal?

Para empezar todo eso es mentira y claro que violaron todo el ordenamiento jurídico porque cuando hay una investigación, supuestamente, las pruebas están en reserva, pero el alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, tuvo acceso sin ser abogado, sin ser imputado, sin ser fiscal y sin ser parte del proceso. Además las mostró públicamente.

 ¿Considera que ser llamada a declarar es parte de una estrategia para acallar sus críticas?

Desde mucho antes he sido objeto de una campaña de persecución política. Ellos son muy hábiles en tratar de destruir tu nombre. Desde que formé parte de la organización Súmate, hace más de una década, me montaron una campaña todos los días en televisión, hasta con dibujos animados, a fin de presentarnos como monstruos. La idea era identificarnos como ciudadanos contrarios a los intereses del país y enemigos de los derechos de los venezolanos más humildes. Han utilizado el aparato comunicacional, el aparato jurídico-judicial y, desde luego, han llegado ahora a los extremos de la agresión física como cuando me pegaron en una sesión del Parlamento. En los últimos años esto ha ido arreciando cada vez más.

¿Cree que después de la muerte del presidente Chávez aumentaron los ataques en su contra?

Desde luego, una cosa está asociada a la otra. Después de que un régimen utilizó todos los recursos del Estado para tratar de crear una dependencia absoluta de la sociedad, producto del clientelismo y el populismo en el Estado –cosa que fue intencional como ahora lo confiesa Jorge Giordani* en su carta–, el objetivo era destruir toda fuente de autonomía privada. Fue intencional querer hacernos dependientes del gobierno, del Estado, y eso trae consigo una enorme corrupción, porque estos tipos son los más incompetentes del planeta. Ese sistema de transferencia directa y clientelismo se va agotando si, además, el precio del petróleo deja de seguir subiendo a la misma velocidad que aumentan la corrupción, el gasto público y la inflación. Llega un momento en que las cuentas empiezan a no cuadrar.

¿Esas condiciones que enumera fueron las que desataron las protestas de los primeros meses de 2014?

Fueron la mezcla de la destrucción de todo lo que produces y una obtención menor de petróleo. Pese a que los precios del petróleo aumentan y las expectativas de la gente se incrementan, las fugas en el sistema son tales por la corrupción y la incompetencia que empieza un ciclo donde ya no satisfaces las expectativas generadas. Eso ha producido un descontento cada día más grande. La gente empezó a cuestionar cómo era posible que en este país el barril de petróleo había pasado de nueve a cien dólares y, sin embargo, estábamos obligados a aguantar seis u ocho horas al día haciendo una cola, ya sea por una medicina o por tu pensión. Por qué había que soportar la escasez de gas doméstico, leche, carne o muchas otras cosas, ¿cómo es eso? Frente a esta crisis tienes un sistema que no es capaz de corregir esas prácticas porque son esenciales a su visión y no le queda otra alternativa más que radicalizarse a través de la represión, la censura y la persecución política. No tienen otra estrategia y eso fue lo que vimos exacerbado en estos meses cuando la gente salió a las calles para protestar.

¿Cuáles fueron las acciones que llevaron a su destitución como diputada?

Mi destino lo debió haber decidido el pueblo de Venezuela y no un señor como Diosdado Cabello que no sabemos si es capitán o teniente. La verdad es que no entiendo cuál es su obsesión por acallar mi voz. Estuve de 2011 a 2013 en el Parlamento donde, entre muchas otras cosas, denunciamos la responsabilidad de la gerencia de pdvsa en la tragedia de Amuay, el accidente de refinación más terrible que ha tenido Venezuela. Como la Asamblea Nacional se negó a investigarlo, me dediqué con otros colegas parlamentarios a documentar durante un año –con los mejores expertos nacionales e internacionales, con los vecinos, trabajadores, sindicalistas de Amuay– qué había pasado allí. Llevamos el informe y lo entregamos a la gerencia de pdvsa.

¿Qué consecuencias tuvo esa investigación?

Los diputados del oficialismo y la gobernadora del estado Falcón fueron a la fiscalía y me acusaron de terrorismo, dijeron que yo era culpable de todos los incendios que se estaban produciendo en los sistemas de refinación en Venezuela. Cuando se produjeron las violaciones masivas, sistemáticas y crueles a los muchachos que protestan estos meses, fui a la Organización de los Estados Americanos y, ¿qué hicieron?, me acusaron de traición a la patria. Ahora, cuando ya nadie les cree nada, me quieren acusar de lo más insólito e injustificable: que soy parte de un complot.

¿Cómo ve la situación de otros políticos encarcelados en el país?

En Venezuela hay presos políticos desde hace muchos años, como es el caso de Iván Simonovis y los muchachos de la Policía Metropolitana, unos funcionarios a los que les destruyeron la vida, gente que ha perdido hijos, esposas, carreras. No se puede olvidar la cantidad de exiliados que hay porque alguna persona dentro del régimen se empecinó en destruirles la vida. Estos últimos meses hemos visto cruzar una línea roja en materia de violación masiva y sistemática de los derechos humanos frente a la cual la comunidad internacional no debería permanecer indiferente. Hoy la indiferencia es complicidad, estamos hablando de cientos y cientos de estudiantes, más de novecientos heridos, más de doscientas torturas documentadas que van de los choques eléctricos a la violación. Es un panorama monstruoso que ha sido documentado por Human Rights Watch.

¿Qué opina de los procesos contra dirigentes como Leopoldo López y los alcaldes Enzo Scarano y Daniel Ceballos?

Los alcaldes de San Diego y San Cristóbal siguen siendo alcaldes porque la Sala Constitucional del Tribunal Supremo se convirtió, de repente, en una Sala Penal, capaz de llevar a cabo juicios sumarios. Además, la fuerza que los detuvo, inculpó y ordenó su destitución violó con sus acciones la soberanía popular. Desde luego, el caso de Leopoldo López es el emblema de la obsesión persecutoria de un régimen que ya se sabe perdido. Como no le han conseguido nada, porque no existe delito alguno, ahora lo acusan con un perito experto que está interpretando lo que él realmente quiso decir en uno de sus discursos o su intención real detrás de un tweet. Es una cosa que va más allá de la Stasi, es fascismo puro que nos lleva a la pregunta: ¿por qué esa obsesión con Leopoldo? Porque quieren crear un castigo ejemplarizante y que todo venezolano se vea reflejado en él, que se pregunte: ¿si eso le pasa a él, qué me puede pasar a mí? Y desde luego quieren dividirnos en distintos sectores de la Unidad Democrática, lo cual es una política típica del régimen cubano para doblegar y perseguir a los miembros incómodos de la sociedad. Sabemos que quien está en Miraflores sigue esas instrucciones al pie de la letra. A Leopoldo lo vamos a liberar los venezolanos en un proceso de transición a la democracia que es inevitable.

En febrero pasado, usted y López comenzaron a hablar sobre #LaSalida como una alternativa política y, al poco tiempo, se desataron las protestas. ¿No cree que fue una alternativa precipitada y por eso funcionarios –como la fiscal general de la república, Luisa Ortega Díaz– la incluyen entre el grupo de gente que quiere desestabilizar al país?

¿Cuál fue nuestro planteamiento? A principios de este año, en febrero, sabíamos que Venezuela iba encaminada a un proceso de destrucción acelerado, no solamente en materia económica. Estamos hablando de una economía que opera peor que en periodos de guerra, con inflación, escasez, nula calidad del empleo… Venezuela ha tenido los recursos más grandes de su historia, de manera sostenida, y mientras América Latina progresa en todos los indicadores de salud, educación, empleo e inversión, nosotros retrocedemos. Eso ha generado unos niveles de conflictividad social y violencia desbordada. La gente siente que nos están matando porque, en efecto, cada veinte minutos asesinan a un venezolano, con 96% de impunidad. Agrégale a eso un régimen cada vez más represivo donde ejercer el periodismo se ha vuelto un acto de heroísmo. Frente a todo eso tienes dos opciones como sociedad: aceptar que no hay nada qué hacer y esperar seis años más de destrucción o recordar que nuestra Constitución tiene los mecanismos democráticos, pacíficos, constitucionales y electorales para buscar un cambio político, sin tener que esperar a la siguiente elección.

¿Eso no califica como un acto de insurrección?

Para una crisis política de esta magnitud la Constitución venezolana sí tiene salidas que pueden ser promovidas por los ciudadanos. Ese fue nuestro planteamiento. Este es un pueblo desesperado: el 80% de los venezolanos te dice que estamos mal y vamos peor, y más del 60% asegura que queremos un cambio político, no solo de personas sino de sistema. Hemos adquirido esa madurez ciudadana y si le dices a toda esa gente que aquí no hay nada qué hacer desde una perspectiva civil, desde la dirigencia política, entonces seríamos corresponsables si la solución viene de otro sector. Siento que como dirigencia política, como sector civil, tenemos la obligación de decirles a los venezolanos que sí hay opciones civiles, que se puede y debemos llevar a Venezuela hacia una transición a la democracia, en el marco de la Constitución, de una manera pacífica y que derive en un proceso electoral.

Hubo momentos de gran violencia en esas protestas de febrero. ¿Cree que está siendo investigada por eso también?

No hay una sola palabra que se nos pueda atribuir a los dirigentes estudiantiles, sindicales o políticos que acompañamos al movimiento de protesta que incentive o justifique hechos de violencia. Por el contrario la gran fortaleza de este movimiento es precisamente su carácter pacífico. Esos hechos legitiman la violencia del gobierno, les dan un pretexto y desmovilizan al resto de las manifestaciones; por eso quienes acompañamos la protesta cívica no creemos en la violencia. Lo que ha ocurrido es que este régimen no solo acude a los cuerpos de seguridad del Estado, sino a los grupos paramilitares, a los colectivos armados que reciben órdenes directas de Nicolás Maduro. Desde luego que la violencia le conviene al régimen. Puede que no todos estos hechos de violencia hayan sido infiltrados y provocados por el régimen, pero desde luego que en muchos de ellos se nota la mano del gobierno.

¿No considera que también hay grupos extremistas en la oposición que pudieron perpetrar delitos esos días?

Puede ser que algunas personas recurrieran a la violencia. Ahora, en proporción a la enorme cantidad de ciudadanos que pacífica y masivamente hemos protestado, eso es algo minúsculo. No puede ser que eso caracterice o apalanque a todo un movimiento que es en esencia cívico y pacífico.

¿Cuál es la perspectiva que tiene del 12 de febrero, cuando sucedieron tantos hechos violentos?

Creo que es un día que pasará a la historia democrática y ciudadana de Venezuela. El 12 de febrero toda Venezuela salió a la calle y eso es algo que la historia, progresivamente, ha ido reconociendo. A diferencia de cualquier otro movimiento social reciente, esto no se concentró en una ciudad o en algunas regiones; el movimiento de febrero emergió de manera simultánea en todo el país, en ciudades grandes y pequeñas, por eso era muy difícil llevar un registro. Fue esencialmente espontáneo y eso es algo extraordinario. Se le ha criticado mucho que era anárquico y carecía de una dirección única, pero creo que esa ha sido una de sus mayores fortalezas. Eso te demuestra que, aunque han emergido miles de líderes y organizaciones de carácter local y comunitario, siguen unidas por una causa nacional.

Su profesión es la ingeniería, ¿sintió desde temprano la vocación política o fue un producto de las crisis de las últimas décadas?

Creo que soy parte de una generación que, en su mayoría, creció sintiendo un profundo desprecio hacia la política y los políticos, eso fue un error garrafal. Tengo 46 años de edad y los que nacimos en democracia, pero vivimos esos últimos años de la república civil, vimos las terribles consecuencias de prácticas como el centralismo, el estatismo, el rentismo y el populismo. Nosotros crecimos atribuyéndoles a los políticos y sus prácticas una serie de males y, para mí, pensar en política era hacer concesiones éticas y morales que eran inaceptables. Sin embargo, todo eso cambió en 1992, tras el golpe de Estado.

¿Su despertar político estuvo vinculado al surgimiento de la figura de Hugo Chávez?

Creo que la tensión social y el despertar ciudadano que generó el modelo de Chávez –que obligó, entre otras cosas, a replantear la propia concepción de la ciudadanía– me cambió todas las perspectivas. No creo que Chávez lo hizo conscientemente ni que quería despertar eso pero, al provocar esas tensiones y ese riesgo de confrontación social, hizo que muchos entendiéramos que había que pasar de la preocupación a la acción.

¿Podemos atribuirle a Chávez cierta responsabilidad por la situación actual de Venezuela?

Lo que vivimos los venezolanos es producto de un periodo donde quien estuvo al frente del poder lo tuvo todo para que Venezuela fuera una sociedad donde realmente tuviéramos una calidad de vida envidiable. Cuando llegó a la presidencia el barril de petróleo estaba a siete dólares y llegó a ciento cincuenta; tuvo el control de todos los poderes públicos, las fuerzas armadas, los medios de comunicación y la confianza de casi el 80% del país, pero quince años después mira cómo estamos. Se le reconoce su habilidad comunicacional y sus dotes para crear conexión y convencer, pero los problemas actuales de Venezuela no solo deben atribuirse a catorce meses de incompetencia y falta de liderazgo de Nicolás Maduro.

¿Cómo ve las reacciones de los países aliados de Venezuela que han ofrecido su respaldo al gobierno de Nicolás Maduro en estos meses?

Puede tratarse de aliados coyunturales de un gobierno, pero no representan la opinión de sus ciudadanos. La comprensión de lo que está sucediendo en Venezuela va en aumento. Esto es claro en países como Perú, donde la mayoría de la población se ha declarado en contra del régimen actual en Venezuela, o Estados que han vivido la tensión reciente en la vigencia del régimen democrático, como Brasil y Argentina, donde siempre hay manifestaciones de apoyo para nuestra causa. Claro que es muy frustrante ver la actitud de los gobiernos aliados, pero lo que yo veo es un cambio cada vez más claro.

¿Cuál es su visión de México y la influencia de ese país en el debate político latinoamericano?

Me duele el hecho de que México, teniendo la posibilidad de asumir un papel de liderazgo enorme en América Latina, ante la debilidad de Brasil y sus profundas contradicciones, no lo haya hecho de una manera más firme y audaz. La Alianza del Pacífico es un paso interesante que, por ahora, tiene una dimensión más económica, pero con amplias posibilidades de profundizar sus relaciones por las vías institucional y cultural. México está concentrado en sus procesos de reformas internas y en el fortalecimiento de una relación con el norte, pero si asume su papel de líder eso puede redundar en una proyección mucho mayor de la que tiene en estos momentos.

¿Sigue teniendo aspiraciones presidenciales?

Creo que Venezuela va a vivir profundos cambios, sobre todo en las relaciones entre el Estado y los ciudadanos. Si de algo va a servir este horror es para superar finalmente males crónicos de generaciones anteriores como el clientelismo, el rentismo, el populismo y el militarismo. Desde luego que quisiera algún día estar en la presidencia de mi país, creo que ya es hora de que Venezuela tenga una presidenta, pero en este momento lo fundamental no son las candidaturas, sino la unidad de las fuerzas políticas y sociales. Debemos reconocer que en la sociedad venezolana hay decenas de expresiones sociales que quieren ser escuchadas y deben ser incluidas en la toma de decisiones. De ahí que sea necesario un gran congreso ciudadano que abra un espacio genuino de participación. ~

 

 

*Jorge Giordani estuvo en los cargos medulares de la política económica de Venezuela (ministro de Planificación, ministro de Finanzas, director externo del Banco Central de Venezuela y director de pdvsa) desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999. Fue removido hace unas semanas por el actual presidente Nicolás Maduro, y el más longevo integrante del tren ministerial decidió publicar una carta donde rendía cuentas de su ejercicio público. Allí confiesa graves actuaciones como la relación entre el gasto público y su manejo político, entre muchas otras cosas: “La construcción del socialismo históricamente siempre ha constituido un desafío notable […] En este camino del proceso bolivariano era crucial superar el desafío del 7 de octubre de 2012, así como las elecciones del 16 de diciembre de ese mismo año. Se trataba de la consolidación del poder político como un objetivo esencial para la fortaleza de la revolución y para la apertura de una nueva etapa del proceso. La superación se consiguió con un gran sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso y uso de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para garantizar la sostenibilidad de la transformación económica y social.”

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(San Cristóbal, Venezuela, 1981) es periodista y escritor. Fue escogido como uno de los "nuevos cronistas de Indias" por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en 2012.


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