LAREDO, TEXAS PRINCIPIOS DE OCTUBRE.
De
parecer que estamos listos, parecemos, y a fin de empezar la
aventura: rodar un largometraje mexicano cuya casi enteridad
transcurre en los Estados Unidos de América. Un poco es como
si fuéramos un crew
vietnamita a las puertas de China, un equipo polaco a punto de
ingresar a Rusia, con cámaras.
Somos
dieciocho. El director, una actriz y dos actores, un director de
fotografía, una script-girl,
el director de sonido, una directora de arte, una directora de
vestuario, dos directores asistentes, dos productores, el primer
asistente de cámara, un key-grip,
un gaffer, un
loader y el
guionista, que soy yo. Somos catorce mexicanos y una argentina, una
húngara, un italocolombiano y un español. Un crew.
Yo, que siempre he sido solitario, me hallo un poco confuso, aunque
también muy entusiasmado. Sé que va a ser difícil,
que me va a ser difícil. Espero que vaya a ser un viaje
profundo, divertido, nuevo, alerta. Por lo menos, como me dice el
director, significa salir todos de nuestras zonas de confort:
la cama de uno, el baño de uno, el juguito de naranja, los
taquitos, el cine. Hay dos miembros del crew
que nunca han salido de México; otros dos más nunca han
ido a los Estados Unidos de América. Catorce de nosotros nunca
hemos hecho un largometraje. Ninguno hemos cruzado Estados Unidos en
coche hasta el Continent’s
End del poema, described
& decried por Robinson Jeffers. Sabemos que podemos
fracasar, que el camino guarda sus peligros y su enseñanza y,
como querían los chinos, que el viajero no debe pretender
mostrarse demasiado alto.
La
película trata de tres mexicanos (dos hombres y una mujer) que
están como muertos en México; deciden ir a Real de
Catorce; de allí a Nueva York, y, ya allá, cruzar hasta
California, hastiados como están de sus vidas en su propio
país. Y de lo que les pasa en el camino. –Qué
raro que tú, que no sabes manejar, hayas escrito un road
movie, me dice un conocido. Es por amistad.
Vamos
arecorrer, de acuerdo con el guión, diecinueve estados (y un
distrito sin representación): Tejas, Luisiana, Misisipi,
Alabama, Tenesí, Virginia, Washington dc, Maryland,
Pensilvania, Nueva Jersey, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania de
regreso, Ohio, Indiana, Illinois, Misuri, Kansas, Colorado, Utah,
Arizona y California. Vamos en una van
dorada, una pick-up
con placas de Tejas, que lleva el lowboy
donde va amarrado el Mercedes
Benz verde, 1975, que es un actor más, un jeep
negro que atrás dice “Namasté” y trae placas del
Distrito, y un camión rentado en Laredo mismo, donde va el
equipo, también rentado.
LAREDO, TEJAS, 11 DE OCTUBRE.
De
día se descubre la vastedad, de noche el vacío.
SABINAS,
TEJAS, 12 DE OCTUBRE.
Uno
escoge; o no. El director sin duda es una especie de mezcla entre
Frodo Bolsón, de la Comarca, Aragorn, hijo de Arathorn en el
Norte y Gandalf, llegado a la Tierra Media al mismo tiempo que los
reyes de Númenor, que después dijeron Westernesse.
Tiene una misión, guarda una misión. Y cada uno de los
que vamos con él desempeñamos una función que en
cierto sentido nos acerca a tal o cual personaje de El
Señor de los Anillos (el libro, no la película);
hay uno que es como Samsagaz, otro como Legolas, el elfo, otro como
Gimlin hijo de Glóin, el enano, otro como Boromir, orgulloso y
pronto a la ofensa. Pero todos, creo, estamos decididos a, sin
importar el “rol” que “juegue” (porque qué mal habla
uno luego), “que juéguemos”, hacer todo lo posible y dar
no sólo nuestro mejor esfuerzo en aras del proyecto, sino ver
a qué clase de límite se puede llegar, y cómo.
CONCAN
CAVE, TEJAS, 12 DE OCTUBRE.
Cuando
escribí la secuencia en la cual los tres enamorados van a ver
salir las criaturas vespernales pensé en muchas cosas: en el
número de los animales (Artibeus
brasiliensis, se llama), en cómo se recortarían
los miles de quirópteros contra el cielo del atardecer. Es un
espectáculo imponente, que incluso registran los satélites;
los aviones supersónicos de la base cercana deben evitar
cuidadosamente la entrada y la salida de los murciélagos. No
pensé en el olor de los animales (de hecho esta cueva fue una
de las primeras minas de guano, cuando Tejas aún era mexicano
–nuestro Texas–; las tierras de no sé cuál duque
inglés dieron, el primer año del uso del fertilizante,
doble medida). El hecho es que nomás comenzar a salir los
murciélagos, una peste, una verdadera peste, nos envolvió.
Y antes todo había olido a pinos y hierbas.
Salen
los miles y miles y miles de murciélagos, hacia los campos del
valle; los halcones de Robinson Jeffers los esperan planeando en las
alturas y de pronto descienden entre la ría de criaturas y
atrapan uno y se van.
VICTORIA,
TEJAS, 13 DE OCTUBRE.
Toque
de queda en un motel junto a la vía del tren; raids
policiacos; es el tren que viene de México y, como ha de
atenuar su marcha para cruzar el poblado, es un buen lugar para
apearse y perderse en la noche de Tejas y, ya, estar del otro lado.
Antes, en la tienda pobretona, a buscar cigarros y cervezas: Planning
to go out tonight?, una pregunta en un cartel con una
patrulla blanca de luces encendidas y un policía anglosajón
y uno afroamericano; y la respuesta: So
are we.
HOUSTON,
TEJAS, 14 DE OCTUBRE.
¿Son
la fotografía y el cine artes del Enemigo? La pregunta merece
plantearse, y muchos pensadores lo han hecho; no es mera retórica,
ni tampoco está allí para ser negada, ignorada. Yo
creería que no, aunque lo parecen. Es curioso que una de estas
artes sea “pura verdad” y el otro “pura mentira”. Lo que es
cierto es que la fotografía devoró a la pintura
mientras la arrinconaba en las márgenes y el cine sigue
deglutiendo al teatro, y ¿qué arte era el fundamento
del teatro y de la pintura? La poesía. A la poesía la
mataron entre los dos, cómplice y calladamente. Ah, entonces
hubo un asesinato…
Hay
algo de raro en el cine, creyó el antiguo estudiante de cine
James Douglas Morrison, quien dejó en su libro The
Lords algunas de las observaciones más pertinentes
que haya yo leído acerca del cine; pueden competir con Bresson
en concisión.
Y
sin embargo…
MÁS ALLÁ DE HOUSTON, TEJAS, 15 DE OCTUBRE.
Un
restaurante mexicano que es además estación de
Greyhound (van
desde las Carolinas hasta Querétaro) mejora nuestro ánimo
muchísimo: hay tacos de carnitas y de suadero, frijoles,
chiles rellenos, aguas frescas, licuados, chaparritas (de El
Naranjo).
PORT
ARTHUR, TEJAS, 16 DE OCTUBRE.
Qué
descubrir, qué nos regala Dios. Un cielo, unas nubes, un
tímido sol entre las rafagueadas de lluvia. Muchísima
lluvia. De aquí eran Janis Joplin y los hermanos Winter.
De
pronto siento una comezón muy fuerte, que comienza en el
cuello y se extiende al pecho, los brazos, los pies; y aunque la
directora de arte me da un antihistamínico, luego se me
dificulta respirar (¡hay que sacarlo de aquí!), pero lo
que más me preocupa es que, en el camino de regreso a la parte
habitada de Port Arthur, comienzo a no entender las palabras que me
dicen y a no saber quién me las dice. Están
preocupados, pero disimulan. Nos alejamos de las refinerías y
de los columpios en ese barrio afroamericano plagado de templos de
muy distintas denominaciones y letreros que dicen Poisonous
Water. Do not drink.
Por
la tormenta se pierde el camión. Ninguno de los que van en él,
con su salsa “Cholula” y sus pork
skins, habla inglés. Gracias a Dios, a pesar de la
tormenta (en Houston murieron lamentablemente un anciano, una madre y
su hija ese día por la lluvia) llegan, espantados y con alivio
también, pero espantados. A partir de ahora alguien que hable
inglés deberá ir en cada uno de los coches de la
caravana.
Al
día siguiente la directora de arte (que estudió
medicina en Budapest) me dice tranquilamente que si hubiera yo tenido
problemas para respirar, me habría tenido que abrir un agujero
en la tráquea, con una tijera.
Yo
no estaba allí cuando el cortés agente de Homeland
Security fue a preguntarle al crew
que qué hacían allí y a decirles que tenían
unas pocas horas más para filmar, porque ponían
nerviosa a la gente de las refinerías y que él estaba a
nuestras órdenes, pero que entendiéramos que era un
área estratégica.
CERCA
DE SULPHER, TEJAS, YENDO A BATON ROUGE, LUISIANA, 16 DE OCTUBRE.
En
Luisiana no son condados, sino parroquias. Pantanos, increíbles,
y donde hay terreno firme, espectaculares que prometen ganancias en
los casinos. En Tejas no se puede jugar.
NUEVA ORLEANS, LUISIANA, 17 DE OCTUBRE.
Estamos
hospedados en el Vieux Carré,
en la Rue Dauphine, a dos cuadras de la catedral de San Luis, Rey de
Francia, quien, al acercarse con sus tropas a Sidón (año
1253), vio a los cruzados muertos bajo las murallas; y como nadie
quisiera arrostrar el entierro de estos cadáveres en
descomposición, tomó sobre sí la ingrata tarea,
un deber cristiano, después de todo, y con su ejemplo logró
que algunos de los pares y de los barones y los padres y los soldados
lo secundaran.
Tell
people it’s safe now, me
dice un chavo afroamericano encantador. Muchísimos mexicanos,
plantando palmeras, arreglando los camellones, picando piedra.
Una
camiseta: New Orleans. Est.
1718. Re-established 8-29-05. Un libro de imágenes:
Katrina. The One We Feared.
08/29/2005.
Cruzar
el Misisipi es muy emocionante: hubimos de hacerlo muchas veces, para
filmar a los actores en el carro. La repetición. Es algo en lo
que pienso. Pero no logro aún descubrir qué. Había
tráfico, tráfico de mañana; en las noticias se
refería el descubrimiento del cuerpo de un hombre que había
saltado de la azotea del hotel Omni la noche anterior. Una historia
escalofriante; en los bolsillos del suicida encontraron una nota en
la que explicaba que había destazado a su novia y la había
cocinado (aunque no comido) y que en la calle Rampart, in
their one-bedroom apartment over a French Quarter Voodoo-shop,
hallaría la policía los restos de la desdichada mujer,
en el horno y el refrigerador. Dos cosas me llamaron mucho la
atención: una, que ambos eran sobrevivientes de Katrina, de
los que nunca abandonaron la ciudad ni en el peor momento: la otra es
que él se suicidó porque no sentía remordimiento
alguno al asesinar a su novia, ni al descuartizarla y, por lo tanto,
concluyendo que era un monstruo, se quitó la vida.
LA
DEVASTACIÓN, SAINT BERNARD’S PARISH,
NUEVA
ORLEANS, 18 DE OCTUBRE.
¿Qué
se puede decir de un lugar donde murieron tantas y tantas personas y
donde miles y miles perdieron todo lo que tenían: su ropa, sus
juguetes, su templo, su máquina para hacer abdominales, su
computadora, su recuerdo, su familia? Decir, no se puede decir nada.
Se puede llorar, se puede orar, se puede callar. Ya es uno un
testigo.
Y
las “temibles cámaras de acero” que todo lo registran.
Menos a unas voluntarias metodistas que llevaron de comer a todo el
crew, lunch-bags,
conmoviéndonos hasta las raíces.
CEMENTERIO
DE METAIRIE, NUEVA ORLEANS,
19
DE OCTUBRE.
El
cementerio limpísimo, cuidado, después de la marea de
lodo y trozos y ramas. Se filmó con muchísimo respeto,
como es natural. Había una encargada de relaciones y permisos,
una mujer muy agradable, con la que desayuné sentado a la vera
de una tumba de mármol, mientras iba saliendo el sol, y
hablábamos, los muertos lo exigen, de lo divino y de lo
humano. Pero lo que más me sorprendió fue la tranquila
aquiescencia de la gente de un velorio real frente a nosotros, que
éramos, por mucho respeto que tuviéramos, una molestia;
y nos trataron increíble, con una cortesía callada,
nada hiriente.
Los
nombres de este antiguo camposanto: Casteix, Dumas, Roubion, Viavant,
Sequin, Livandais, Belou. Otra lápida conmemoraba vida y
muerte de la señora Erexine Brumfield Rabelais.
MOBILE,
ALABAMA, 19 DE OCTUBRE.
El
cansancio. Las millas. Los errores llegando a las ciudades.
BIRMINGHAM,
ALABAMA, 20 DE OCTUBRE.
Creo
que varios del crew
piensan aquello que escribió alguna vez José Fuentes
Mares: “… el vaso de agua con hielo es el gran obstáculo
para que yo pueda pasar una temporada en los Estados Unidos, país
admirable por tantos conceptos, entre otros porque sus urinarios
huelen a ice cream soda
de vainilla y los ice cream
soda de vainilla a urinarios positivamente deliciosos”
(Nueva guía de
descarriados, 1977).
Y
de entre las agudezas mexicanas, Salvador Elizondo, quien describe
así su Museo poético,
“un instrumento didáctico ad
usum barbarii (empleo esta designación en el
sentido por el que con ella se define a quienes no son de nuestra
lengua)”.
BIRMINGHAM,
ALABAMA, 21 DE OCTUBRE.
“Pablito,
los hombres no dormimos… los hombres no comemos…”, me dice el
primer asistente de cámara.
ALREDEDORES
DE SYCALAUGA, ALABAMA,
23
DE OCTUBRE.
Nunca
había yo visto un camino tan bonito en toda mi vida, tal vez
con la excepción de ese camino rural morelense que va por
Jumiltepec. Y los nombres: Owaesa, Grace, Garland, Letohatchee,
Wetumpka, Hanover, Coosa.
NASHVILLE,
TENESÍ, 25 DE OCTUBRE.
La
Biblia de Gedeón, en cada cajón de cada cuarto, aunque
el hotel sea indio (Ramada, por ejemplo). Puede uno, sea mítico
viajante de comercio, trailero, o miembro de un crew,
sin necesidad de llevarla consigo, leer la Escritura, un poco cada
noche o cada mañana. Y la profunda sobrenaturalidad del
salmista. We spend our years
as a tale that is told. El salmo 90 del Salterio. The
Bible Belt.
HUNGRY MOTHER PARK, VIRGINIA, 26 DE OCTUBRE.
El
lugar es, nuevamente, muy hermoso. El Gran Espíritu no quería
que llegaran a él. Se llama así por un ataque indio, en
el cual una madre y su hijo al huir se perdieron en los bosques rojos
y los lagos negros de por aquí; y sólo sobrevivió
el niño, cuyas únicas palabras, al encontrarlo famélico
otros colonos eran esas: “Madre hambrienta.” Nosotros teníamos
que encontrar, mientras el crew
seguía filmando en Nashville, un venado muerto, para la
siguiente secuencia. Una chava muy agradable nos dijo que tal vez su
abuelo tenía uno en el cobertizo. Un guardia forestal nos dijo
que habláramos al servicio de las carreteras, pues como es
período de celo, hay más venados atropellados en las
cunetas, y que tal vez ellos nos podrían ayudar. Pero no había
reporte de ninguno. La Film
Comission del Estado soberano de Virginia nos dio por fin
un tip. Para
nuestra suerte, que no la del animal, se había abierto la
temporada de caza en Virginia; y, después de muchas
averiguaciones, conseguimos el teléfono de Danny, el cazador.
Sí, él tenía un venado muerto, acabado de matar,
la madrugada anterior. Un venado muerto. Fuimos a verlo fuera de los
límites del Hungry Mother Park, nerviosos, como si fuéramos
a hacer un shady deal;
allí, entre árboles y tennis
viejos, llantas, un perro atado, había una de estas
construcciones de madera que sirven de refrigeradores. Había
sangre en la puerta. Nos previno que la escena era fuerte. Dentro
había tres ciervos, dos destazados y una venada, entera. Yo me
hice el valiente, pero la verdad es que siempre que veo sangre me
tiemblan las piernas. Quedamos en un precio, una hora, un lugar. El
crew devoraba ya
millas para llegar, y hacer el shot,
y seguir. Dice Eisenstein esto que recordé: “El sueño
se ha desarrollado para convertirse en una cosa… difícil de
manejar.”
BLUE
RIDGE PARKWAY, VIRGINIA, 26 DE OCTUBRE.
Esta
niebla, estos riachuelos que golpean en blanco sobre las piedras
negras; a su lado, un arce rojo. Árboles de color borgoña,
solferino, magenta. Troncos negros o blancos de agua. Pienso en los
espíritus de los guerreros de las Siete Naciones. Pienso en mi
madre. En don Salvador, en el padre Miguel. Seguimos subiendo,
buscando el paraje donde filmar. Estoy triste. La actriz, que es mi
comadre, se da cuenta y sencillamente toca mi brazo con su mano.
La
niebla espesísima. Temo que nos desbarranquemos, aunque vamos
a menos de cinco millas por hora, pero el productor es un conductor
excelente. La carretera es sinuosa y serpentina; de pronto hemos
bajado lo suficiente para que la niebla ya se haya levantado.
Llovizna. Un chavo, en un lodge;
va caminando por Virginia, sin otra compañía que un
ejemplar de Moby Dick.
WASHINGTON,
DC, 27 DE OCTUBRE.
“Yo
adoraba América antes de conocerla. Todo me gustaba: las
costumbres, las películas, los rascacielos y hasta los
uniformes de los policías…” escribió Luis Buñuel.
Ésta es la ciudad más bonita de Estados Unidos, tal
vez.
WASHINGTON,
DC, 28 DE OCTUBRE.
En
Kramer Books, en el Círculo de Dupont. Hace sol. Veo con deseo
los libros del British Film Institute; luego, un libro de Ray
Bradbury. Me habría gustado tanto que le hubieran dado el
Premio Nobel a Bradbury en lugar de dárselo a Pamuk, que es
más joven: todos los Nobel otorgados en Suecia en el 2006
habrían sido para los norteamericanos. Me impresionan mucho.
Sus museos. Sus mármoles. Sus letreros. Sus muertos.
Me
doy cuenta de que es una película de tesis (Estados Unidos es
Roma) como las que tanto aborrecí de adolescente. Pero no, me
digo, el guión es el que tiene las tesis. Y el guión no
es la película, como me dijo el director. Y el director es un
hombre más inteligente que yo.
WASHINGTON,
DC, DÍA DE TODOS LOS SANTOS.
La
única diferencia que veo entre Roma y los Estados Unidos es
que unos destruyeron el templo; los otros quieren reconstruirlo.
CAMDEN,
NUEVA JERSEY, DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS.
El
actor declama unos difíciles versos sobre la camaradería
de “Hojas de hierba” de Walt Whitman (We
two boys together clinging, One the other never leaving… power
enjoying –elbows stretching –fingers clutching… Cities
wrenching, ease scoring, statutes mocking, feebleness chasing.
Fullfilling our foray) frente a su tumba, en inglés.
Me dicen que el cuidador por poco y saca los huesos del poeta, de
pura emoción.
NUEVA
YORK, 4 DE NOVIEMBRE.
‘Marvellous
boy’, Odysseus says.
‘You
can do what you like with us except make men fight
hungry.
Well…
you could do that too, but…’
(La
Ilíada, en versión de Christopher Logue).
NUEVA
YORK, 5 DE NOVIEMBRE.
Y
los que llegan a nosotros y los que se van del grupo. Los que llegan
deben enfrentarse al hecho de que son recién venidos. Y eso es
duro. Creería que los grupos forjan armaduras de recuerdos
comunes y las usan, y sólo mediante el compartir los momentos
que crean la memoria, y sufrirlos, accede uno, aunque no siempre, al
rango de titular. El “nuevo” debe enfrentar problemas de toda
índole y además hacer bien su trabajo.
NUEVA
YORK, 6 DE NOVIEMBRE.
Un
crew es como un
pelotón en tierras ajenas, como un barco en el ajeno mar. Todo
el que te ayuda se convierte en tu amigo y en tu aliado; todo el que
no te ayuda, o te interrumpe, o molesta, es un enemigo jurado de la
consecución de las cosas que hay que mantener con vida como
crew: el sentido
de la película, su realización, las pequeñas
miserias y glorias de los días ya vividos, y el ánimo y
el esfuerzo que representarán los días que aún
faltan para finalizar la película; el sacrificio, la
tolerancia, el estado de alerta.
NUEVA
YORK, 7 DE NOVIEMBRE.
Algo
que me llamó poderosamente la atención: los jóvenes
exilados mexicanos, gente de muchísimo talento, decididos a
todo. Y los mixtecos que en sus bicicletas suben por las avenidas, ya
tarde por la noche.
NUEVA
YORK, 8 DE NOVIEMBRE.
En
una servilleta en un bar en el Lower East Side: “El glamour
del cine no es nada. Esperar, estarse, estarse callado, después
hablar alto, y cargar la carga. Buscar una silla o un banquito o un
escalón o de perdida la caja negra de cantos de plata de los
magazines. Esperar. ‘Buscar donde sentarse –nos dijo un día
famosamente Alain Robbe-Grillet– es el hecho más importante
de hacer una película.’ El cine presta poder a cosas sin
poder; embellece cosas que no son bellas, entristece otras que no son
tristes. Pero es conmovedor.”
Todo
medio indie y
medio ravero, pero
diluido. Something wicked
this way it comes.
Nueva
Orleans y Nueva York han sido las únicas ciudades en las que
ha habido pleitos, o casi pleitos, de alguien del crew,
en las calles, con homeless,
con turistas borrachos, con gente ociosa.
NUEVA
YORK, 9 DE NOVIEMBRE.
Ciudad
confusa y ordenada, llena, irritada, desplegada, hambrienta, ahíta,
desesperada, esperanzada, molesta, ruidosa, obligada, rica,
desperdiciada, indolente, pobre, miserable, mísera, elegante:
cine, descampado, refugio, muerte, placer, diván, tea-room,
sentido, sinsentido, “mariposa equivocada”, grosería,
hielo, ternura, todo al tiempo, todo como en un intrincado
laboratorio más que en un enclave humano. Es un sótano
pestilente y peligroso y un pent-house
de palmeras iluminadas.
Don
Orlando y don Andrés: cubanos, cuidadores del lote de coches
de un extremo de la isla, junto a un hospital cuyos pisos superiores
funcionan como penitenciaría: don Orlando es altísimo y
serio; don Andrés es una gente menuda, como en El
tambor de hojalata, lleno de humor y de chispa: me contó
de una nevada que lo sepultó en la calle, riéndose a
grandes carcajadas.
CAMBRIDGE,
OHIO, 10 DE NOVIEMBRE.
Un
trayecto larguísimo, agotador. Pero también el alivio
de estar de nuevo on the
road. Mapas, gasolineras, redbulls,
ípodos. A las once y media de la noche estoy tan exhausto que
veo nebulosas visiones de cansancio; y aún nos falta pasar
Pittsburgh y su estadio de los Tres Ríos.
El
crew: ¿un
pelotón?, ¿un barco?, ¿una compañía?
No, un equipo de futbol americano, juego que se juega en cada
estación donde paramos, en lo que se ponen o se quitan los
straps, se baja o
se sube el coche, en lo que se fija la cámara, se pone el
maquillaje, se traen los centurys
o las bolsas de arena, o la pizarra de sol, en lo que se decide, se
aguarda, se prueba.
CAMINO
A INDIANÁPOLIS, 10 DE NOVIEMBRE.
En
las Crónicas marcianas
es particularmente notable el pasaje que se narra cuando las legiones
y los colonos empiezan a ponerle nombres al melancólico
paisaje de Marte. Es como aquí: todo era indio. Toledo.
Machineburg. Resaca.
Leyendo
un curso de literatura norteamericana, muy interesante (Henry A.
Beers, Initial Studies in
American Letters, Chautauquia Course 1891-1892) doy con
este pasaje: Ohio had been
admitted as a State in 1802… Between 1810 and 1840 the center of
population in the United States had moved from the Potomac to the
neighborhood of Clarcksburg in West Virginia, and the population
itself had increased from seven to seventeen millions… In 1827, the
Indian tribes, numbering now about one hundred and thirty thousand
souls, were moved across the Mississippi.
La
profecía Delaware. La profecía algonquina. Black Elk.
INDIANÁPOLIS,
INDIANA, 11 DE NOVIEMBRE.
Naturalmente
hay disensiones. Hay incluso, nebulosamente, un grupo de inconformes,
que pueden o no convertirse en un partido.
Parecería
que todo dependiera del director, pero existe también lo que
hemos de llamar la naturaleza del proyecto. Y el azar, la
oportunidad, las equivocaciones, los errores. Barcos, quejidos,
chirridos, látigos. Equipos. Estrellas. El personalismo. El
espíritu de gremio y el espíritu de sacrificio.
Por
otro lado la ciudad, grande, bonita; hay una especie de Ángel
de la Independencia en medio, y se puede caminar el centro muy bien;
tiene también un templo o lodge
masónico de rito escocés inmenso. No tan grande como
una catedral, pero grande, sin duda, más que el de Nashville,
allá en el estado voluntario.
EN
ILLINOIS, 11 DE NOVIEMBRE.
Siempre
pensando en los indios. Releo un libro que había leído
cuando estudiaba en el Recinto, The
Ghost-Dance Religion and the Sioux Outbreak of 1890 de
James Mooney, un libro publicado en 1896, cargado con la tristeza de
los hombres mortales por el recuerdo de una Arcadia o un Anáhuac
paradisíacos, colmado con las terribles palabras de los
profetas de las naciones indias y con los hechos tremendos que los
colonos, el ejército y el gobierno les inflingieron.
SAN
LUIS MISURI, 11 DE NOVIEMBRE.
Es
Día del Veterano, fiesta que fuera solemnísima en Roma.
Hay un desfile en toda ciudad, y todo pueblo, aunque nomás
desfilen dos. Todo está cerrado. Camino por St. Louis. La
filatelia en la que compro algunas piezas ha de estar también
cerrada. Hace frío. Encuentro un lugar para comer, el único
abierto, pena me ha de dar, un Hooters,
que es como una chelería soft-porn.
Pido una Corona y una torta cubana. Al rato, terminado el desfile, se
estacionan fuera las reliquias de la Segunda Guerra Mundial, con las
que cruzaron Europa y vencieron a los nazis: un jeep,
un tanque, dos camiones, un vehículo anfibio; y bajan tropa y
oficiales, disfrazados de entonces, a beberse unas cervezas y comer
nachos. No sé si son voluntarios o soldados reales, o una
mezcla, pero entran unos treinta o cuarenta, incluido un almirante, y
entran con sus armas (me imagino que descargadas) y sus cascos. Hay
un cuate idéntico a Brad Pitt, civil y joven, que mira con
velada envidia a los uniformados. Su novia, nerviosa. El lugar se
pone interesante.
Pasa
media hora y pasa por la calle una boda, de muy muy jóvenes,
camino del Capitolio estatal a tomarse fotografías; el novio
pide permiso al capitán para que la novia y sus damas de honor
se trepen al jeep
militar, para tomarles fotos; y dicho y hecho: la desposada y sus
amigas se suben; y posan con la ametralladora, mientras los soldados,
los pocos peatones, el best
man, toman fotos.
Saliendo
de San Luis, otros nombres de Misuri: Mexico,
Sedalia, Houstonia, Napoleon, Great Lake of the Cherokees, Fort
Osage.
KANSAS
CITY, 12 DE NOVIEMBRE.
Qué
rara ciudad es Kansas, de verdad. No lo digo sino porque es rara.
Verdaderamente no tiene centro, sino el tren, y cada colina es un
centro en sí mismo; hay grandísimas excavaciones, para
un estadio nuevo y más edificios. La piedra es bellísima
y me recuerda un poco, aunque parece más porosa, a la de las
cercanías de Oxford. Hay un pueblo español de los años
veinte, el primer mall
abierto en los Estados Unidos, y primer mall
de tema.
Filmamos
en el Liberty Memorial, un inmenso falo, con un hall
dedicado a los héroes y dos torres que contienen banderas
propias y banderas capturadas. Una flama eterna, me imagino, y
veteranos de guardia, y pantallas donde aparecen fotografías
de los caídos, y placas de mármol. Oh
you know, me dice un tocayo mío, condecorado, que
hace guardia: It all started
with an idea.
Camino
de vuelta al estacionamiento que es nuestra “base”; yendo oigo a
un homeless blanco
que me sigue discurrir acerca de lo dura y triste que es la vida.
Recuerdo
a un policía aquí: alguien lo había llamado (tal
vez los abogados cruzando la carretera) porque llevábamos ya
varias horas en ese estacionamiento vacío. What
are you people doing here?, preguntó con el gesto
clásico de quitarse los lentes obscuros y dorados. We
are making a film, officer, le dijimos. Nos miró y
luego dijo: Ok,that’s none of my business.
Esa escueta claridad. Duda un momento cuando ya va a la patrulla.
Voltea y dice. –What’s
the name of the movie? –It’s
called “Hope”. La palabra vuelve a ejercer su efecto;
el policía sonríe, y cuando, una hora más tarde,
a ver qué seguíamos haciendo, llegaron el dueño
del predio y su sobrino, en un coche rojo y malencarado, el título
de nuevo cambió la situación. Venían de negro, y
el sobrino me sacaba una cabeza. Venían muy enojados. Pero
esta cosa gringa: siempre preguntan, luego obran en consecuencia (y
te pueden dar un balazo o poner una venda). Pero siempre preguntan. Y
el sobrino, un verdadero refrigerador, se calmó casi enseguida
al oír el nombre de la película, y saber que no
estábamos filmando su propiedad, sino tan sólo la
estábamos usando como campamento, y que, además, ya nos
íbamos a ir pronto. Y se despidieron ya en otro tono. Hacía
sol, un sol de noviembre.
Cazadores
en la carretera: pick-ups
que nos rebasan: en la tina, ciervos muertos. Y los lazos to
support our troops.
TOPEKA,
KANSAS, 13 DE NOVIEMBRE.
Yo
pensaba que los hermanos Coen eran exagerados y que su afán
irónico rozaba demasiado la caricatura: acabo de salir,
después de cenar, del Denny’s de Topeka (se puede fumar
adentro), y pienso ahora que los Cohen son como Zola o, más
aún, como Pérez Galdós: de un realismo absoluto,
a ratos insufrible, pero que muestra en cada una de sus facetas la
viva aprehensión de eso que ocurre y que, sin más, es
nuestra no siempre nítida realidad: chocante tal vez, bizarre,
pero aún así parte, componente, something
to reckon.
CAMINO
DE KANSAS, 14 DE NOVIEMBRE.
Smile!
Your mom chose life (un cartel
cerca de Radium, Ka.).
BIG
BEND, KANSAS, 15 DE NOVIEMBRE.
La
extensión de tierra: el viento, o así siento, aún
llora por los indios y los bisontes. Los trenes callan su lamento.
Junto a las vías, clavos y otras maravillas oxidadas.
DENVER,
COLORADO, 16 DE NOVIEMBRE.
A
rough smack of resin was in the air, and a crystal mountain purity,
escribe Robert Louis Stevenson en The
Silverado Squatters (que en buen castellano sería
“Los paracaidistas de Silverado”). Denver es la ciudad más
bonita que he conocido en mi vida y, después de la larga
planicie, doy la bienvenida a las montañas. Una expedición
hispanomexicana, que se adentró en el “gran océano de
hierba” de entonces, respiró de alivio cuando, después
de días sin cuento, encontraron rocas y cañadas y
montes.
De
toda la compañía, sólo tres, y no todo el
tiempo, han rehusado a disfrutar del viaje. Alguno los llamaría
patriotas, tal vez. Yo los veo cerrados y veo cómo, a medida
que pasa el día, se cierran más sobre sí mismos,
para no ver la cortesía, ni atender la atención, ni
dejarse enamorar por el deslumbrante paisaje. De veras que no creo
que sean ya tiempos de Alamán, ni de Zavala, ni de Bustamante:
necesitamos puentes, palabras, entendimiento. Por ejemplo, es hermoso
ver crecer, durante el viaje, a los más jóvenes, y los
más humildes.
VAIL,
COLORADO, 18 DE NOVIEMBRE.
Antes
de Vail, otro lugar: No Name, Colorado. Toda mi infancia soñé
venir, pero no éramos tan pudientes, ni tan deportistas para
este paraíso del esquí. Pero no soy el más
asombrado, ni el más contento. El key
grip jamás había visto nieve en su vida. La
expresión de sus ojos, dijo luego el director, valió
todo el viaje.
MOAB,
UTAH, 19 DE NOVIEMBRE.
Los
ríos Verde y Colorado. Los cañones y desfiladeros. Los
pinos retorcidos por el viento, huellas de pumas y venados y conejos.
Águilas y lagartos. El paisaje es de una belleza que da
serenidad, que presta salud, que hace ver las cosas de manera
distinta.
MEXICAN
HAT, ARIZONA, 21 DE NOVIEMBRE.
“Pablito,
el que se ríe se lleva. Y el que se lleva se aguanta. Y el que
se aguanta, se chinga.”
Acerca
del albur. Ahora tengo “una mente más cochambrosa” que la
de la Celestina. Octavio Paz, al hablar de La
picardía mexicana de Armando Jiménez, dice
que es “una colección de las fantasías y delirios
verbales de los mexicanos, un florilegio de sus picardías
imaginarias”; allí iba uno. Una vez, en un viaje también
muy difícil, de backpackero en China, hace doce años,
habíamos encontrado mi amigo y yo que había días
en que, sólo encerrándonos en el lenguaje más
abstruso de los barrios de la ciudad de México, podíamos
sobrevivir en medio del Imperio de En Medio, como si fuera necesario
oponer un delirio verbal, que bien dijo Paz, al delirio de una
civilización vasta e incomprensible. No otra cosa harían
los hobbits, perdón por decirlo: no necesariamente caer en la
grosería, pero sí en cierta simpleza, mezcla de
añoranzas y de acuerdos, y de bromas insignificantes, pero
comunes.
KAYENTA,
NACIÓN NAVAJO, ARIZONA,
22
DE NOVIEMBRE.
Lo
pobres que son los navajo. Es impresionante. El museo del “Navajo
Code Talk” está en un Burger King. Dentro. Una vitrinita.
Necesitamos
filmar un velorio. Por estar en la Nación Navajo pensamos que
los usos y costumbres (y las supersticiones y los gustos) de la gente
allá no nos permitirían hacerlo, más que en
condiciones muy difíciles. Y es verdad: la mayoría se
niega, cortésmente. Pero de pronto la productora conoce en un
restaurancito a una chava que atiende y que nos dice que sí,
que no hay problema, y allá vamos, con dos actores más,
llegados por la noche, por el monte, hasta una casa, donde nos
esperan señoras vestidas de pants
y niños y un hombre, y nos dejan hacer y deshacer como
queramos, mientras ellas se ríen de nosotros y de nuestros
apuros. Compartimos papitas y refrescos.
En
la novela Los perros de Cook
Inlet de Alberto López Fernández, una novela
que a mí me gusta mucho, novela sobre la búsqueda del
sueño americano en Alaska, aparece, en la oficina de un
capataz blackfeet
o shoshone, no recuerdo, este letrero: There
is only one Chief: all the Rest are Indians.
El
padre Jerome, en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. El
Cristo es navajo. Hay una fuentecita: el padre la prende, y prende
las luces, y nos hace sentir en casa. La Última Cena es navajo
también, en una casa de adobe, y Cristo como “The Medicine
Man”. Le pedimos una bendición y nos la da. Él nos
pide que firmemos el libro de visitas de su parroquia. Luego nos dice
que tengamos cuidado con los coyotes en la carretera, porque pasan
muy rápido, al atardecer, ya anocheciendo, y causan muchos
accidentes.
THANKSGIVING.
La
mejor fiesta norteamericana. Y en este motel en medio de una de las
dos reservaciones que ostentan el título de “nación”,
el director, luego de cenar el pavo y la salsa de arándanos y
el pie de nueces y
el pie de calabaza
(no hay alcohol, está prohibido aquí en la Nación
Navajo), el director nos da a cada uno las gracias, en voz alta,
colmándonos de epítetos y virtudes; todavía nos
falta, pero como habría dicho Samsagaz: “Por lo menos ya
estamos viendo hacia casa.”
FÉNIX,
ARIZONA, 24 DE NOVIEMBRE.
Hay
dos escuelas, dos formas en las cuales los directores ven a sus
actores: la de Bresson y Mamet, en la cual un actor sólo tiene
que hacer lo que se le dice, y luego la otra, como de “la nave va”
o del Terence Malick de Badlands
(pero quién no consentiría a Sissy Spacek, o en su
caso, al joven Martin Sheen). La preocupación del director de
Hope: que todos,
aunque exhaustos, regresemos con bien a nuestras casas, sin que nos
falte una uña, un cabello.
La
Tricolor. 1035 de fm en Fénix,
Arizona. Más delirios verbales mexicanos.
YUMA,
ARIZONA, 26 DE NOVIEMBRE.
Mis
hermanos, they cross
themselves to cross the desert.
IMPERIAL
DUNES, CALIFORNIA, 29 DE NOVIEMBRE.
Inmensas
dunas movientes, y, en ellas, una visión como de Mad
Max, aunque en buena onda y sin armas: motocicletas de
muchas formas, buggies
y otros que no sé como se llaman, puntiagudos, como dragsters,
todos con altos banderines de vivos colores plásticos para
evitar chocar, pues las nubes de arena de los tantos otros vehículos
impiden ver de frente. Era un cliché. El hormiguero. Pero no
dejaba de ser extrañamente emocionante.
¿Cuántas
banderas ondearán en los Estados Unidos de América?
SAN DIEGO, CALIFORNIA, FINES DE NOVIEMBRE.
Me
duelen terriblemente los oídos y el pulmón izquierdo y
una muela que traigo rota. Los últimos días he bebido
de más. Pero, aquí, en Chulavista, estoy feliz. Casi
tanto como en Yuma.
TIJUANA,
BAJA CALIFORNIA NORTE,
FINES
DE NOVIEMBRE.
Es
un infierno; y no creo que la “t” de taco la haya puesto Tijuana.
“¡Qué onda güero… Güero, qué onda!”
Beck (Güero)
capta el relajo a medias simpático y a medias siniestro del
border. “Ya ves
como eres…”; “Yeah, bro”. “¿Porqué te
tatuatis? Pus nomás… ¿porqué te rayatis? Pus
nomás… ¡Ya te desgraciatis, you stupid
fat ass!” Don Cheto, y su canción del “Tatuado”.
BAHÍA
DE LA SOLEDAD, BAJA CALIFORNIA NORTE,
UN
DÍA ANTES DEL 1o. DE DICIEMBRE.
La
belleza frágil de México. Una poza de medusas y
anémonas, en un castillo de piedra en el borde de las olas, en
La Soledad. No hay un graffiti,
ni basura, más que un envase de plástico, que
retiramos. Pero sabe uno que está así, prístino,
porque está retirado, y nadie viene.
Último
día de viaje; acaba la secuencia de la playa. Es el último
rollo que se va a filmar hasta la ciudad de México, donde
faltan escenas; el primer asistente de cámara, el decano del
crew, pone la
cámara sobre una piedra en el acantilado, apuntando al mar y
filma en silencio, la puesta de sol.
Me
siento más fuerte; ojalá no degenere en pura
prepotencia: más tolerante; ojalá no sea simplemente
frívolo cinismo. Pero siento que aprendí a hacer amigos
de nuevo, que logré vencer algunos miedos, que sé por
fin la diferencia entre un grip
y un gaffer; que
de alguna manera, como creen todos los viajeros, regreso mejor; y,
como consideran casi todos los viajeros, regreso a un lugar donde
nada ha cambiado, y donde a nadie le interesa qué hizo uno
mientras estuvo fuera. Mientras que uno es ya otro.
CENTRO
HISTÓRICO, CIUDAD DE MÉXICO,
17
DE DICIEMBRE.
Lo
logramos, me dice, guapa, llena de felicidad, la productora. Estamos
en la fiesta del término. Hay luces, tragos, un dj,
meseros de desgastados chalecos rojos e impecable cortesía,
amigos. Cosa curiosa, ando más bien callado. Doy gracias por
la oportunidad que he tenido, y gracias a todos los santos del cielo
que todos estamos de regreso con bien. Habrá tal vez otros
viajes, otras películas. Quién lo sabe, sino Dios.
Pienso
en lo que nos dijo Nunca: Hacer cine es un privilegio. Y lo que me
dijo el director: En México el cine se hace de rodillas.
Porque es un milagro. ~
(México, 1965) es editor, escritor y guionista de cine. Entre sus libros recientes se encuentran La soldadesca ebria del emperador (Jus, 2010) y El reloj de Moctezuma (Aldus, 2010).