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nbsp;    No apremies al poema para que se desprenda del limbo
     Carlos Drummond de Andrade
      
      
     I (De parte de Baltasar Gracián)
      
      
     No se graba la lengua en la cabeza;
     racimo es
           perecedero
                  contigo.
      
     Tú, pasa,
          uva, de largo
         o maliciosa,
     del hielo de una Pascua,                     ay ay ay,
     que no se va (entre dientes
              y flautas)
     a jarrear del no y que no por nada (que
     muy poco impide
            pero tanto afea)
     , al azar,
      
      
        y, ya puesta,
     tronchada de hermandad, propíciale
     quejido de placer a cada aurora
      
      
     y, si hay luego poroso,
     a todo cuanto cuenten por aquí
          del discreto
     sin curtirse en su misma brasa
     recomúlgale el espinazo con (en voz alta)
      
      
     —¡Deconstrucción patriótica!
      
      
      
     II (De parte de Augusto Monterroso)
     Dado que últimamente en realidad no hablaba con nadie de lo que pensaba escribir llegado el caso ("a lo mejor, de aquel montículo maravilloso, no lejos de Chichicastenango, donde nunca cocieron habas"), de pronto Eduardo Torres se imaginó, con absoluta naturalidad y sólo relativa imprudencia, que ahora sí estaba casi a punto de convertirse, de la noche a la mañana, en escritor de auténtico éxito, tanto de crítica como de ventas, ¡hala!, no como el otro, originario de Tegucigalpa. Menos mal que su tercera esposa, la conciencia al desnudo de San Blas y de puertas adentro escarmentada, supo ponerle freno sonoro a esa manera un poco boba, aunque en el fondo harto comprensible, que tenía el marido de frotarse y frotarse las manos sin parar:
     —Desengáñate: para mí que eso que te imaginas ya ha ocurrido…
     (Y él —sin demasiado éxito, la verdad— hacía lo indecible por acordarse mientras sentía que la sangre se le agolpaba ahí, y era palpable, en la punta golosa de una lengua medio azulada por el mucho esfuerzo en volver a ascender y a descender y siempre con el empeño en trance de abarcar.)
      
      
     III (De parte de Marina Tsvietáieva)
      
     El viento sin mar es más
     la mar que la mar sin viento.
      
     El viento – vive,
     ¿pero es que el viento vive?,
     se vive
      – en algún lado,
         y el viento
     vive en todos los lados
         y eso,
     vivir en todos los lados,
         es
     – existir.
      
      
     Aunque se dan – lugares
     donde el viento es eterno,
            (estricto y vivo)
     remolino de aire,
     apagamiento –
      activo
     del tiempo
            en que aún pudo
     lavar la blanca luz rojas figuras. –

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