El 30 de mayo se cumplen diez aƱos de la muerte de Juan Carlos Onetti. Lo conocĆ en el acerado invierno madrileƱo de 1978, poco despuĆ©s de su arribo definitivo a EspaƱa. Lo llamĆ© por telĆ©fono dos o tres veces, y despuĆ©s de algunos esfuerzos para que aceptara la entrevista que debĆa hacerle para un diario espaƱol, por fin aceptĆ³ con un tono resignado y ansioso: “VĆ©ngase usted esta tarde.”
Cuando lleguĆ© como a las cuatro, Ć©l aĆŗn no habĆa despertado de la siesta. Por fin lo vi aparecer, con un movimiento retardado ālos ojos de lechuza, el pelo escaso y alambrado, el lento caos de la siesta todavĆa esparcido por todo el cuerpo. Me dijo que habĆa estado yendo a ver un ciclo de pelĆculas de Humphrey Bogart. Me hablĆ³ de la pelĆcula que habĆa visto el dĆa anterior, Casablanca (“una obra maestra de la cursilerĆa”, dijo). HablĆ³ luego de otras pelĆculas como El halcĆ³n maltĆ©s y por lo tanto de Dashiell Hammett y luego de Raymond Chandler. Onetti dijo que estaba leyendo una biografĆa suya: “En una ocasiĆ³n Chandler se quiso suicidar pero fallĆ³ el tiro. Sus amigos lo fastidiaban diciĆ©ndole que escribĆa buenas novelas de crĆmenes pero que no sabĆa suicidarse bien.”
Onetti reĆa con la risa lenta y gozosa con la que habrĆan podido reĆrse Larsen o DĆaz Grey: una risa que sopesaba la ironĆa profunda de toda situaciĆ³n, consciente de la definiciĆ³n que uno de sus personajes da sobre la vida: “una idiotez complicada”.
En algĆŗn momento de la conversaciĆ³n, cuando yo ya habĆa superado mis timideces iniciales, le dije que habĆamos coincidido en alguna reuniĆ³n antes y que yo habĆa querido acercarme a Ć©l para decirle que lo admiraba mucho. Me lo habĆa impedido en parte la convicciĆ³n de que Ć©l estarĆa seguramente harto de escuchar las declaraciones de admiradores improvisados. Onetti me observĆ³ brevemente y me contestĆ³: “Usted debiĆ³ acercarse a decĆrmelo. No me hubiera molestado porque la vanidad de un escritor no tiene lĆmites.” Esa tarde, cuando me despedĆ, creo que lo notĆ© aliviado de no haber tenido que contestar ninguna pregunta sobre su obra (o digamos sobre la funciĆ³n del escritor en el mundo moderno, sabe usted). “Ya me preguntarĆ” usted otro dĆa por quĆ© y para quĆ© escribo”, me dijo, y de inmediato: “La Ćŗnica respuesta a esa pregunta es la que dio Borges: ‘Escribo para evitar el arrepentimiento que sentirĆa si no escribiera.'”
Los nuevos lectores
Las versiones varĆan pero, en cualquier caso, la de Onetti no es una obra corta. EscribiĆ³ probablemente once novelas, 47 relatos, 116 ensayos y tres poemas. A los diez aƱos de su muerte, mantiene lectores en todas las lenguas. Son por cierto lectores minoritarios, pero pertenecen a un culto secreto (conozco a uno que piensa que es el mejor escritor latinoamericano). Una rĆ”pida ojeada a internet permite ver que hay una treintena de pĆ”ginas web dedicadas principalmente a su vida y obra. Por otro lado, siguen apareciendo libros sobre su obra. El Ćŗltimo de ellos āel interesantĆsimo Onetti / La fundaciĆ³n imaginada, de Roberto Ferroā, apareciĆ³ en enero de este aƱo. Hay estudios canĆ³nicos como los de Josefina Ludmer y Omar Prego. Onetti tambiĆ©n inspirĆ³ a artistas de otros gĆ©neros. Silvia Varela dibujĆ³ El Onettion y Diego Legrand en 1998 compuso su pieza musical El pozo.
ĀæCuĆ”l es su legado? Onetti ha contribuido definitivamente a la narraciĆ³n en espaƱol con la creaciĆ³n de una atmĆ³sfera. Hoy nadie podrĆa describir un cuarto cerrado de uno o varios hombres fumando, hablando en voz baja con una mujer de rostro y cuerpo desgastados, sin recordarlo. Podemos releer con placer un puƱado de novelas āLa vida breve, El astillero, JuntacadĆ”veres y Los adiosesā y por lo menos cinco cuentos: “La cara de la desgracia”, “El infierno tan temido”, “Un sueƱo realizado”, “Bienvenido, Bob” y “Jacob y el otro”. De Ć©stos, creo que La vida breve es una de las grandes novelas modernas en lengua espaƱola, mientras que “Bienvenido, Bob” y “Jacob y el otro” son piezas perfectas, lo que vulgarmente conocemos como obras maestras.
La “solitaria delincuencia”
Onetti es un explorador del fracaso esencial de toda vida humana. Para sus personajes, el fracaso y la sensaciĆ³n del fracaso nos aguarda tarde o temprano como “un salteador en un camino” (lo dice Junta en JuntacadĆ”veres). Su sentido del naufragio al que estĆ” predestinado todo ser humano en su ciclo natural se cumple, segĆŗn Junta, “al margen de cualquier circunstancia imaginable”. En sus personajes, el escepticismo es una actitud natural e instintiva. Si la juventud es una grosera embriaguez de poder y optimismo, la realidad de la adultez es una sucesiĆ³n de “moldes vacĆos, meras representaciones de un viejo significado mantenido con indolencia” (Juan MarĆa Brausen en La vida breve). Un viejo no es alguien que alguna vez fue joven sino un ser distinto, desterrado para siempre del paĆs de juventud. La vejez es un estado espiritual de corrupciĆ³n, la verdad final que nos susurra un mensaje sobre la inutilidad y el ridĆculo de todo acto de fe. Si hombres y mujeres estamos condenados a vivir el uno con el otro, es porque “todos somos inmundos y la inmundicia que traemos desde el nacimiento, hombres y mujeres, se multiplica por la inmundicia del otro…” (Marcos en JuntacadĆ”veres). Sus personajes no son derrotados ni triunfantes, sino lĆŗcidos autopostergados del “festĆn de la vida”. EstĆ”n, como Larsen, “gozĆ”ndose en su solitaria delincuencia”.
Los seres humanos en sus obras no estĆ”n atados por el amor, la solidaridad, la compasiĆ³n, sino por el desprecio, la vergĆ¼enza, el miedo y el odio (“el principio de odio y el fundamental desprecio que me ataban a ella, a su voracidad y a su bajeza”, dice el narrador de Queca en La vida breve). El PrĆncipe Orsini estĆ” (“condenado a cuidar, mentir y aburrirse como una niƱera…”) atado a Jacobo.
Sin embargo, la lecciĆ³n de La vida breve es que uno puede “vivir muchas veces, muchas vidas mĆ”s o menos largas”. En estos mismos personajes oscuros aparece como una luz su tendencia al sueƱo, a la idealizaciĆ³n. Los personajes se saben solitarios y postergados, pero encuentran un refugio feroz en su conciencia. “El posible Baldi” llena de falsas leyendas a una transeĆŗnte precisamente para ocultar una vida anĆ³nima. Eladio Lancero recuerda a la incorrupta Ana MarĆa en “El pozo”. Pero uno no sueƱa con impunidad. El precio que estos personajes (generalmente mujeres) deben pagar para acceder a la liberaciĆ³n del sueƱo es la muerte (la mujer de “Un sueƱo realizado”) o la locura (Moncha en La novia robada).
Una soledad en llamas
Uno de los procedimientos mĆ”s comunes de Onetti es conferirle autoridad al punto de vista de un narrador que es, ademĆ”s, protagonista o testigo directo de la historia. Es un narrador ferozmente subjetivo, con una conciencia hecha grandes rĆos y meandros, que le permita desarrollar largos monĆ³logos.
Esta soledad poblada de monĆ³logos nos da la sensaciĆ³n de que sus narraciones nunca buscan imponerse. Son relatos que no le hablan a nadie directamente. No aparece nunca en ellos la artificialidad de la pirotecnia, la debilidad frente al lector.
NingĆŗn otro autor le dio una voz tan consistente a los silenciosos, los derrotados por las circunstancias, los solitarios. Hoy, en tiempos de fundamentalismos y fanatismos por todos lados, el escepticismo de Onetti es una virtud rara y preciosa. Su obra āuna exploraciĆ³n de los sueƱos en el subsueloā forma parte de nuestro tesoro, muestra una gema en la oscuridad. ~
(Lima, 1954) es narrador y ensayista. Su libro mƔs reciente es Otras caricias (Penguin Random House, 2021).