Junio es el mes más electoral. Y en este 2000 lo fue aun más, con insistente estridencia y un paisaje urbano tapiado con chillantes espectaculares. Los cinco sentidos parecían forzados a tropezarse, una y otra vez, con la fugaz —pero bombástica— parafernalia proselitista. Ese mes, sin embargo, tuvo otra particularidad digna de mención: en medio del tráfago descolló la poesía. Organizado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México (y con la colaboración de la Casa Refugio Citlaltépetl, el Museo de la Ciudad de México y el Exconvento de San Lorenzo), Junio de Poesía fue un festival que rompió la regla del abstencionismo que caracteriza a los encuentros de esa especie. No hubo multitudes, por supuesto, pero fue mucha gente a cada una de las actividades que durante treinta días significaron un sano contraste al trasiego de las campañas. Un ejemplo: la voz de Gonzalo Rojas atronando en pleno Zócalo. Chaparro, carisimpático y confiado, Rojas leyó talentosamente sus poemas ante la delectación de un tercio lleno de la plaza mayor (sin acarreos). No sólo él: lo acompañaron otros poetas de primer nivel (incluido Marco Antonio Montes de Oca, cuya lectura pareció ahogar a la misma Catedral en emocionada desazón), pero fue el chileno el que cerró con broche de oro un día de numerosas participaciones, dejando un buen sabor de boca entre los asistentes. Sonó la hora de junio. Ojalá siga sonando así de bien en los años siguientes. –
(ciudad de México, 1969) es poeta. Es autor, entre otros títulos, de 'Bipolar' (Pre-Textos, 2008), 'Pitecántropo' (Almadía, 2009) y 'Ex profeso' (Taller Ditoria, 2010).