a la memoria de Vicente LeƱero
Cuando yo nacĆ, en 1942, en el mundo solamente habĆa una docena de paĆses dotados de una democracia electoral. Hoy hay diez veces mĆ”s democracias y constituyen el 60% de los paĆses miembros de las Naciones Unidas. El lugar donde nacĆ, MĆ©xico, no era una naciĆ³n democrĆ”tica y tardĆ³ mĆ”s de medio siglo en transitar a un sistema multipartidista con alternancia y mecanismos electorales relativamente confiables. MĆ©xico ha sido uno de los Ćŗltimos paĆses de AmĆ©rica Latina en alcanzar una democracia representativa, gracias a que el sistema autoritario encabezado por el pri bloqueĆ³ durante decenios toda alternativa. A pesar de su herencia autoritaria, este partido ha sobrevivido y, despuĆ©s de solamente doce aƱos de vivir en la oposiciĆ³n, logrĆ³ conquistar de nuevo la presidencia. Antes de este retorno, las tendencias polĆticas parecĆan favorecer a la izquierda, que se perfilaba como una opciĆ³n atractiva. Por desgracia, un cĆŗmulo de errores y fracturas debilitaron al principal partido de la izquierda, el prd, lo que acabĆ³ por abrirle la puerta al retorno del viejo partido autoritario, el pri. Las tendencias suicidas de la izquierda continuaron despuĆ©s de haber perdido las elecciones de 2012 frente a un pri que, siendo de derecha, logrĆ³ presentarse como una alternativa a la otra derecha, la del pan, que habĆa gobernado durante doce aƱos. DespuĆ©s de esa derrota electoral, el prd se dividiĆ³ y perdiĆ³ su ala populista, que se separĆ³ para fundar un nuevo partido, el Movimiento de RegeneraciĆ³n Nacional. Pero algo se habĆa daƱado irremediablemente en la izquierda: antes de separarse, las dos corrientes principales, la socialdemocracia y el populismo, hicieron compromisos en Guerrero con grupos polĆticos locales que se estaban apartando de su partido de origen, el pri. En lugar de modernizarse, la izquierda en Guerrero (y en otros lugares) atrapĆ³ a sectores resentidos del antiguo rĆ©gimen y los cobijĆ³. Con ello aumentĆ³ su caudal de votos, pero sembrĆ³ las semillas del desastre polĆtico que desembocĆ³ en la masacre del 26 de septiembre de 2014 en Iguala. La corrupciĆ³n se expandiĆ³ en los partidos de izquierda y pronto envenenĆ³ a una parte de su dirigencia. La izquierda, al incubar los huevos de la serpiente del antiguo rĆ©gimen autoritario, se colocĆ³ en una situaciĆ³n crĆtica. No solo comprometiĆ³ su futuro: tambiĆ©n colocĆ³ a todo el sistema democrĆ”tico ante grandes dificultades. Y este no parece estar todavĆa bien preparado para enfrentarlas.
La democracia es un sistema complejo al que la sociedad mexicana todavĆa no se adapta plenamente. No estĆ” acostumbrada a la inestabilidad propia de los mecanismos electorales representativos. Cuando hay conflictos, gran parte de la poblaciĆ³n vive las tensiones como si se presentara una catĆ”strofe. La sociedad civil mexicana todavĆa no digiere el hecho de que las democracias toman decisiones con gran dificultad y parecen carecer de objetivo a largo plazo. Los gobiernos suelen estar absortos en las decisiones a corto plazo, y con frecuencia estĆ”n acosados por crisis, corrupciĆ³n o escĆ”ndalos, lo que provoca un cierto grado de inestabilidad. La democracia no resuelve por sĆ misma los grandes problemas econĆ³micos, como la miseria y la desigualdad, pues su funciĆ³n principal es otra: radica en hacer funcionar los mecanismos electorales de representaciĆ³n polĆtica. Todo ello ocasiona que la clase polĆtica pierda muchas veces el sentido de la proporciĆ³n, de manera que reacciona de manera exagerada o bien cae en la indiferencia.
En MĆ©xico la situaciĆ³n se complica aĆŗn mĆ”s debido a que el antiguo rĆ©gimen no se ha disuelto por completo. En vastas regiones del paĆs ni la democracia ni la alternancia son conocidas. Esta situaciĆ³n propicia que, cuando estalla un problema en alguna zona, las repercusiones se dejen sentir pronto en la cĆŗpula del poder, especialmente si se ha tocado un punto neurĆ”lgico de la polĆtica. Es lo que ocurriĆ³ en el caso de los 43 desaparecidos de la escuela de Ayotzinapa: mucha gente responsabiliza de ello al gobierno federal. SegĆŗn la versiĆ³n ofrecida por el procurador, el alcalde de Iguala, del prd y apoyado por un sector polĆtico afĆn a LĆ³pez Obrador, ordenĆ³ el arresto de los estudiantes que protestaban. La policĆa municipal acabĆ³ entregĆ”ndolos a un grupo de criminales, Guerreros Unidos, que los asesinĆ³ en el basurero de Cocula y quemĆ³ sus cuerpos. AsĆ, un conflicto en el seno de la izquierda enfrentĆ³ a dos grupos rivales: por una parte, los estudiantes ultraizquierdistas de la escuela normal de Ayotzinapa y sus aliados; por la otra, la burocracia municipal de Iguala, dominada por lĆderes corruptos apoyados por el prd.
Este acontecimiento trĆ”gico tocĆ³ fibras muy sensibles en la sociedad. RevelĆ³ la imbricaciĆ³n de las esferas de la polĆtica y del crimen organizado en la represiĆ³n a un grupo de estudiantes. Pero no fue solamente un muy desafortunado incidente local. Tiene profundas raĆces sociales e histĆ³ricas. Sin duda la miseria que agobia a millones de mexicanos es una de las causas mĆ”s evidentes de la violencia criminal. Pero a ello hay que agregar otras causas, como la corrupciĆ³n que corroe amplias esferas de la burocracia y de los negocios privados o pĆŗblicos, la extrema degradaciĆ³n de gran parte de la clase polĆtica y la espectacular expansiĆ³n del narcotrĆ”fico. Todos estos factores se conjuraron en Iguala, en un sangriento aquelarre cuyas dimensiones estĆ”n aĆŗn por descubrirse. Ahora una gran parte de la sociedad, alarmada, exige que se ponga un alto a este torbellino de violencia que asuela a MĆ©xico.
Por estas razones, el crimen de Iguala ha afectado las estructuras polĆticas de MĆ©xico. Y por ello se habla de un crimen de Estado, en la medida en que la responsabilidad se extiende mĆ”s allĆ” de sus autores intelectuales y materiales. Las estructuras estĆ”n podridas y es necesario renovarlas. El problema radica en que la renovaciĆ³n, aun si es impulsada por la sociedad civil, pasa necesariamente por los partidos polĆticos. Estos partidos son parte del problema y parte de la soluciĆ³n. Resulta indispensable que fuerzas sociales independientes rompan de alguna manera este cĆrculo vicioso. Es lo que han logrado las grandes manifestaciones de apoyo a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Sin embargo, las protestas han planteado pocas alternativas, ademĆ”s de pedir la renuncia del presidente; ello se debe en parte a que estĆ”n atrapadas en un radicalismo primitivo que fluye por debajo de la realidad polĆtica sin llegar a entenderla, aunque intenta trastornarla. Esta izquierda infrarrealista, como la he llamado, a pesar de todo ha tenido la gran virtud de haber resquebrajado el cĆrculo vicioso en el que estĆ”n atrapados los polĆticos y haber obligado a los partidos a impulsar algunas reformas que puedan ampliar el delgado espacio de nuestro malparado Estado de derecho.
Ahora muchĆsima gente ha descubierto que el centro del problema se encuentra en la gran corrupciĆ³n que corroe las instituciones polĆticas del paĆs. A ello ha contribuido el escĆ”ndalo que exhibiĆ³ a la esposa del presidente en el oscuro proceso de comprar una mansiĆ³n faraĆ³nica a una constructora que habĆa sido contratada, junto con una empresa china, para construir el tren de alta velocidad entre QuerĆ©taro y MĆ©xico. Este acontecimiento, aciago para el grupo gobernante, ha acabado por ser afortunado debido a que sacudiĆ³ intensamente a la Ć©lite polĆtica y la obligĆ³ a encarar la necesidad de avanzar en aquellas reformas que enfrenten la extendida corrupciĆ³n del rĆ©gimen. Hace unos meses el presidente PeƱa Nieto sugerĆa que la corrupciĆ³n en MĆ©xico era un fenĆ³meno cultural inscrito en el carĆ”cter de los mexicanos. Por ello, la soluciĆ³n solo podrĆa llegar en un lejano futuro, despuĆ©s de un lento proceso de cambio cultural. La reacciĆ³n de la sociedad, ante la crisis desencadenada por la matanza de Iguala, muestra que el cambio cultural ya ha llegado y que MĆ©xico estĆ” maduro para transitar a una nueva civilidad. Los cambios culturales ya han arraigado en una gran parte de la sociedad. Sin duda quedan todavĆa enormes obstĆ”culos, pero la situaciĆ³n exige medidas drĆ”sticas que adapten las estructuras polĆticas a las nuevas condiciones. EstĆ” por verse si la clase polĆtica es capaz de abrirse al cambio. ~
Es doctor en sociologĆa por La Sorbona y se formĆ³ en MĆ©xico como etnĆ³logo en la Escuela Nacional de AntropologĆa e Historia.