La nueva revoluciĆ³n sexual

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Festivales de cine (como Festival Mix y DHFest), obras de teatro (como Tom en la granja), congresos de empresarios (como el LGBT Summit of the Americas), foros en museos y universidades (como el Simposio Libertad y Desarrollo en la Universidad de Guanajuato), eventos auspiciados por los gobiernos del Distrito Federal, Estados Unidos y Reino Unido (como el Youth Council Summit y el International Day Against Homophobia en el British Council), marchas, la reuniĆ³n internacional mĆ”s grande de activistas gays, lesbianas, bisexuales y transgĆ©nero (LGBT). A lo largo de 2014 MĆ©xico ha sido escenario de no pocas actividades sobre la diversidad sexual. Al ver esa cartelera, cualquiera pensarĆ­a que la lucha por los derechos de las personas LGBT ha alcanzado su punto mĆ”s exitoso, pero no hay que dejarnos llevar por las apariencias: por cada avance ha habido tambiĆ©n lamentables retrocesos.

En Global gay: cĆ³mo la revoluciĆ³n gay estĆ” cambiando al mundo (Taurus, 2013) FrĆ©dĆ©ric Martel plantea que ahora mismo estamos siendo testigos de una revuelta a nivel internacional a favor de la diversidad sexual. Tras reunirse con mĆ”s de seiscientas personas en cuarenta y cinco paĆ­ses, el investigador y periodista francĆ©s ha reunido el material necesario para trazar un mapa de los alcances que, durante los Ćŗltimos cinco aƱos, ha tenido la comunidad LGBT en el mundo. Sus conclusiones son alentadoras: en general, cada vez hay mĆ”s libertad e igualdad en Estados Unidos, LatinoamĆ©rica y la mayor parte de Europa en tĆ©rminos de derechos, visibilidad, representaciones en medios de comunicaciĆ³n, empresas y universidades. (Incluso para los temas pendientes en la agenda del movimiento por la diversidad sexual se han creado fechas emblemĆ”ticas como la conmemoraciĆ³n del DĆ­a Internacional contra la Homofobia en mayo, las celebraciones del gay pride en verano o el Spirit Day en octubre para hacer conciencia sobre el bullying homofĆ³bico que sufren estudiantes de primaria y secundaria). Martel sugiere que el resto del mundo no tardarĆ” mucho mĆ”s en seguir ese camino. Sin embargo, no hay que ser demasiado acuciosos para darse cuenta que este progreso se ha dado de manera desigual: en MĆ©xico la mitad de los trabajadores LGBT mantienen en secreto su condiciĆ³n, 35% ha sido vĆ­ctima de discriminaciĆ³n por parte de un jefe o colega a causa de su orientaciĆ³n sexual o identidad de gĆ©nero y 67% de los adultos LGBT fueron vĆ­ctimas de acoso escolar entre la primaria y la universidad.

Los datos sobre la circunstancia mexicana resultan incluso ingenuos cuando los comparamos con paĆ­ses de Ɓfrica, Asia y el Caribe, donde la persecuciĆ³n de personas LGBT por parte del Estado se ha recrudecido. Grupos conservadores, tĆ­picamente financiados desde Estados Unidos y a falta de Ć©xito en su paĆ­s, se han aliado para reunir millones de dĆ³lares y hacer campaƱas que promueven la homofobia y la criminalizaciĆ³n de la homosexualidad en Belice, Jamaica, Trinidad y Tobago, Polonia, Rusia, Nigeria, Uganda y Kenia. Algunos de sus lĆ­deres, como Scott Lively, han querido demostrar los supuestos peligros de la llamada “agenda gay” y afirman que la nueva guerra mundial se estĆ” dando entre cristianos y homosexuales. Estos grupos alegan que los homosexuales son mĆ”s propensos a la pedofilia, que quieren adoptar niƱos para pervertirlos y, contradiciendo a instituciones serias como la OrganizaciĆ³n Mundial de la Salud y la AsociaciĆ³n Americana de PsiquiatrĆ­a, promueven terapias para “curar” la homosexualidad. Su influencia ha llegado tambiĆ©n a Rusia, en donde han asesorado a legisladores para que, con el apoyo de Vladimir Putin, se haya logrado prohibir la “propaganda gay”. Lo anterior –junto con problemas de violencia e inseguridad– ha provocado que migrantes LGBT huyan de esas regiones y busquen asilo en MĆ©xico, Estados Unidos, CanadĆ”, Suecia, Holanda y Reino Unido.

Ni siquiera los logros en materia de diversidad sexual pueden considerarse victorias unĆ”nimes. Que exista una fuerte relaciĆ³n entre el mercado y las conquistas de la comunidad LGBT ha sido motivo de discusiones entre activistas y acadĆ©micos. Por ejemplo, cada vez en mĆ”s lugares se legaliza el matrimonio entre parejas del mismo sexo y eso tambiĆ©n abona a la moda del turismo especializado en este sector, que a la vez son clientes atractivos para organizadores de bodas en donde el matrimonio igualitario es legal. Por otra parte, empresas como American Express, IBM y Citigroup han demostrado la conveniencia de ofrecer prestaciones igualitarias a sus empleados gays y lesbianas (y sus parejas), de crear redes de empleados LGBT, de tener polĆ­ticas claras para reclutar y ascender a sus empleados sin que la orientaciĆ³n sexual o la identidad de gĆ©nero sean motivo de discriminaciĆ³n. Todo esto nos lleva a pensar: ¿los gays en realidad estĆ”n capturando el marketing y la economĆ­a o son solo un botĆ­n para las marcas que quieren beneficiarse de su “dinero rosa”? ¿Las banderas de arcoĆ­ris a la entrada de establecimientos comerciales son sĆ­mbolo de inclusiĆ³n o prolongan un estereotipo? ¿La participaciĆ³n de polĆ­ticos y empresarios en una marcha del orgullo gay equivale al triunfo de un movimiento o al abandono de su componente radical, en el que muchos todavĆ­a prefieren regodearse? ¿Las personas LGBT deberĆ­an permanecer al menos un poco al margen del mainstream o abrazar los valores de una mayorĆ­a heterosexual? Creo que es inevitable que al conquistar ciertos espacios los movimientos LGBT se vean obligados a renunciar a una parte de su carĆ”cter subversivo, del outcast que cuestiona los roles de gĆ©nero, las reglas de las relaciones de pareja o el uso del cuerpo. Es casi imposible pasar de la exclusiĆ³n a la inclusiĆ³n sin dejar de ser el raro de la sociedad.

Lo que es importante reflexionar –y para lo cual el libro de Martel aporta informaciĆ³n valiosa– es cĆ³mo la cultura gay ha transitado de la oscuridad a los reflectores. Y tambiĆ©n hacia dĆ³nde deberĆ­a dirigirse. De un lado, los activistas continĆŗan encabezando organizaciones de la sociedad civil y liderando manifestaciones callejeras, y del otro cada vez mĆ”s personas de diversas profesiones han manifestado abiertamente su orientaciĆ³n sexual y, con ello, le han recordado al mundo que estĆ”n en todos lados. El mensaje es claro: se trata de una comunidad grande y conviene valorarlos, sea porque representan un voto en elecciones o un sector de consumo poderoso. Pero sobre todo porque sin el respeto de sus derechos la lucha por los derechos humanos para todos estĆ” incompleta. Aun cuando muchos homosexuales no se identifican como “activistas” han emprendido acciones que, dado el contexto social y laboral en que se encuentran, terminan por ser activismos. Hay algo genuinamente subversivo en buscar acceder a los derechos que otros tienen. Y esos pequeƱos actos de salir de fiesta, caminar por la calle de la mano de su pareja, llevar a sus hijos a la escuela, emprender un negocio, incluir personajes no heterosexuales en sus series de televisiĆ³n y sus pelĆ­culas son, tal vez no en San Francisco pero sĆ­ en MoscĆŗ y en
Kampala, pequeƱos actos de revoluciĆ³n. ~

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Es comunicador y consultor especializado en temas LGBT. Colabora de manera regular en The Huffington Post.


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