La transparencia opacada

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I.

Los aeropuertos representan el paradigma de la posmodernidad; son lo que el antropรณlogo francรฉs Marc Augรฉ definiรณ como no lugares, sitios anรณnimos y de trรกnsito, puertas de entrada a una naciรณn, sinรณnimo de oportunidad que grandes arquitectos han sabido aprovechar para hacer de lo genรฉrico un emblema de identidad. De la imagen romรกntica del viajero que encuentra en el aeropuerto el inicio del periplo queda poco; hoy estos espacios consolidan una postal de la globalizaciรณn asociada con la idea de una naciรณn-mercado (entrada y salida de flujos econรณmicos).

La construcciรณn de un aeropuerto es una de las obras que mayor complejidad logรญstica, urbanรญstica y social implica. Los grandes proyectos para levantar terminales aรฉreas conllevan una modificaciรณn de la ciudad asรญ como rispidez social. El aeropuerto de Pudong, en Shanghรกi, se construyรณ sobre arrozales milenarios. La construcciรณn del aeropuerto de Narita, en Japรณn, sustituyรณ grandes extensiones de tierras destinadas a la agricultura y generรณ enorme oposiciรณn social. Un intento similar puso fin al proyecto de 2001 con el que Vicente Fox pretendรญa establecer un aeropuerto en los ejidos fangosos de Atenco.

A partir de la necesidad de una terminal mรกs amplia y aunada al รกnimo de impulsar el desarrollo nacional, el pasado 3 de septiembre se presentรณ el proyecto para el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Mรฉxico. Con una inversiรณn que superarรก los 120 mil millones de pesos, la nueva terminal aรฉrea se ubicarรก junto a las actuales instalaciones del aeropuerto, y cuadriplicarรก su capacidad gracias a las seis nuevas pistas previstas para la รบltima etapa del proyecto. A cargo de esta obra faraรณnica se encuentra el binomio conformado por los arquitectos Norman Foster y Fernando Romero.

II.

Si los grandes aeropuertos del mundo hoy tienen un estilo reconocible, ello se debe en gran medida a Norman Foster, arquitecto britรกnico galardonado en 1999 con el premio Pritzker y autor de una cantidad considerable de obras, entre las que destacan las terminales aรฉreas de Beijing, Hong Kong, Kuwait y ciudad de Panamรก. Foster es el padre de un estilo global que recurre a la geometrรญa y la innovaciรณn tecnolรณgica como sello. La transparencia es una constante en los trabajos del britรกnico, con ella se generan espacios de gran luminosidad, a los que se aรฑade, como caracterรญstica, la sostenibilidad ecolรณgica. Para el arquitecto, la transparencia es sinรณnimo de accesibilidad, una cualidad que sobrepasa al edificio y busca traducirse en los aspectos polรญticos y sociales que normalmente implican sus obras. El ejemplo mรกs conocido de esta visiรณn lo ofrece el domo de vidrio del Reichstag, palacio legislativo de Berlรญn, donde cualquier paseante puede asomarse y, a travรฉs del cristal, observar a los legisladores en funciones: una metรกfora arquitectรณnica que alude a la transparencia en la democracia.

Nadie pone en duda la capacidad del britรกnico para desarrollar este proyecto. Las razones de incluir a Fernando Romero en cambio son misteriosas, pues la obra mรกs conocida de este joven mexicano es el polรฉmico edificio del Museo Soumaya. La alianza estratรฉgica de un starchitect con un arquitecto incipiente apunta en otra direcciรณn: la familiar. Romero es yerno de Carlos Slim. El magnate representa una fuente de respaldo financiero y polรญtico atractivo para un proyecto de esta dimensiรณn.

III.

La transparencia estructural que promete Foster para el aeropuerto mexicano se ha visto empaรฑada por el secretismo del proyecto. Su sitio web oficial (www.aeropuerto.gob.mx) no aporta informaciรณn precisa al ciudadano que desea aclarar dudas. Sabemos, por ejemplo, que la dupla Foster-Romero fue seleccionada por unanimidad por un jurado, pero desconocemos las caracterรญsticas del resto de los proyectos. Poco sabemos de los planes de desarrollo, las evaluaciones que se llevaron a cabo para definir la ubicaciรณn de la obra, etcรฉtera. En suma, hay poca transparencia y, en consecuencia, escasa legitimidad social.

Uno de los temas que acapara el debate pรบblico tiene que ver con la sostenibilidad que promete el aeropuerto. En otras partes del mundo, las estructuras cristalinas de Foster se han posicionado como emblemas urbanos y ejemplos del desarrollo sostenible. En Mรฉxico, este valor aรฑadido desaparece cuando el proyecto pone en juego lo que queda del lago de Texcoco. Tampoco queda claro si un megaaeropuerto es la mejor opciรณn logรญstica para una ciudad caรณtica. Al respecto, Luis Zambrano, en Nexos, seรฑala como alternativa la idea de una red de aeropuertos regionales que proporcionen conectividad con el exterior, lo que evitarรญa la centralizaciรณn del trรกfico aรฉreo.

Desconocemos la viabilidad del proyecto ganador en contraste con la propuesta de aeropuertos regionales, pero todo indica que para el gobierno esto no es de importancia. Aquรญ, la lรณgica de las megaobras es otra: la obra por sรญ misma y el gigantismo como insignia del progreso. Del mismo modo, tampoco se ha explicado cuรกl serรก el plan de conectividad y la infraestructura asociada con estas nuevas instalaciones, estrategia comunicativa imprescindible para una ciudad en la que el tema de la movilidad no deja de ser piedra angular del desarrollo urbano. Sin un plan preciso de conectividad, la pregonada sostenibilidad del aeropuerto corre el riesgo de desvanecerse entre la contaminaciรณn que se generarรก alrededor, de ahรญ el riesgo de apostar tanto en la conectividad –desconocida– de la obra.

El tema de la transformaciรณn del oriente de la ciudad no resulta menos inquietante. Los informes del proyecto son optimistas. Prometen que las olas de progreso generadas por el aeropuerto alcanzarรกn la zona que lo rodea, activรกndola econรณmicamente y generando por consiguiente nuevos empleos e incluso รกreas verdes. La fรณrmula estรก incompleta, pues la marginalidad y desigualdad prevalentes en la zona no son problemas que se resuelvan con la simple construcciรณn de un polo econรณmico. Es necesario considerar si este polo de desarrollo incluirรก a sus habitantes. Antes que aeropuerto, en estas zonas hay ciudadanos con necesidades precisas: ellos formarรกn parte del proyecto aun cuando el espacio que ocupan ahora difiere de la imagen de entorno estandarizado que promete la nueva terminal aรฉrea. La cuestiรณn de cรณmo trasladar e integrar los intereses de estos habitantes al contexto fosteriano requiere de un sustento serio que dรฉ voz e informaciรณn a las comunidades aledaรฑas.

Idealmente, los grandes proyectos arquitectรณnicos reflejan las aspiraciones de la ciudadanรญa. Si este fuera el caso, por “gran proyecto arquitectรณnico” deberรญamos entender uno que comprometa a la sociedad civil mediante la informaciรณn y atenciรณn de sus necesidades. Si bien un aeropuerto no es de uso de toda la ciudadanรญa, el impacto de una obra asรญ afecta a todos los habitantes de la ciudad. Del discurso al hecho real hay un camino largo y, en este caso, incierto.

Mรฉxico sigue siendo un paรญs poco transparente. De acuerdo con la ong Transparencia Internacional, nuestro paรญs ocupa el sitio 106 en el ranking de corrupciรณn, muestra clara de que aquรญ los ciudadanos desconfรญan de los gobernantes. El proyecto para el nuevo aeropuerto, aunque sustentado en un modelo de arquitectura traslรบcida, ha despertado la suspicacia de una naciรณn acostumbrada al mal manejo de la informaciรณn. La ironรญa es grande: las ambiciones fosterianas de luz y claridad, que en otros sitios han servido de metรกfora para la democracia, en Mรฉxico parecen opacadas por las interrogantes sin resolver del proyecto. ~

 

 

 

 

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Maestra en historiografรญa e historiadora de la arquitectura.


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